Fe en el caos: ¿colapso cultural y social en Oriente Próximo?

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Introducción: el colapso de una sociedad 

El fin de una civilización o estructura compleja social puede ser gradual o súbito. La antigüedad tiene numerosos ejemplos. 
Desde el Paleolítico superior se demuestra que, a lo largo de la prehistoria y protohistoria, existen casos con finales abruptos para diversas civilizaciones. 

Dos de los primeros “colapsos” globales comprobados en el registro arqueo-histórico (a través pruebas arqueológicas bien atestiguadas en la historia) se remontan al Paleolítico superior. El primer colapso global atestiguado se produjo durante la “extinción” de la especie humana Neanderthalensis. Pero entonces ni siquiera el colapso fue global, puesto que muchos de nosotros, viviendo sobre Europa u Occidente, no somos Homini Sapiens puros, al menos en el sentido estricto de aquellos que vivieron durante finales del Paleolítico medio o superior. Existen pruebas de laboratorio que demuestran que en regiones de Eurasia existe un porcentaje respetable de genes Neanderthalensis en nuestro genoma; otro tanto, pero opuesto, sucede con regiones del Extremo Oriente, donde, por el contrario, hay presencia de genoma del Homo Denisovanos entre los humanos “locales”. Algo sucede con los habitantes de Asia oriental, donde el porcentaje Neanderthal de europeos y caucasianos parece sustituirse por el Homo Erectus. Eso sí, los africanos autóctonos parecen ser los homini sapiens más puros del planeta: en apariencia no hay rastro de genoma Neanderthalensis entre ellos. 

El segundo colapso global comprobado en una sociedad humana tuvo lugar durante el período llamado Epipaleolítico, a finales de la era glacial cuando, alrededor del año 10.000 a.C., parecía que el frío había remitido y algunos animales de gran tamaño, depredadores potenciales y reales para el ser humano, como el oso de las cavernas, el mamut o el diente de sables se habían extinguido, volvió un cambio climático global1

Conmemoraciones de la supervivencia posterior del hombre y su dominio sobre las fuerzas de la naturaleza bien pueden estar presentes durante la construcción de los primeros templos del comienzo del Neolítico antiguo (el local Neolítico Acerámico A) de Göbeklitepe en el este de Turquía2.

Otro ejemplo conocido de supuesto fin abrupto es el de la civilización maya. El Mediterráneo ofrece ejemplos semejantes como es el caso de la talasocracia minoica. Las causas de los colapsos de civilizaciones o sociedades complejas —súbitos o no— son de diversos tipos; entre ellas figuran principalmente aquellos motivos de índole bélica, cultural, económica, medio ambiental, poblacional o social. 

El Imperio romano experimentó un colapso gradual en parte de su territorio3. Para diversos investigadores, por el contrario, estamos ante la transformación de una civilización en otros aspectos distintos, como es el caso de los territorios altomedievales en Occidente o el Imperio bizantino en Oriente. 

Un caso interesante para nuestro estudio es lo que acontece en el sur del Mediterráneo tras el fin del Imperio romano de Occidente, además de la posterior y paulatina pérdida de territorios del Imperio bizantino en Oriente a manos de la conquista árabe. 

Tenemos el caso de la transformación de un sistema previo en otro organizado diferente. Sin embargo, con el paso de los siglos, las luchas internas llevaron al colapso de la riqueza y la organización social de tipo estatal en territorios del norte de África o la península Arábiga. Se produjo además una ruralización de las sociedades, decreciendo el número de habitantes de las ciudades. 
Las invasiones y actuaciones bélicas producen un cambio acelerado en la población de una sociedad dada, no solo hay descenso de población tan solo debido a las víctimas de guerra, sino a grandes desplazamientos de población. Son fenómenos que contribuyen a un descenso en la estabilidad de los gobiernos e instituciones centrales y que incluso pueden provocar un cambio en el componente social de un Estado centralizado. 

Unas entidades, que pueden ser estatales o no, en el caso de cambios poblacionales, tienden a absorber a grupos previos. Un caso actual es la paulatina presencia de grupos tribales, preexistentes entidades extraestatales, dentro de diversos países actuales del Mediterráneo sur u oriental.

Un colapso social puede significar el descenso en la cantidad de clases sociales dentro de una estructura compleja de tipo estatal. Se produce pues, una tendencia a homogeneizarse más la población, e incluso a una división menos difusa entre la élite y la masa de la población; por el contrario, un país o entidad compleja sin indicios de colapso mostrará un abanico más extenso de grupos y clases sociales, especialmente en el aspecto de la detentación de medios económicos o de producción. 

En términos generales, un colapso de un sistema social produce además un colapso del sistema central de gobierno o control4; el colapso puede provocar el surgimiento de nuevos centros o bien la transformación de antiguos segmentos de población o territorio en el nuevo centro o varios, si cabe. El sistema tribal en auge en varios Estados fallidos actuales es un ejemplo de ello. 

Contamos con diferentes teorías sobre el colapso social o de civilizaciones. El clásico historiador Arnold Toynbee pensó que el colapso siempre ocurre y es extensible a todas las civilizaciones con una cierta periodicidad5; dicha tesis tuvo amplio eco en un abanico muy nutrido de investigadores6

En otro orden de proposiciones teóricas, Jared Diamond es de los autores que más insisten en que cualquier colapso social o de una civilización se fundamente en especial sobre la ecología7

Por el contrario, otras teorías tienen su fundamento en la economía y el agotamiento de recursos8. Entre este tipo de interpretaciones sobre el colapso social conviene recordar a una de las tesis precursoras, enunciada por Nicolas Georgescu-Roegen a inicios de los que parecía ser un ciclo de colapso, los años setenta del siglo XX9. Según la sugestiva, aunque pesimista y apocalíptica, tesis del economista rumano-estadounidense, la Tierra parte en sus inicios de una cantidad dada de recursos para sostener sociedades o poblaciones y el inevitable aumento progresivo de estas contribuyen de forma irreversible al agotamiento final de los recursos y la economía del planeta. 

Colapso social actual en territorios del Oriente Próximo 

En las teorías y casos previos expuestos sobre las sociedades que colapsan gradual o súbitamente parece existir un denominador común: multiplicidad de factores negativos actuando al mismo tiempo en contra de la estabilidad de esa sociedad, Estado o civilización concreta. 

En la actualidad, se están produciendo diversos factores negativos coetáneos que no solo amenazan la estabilidad de Oriente Próximo (Mashriq), sino la de toda la Tierra en conjunto. Pero el caso de Oriente Próximo, por su frontera mediterránea, su cercanía a Occidente y encontrarse “a medio camino” de los principales corredores entre Oriente y Occidente, es de una preocupación específica para los países ribereños. 

La mal llamada Primavera Árabe aportó no solo un aparente cambio drástico en la estabilidad de las sociedades rentistas de Oriente Próximo, sino que sus consecuencias afectaron a Occidente y Eurasia en particular10

Es particular visión nuestra, que no todos los problemas actuales de Oriente Próximo se iniciaron con esa mal llamada Primavera Árabe; a la cual ya preferimos calificar de forma irónica en octubre de 2011 como Invierno Árabe11, sino que comienzan más atrás en el tiempo, más allá incluso del 11-S, la invasión “aliada” de Afganistán posterior e incluso la guerra de Afganistán de 1980. Todo sería producto, desde nuestro punto de vista, de una acumulación de circunstancias, efectos y consecuencias que hunden sus raíces en la Edad Media, antes incluso que la cruzada del papa Gregorio en el siglo XI de la era cristiana.

Contemplado desde este punto de vista, la misma Primavera Árabe no es el catalizador de todos estos malestares y el origen de las consecuencias catastróficas posteriores (emigración masiva desde países de la península Arábiga, guerra, hambruna, entre otros), sino uno de los “picos” negativos en una suerte de historia cíclica en la Tierra. 

Desde este punto de vista, parece que el colapso será gradual en las sociedades actuales del Oriente Próximo, pero, a nuestro juicio, existen varios elementos que lo aceleran; y la Primavera Árabe, tal y como avanzamos, es tan solo uno de ellos. 
Los registros de temperaturas y pluviosidad en los países de la zona son el mejor dato disponible para comprobar que el medioambiente del sur del Mediterráneo se ha degradado a un ritmo más acelerado de lo habitual durante las dos últimas décadas, tal y como preconizaban los trabajos del arqueólogo Frank Hole, un profesor emérito de Yale, gran conocedor del territorio sirio12. El invierno del 2015-2016 fue especialmente crudo en Siria, no por la temperatura media (curiosamente algo más cálida que décadas pasadas), sino por la concatenación de desastres y malas cosechas previas, unido a una situación de guerra civil. 

La historia antigua de la región demuestra que los cambios climáticos actuaron como detonante de la desaparición progresiva, pero acelerada, de diversas culturas. 

Hoy día llueve menos en el sur del Mediterráneo, las temperaturas son, por el contrario, más altas en Europa continental (o interior de España, por ejemplo), donde aumentan las precipitaciones atmosféricas, pero que en ocasiones aparecen en épocas del año “donde no tocan”. No obstante, debemos tener en cuenta que no todas las zonas se ven afectadas de la misma manera por los cambios climáticos, así zonas del sur Mediterráneo que previamente eran “huertas” para otros puntos ya no lo son o han disminuido su aprovisionamiento de alimentos hacia las regiones centro-norte de Europa o del mismo Oriente Próximo. 

No solo es la guerra civil en sí lo que llevó a muchos habitantes rurales a emigrar, sino lo que implica el “fin de su entorno óptimo”, así como la situación límite tras el desastre medioambiental en el Orontes, Quweiq o Jabur sirios (afluentes donde antes del inicio de la guerra civil hace más de cinco se sucedieron “pequeños desastres climáticos locales”, tal y como revelan cifras específicas en Siria13). La emigración era la única alternativa para ellos, puesto que no se podían alimentar en su entorno previo (campo sirio y con la guerra civil, las grandes urbes sirias mismas) y, por ello, emigraron a otras tierras, incrementando de ese modo allí la presión de la población y futuros potenciales conflictos. En la antigüedad, desde la prehistoria, el control de la naturaleza equivalía a tener el poder político-social, además del control sobre la naturaleza14.

Y ahí entra la figura del Estado protector. El Estado protector era un elemento indispensable que se “intentaba mantener” (al menos de nombre) durante las dictaduras laicas árabes previas. Pero el fracaso en la distribución de excedentes y alimentos en especial llevó al fin de esa organización y orden que debía mantener el Estado protector bajo el amparo de una dictadura. Un alto coste para los Estados fue siempre el mantenimiento de tal organización, pero merecía mantenerse, pues era el precio para el poder, con el cual se mantiene el orden. Cuando el Estado ya no proporciona alimentos, sino que se encarecen y es más difícil su obtención, entonces viene el problema. El Estado en la región históricamente se contempla como aquel que también debe controlar el buen curso del producto de la tierra y su buena organización y administración. La cabeza del Estado es pues una figura esencial en las psiques locales.

La pugna continua desde los albores del islam, entre la sunna y la chía, es a nuestro juicio uno de los más decisivos elementos que causan el colapso gradual que se produce en la actualidad dentro del orden social en Oriente Próximo. Lo es también la manera como ha reaccionado Occidente al respecto de esa pugna chií-sunní durante el último decenio. También son determinantes los cambios de actitud de algunas naciones occidentales respecto a la estratégica posición de Irán en todo este tablero de ajedrez, e incluso la respuesta posterior del milenario país persa.

A principios de la segunda década del siglo XXI, se partía de unas negociaciones de Occidente sobre el programa nuclear de Irán; entonces los diferentes grupos o naciones occidentales estaban de acuerdo en continuar con las mismas, pese a diversas sanciones contra el régimen iraní.

En este orden enunciado de elementos negativos que pueden contribuir a un mayor colapso regional, queda el enigma de los grupos salafistas del tipo Al-Qaeda, supremacistas sunníes, en definitiva. Son enemigos declarados de la chía y, por ende, Irán y Gobiernos satélites o amigos. Cualquier debilidad de estos podría contribuir a un fortalecimiento en la región de bolsas (cuando no territorios de Estados fallidos) de grupos salafistas sunnís radicalizados. 

Por otra parte, un plan de paz «unilateral» como el propuesto por la Administración estadounidense y el Gobierno israelí recientemente, aunque pueda entenderse en términos de seguridad a plazo corto-medio del país levantino, puede ser el detonante de una radicalización progresiva de poblaciones musulmanas en la zona transjordana. 

Y, por último, también la península Arábiga tiene en la actualidad un virus activo, el Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS, por sus siglas en inglés), cuya mortalidad es cercana al 35 % de los afectados15

No son acontecimientos que han traído estabilidad o un auténtico “plan de paz” para la región, sino que comportan un statu quo muy peligroso en este 2020. 

¿”La tribu occidental” ante un supuesto colapso global cercano? 

Aceptamos en nuestro discurso habitual cotidiano que el fenómeno de la globalización conlleva además de una generalización cultural, la extensión de modos de pensar o comportamiento de unas culturas a otras. 

El ser humano es un individuo que pertenece a un grupo y como tal tiende a agruparse e insertarse en determinados clanes, familias o “tribus” con las cuales se siente identificado. Muchos de esos comportamientos “tribales” se cristalizan en la pretensión de pertenencia a una entidad mucho mayor, una “nación” o lo que ese grupo “tribal” de individuos identifica con su nación. 

El fenómeno comporta peligros de índole supremacista, étnica o racista, puesto que los individuos o grupos de individuos que se piensan que no pertenecen al mismo grupo extenso o “tribu” son excluidos de esa nación virtual.

Es un movimiento de ultranacionalismo de tipo supremacista que forma parte de las guerras que asolan en estos momentos países bañados por el Mediterráneo o situados en la península Arábiga. Pero esos países y sociedades “del sur o del este” no son los únicos que están experimentando tal peligroso fenómeno para el bienestar de la paz y estabilidad mundial: el extremismo nacionalista aqueja a Occidente de diferentes formas. Varios países de Europa han apreciado durante los últimos años el auge de partidos con ideas basadas en una “excepcionalidad” nacionalista. 

La mayor potencia del planeta, EEUU, está viviendo en la actualidad una fase interna que consideramos muy alarmante y con potenciales consecuencias peligrosas para la estabilidad mundial si continúa e incluso aumenta de grado. Sabemos que no todos los segmentos de poblaciones apoyan discursos nacionalistas semejantes, ni siquiera llegan a la mitad de la población en muchos casos; pero en suma ofrece la imagen de “una sociedad dividida”. EEUU es un claro ejemplo. 

Ese excepcionalísimo cultural, el norteamericano, es el caso que explicaría la supervivencia política de un fenómeno, considerado como “marginal” en sus inicios, como el “trumpismo”. Una supervivencia que por lógica se traduciría en una reelección presidencial, aunque fuese por un margen escaso. La misma supervivencia que auguraba el fracaso producido del proceso del impeachment sufrido por el presidente Trump. Las raíces en tal caso ahondan los sucesos acontecidos desde inicios del siglo XXI, y crisis económica del 2007-2008 aparte, una parte importante de lo acontecido en política interna estadounidense puede interpretarse como “reacción” ante lo sucedido en la escala internacional y el papel que desempeñó (o cree que desempeñó) EEUU en ese escenario; la participación previa en contiendas que asolan el mundo musulmán ha influido en ese sentimiento de frustración nacionalista que aqueja a parte de la población de EEUU. 

Es esta una explicación sobre los cambios de comportamiento o radicalización en algunas medidas drásticas en el terreno político de Oriente Próximo por parte de EEUU. Pese a que previamente hubo fallos en la gestión diplomática de asuntos y crisis latentes o temporales en el tejido político de Oriente, la cuestión del “proceso de paz” en el Levante sur o la “cuestión nuclear de Irán” son dos de los casos más notorios en el presente año.

Siguiendo esta idea, las novedades en la región respecto a la política exterior y diplomacia, aportadas por la Administración Trump no son producto de actitudes irreflexivas o falta de planificación previa sino un modelo basado en ese sentimiento de «excepcionalidad» nacionalista16.

La gripe de origen asiático producida por un coronavirus, el COVID-19, comenzó a propagarse de forma acelerada por el globo terráqueo durante el periodo navideño del 2019-2020. Tal enfermedad tiene semejanzas con el previo virus que tomó visos de pandemia en el paso de la primera a la segunda década del siglo XXI, una variante de la llamada “gripe porcina” o Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS)17.

Sin embargo, en la actualidad (mediados de febrero de 2020), el territorio estadounidense si bien no está ausente de afectados por el COVID-19, allí aún no ha alcanzado las proporciones de China. A fecha actual, no sabemos de las mutaciones que este puede adquirir en el futuro y si sobrevivirá durante los meses “calurosos”, pese a las poco contrastadas afirmaciones del presidente Trump de que el virus desaparecerá en el mes de abril con “los calores”.

Por otra parte, este coronavirus COVID-19 pertenece a la misma familia de virus que el MERS del Mashriq. Recordemos que la peste negra de 1347-1348 se expandió en puertos durante los meses más calurosos. Sus primeros síntomas parecen encontrarse en Mongolia durante 132818. Se acepta que la peste negra fue debida a una mutación posterior de la bacteria Yersina pestis19; tras los datos analizados de ADN procedentes de unas excavaciones arqueológicas, se supo en el año 2010, y contra la creencia anterior de ser una plaga originaria de Mongolia, que las diferentes oleadas de la pandemia procedieron de China20. Las últimas muertes de esta pandemia mundial se produjeron hacia 1353 en el este de Europa21.

Los devastadores efectos de una pandemia de un virus corona sobre un país como Estados Unidos fueron plasmados de forma realista y plausible por el reputado director Steven Sorderbergh en su ficción cinematográfica de 2011, ‘Contagion’22. En otra ficción como 'V de Vendetta’ (James McTeigue, 2006) incluso una pandemia da paso a gobiernos ultranacionalistas de corte fascista en esa fantasía fílmica postapocalíptica. 

Reflexiones 

En Oriente Próximo los estallidos de violencia suelen suceder cuando determinadas comunidades perciben que ya no existen lazos de compromiso político, económico y religioso con el poder central. El rasgo común de las sociedades árabes y musulmanas es la oposición entre una ideología hegemónica y totalmente comprensiva —el islam—, aunque no tan homogénea como se supone, y una sociedad altamente fragmentada producto de grandes desigualdades étnicas, culturales, sociales y económicas.

Como ejemplo, en el espacio que hoy es el norte de Mesopotamia han pasado varias decenas de civilizaciones distintas desde los albores de la humanidad. 

La península del Sinaí hoy tiene mucho que ver con Yemen o con Siria. Libia ya no es ni siquiera un cuasi-Estado de confederaciones tribales como lo fue con el denostado Gadafi. Países como Mali solo existen de nombre en las cancillerías europeas. Irak es un escenario de enfrentamiento entre grupos de poder religiosos. Irán tiene sus dificultades con el problema kurdo. Las monarquías del Golfo son dependencias de la compañía de las Indias orientales. Y, para terminar de completar el cuadro, Al-Qaeda y otros grupos salafistas ahora se proponen hacer las revoluciones en nombre de los desheredados. 

El cambio climático es un hecho incontestable. Este medioambiente actúa como un incentivo que acelera los desórdenes político-sociales y militares del Mediterráneo suroriental en la actualidad. A pesar de las advertencias de los especialistas y analistas sobre cambios climáticos y, de forma más rápida de lo habitual, a partir de la segunda mitad del siglo XX, los consejos no parece que fueron muy tenidos en cuenta por muchos gobiernos en el Mashriq. La suma de esta a otras variables se compraba como un elemento muy peligroso para el logro del fin de la organización estatal previa en la zona.

A ello se añade que el sur del Mediterráneo y Asia centro-oriental son dos de las zonas del planeta con cambios climáticos algo más acelerados que la media; lugares donde la temperatura media, falta de aguas y cultivos malogrados, en ocasiones por heladas fuera de temporada o aridez extrema conllevó una afectación mayor del cambio climático. 

En resumen, lo que ahora puede ser una época de temperaturas suaves para un europeo, se trata en cambio de estaciones de grandes cambios del clima y que, por desgracia, afectan de forma más negativa a los entornos rurales “del sur”. ¿Nadie recuerda hace escasos años las erupciones de volcanes islandeses y la emisión de gases y materias sólidas que afectaron a la navegación aérea pero que repercutieron sobre todo el planeta? En conclusión, nos encaminamos hacia un clima de tipo más desértico en las riberas del Mediterráneo. 

No se ha creado un conflicto nuevo sectario suní-chií en el norte de Arabia, pues ya existía. Y se incrementó eso sí tras la caída de Sadam Hussein en el 2003, con un continuo «goteo» de víctimas en el país mesopotámico desde entonces. 
En definitiva, un cóctel explosivo en el Mashriq, a lo que se unen inundaciones y cambio climático que afecta a la geografía de Occidente. A lo que unimos un virus peligroso, COVID-19, procedente de Oriente y que está teniendo no solo graves repercusiones económicas sobre su país de origen, sino varios occidentales, incluido el nuestro (Mobile World Congress en Barcelona), sino que además está provocando un sentimiento de menosprecio y temor hacia poblaciones de aspecto asiático, parecido a los han, los “chinos” de Occidente. 

Es curioso que el COVID-19, a fecha de la elaboración de este estudio (mediados de febrero de 2020), por el momento esté afectando mayoritariamente a ciudadanos asiáticos. ¿Tal vez por causa de un genoma humano algo diferente (la mentada mezcla mayoritaria de Sapiens con Erectus) respecto a muchos occidentales (donde el genoma Neanderthalensis este más presente)? 
Tal vez en ello o en determinados grupos sanguíneos se haya encontrado una respuesta parcial, pero clave para epidemias o virus del pasado; el caso de la peste negra de 1348-1349 sería uno de ellos.

El grupo sanguíneo 0 es casi inexistente en países del Extremo Oriente, pero presente en poblaciones europeas. Tras la peste negra del siglo XIV se ha demostrado que sus porcentajes son muy superiores en Europa centro y del norte, en especial, con la excepción de España, donde es muy alto. Curiosamente, en la península Ibérica es donde más sobrevivió el Homo Neanderthalensis. 

Si entendemos esa diversidad, a escala global, genética-física de los humanos solo como respuesta para combatir juntos enfermedades que amenazan a contribuir a colapsos sociales y económicos, es un buen camino.

Notas al pie

1 GIL FUENSANTA, J. Asia en Blade Runner, y otros cien filmes distópicos, Editorial Diwan Mayrit, Madrid 2019, p.62. 

2 GIL FUENSANTA, J., MEDEROS MARTÍN, A. “The Late PPNB “World” Systems in Northern Mesopotamia and South Levant: agglomeration, control of long-distance exchange and the transition of early religious centers to central villages”, Anejos a CuPAUAM (Cuadernos de Prehistoria de la Universidad Autónoma de Madrid) 3, 2018, pp. 45-68. 

3 GIBBON, E. E. Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano. Edición íntegra en cuatro volúmenes, Editorial Turner, Madrid 2006.

4 Asia en Blade Runner, y otros cien filmes distópicos, op.cit., pp. 63 ss. 

5 TOYNBEE, A. J. A Study of History, Volumes I-XII. Oxford University Press, Oxford, 1934-1961. 

6 TAINTER, J. A. The Collapse of Complex Societies, Cambridge University Press, Cambridge 1990. 

7 DIAMOND, J. Collapse: How Societies Choose to Fail or Succeed, Penguin Books, 2005. 

8 HOMER-DIXON, T. The Upside of Down: Catastrophe, Creativity, and the Renewal of Civilization, Island Press, Washington D.C. 2006. 

9 GEORGESCU-ROEGEN, N. The Entropy Law and the Economic Process, Harvard University Press, Cambridge/Massachusetts 1971.

10 GIL FUENSANTA, J., JAMES, A., LORCA, A. Tribus, armas y petróleo: la transición hacia el invierno árabe, Algón Editores, Granada 2011. 

11 Ibídem.

12 HOLE, F. “Drivers of Unsustainable Land Use in the Semi-Arid Khabur River Basin, Syria”, Geographical Research Volume 47, Issue 1, 2009, pp. 4–14.

13 ERIAN, W., KATLAN, B., BABAH, O. Drought vulnerability in the Arab region. Special case study: Syria, GAR 2011/Global Assessment Report on Disaster Risk Reduction, ISDR., 2010, esp. p. 4 ss. 

14 FAGAN, B. M. Floods, Famines, and Emperors: El Niño and the Fate of Civilizations, Basic Books, Nueva York 1999.

15 HABIB, A.M.G., ALI, M.A.E., ZOUAOUI, B.R., TAHA, M.A.H., MOHAMMED, B.S, SAQUIB, N. “Clinical outcomes among hospital patients with Middle East respiratory syndrome coronavirus (MERS-CoV) infection”, BMC Infect Dis. 19, 2019, p. 870.

16 MISHRA, P. “How Rousseau predicted Trump. The Enlightenment philosopher’s attack on cosmopolitan élites now seems prophetic”, The New Yorker, August 1 issue, 2016. 

17 SALAS, M. L. “African Swine Fever virus (Asfarviridae)”, Webster, A., Granof R.G., (eds.), Encyclopedia of Virology 2nd ed., pp.30-31, Academic Press, Londres 1999. 

18 MARTIN, S. The Black Death. Oldcastle Books, Harpenden 2011. 

19 HAENSCH, S., BIANUCCI, R., SIGNOLI, M., RAJERISON, M., SCHULTZ, M., KACKI, S., VERMUNT, M., WESTON, D.A., HURST, D., ACHTMAN, M., CARNIEL, E., BRAMANTI, B., “Distinct Clones of Yersinia pestis Caused the Black Death”, PLOS Pathogens 10, 2010. 

20 WADE, N. “Europe's Plagues Came from China, Study Finds", The New York Times, 31 October, 2010. 

21 The Black Death, op.cit.

22 Asia en Blade Runner, y otros cien filmes distópicos, Op.cit., pp. 256-257.