Obama en España

Javier Fernández Arribas
No había otro hueco para que el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama visite España. La fecha elegida es del 9 al 11 de julio y se va a aprovechar el viaje a Europa del mandatario norteamericano, a Polonia, para participar en la cumbre de la OTAN donde insistirá en la exigencia a sus aliados de que incrementen al 2% de su PIB el gasto en Defensa. España como país aliado y fiable, el Rey como garantía de estabilidad y compromiso y el Gobierno en funciones de Mariano Rajoy han conseguido superar los graves problemas que surgieron en Washington tras el desplante a la bandera norteamericana por parte de José Luis Rodríguez Zapatero, su decisión unilateral de retirada de tropas españolas de Irak y, sobre todo, sus recomendaciones públicas al resto de países para que hicieran lo mismo. Entonces estaba en la Casa Blanca el republicano George W. Bush y en la ingenuidad de Rodríguez Zapatero se albergaba la ilusión de que el ‘amigo y progre’ Obama daría carpetazo al asunto y habría relaciones privilegiadas entre ambos. Nada más lejos de la cruda realidad que impone el denominado establishment estadounidense, verdadero poder garante de los intereses nacionales en los Estados Unidos, que mantuvo hasta ahora el veto para que el presidente visitara España con Zapatero en la Moncloa y, estos últimos cuatro años con Rajoy. El establecimiento del escudo antimisiles en Rota y la participación de España en misiones internacionales, así como la relación económica y comercial han propiciado que después de 30 viajes a Europa donde ha visitado 13 países, Barack Obama realice por fin una visita que tiene enorme trascendencia. Seguro que habrá quien critique la decisión por estar de salida de la presidencia y en España estar el Gobierno en funciones y elegir una fecha dos semanas después de la celebración de las elecciones. Siempre habrá quien no le guste pero lo cierto es que la relevancia de esta visita trasciende a la oportunidad política porque sirve para afianzar las relaciones entre los dos países, por encima de partidismos políticos, es un respaldo a la realidad española para los fondos de inversión, un gesto de confianza para empresarios, fomenta el intercambio social, universitario y cultural y, como colofón, sirve de atracción para miles de turistas norteamericanos que van a seguir los pasos de su presidente. La utilización que se pueda hacer de esta visita en campaña electoral será responsabilidad de cada partido, lo que es indudable es que con esta visita gana España.