¿Qué puede cambiar en la geopolítica internacional la sucesión en el trono de Arabia Saudita?

Por Pedro Canales
Pie de foto: El fallecido rey Abdalá con el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama
El nuevo rey saudí, Salman bin Abdulaziz se ha apresurado a declarar nada más acceder al trono del Reino wahabita, que no habrá cambios en la política saudí. Ha prometido continuidad. Sin embargo no todo es tan diáfano como parece. La muerte esta pasada noche del rey Abdalá y el acceso al trono de su hermanastro Salman han abierto una serie de interrogantes tanto en la geopolítica regional como internacional.
El rey Abdalá, con veinte años de facto en el trono, diez como rey y los diez anteriores como príncipe Heredero en la época del rey Fahd, cuya salud no le permitía llevar las riendas del reino, abrió una serie de frentes que siguen estando ahí, y a los que el rey Salman deberá hacer frente.
En primer lugar acerca del conflicto principal en Oriente medio: el de Palestina. Su antecesor en el trono propuso y fue aprobado en la Liga de Estados Árabes en 2002, un plan global de arreglo que preveía el reconocimiento de Israel por los países árabes si Tel Aviv aceptaba la solución de dos Estados, uno palestino y otro israelí, incluyendo en el primero Jerusalén este y los territorios ocupados por Israel en la guerra de 1967. Hoy la situación sigue siendo la misma. ¿Tomará el rey Salman alguna otra iniciativa? ¿Más nacionalista árabe? ¿Más acorde con los intereses occidentales, siendo Arabia Saudita un aliado estratégico de Estados Unidos? El tiempo lo dirá.
En segundo lugar, y no menos importante, está la crisis energética. Bajo el reinado de Abdalá bin Abdulaziz, la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) liderada por Arabia Saudita, ha lanzado un verdadero reto a Estados Unidos, que ha invadido el mercado con sus hidrocarburos extraídos por fracking, al decidir el mantenimiento de cuotas de producción y ocasionando una caída vertiginosa de precios del crudo. ¿El rey Salman dará marcha atrás en su política energética y permitirá a la OPEP elevar su cuota de producción restableciendo los precios de hace un año?
Un interrogante similar se presenta en relación con Egipto. Ryad ha sido el principal sostén del general egipcio Abdelfatah Al Sissi, que se hizo con el poder en El Cairo tras derrocar al presidente electo Mohamed Morsi, miembro de la Hermandad Musulmana, secta rival del wahabismo saudí. Mientras que en un primer momento la Casa Blanca parecía condenar el “golpe de Estado” militar en El Cairo apoyando indirectamente la “experiencia” del acceso al poder de los Hermanos Musulmanes, Ryad se opuso categóricamente: ninguna concesión a la cofradía fundada por Hassan El Banna en la primera mitad del siglo XX en Egipto, que combatía el rigorismo del Islam wahabita.
En otros ámbitos sin embargo, Arabia Saudita y Estados Unidos han coincidido. Por ejemplo en el apoyo a la oposición armada al presidente sirio Bachar Al Assad, llegando por parte saudí a permitir el entrenamiento en suelo del reino de combatientes sirios por el Ejército estadounidense.
En el delicado tema iraní, las cosas no parecen tan fáciles. Hasta no hace mucho EEUU y Arabia Saudita eran “el gran Satán”, el “enemigo” de los ayatolás iraníes. Pero desde que Washington ha abierto canales de comunicación y de negociación discreta con Teherán, los saudíes se muestran inquietos. Porque la enemistad entre Irán y EEUU es reciente, de algunos decenios; mientras que la que opone el chiismo iraní al wahabismo saudí tiene varios siglos de existencia, y está aún lejos de superarse.
Los interrogantes surgen al evaluar si el nuevo rey Salman mantendrá efectivos todos los compromisos adoptaos por el difunto Abdalá, o si su talante más reformador le empujará a introducir nuevas reglas del juego en el escenario geopolítico medio-oriental y en la política energética internacional.
El nuevo rey Salman bin Abdulaziz, príncipe heredero desde 2012 al tiempo que primer vicepresidente del Consejo de Ministros y ministro de la Defensa, fue durante medio siglo Gobernador de la capital Ryad, al mando de una potente fuerza militar. Formaba parte del núcleo principal del Reino, compuesto por los príncipes titulares de los ministerios de Defensa, de Interior, de los Servicios Secretos, de la Fuerza Aérea y de la Guardia Nacional. Es el verdadero poder del Reino, por encima del Consejo de ministros, y en el que el Rey es “primus interpares”. Las deliberaciones en este “comité restringido de la familia” se mantienen en el más absoluto de los secretos.
Una de las grandes novedades ocurridas en la misma mañana del viernes en que se anunciaba la muerte del “Custodio de los santos lugares del Islam”, ha sido la designación como número Tres del Reino de Mohamed bin Nayef bin Abdulaziz. Cuando acceda al trono el actual príncipe Heredero, Mokren bin Abdulaziz, este príncipe de la tercera generación accederá a ser el nuevo heredero. Será la primera vez en la historia del Reino que el trono dejará de estar ocupado por uno de los hijos del fundador Abdulaziz Bin Saud hasta ese momento.
La personalidad de Mohamed bin Nayef también suscita curiosidad. Sucedió a su padre Nayef bin Abdulaziz en 2012, en el cargo de ministro del Interior, y es considerado como el abanderado en la lucha contra la organización terrorista Al Qaeda, creada por el saudí Osama bin Laden, y que intentó asesinarle en 2009. Razón por la cual la actitud que adoptará Ryad frente al ascenso y consolidación del Estado islámico en Siria e Irak, será crucial.
Pero por el momento queda aún por delante el reinado de Salman y el de su heredero Mokren bin Abdulaziz, otro de los hermanastros del difunto rey Abdalá. Mokren, hasta ahora segundo vicepresidente del Consejo de Ministros desde 2013, fue anteriormente jefe de los Servicios Secretos saudíes entre 2005 y 2012, cargo que le permitió adquirir experiencia y relaciones internacionales muy densas. Sus funciones le han llevado a mantener relaciones tanto con los diferentes servicios secreetos estadounidenses, como británicos y franceses, pero también rusos y chinos.
Más cercano a nuestro entorno geográfico y geopolítico, hay que notar la expansión operada por el reino saudí en dos continentes en los últimos años: África e Iberoamérica. Con la aprobación del entonces príncipe heredero Salman, que presidia a menudo el Consejo de ministros, Arabia Saudita inició en el último decenio una política de fuerte penetración en ambas regiones, por la que estableció acuerdos para prospecciones petrolíferas en Nigeria, Costa de Marfil y Sudán, por una parte; y en Iberoamérica se oficializó la Cumbre de países árabes y América del sur, que ha llevado al Reino saudí a interesarse por la región.
Las relaciones de Arabia Saudita con el Magreb, y en particular con Marruecos, permanecerán sin embargo sólidas e inalterables. Tanto Argel como Rabat han decretado tres días de luto oficial. El nuevo rey Salman es un gran amigo de Mohamed VI y de Marruecos, al igual que sus antecesores. Eso no cambiará, para beneficio de la estabilidad en la región, y por ende para beneficio de España.