Las zonas grises sobre el terreno: ¿el fin de las guerras convencionales?

Este documento es copia del original que ha sido publicado por el Instituto Español de Estudios Estratégicos en el siguiente enlace.
La transformación en los modos de hacer la guerra que se ha venido produciendo desde mediados del siglo XX ha desembocado en la aparición de nuevas modalidades de conflictos armados, donde la norma ha sido una progresiva hibridación en los medios. Esto ha cambiado la forma en que los contendientes aplican actualmente su dialéctica, que se despliega a través de escenarios en los que los límites entre lo civil y lo militar son cada vez más difusos.
A este respecto, el concepto «zona gris» no estaría relacionado necesariamente con una variante novedosa del conflicto armado en sí. De hecho, en términos estrictos, la grey zone no sería una nueva forma de hacer la guerra, sino una manifestación insidiosa de la concepción de la paz, que paradójicamente emanaría del proceso de transformación de los conflictos bélicos mencionado.
Desde que la historia escrita comenzó hace más de siete mil años, la guerra y el conflicto han sido una constante en las sociedades humanas. Desde entonces, estas últimas, independientemente de sus modelos políticos o de sus esquemas de organización e integración productiva, han utilizado esta forma organizada de ejercer la violencia como instrumento para lograr sus objetivos estratégicos y económicos frente a otras comunidades semejantes.
Sin embargo, es necesario tener claro que, aunque la guerra haya sido un fenómeno regular en la historia, la forma en que se desarrolla sí ha ido cambiando notablemente con el paso del tiempo, atendiendo a diferentes criterios, tanto técnicos como económicos y políticos. Por lo tanto, si con la invención de las armas de fuego se trastocó radicalmente el papel hegemónico que ejercía la caballería pesada en las batallas del pasado, las guerras, en su formato más convencional, empezaron a verse relegadas a un plano cada vez más secundario a partir de la segunda mitad del siglo XX, debido a la aparición de nuevas modalidades de conflicto que trascendían los límites tradicionales. Será de estas últimas de las que surja la zona gris.
En este sentido, y a fin de explicar adecuadamente el proceso, es necesario destacar dos elementos fundamentales: las dinámicas emanadas de la Guerra Fría y la erosión del orden westfaliano, derivada de la progresiva aparición de actores no estatales. Refiriéndonos a lo primero, hay dos factores a tener en cuenta: el equilibrio del terror y el impulso del proceso globalizador.
Desde finales de la Segunda Guerra Mundial, se desarrolló una visceral confrontación entre los EE. UU. y la URSS y sus respectivas zonas de influencia. Ambas esferas opuestas se desenvolvían en un estado de tensión permanente. De tal forma, cualquier amago bélico, ya fuera entre las grandes superpotencias o entre los socios menores de las diferentes alianzas, podía desencadenar una guerra total entre bloques.
Partiendo de la base de que ambas superpotencias disponían de amplios arsenales nucleares, podemos entender que la expresión «equilibrio del terror», lejos de tratarse de una licencia lingüística, representaba una verdad muy cierta: a lo largo de gran parte del siglo XX, la principal garantía de una paz duradera fue el miedo a que se desencadenase una confrontación atómica.
A este respecto, no puede sorprendernos que hayamos heredado un sistema de relaciones internacionales en el que se ha puesto un especial énfasis en generar medidas encaminadas a disminuir la tensión y proveer al mundo y a las grandes superpotencias de marcos de seguridad donde desarrollar sus actividades. Por lo tanto, fue necesario adaptar el recurso de la guerra a este tipo de escenarios, a fin de contener en la medida de lo posible la beligerancia y evitar una escalada en las hostilidades que abocara al mundo a un desastre seguro1.
Por otro lado, con la globalización, la transformación de las cadenas de producción y la creación de líneas de suministro globales a través del comercio intraindustrial, cualquier conflagración bélica, por pequeña que sea, afecta a terceros de un modo nunca visto. En otras palabras, los conflictos circunscritos a una escala territorial limitada ya no serían posibles, en tanto que la internacionalización de los intereses económicos —así como la consecuente interdependencia— acabaría atrayendo a terceros actores que, ya sea por verse afectados o teniendo otro tipo de motivaciones en mente, terminarían inmiscuyéndose en dicho escenario. De todo esto se deduce que los costes aparentes de empezar una guerra convencional son cada vez más altos.
En otro orden de cosas, y como decíamos en la introducción, es fundamental tener en cuenta que el enfrentamiento entre fuerzas regulares y agentes no estatales2 —aunque estos últimos estén respaldados por terceros Estados— ha sido uno los escenarios más habituales de los conflictos de buena parte del siglo XX y, desde luego, del XXI.
Ello ha forzado un cambio radical en la mentalidad de los ejércitos convencionales al verse incapaces de reaccionar ante este modo de hacer la guerra, que, por otro lado, no deja de ser una evolución de tácticas y estrategias ancestrales utilizadas muchas veces a lo largo de la historia. Este tipo de enfrentamientos se corresponden con lo que la polemología denomina «guerras híbridas» o «guerras asimétricas», si bien es cierto que hay algunas diferencias entre la definición de ambas expresiones, algo que expondremos a continuación.
En una guerra asimétrica, un actor se enfrenta a una amenaza convencional haciendo uso de fuerzas y tácticas no convencionales y prescindiendo en gran medida del elemento organizativo estatal, ya sea porque no dispone de capacidades o recursos para hacerlo de otra manera o porque piensa que este enfoque es mucho más eficaz para sus intereses. Asimismo, por norma general, este tipo de contiendas está protagonizado por el enfrentamiento entre fuerzas regulares y actores no convencionales3.
Por otro lado, el concepto «guerra híbrida» realizó su primera aparición de la mano del autor norteamericano William J. Nemeth, que en su libro Future War and Chechnya: A Case for Hybrid Warfare4 ya señaló no solo la asimetría en los medios utilizados por las milicias chechenas en su esfuerzo por enfrentarse al Ejército ruso, sino la progresiva sofisticación de sus tácticas, armamento y coordinación. No obstante, sería su compatriota, el teniente coronel Frank Hofman, quien consolidaría el concepto y le daría una mayor difusión a través de sus conferencias y escritos, entre los que destaca especialmente la obra Conflict in the 21st Century: The Rise of Hybrid Wars5, publicada en 2007.6
Refiriéndonos a esta última, queda claro que el autor —además de coincidir con lo que señala Nemeth en lo relativo a la creciente amenaza que supone la progresiva sofisticación de las fuerzas irregulares— entiende que la dualidad existente entre enfrentamientos convencionales —esto es, simétricos— y no convencionales —irregulares o asimétricos— es demasiado simple para explicar de forma solvente los conflictos de la actualidad, mucho más complicados de categorizar.
Siguiendo la línea de Hoffman, las guerras híbridas pueden ser llevadas a cabo tanto por agentes estatales como no estatales, que variarían sus tácticas y estrategias dependiendo de las condiciones de un escenario dado y de la relación de fuerzas existente, actuando alternativamente como ejércitos organizados o bandas criminales en función de la situación. Asimismo, esta modalidad de lucha armada se caracterizaría por la conjugación de medios convencionales y no convencionales en su esquema de ataque, coordinado a nivel estratégico para conseguir la victoria. En definitiva, ambos autores coincidirían en señalar la creciente importancia de los medios no militares en los enfrentamientos del siglo XXI.
Por otro lado, esta tendencia también puede observarse no solo en la forma de atacar, sino en la respuesta a la amenaza7. De hecho, ya a finales de los años ochenta, hubo algunos autores —como William S. Lind— que, al percibir las primeras fases de un nuevo escenario donde la presencia del enemigo en el teatro de operaciones era cada vez más difusa, plantearon que, frente amenazas asimétricas o híbridas, la forma de responder y encararlas serían las «guerras de cuarta generación»8, o más concretamente los métodos y estrategias desarrollados a partir de este nuevo enfoque, también de naturaleza híbrida9.
Por norma general, en el pasado, ante el fracaso del planteamiento tradicional focalizado en tomar los centros de gravedad del enemigo —imposible cuando este se organiza de forma descentralizada—, se habría respondido ante tales amenazas obligándolo a capitular sobre la base del miedo a represalias masivas. Sin embargo, la rapidez con la que se difunde la información y el hecho de que los Estados estén sujetos a un orden basado en reglas —unos marcos de convivencia que, aunque tengan su origen en Westfalia, se han ido desarrollando enormemente a partir del final de la Segunda Guerra Mundial— por suerte impiden o dificultan que determinadas conductas se repitan10.
Asimismo, retomando lo dicho en la introducción, en un mundo nuclear y globalizado sería imposible llevar a cabo medidas extremas sin que impliquen una escalada en la beligerancia. Por lo que, tanto por la naturaleza de los nuevos conflictos como por el contexto en el que vivimos, todos los factores conspiran para que los Estados sean mucho más selectivos a la hora de hacer uso de la fuerza coactiva de forma eficaz11. Dicho de otra forma, si las amenazas son híbridas, la respuesta también habrá de serlo si se desea ser efectivo. Ahora bien, ¿qué pasaría si los Estados estuvieran aplicando este modelo no ya ante fuerzas irregulares, sino ante otros Estados? ¿Y si existiera una forma de que estos desarrollaran su dialéctica sobre el terreno sin que aumente la beligerancia?
A este respecto, parece que la respuesta de algunas naciones a las limitaciones mencionadas ha sido desdibujar los límites entre la guerra y la paz. Por lo tanto, si la guerra abierta resulta demasiado peligrosa, incluso contraproducente o excesivamente costosa como instrumento para lograr un fin político, quizás lo más inteligente sea encarar el conflicto manteniendo en todo momento una posición ambigua, esto es, limitando su intensidad al espacio que existe entre la paz y la guerra abierta. Es aquí donde hacen su aparición las zonas grises.
Esta categoría vio la luz por primera vez en la Primera revisión estratégica cuatrienal de la diplomacia y el desarrollo de los Estados Unidos de América12, de 2010. Dicho texto ya hacía referencia a que el panorama futuro permitía prever que las amenazas y desafíos a los que tendrían que hacer frente los EE. UU. se desarrollarían en un espacio ambiguo, ni el de la guerra abierta ni tampoco el de la paz normal: esto es, transcurrirían en una grey zone o zona gris.
Una de las primeras voces autorizadas en tratar el fenómeno fue el general estadounidense Joseph L. Votel, comandante del Mando de Operaciones Especiales de los Estados Unidos (USSOCOM), quien ya advirtió en 2015 que el panorama estratégico que nos había legado la globalización tras la Guerra Fría se caracterizaba tanto por una progresiva hibridación en los medios utilizados como por la tendencia de los agentes no estatales a operar en un área que cae fuera del tradicional constructo de guerra y paz13.
Sin duda alguna, Votel sería uno de los primeros en tratar el tema directamente. Sin embargo, detrás de él vino una serie de analistas y expertos que, recogiendo el concepto de «zona gris», trató de categorizarlo adecuadamente a fin de dotarlo de unas características definidas. A este respecto, en conjunción con los estudios del IEEE, es necesario destacar a dos autores: Philip Kapusta, oficial de la Armada destinado al USSOCOM, y el analista especializado Michael J. Mazarr. Kapusta señala tres características básicas, a saber14:
- La grey zones implican cierto nivel de agresión y operan al límite de la legalidad internacional, aunque siempre se sitúen, al menos en un primer momento, por debajo del umbral de la guerra abierta.
- Que sean calificadas de guerra o no depende de la perspectiva y, por lo tanto, hay una enorme ambigüedad respecto a la naturaleza del conflicto.
- Las estrategias en la zona gris, grey tactics, son llevadas a cabo por países que desafían a los poderes establecidos.
Sin duda alguna, el último punto es una de las aportaciones fundamentales al enfoque de Votel, en tanto que señala el papel fundamental de los Estados como usuarios de este tipo de tácticas, cosa que no ocurría en las primeras definiciones, donde los actores no estatales eran los principales protagonistas.
Por otro lado, los trabajos de Michael J. Mazarr sobre las zonas grises para el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por sus siglas en inglés) señalan lo siguiente15,16:
- Las zonas grises persiguen objetivos políticos a través de campañas cohesionadas e integradas, pero se mantiene en todo momento un elemento de ambigüedad en lo concerniente a los medios utilizados y los fines buscados.
- Emplean en su mayor parte herramientas no militares y no cinéticas como instrumento para atacar vulnerabilidades específicas del sujeto agredido.
- Se esfuerzan por mantenerse bajo umbrales clave de escalada o líneas rojas para evitar conflictos totales y convencionales, poniendo al agredido en la tesitura de que parezca el agresor en el caso de responder escalando el conflicto.
- Se mueven gradualmente hacia sus objetivos en vez de buscar resultados concluyentes en un periodo específico de tiempo.
- Son llevadas a cabo por países que desafían el statu quo. Mazarr denomina a estos últimos «potencias revisionistas» o rogue states.
A raíz de lo expuesto, podemos deducir que las zonas grises o, mejor dicho, los conflictos en la zona gris, aunque se planteen como enfrentamientos entre actores sobre el tablero internacional, no serían un tipo de guerra, en tanto que no se buscaría un choque directo entre las fuerzas de uno y otro bando. Tampoco pueden ser vistos como una actitud especialmente beligerante en materia política o diplomática por parte de un determinado actor hacia un tercero, debido a que estos elementos, por sí solos, no bastarían para establecer una zona gris. En este sentido y utilizando los términos señalados, las zonas grises serían un tipo de amenaza híbrida, necesariamente de naturaleza asimétrica. Sin embargo, al contrario de lo que sucede con las guerras híbridas, no hay intención —al menos a priori— de que el conflicto escale, aunque se asuma un cierto riesgo de que esto pueda llegar a ocurrir.
Por lo tanto, si el proceso de hibridación mencionado ha terminado desdibujando el esquema base del orden westfaliano tanto en el marco de las relaciones internacionales como a la hora de librarse los conflictos sobre el terreno17, la auténtica víctima de la zona gris sería la bona fides internacional18: el principio de buena fe entre las partes que ha que imperar tanto en los tratados internacionales como en el desarrollo de las relaciones entre Estados en tiempos de paz19. Sin embargo, apartándonos del ámbito puramente teórico, ¿cómo se aplican estas estrategias en un escenario real? Para responder a esa pregunta examinaremos las conductas y estrategias relacionadas de dos de sus principales agentes: la Federación Rusa y la República Popular China.
Si hablamos de las zonas grises aplicadas al escenario ruso, es imposible no detenerse en la figura del general Valery Gerasimov y sus contribuciones al pensamiento estratégico ruso contemporáneo mediante desarrollo de la teoría de la new generation warfare o guerra de nueva generación. Aunque Gerasimov no haya sido el único autor de la posición actual de los estrategas del Kremlin en lo concerniente a la concepción de la guerra moderna, en los medios occidentales sí ha sido el que se ha granjeado una mayor notoriedad, hasta el punto de que su nombre ha trascendido a la hora de denominar esta nueva visión rusa de los conflictos en el siglo XXI.
En cualquier caso, lo curioso es que este autor no utiliza en sus escritos ninguna de las categorías teóricas mencionadas por considerarlas una nomenclatura demasiado occidental20. De hecho, ni siquiera se acoge a la definición de Hoffman, ya que para el ruso el proceso de hibridación que el militar norteamericano describe es en realidad mucho más amplio. No obstante, sí que coincide con él en un aspecto fundamental, aunque su justificación histórica sea distinta: a la luz de las llamadas Revoluciones de Colores y Primaveras Árabes que azotaron gran parte del Este de Europa y Medio Oriente en las primeras décadas de nuestro siglo, parece claro que en las guerras contemporáneas la importancia de los medios no militares excede la de los militares.21
Asimismo, Gerasimov advierte que los límites entre los estados de guerra y paz han ido difuminándose con el paso del tiempo, de tal forma que en los enfrentamientos del presente reina una cierta ambigüedad tanto en los fines perseguidos como en los medios utilizados. Sin embargo, lo más sorprendente es que esta teoría no nació inicialmente como una forma de actualizar el pensamiento militar ruso ante nuevas realidades y desafíos, sino como una estrategia defensiva frente a lo que los militares de Moscú consideran una campaña de agresión por parte de las potencias del Oeste22,23.
A este respecto, desde la perspectiva occidental, ante amenazas asimétricas, se utilizarían a modo de defensa las estrategias y tácticas agrupadas bajo la expresión «guerras de cuarta generación»; desde la óptica rusa, la teoría de las guerras de nueva generación sería la respuesta del Kremlin ante la campaña de agresión híbrida y ambigua que estarían llevando a cabo los EE. UU. y sus aliados de la OTAN. Ahora bien, ¿en qué consiste este nuevo enfoque y qué relación tiene con las zonas grises?
Para responder a esta pregunta hemos acudido a los trabajos de los profesores Josep Baques Quesada y Phillip A. Karber, docentes y académicos de las Universidades de Barcelona y Georgetown respectivamente. Al respecto de las guerras de nueva generación, el autor americano señala cinco elementos fundamentales en su arsenal de tácticas24,25.
1. Estrategias de subversión política: Caracterizadas por el despliegue de agentes de inteligencia sobre el terreno y el lanzamiento de campañas de desinformación a fin explotar las diferencias internas del enemigo, infiltrarse en los órganos de gobierno a nivel regional e incluso influir en el proceso político del adversario creando apoyos locales a partir de segmentos descontentos de la población y, por supuesto, acciones terroristas. El objetivo sería erosionar la capacidad del enemigo para actuar como un grupo homogéneo sembrando confusión y disensiones en sus filas.
En este sentido, existen sobradas sospechas —sobre todo a la luz de los sucesos actuales en Ucrania— de que la Federación Rusa trata de influir en la opinión pública de países rivales haciendo uso de sus principales canales de comunicación a nivel internacional —Rusia Today y Sputnik—, así como difundiendo noticias falsas en las redes de forma deliberada26.
A este respecto, en una tónica similar, los medios de comunicación rusos y de los países bálticos se hicieron eco de las disparatadas acusaciones de un militar de alto rango de Moscú sobre presuntas pruebas psiquiátricas realizadas por el Ejército americano a rusoparlantes letonios27. La finalidad de estos movimientos es evidente: soliviantar a las minorías rusoparlantes presentes en esta zona del mundo e instrumentalizarlas para sus intereses28 y, al mismo tiempo, reforzar la cohesión interna del pueblo ruso en torno a la idea de que Occidente es una amenaza, e incluso crear justificaciones para futuras intervenciones29.
2. Intervención directa: Esto incluiría el despliegue de unidades rusas tanto en la frontera del país atacado, con ejercicios a gran escala en los que participen las tres ramas de las Fuerzas Armadas, como en el propio país, mediante la creación de escuadrones no adscritos, los famosos «hombrecillos verdes», tal como fueron bautizados por la prensa local. Estos tuvieron un papel fundamental en el conflicto ucraniano antes de la invasión, la cual sigue en curso actualmente.
Asimismo, tendríamos la creación de campos de entrenamiento y logística adyacentes a la frontera, el apoyo y equipamiento clandestino de fuerzas insurgentes con armas pesadas y la progresiva integración de estas últimas en formaciones equipadas, dirigidas y reforzadas por Rusia. Por otro lado, dependiendo de los objetivos establecidos, el ataque podría incluir la destrucción de la infraestructura de transporte básica, la creación de puestos de control en las zonas conquistadas y los ciberataques.
Un ejemplo de esto último, aunque no implicara el inicio de una operación a gran escala, fue el ataque masivo contra el sistema financiero estonio en 200730. También se sospecha de la intervención de los cibercomandos de Moscú en los procesos electorales de muchos países europeos, como sucedió en las elecciones presidenciales checas de 2018, donde influyeron a favor del candidato euroescéptico Zeman, e incluso en los propios EE. UU.31.
3. Despliegue de actores subordinados en el escenario principal: Una vez iniciada la intervención directa, el objetivo sería la toma de centros de poder a nivel local, esto incluiría aeropuertos y depósitos militares. A continuación seguiría la creación, equipamiento y entrenamiento de fuerzas insurgentes sobre el terreno. A fin de legitimar la intervención, esta podría ampliarse mediante la creación de Estados satélite en las zonas conquistadas a través de referéndum falsos. Con todo ello el atacante pretendería tomar los centros de gravedad del adversario y, al mismo tiempo, disolver aún más su cohesión como grupo para poder presentarse ante la opinión pública internacional como libertador, y no como agresor.
4. Disuasión coercitiva: Uno de los elementos estratégicos más significativos en el arsenal ruso es el poder coactivo de sus armas nucleares. Por lo tanto, las alertas públicas de fuerzas estratégicas y el despliegue de sistemas tácticos de lanzamiento nuclear pueden ser un recurso para disuadir a los contrincantes de la nación. Las maniobras sorpresa y el hostigamiento del espacio aéreo en países cercanos al área de conflicto también son habituales. A este respecto, el objetivo sería el mismo independientemente de los medios utilizados: impedir que terceros actores puedan entrar y participar en un área en disputa donde Rusia está haciendo valer sus intereses y objetivos.
En este sentido, tenemos numerosos ejemplos de unidades rusas invadiendo el espacio aéreo de terceros países y hostigando a las fuerzas de la OTAN. En marzo de 2015 un bombardero ruso TU-22 pasó por la zona de identificación del aeropuerto de Riga a velocidad supersónica32, causando, como no podía ser de otra manera, un gran revuelo. Asimismo, el despliegue de sistemas de misiles Iskander en Kaliningrado o en la proximidad de las fronteras con Polonia y los países bálticos entraría dentro de esta gama de actitudes provocadoras y amenazantes33.
5. Mala fe en las negociaciones: Como corresponde a una estratagema insidiosa, llevar a cabo negociaciones de paz selectivas y repetitivas que no van a ninguna parte es una de las tónicas habituales cuando las fuerzas rusas están involucradas. Asimismo, los estrategas del Kremlin no dudan en utilizar los ceses del fuego negociados por Occidente para reagrupar y rearmar a sus apoderados a fin de prepararlos para lanzar más ataques.
Por último, también suelen ser tácticas recurrentes otros elementos, como una diplomacia beligerante y agresiva —destinada a inhibir a terceros Estados de participar en el conflicto a causa del miedo a la escalada—, unida al uso estratégico del poder energético ruso y de las servidumbres que genera.
De la lectura de lo expuesto podemos deducir que el esquema ruso comprende elementos tanto de las guerras híbridas como de las zonas grises, si bien es cierto que la presencia de estas últimas se reduce en última instancia a las primeras fases: primero se moldea el campo de batalla utilizando estrategias de bajo impacto, las mencionadas grey tactics, y a continuación se lanza una campaña híbrida que incluye la intervención directa de las fuerzas regulares rusas. Estas se apoyarían en el poder disuasorio de las armas nucleares y en el chantaje económico y diplomático para aislar al enemigo de cualquier posible apoyo exterior34.
A este respecto, podemos encontrar el ejemplo más paradigmático y de mayor magnitud de la aplicación de la teoría de las guerras de nueva generación en el conflicto que lo empezó todo: la invasión de Crimea en el 2014. Sin ánimo de ser exhaustivos, dicha operación se llevó a cabo de la siguiente manera35:
- En primer lugar, y con una planificación que duró varios meses, los rusos utilizaron las grey tactics con el objetivo de ir preparando el terreno para la invasión y moldear el escenario a su favor. Para ello, no dudaron en infiltrarse en los órganos de gobierno y en los elementos más significativos de la sociedad civil a nivel local, sobornado a funcionarios de la Administración e invirtiendo fuertemente con capital ruso en empresas y establecimientos regionales para sumar apoyos.
- Por otro lado, los servicios de inteligencia proporcionaron información a los movimientos separatistas locales e incluso fomentaron la creación de nuevos grupos. Todo esto fue acompañado de una fuerte campaña de propaganda en favor de la anexión a fin de ganarse las mentes y corazones de los crimeos, que de por sí tenían más lazos culturales y económicos con Moscú que con Kiev.
- Finalmente, con todo esto los rusos consiguieron no solo apoyos locales, sino que la Administración ucraniana fuese incapaz de identificar y reaccionar adecuadamente a la magnitud de la amenaza que se cernía sobre ella: cuando finalmente se produjo el desembarco ruso, con tan solo diez mil hombres la península se capturó en menos de tres semanas.
Aquí podemos ver la mayoría de los elementos descritos por Karber actuando a la vez: primero se debilita la cohesión del enemigo y se generan apoyos locales para la causa; después se interviene directamente con fuerzas armadas regulares y se crean actores subsidiarios sobre el terreno que legitimen la intervención a través de referéndum ad hoc; por último se presenta a la comunidad internacional un nuevo statu quo basado en una política de hechos consumados y se fuerza al adversario a tomar el papel de agresor en caso de querer responder. Sin embargo, reformulando la pregunta inicial, ¿nos encontramos ante un genuino ejemplo de conflicto en la zona gris?
Sobre la base de lo escrito, únicamente podemos responder que la teoría de las guerras de nueva generación solo se entrecruza con la zona gris en las primeras fases del conflicto. Más adelante, dependiendo de lo efectiva que haya sido la primera etapa, nos acercaremos más y más a una guerra híbrida o incluso a un enfrentamiento convencional, tal y como se ha comentado.
A colación de esto último, en su ensayo Hacia una definición del concepto «grey zone», el profesor Quesada establece algunas diferencias de interés que nos servirán tanto para aclarar este interrogante como para analizar el caso chino36:
- En primer lugar, se ha de resaltar que el concepto «amenazas híbridas» incluiría tanto las guerras híbridas como la zona gris, pues en ambos planteamientos se produciría una mezcla entre medios convencionales y no convencionales.
- En segundo lugar, la línea que separa a estos últimos no es necesariamente la proporción entre instrumentos regulares o irregulares, aunque se asuma que lo no bélico desempeña un papel mucho más protagonista en la zona gris. Esa línea se sitúa en el hecho de que el enfrentamiento se libre en un ámbito medio entre una paz armonizada por el derecho internacional (white zone), donde los conflictos se resuelven mediante su aplicación, y la guerra abierta (black zone), sea esta híbrida o no, librada por medios convencionales o fuerzas irregulares.
- Por otro lado, el lanzamiento de una campaña en la zona gris no es incompatible con pretender a posteriori que el conflicto escale a una guerra híbrida o a una convencional, en tanto que la fase cero —esto es, la preparación del escenario— sí está situada bajo el umbral del enfrentamiento armado.
- Finalmente, frente a las dos modalidades mencionadas —la zona gris como preludio o como alternativa a una guerra convencional—, las grey tactics también pueden usarse en un escenario posbélico a fin de asegurar la victoria y, en cierto sentido, no solo ganar la guerra, sino también la paz.
A raíz de lo expuesto, podemos entender la funcionalidad de las directrices de las guerras de nueva generación en sus fases iniciales y por qué sus conexiones con la zona gris son objeto de debate. Desde nuestro punto de vista, ambas sí que comparten un elemento claro: en el caso del planteamiento estratégico de los rusos, las grey tactics servirían tanto para debilitar a Occidente como para preparar un enfrentamiento a mayor escala.
No obstante, también son comprensibles las dudas que esta conexión genera: si hay algo característico del enfoque de Moscú es que el protagonismo de sus Fuerzas Armadas sigue siendo amplísimo.37 Ello aleja a Rusia del enfoque sutil que las amenazas híbridas deberían tener, otorgándole un perfil mucho más agresivo. En este sentido, si analizamos detenidamente la posición del país, en el fondo nada de lo expuesto debería sorprendernos: el gigante euroasiático no dispone de un gran poder económico ni tampoco rivaliza a nivel tecnológico con sus supuestos contrincantes; su cultura y valores no son hegemónicos ni dispone de grandes medios de comunicación que puedan influir en la opinión pública mundial al nivel de la CNN o la BBC.
A este respecto, si el carácter ingenioso de la zona gris radica en utilizar elementos no bélicos como instrumentos de agresión sobre terceros, únicamente podemos concluir que el arsenal del Kremlin en este campo está muy limitado. Esta es la razón por la que el aspecto convencional —esto es, militar— predomina en sus esquemas tanto a la hora de activar zonas grises como en su versión del conflicto híbrido. Sencillamente es la única baza que Rusia tiene y por la que es reconocida y respetada en el escenario internacional.
En definitiva, puede concluirse que la teoría de las guerras de nueva generación, popularizada como doctrina Gerasimov, no es más que un reflejo de las fortalezas y debilidades de Rusia como actor internacional38.
El problema que afrontamos a la hora de analizar a China es doble. En primer lugar, no tememos un caso análogo a la anexión de Crimea que pueda servirnos para ver claramente, negro sobre blanco, su enfoque estratégico, por mucho que se puedan establecer paralelismos entre las aspiraciones chinas sobre Taiwán y las rusas sobre Ucrania y ciertas áreas del Cáucaso. Asimismo, China sí es una potencia tecnológica y económica, lo que hace que su elemento militar sea menos predominante y dota al país de un arsenal mucho más amplio de instrumentos en la zona gris del que dispone su homólogo ruso. Esto hace que sus tácticas sean más difíciles de identificar y catalogar, lo que paradójicamente constituiría un elemento claro del uso de las grey tactics.
En cualquier caso, siguiendo el esquema utilizado con Rusia, China también posee su propia teoría sobre la hibridación de los conflictos en la actualidad y, al igual que sucedía con la llamada doctrina Gerasimov, está envuelta en polémica. Su nombre, unrestricted warfare39, se traduciría al castellano como «guerra irrestricta» o «guerra más allá del límite» y vería la luz por primera vez en un libro homónimo publicado en 1995 por dos coroneles del Ejército Popular de Liberación: Qiao Liang y Wang Xiangsui.
En dicho texto, los autores defendían que en las guerras del futuro los medios convencionales irían perdiendo relevancia en favor de otros factores, como la economía, el desarrollo y la dependencia tecnológicos y los entresijos de la legalidad internacional. El escenario que ambos militares plantean está diseñado para recrear una situación en la que un actor pueda vencer a un agresor superior en fuerza en la escena internacional mediante medios no militares, pero sin descartar estos últimos.
A este respecto, no deja de ser curioso que tanto estos oficiales como Gerasimov coincidan en que han sido los norteamericanos los primeros en utilizar este tipo de enfoques asimétricos en su dialéctica. Por lo tanto, al igual que en el ejemplo ruso, esta nueva teoría sería de naturaleza defensiva40,41,42.
Asimismo, es necesario destacar que fueron los chinos los primeros en conceptualizar algo parecido a la zona gris43, aun cuando esta expresión tardaría mucho más en aparecer en la polemología occidental. La guerra irrestricta se sustenta en unos parámetros similares a los sujetos teóricos explicados44,45:
- En primer lugar, los conflictos de la actualidad son en muchos sentidos de naturaleza asimétrica y, por lo tanto, implican un choque entre fuerzas regulares convencionales y elementos no convencionales.
- En segundo lugar, se ha producido una paulatina hibridación en los medios utilizados por los actores internacionales, que con el paso del tiempo están relegando el elemento convencional a un segundo plano. Por lo tanto, la guerra ya no se limitaría al frente puramente bélico, sino que incluiría medidas económicas, diplomáticas, ideológicas, psicológicas y culturales, de aplicación simultánea.
Sin embargo, la guerra irrestricta sigue siendo objeto de polémica y es dudoso que las acciones de China puedan enmarcarse completamente en este modelo. Tomándolo en consideración, nos vemos obligados a acudir a dos de los expertos más citados tanto en este artículo como en los trabajos e investigaciones consultados para elaborarlo: el profesor Quesada y el analista americano Mazarr.
Si acudimos a Mazarr, es necesario traer a colación el estudio del think tank Rand Corporation Gaining Competitive Advantage in the Grey Zone, del que es coautor, para hacernos una idea de las campañas que está librando el Imperio del Centro en el Pacífico y de su aproximación a la cuestión taiwanesa46:
Intimidación militar: Hoy en día China es una potencia militar por derecho propio y no duda en utilizar la capacidad amenazadora de sus Fuerzas Armadas cuando lo estima conveniente, especialmente el creciente poderío de su Armada. A este respecto, al igual que sucedía en el caso ruso, China ha movilizado sus fuerzas en las fronteras de los países vecinos y ha realizado maniobras a fin de intimidar al adversario e incluso provocarlo para que reaccione.
En este sentido, podríamos traer a colación el despliegue militar de la Marina china en las islas Senkaku en 201247 —realizado precisamente tras un ejercicio militar de apariencia inocua—, la movilización de parte de las tropas del país a la frontera vietnamita tras el incidente Haiyang Shiyou 981 en 201448 o, más recientemente, las operaciones de hostigamiento contra el espacio aéreo taiwanés49.
Actividades paramilitares: Ya se ha mencionado que uno de los recursos más habituales a la hora de lanzar campañas en la zona gris consiste en militarizar elementos civiles para que sirvan como instrumento de agresión. China es una usuaria habitual de estas tácticas: utiliza a la marina civil para extender poco a poco sus aguas territoriales, aunque no sea de iure50. Así, embarcaciones en apariencia civiles estarían llevando a cabo misiones de exploración para la Armada china, probando la capacidad de respuesta de sus adversarios y ocupando terreno con motivos de naturaleza económica, como la pesca, o aduciendo que sus naves realizan patrullaje de salvamento51.
Utilización de empresas estatales: En una tónica similar a lo expuesto, la República Popular utilizaría instalaciones y personal civiles para aumentar su presencia en las áreas disputadas. De tal forma, las plataformas petrolíferas de la compañía pública China National Offshore Oil Corporation (CNOOC) servirían tanto para cumplir un objetivo económico como para ejercer de baluarte de la influencia de Pekín en la región. Lo mismo podría decirse de las operaciones de dragado de CCCC Dredging, empresa análoga a la CNOOC que también opera en esas aguas52.
Manipulación de fronteras: Es una realidad conocida que el Gobierno chino está construyendo islas artificiales en el mar del Sur de China a fin de reclamar aguas territoriales53. Aunque este acontecimiento por sí solo no tiene validez jurídica, una vez más podemos constatar que Pekín actúa por la vía de los hechos consumados y desde el 2012 incluye en sus pasaportes las líneas de demarcación de sus fronteras marítimas, aun cuando estas áreas están en disputa54, para forzar a terceros Estados a que otorguen un reconocimiento tácito a sus pretensiones, estrategia que, por otro lado, también ha empleado Rusia en Crimea.
Operaciones de desinformación: De un modo similar a Rusia, aunque sin unos reclamos tan fuertes como los que se podrían derivar de su pasado común, Pekín intenta fundamentar sus aspiraciones en terceros países a través de organizaciones afines, recabando apoyos en el extranjero y disputando las reclamaciones territoriales de otros competidores por todos los medios a su alcance a través de campañas coordinadas55. Asimismo, China trata de movilizar a su población para que se sume al esfuerzo a través de sus medios de comunicación, que poco a poco empiezan a tener influencia en el exterior56,57.
Retorcer y erosionar la legalidad internacional: Uno de los elementos más claros de la zona gris consiste en operar al límite de la legalidad. Esto implica aplicar el marco internacional de forma selectiva, insidiosa, a fin de interpretar las reglas en favor propio o erosionarlas cuando esto no sea posible.
Ejemplos de este comportamiento se encuentran en la paradójica aproximación de China a las instituciones reguladoras internacionales y los tribunales de arbitraje: Pekín no duda en utilizar ambos como foro58 al tiempo que despliega argumentos de índole histórica para fundamentar sus reclamaciones en un derecho anterior a la creación de las propias leyes internacionales59. El objetivo de esta estrategia oportunista es doble: por un lado, se utilizan normativas universalmente reconocidas que, en condiciones ideales, serían de obligado cumplimiento y, simultáneamente, se buscan medios alternativos con los que legitimar las ambiciones de China.
Por otro lado, la Armada china no ha dudado en escudarse en la protección de la fauna marina para restringir el acceso de las flotas pesqueras de terceros países a las aguas disputadas. Asimismo, Pekín está invirtiendo gran cantidad de tiempo y recursos en mejorar sus capacidades y asesoría legal para proveerse de los mejores argumentos posibles con los que batallar a nivel internacional.60 61
Coacción económica: Este sería sin duda uno de los elementos diferenciadores de la estrategia China en la zona gris con respecto al caso ruso. Aunque Moscú también utilice estas herramientas, no cabe duda de que los argumentos que China puede poner sobre la mesa en este sentido son mucho más potentes, dado el gran tamaño de su economía.
Esta ha sido la principal arma utilizada en la batalla por el reconocimiento internacional que Pekín lleva librando con Taiwán desde hace décadas, y no deja de ser, con permiso de sus fuerzas militares, una de las principales bazas en su arsenal de grey tactics. De hecho, la presión económica ha demostrado resultar especialmente útil a la hora de comprar el silencio internacional en lo concerniente al Tíbet o a la situación de los musulmanes uigures en Xinjiang. Teniendo esto último en mente, a continuación desplegamos un breve recopilatorio de ejemplos de coerción económica:
- En 2010, como protesta por la detención de un capitán de la Marina china en Japón, Pekín prohibió las exportaciones de tierras raras a este país62.
- China impuso aranceles a las importaciones de la República de Mongolia tras la visita del dalái lama a este país en 201663.
- En 2017, como protesta por el despliegue de misiles balísticos americanos en Corea del Sur, China impuso restricciones a los viajeros de ambos países y promovió el boicot a determinas empresas surcoreanas que operan en su mercado64.
Todo ello viene a indicar que China es perfectamente consciente de la importancia de las relaciones económicas y de las redes de dependencia que generan. A este respecto, a pesar de habernos centrado en la expansión de Pekín en el Pacífico, es necesario resaltar que desde una perspectiva más global esta ha sido, sin lugar a dudas, la estrategia que más triunfos ha dado a China en los últimos años.
El progresivo aislamiento de Taiwán es la muestra más clara de ello y poco a poco vemos como Pekín intenta seducir a través de lucrativos acuerdos comerciales a los países que aún hoy reconocen a Taiwán, condicionándose el mantenimiento de estas relaciones amistosas a no cuestionar la soberanía China sobre Formosa65.
El caso del Tíbet también podría ser considerado una campaña en la zona gris, pero aplicada a un escenario posbélico. Sin decirlo abiertamente, las relaciones comerciales y diplomáticas con China estarían sometidas, al igual que en la cuestión taiwanesa, a una condicionalidad silenciosa: no poner en tela de juicio la soberanía china en el altiplano tibetano ni hablar de lo que ocurre allí ni en otras zonas de la República Popular, como Xinjiang. De nuevo, se trataría de alterar el statu quo por la vía de los hechos consumados.
Sobre la base de todo lo expuesto, a pesar del comentario final sobre la modalidad de zona gris empleada en el Tíbet, queda claro que, al menos por ahora, China usa las grey tactics como alternativa a la guerra abierta. No obstante, en relación con el dilema inicial,
¿encaja este esquema en la teoría de las guerras irrestrictas?
Al igual que en el caso anterior, el profesor Quesada es muy claro. Según el autor, la orientación estratégica china plasmada en el libro de los coroneles Qiao Liang y Wang Xiangsui obedecería a una naturaleza mucho más amplia de lo que generalmente entendemos por zona gris, a pesar de que compartan numerosos atributos66.
En su texto «La versión china de la zona gris» el propio profesor resalta que algunos autores no han dudado en comparar ese enfoque con la mencionada «guerra total», si bien es cierto que concibiéndolo como una actualización de esta última. De ello se desprendería que, frente a la concepción tradicional que apuesta por militarizar a toda la sociedad para involucrarla en el esfuerzo bélico, en las guerras irrestrictas la movilización general no estaría orientada necesariamente a reforzar el aparato militar. En todo caso, su objetivo sería utilizar elementos no bélicos como instrumentos de coerción, algo que se acerca mucho a la zona gris67.
Sin embargo, y esta es la diferencia clave, dicha estrategia contempla la utilización de estos últimos de forma simultánea desde un primer momento. Lógicamente, en consonancia con los análisis previos hemos podido ver que, aunque en muchas ocasiones la aplicación de las grey tactics requiere de cierto grado de coordinación y simultaneidad en los medios utilizados, también es necesaria su implementación gradual si se aspira a limitar la beligerancia. Por lo tanto, respondiendo a la pregunta, las acciones de China en el mundo en lo que respecta a las zonas grises serían una versión muy suave de las guerras irrestrictas, y comparten mucho más con el primer concepto que con los postulados prácticos del segundo.
Una vez más, al igual que ocurría con Moscú, la realidad impone sus condiciones y no cabe beneficiarse de la globalización tal y como lo ha hecho China sin verse atrapado en ciertas contradicciones. Pekín no puede permitirse ser un rogue state porque sus lazos de dependencia con el resto del mundo, que en muchas ocasiones utiliza en su favor, están en última instancia sustentados por el derecho internacional. Esto condiciona a China, cuyas acciones no pueden ser demasiado disruptivas, ya que su creciente prosperidad depende de que el sistema siga siendo funcional68. Partiendo de la base de esto último, podemos entender el perfil y el enfoque escogidos por el gigante asiático en su dialéctica y por qué su forma de activar zonas grises es más fiel a los parámetros que hemos establecido que a sus propias concepciones teóricas, por mucho que esos concepto sean, al igual que las realidades que describen, un tanto escurridizos. Sin embargo, en consonancia con lo expuesto cabría preguntarse: ¿hasta cuándo podrá Pekín disfrazarse con su ambigüedad?
La gradualidad de las campañas en la zona gris conspira contra la efectividad real de las grey tactics, pues, a medida que se alcanzan éxitos, la percepción del agredido se agudiza y complica seguir utilizándolas. Esta es la razón por la que China se encuentra bajo sospecha69, lo que puede complicar sus operaciones en el futuro y acabar con su sueño de ascenso pacífico. De momento, el gigante asiático ha ido de victoria en victoria y aún no hemos visto a Pekín reaccionar ante la frustración de sus planes. Sin ánimo de pronosticar el futuro, parece razonable que mientras las élites chinas sigan viendo factible la expansión de su influencia y hegemonía comercial de manera pacífica, sus esfuerzos se sigan limitando a la zona gris.
Tras la realización de esta investigación, creemos que la respuesta más cabal a la pregunta planteada sería un no. No obstante, la negativa no es absoluta, ya que implica ciertos matices. Retomando las modalidades de Quesada, está claro que tanto la zona gris en su versión de fase cero de un escenario bélico como en su alternativa posbélica representan una amalgama de estrategias reconocibles utilizadas con anterioridad70.
La verdadera novedad consiste en ver las zonas grises como alternativa a la guerra convencional, con lo que no pretendemos afirmar que esta última se encuentre obsoleta. Hechos recientes, y no solo la guerra de Ucrania, desmienten tal afirmación. Sin embargo, constatando la mencionada dificultad que tienen los Estados para dirimir sus diferencias así, parecería razonable que las zonas grises fuesen la alternativa más práctica.
Tanto el caso chino como el ruso son muy elocuentes en este sentido. Las zonas grises, aunque no estén limitadas de manera similar a las guerras convencionales, también tienen un tope en su efectividad y disponibilidad. Asimismo, en las grey tactics hay escalas que condicionan radicalmente su enfoque, lo que explica las diferencias entre la aproximación rusa y china, tal como se ha expuesto. Al mismo tiempo, el gradualismo de la zona gris hace que los esfuerzos y sofisticación de las estrategias tengan que aumentar, pues, como decíamos en el último epígrafe, conservar la máscara de la ambigüedad indefinidamente es imposible.
Por último, hay otro aspecto que nos permite cuestionar la fiabilidad de la zona gris como alternativa. Tiene que ver con uno de los elementos señalados en el primer apartado: la erosión del orden westfaliano. Aunque aceptemos que, en efecto, las reglas y paradigmas emanados del fin de la guerra de los Treinta Años parecen superados, para suponer una alternativa real, sería necesario que por medio de las grey tactics pudieran alcanzarse todos los objetivos que usualmente se intentaban conseguir a través de las guerras convencionales.
A este respecto, podría afirmarse que para todo aquello que implique conflictos en términos de influencia económica o diplomática, hegemonías comerciales o reivindicaciones más o menos ambiciosas, las zonas grises sí son un instrumento claramente eficaz: se evitan los riegos de una intervención directa y, sobre todo, aun siendo agresivas en los fines, son sutiles en los medios, lo que las hace atractivas. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando se trata de reivindicaciones territoriales?
Aunque el orden de los Estados este mermado, el núcleo final de su soberanía, más allá del reconocimiento internacional —aunque esto seo objeto de debate en la ciencia jurídica— es la defensa e integridad de su territorio. Las campañas en la zona gris pueden utilizarse para debilitarlo, pero, a medida que avance el proceso, la potencia agresora que inició la campaña utilizando grey tactics se verá irremediablemente arrastrada hacia la black zone, ya sea para barrer la resistencia final del Estado agredido o para implantar su dominio sobre el territorio conquistado.
Que esto implique una escalada hacia un conflicto híbrido o incluso una guerra convencional dependerá de cada caso. No obstante, hoy en día, pretender cercenar el núcleo duro de la soberanía de un tercero sin que en alguna fase del proceso haya una intervención directa es, a nuestro modo de ver, sobrevalorar en grado sumo la importancia de los medios no convencionales. De hecho, el único suceso que podría encajar con este modus operandi sería la anexión de Crimea y, aun así, fue necesaria la intervención directa en la fase final para conseguir la victoria.
En conclusión, queda claro que las zonas grises han venido para quedarse y han demostrado su utilidad, independientemente de la modalidad que escojamos. Sin embargo, para bien o para mal, esto no ha relegado al olvido a las guerras convencionales. Mientras el elemento militar siga presente, siempre existirá el peligro de que el conflicto escale y, por lo tanto, las guerras en su versión más tradicional no se habrán desterrado definitivamente del escenario internacional.
Saúl Martín Renedo*
Estudiante de posgrado en el Máster de Asuntos Internacionales,
Universidad Pontificia Comillas
Referencias:
1 No es de extrañar que la gran mayoría de los conflictos transcurridos a lo largo de siglo XX se dieran precisamente en aquellas zonas en las que ambos contendientes se disputaban sus esferas de influencia. Sin embargo, incluso en estas áreas, aunque la confrontación estaba permitida, seguía imperando cierta contención en los medios utilizados, actuándose principalmente a través de intermediarios en guerras de delegación o proxy. Será en estas últimas donde podrán observase con mayor nitidez las primeras manifestaciones del proceso de hibridación mencionado.
2 Desde la instauración del orden westfaliano, la guerra se había reducido a un fenómeno mayoritariamente interestatal y, por lo tanto, de carácter convencional. Obviamente, los conflictos intraestatales siempre han existido, pero solo a raíz de la Guerra Fría adquirieron un papel protagonista, debido a las restricciones derivadas del equilibrio del terror.
3 Una parte importante de los conflictos de la segunda mitad del siglo XX se dio en el tercer mundo. Por lo tanto, no es de extrañar que gran parte de los contendientes en estas zonas recurriera a tácticas de guerrilla para hacer frente a enemigos muy superiores. Las guerras de Afganistán y Vietnam serían un gran ejemplo de ello, así como la práctica totalidad de los conflictos poscoloniales.
4 NEMETH, William J. Future war and Chechnya: a case for hybrid warfare. Naval Postgraduate School, Monterrey (California), Springfield (Virginia), 2002. Disponible en: https://calhoun.nps.edu/handle/10945/5865
5 HOFFMAN, Frank G. Conflict in the 21st century: The rise of hybrid wars. Potomac Institute for Policy Studies, Arlington, 2007. Disponible en: https://potomacinstitute.org/reports/19-reports/1163-conflict-in- the-21st-century-the-rise-of-hybrid-wars
6 PÉREZ TRIANA, Jesús M. «Conflictos en la zona gris: origen y desarrollo del concepto», The Political Room. 8 de mayo de 2021. Disponible en: https://thepoliticalroom.com/conflictos-en-la-zona-gris-origen-y- desarrollo-del-concepto/ [consulta: 15/5/2022].
7 Uno de los ejemplos más tempranos pero también más curiosos de esta transformación se refleja en las reformas que las autoridades portuguesas llevaron cabo en sus Fuerzas Armadas para hacer frente a los movimientos independentistas que amenazaban el imperio colonial del país, especializándolas en acciones de contrainsurgencia.
8 Nótese que Lind no lleva a cabo esta diferenciación per se. Para él, el panorama híbrido descrito quedaría englobado bajo la categoría de guerras de cuarta generación. Asimismo, sugiere que las Fuerzas Armadas estadounidenses deberían prepararse ante esta nueva amenaza dando a la tecnología y a la información un papel protagónico. Por lo tanto, desde su perspectiva, este concepto se referiría al fenómeno completo y no a la respuesta en sí.
9 HARO AYERVE, Patricio. «La guerra de cuarta generación y las amenazas asimétricas», Revista Política y Estrategia, vol. 134, n.o 93. 2019. Disponible en: https://www.politicayestrategia.cl/index.php/rpye/article/view/788/469 [consulta: 15/5/2022].
10 Ningún ejército podría imitar, aunque fuera a pequeña escala, los métodos utilizados por los británicos en la guerra de los Bóer en Sudáfrica, en la que el encarcelamiento de la población civil en campos de concentración fue una estrategia clave para acabar con las guerrillas bóer, sin sufrir una erosión moral y política gigantesca.
11 En cierto sentido, es un mecanismo de dos tiempos. Ningún grupo insurgente podría costear una guerra convencional contra un Estado desarrollado y, al mismo tiempo, estos últimos han visto su capacidad coactiva coartada por los factores descritos. De aquí que ambos hayan tenido la necesidad de adaptarse.
12 GARCÍA SÁNCHEZ, Ignacio José. «Primera revisión estratégica cuatrienal de la diplomacia y el desarrollo de los Estados Unidos de América» (Documento de Análisis, n.o 20). IEEE, 2010. Disponible en: https://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_analisis/2010/DIEEEA20-2010LaQDDR_deEEUU.pdf [consulta: 15/5/2022].
13 VOTEL, Joseph L. Posture statement. United States Special Operations Command Pacific, 28 de marzo de 2015. Disponible en: https://www.socom.mil/socpac/Pages/Posture-Statement.aspx [consulta: 23/5/2022].
14 KAPUSTA, Philip. «The Gray Zone», Special Warfare, vol. 28, n.o 4. Octubre-diciembre de 2015. pp. 18- 25.
15 MAZARR, Michael J. Mastering the gray zone: understanding a changing era of conflict. US Army War College, Carlisle, 2015.
16 MORRIS, Lyle et al. Gaining competitive advantage in the gray zone: response options for coercive aggression below the threshold of major war. RAND Corporation, 2019, pp. 7-12. Disponible en: https://www.rand.org/pubs/research_reports/RR2942.html [consulta: 23/5/2022].
17 El desafío es doble: por un lado, se desdibuja el orden de batalla tradicional y, por otro, en la escena internacional se cuestiona el monopolio de los Estados del uso de la violencia legítima.
18 BAQUES QUESADA, Josep. «Hacia una definición del concepto “grey zone”» (Documento de Investigación, n.o 2). IEEE, 2017. Disponible en: https://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_investig/2017/DIEEEINV02- 2017_Concepto_GaryZone_JosepBaques.pdf [consulta: 23/5/2022].
19 DOWSE, Andrew y BACHMANN, Sascha-Dominik. «Explainer: what is “hybrid warfare” and what is meant by the “grey zone”?», The Conversation. 17 de junio de 2019. Disponible en: https://theconversation.com/explainer-what-is-hybrid-warfare-and-what-is-meant-by-the-grey-zone- 118841 [consulta: 23/5/2022].
20 BAQUES QUESADA, Josep. «Rusia y la zona gris», Revista Ejércitos. 3 de noviembre de 2019. Disponible en: https://www.revistaejercitos.com/2019/11/03/rusia-y-la-zona-gris/ [consulta: 23/5/2022].
21 GALEOTTI, Mark. «I'm sorry for creating the “Gerasimov doctrine”», Foreign Policy. 5 de marzo de 2018. Disponible en: https://foreignpolicy.com/2018/03/05/im-sorry-for-creating-the-gerasimov-doctrine/ [consulta: 23/5/2022].
22 BAQUES QUESADA, Josep. Op. cit., 3 de noviembre de 2019.
23 GALEOTTI, Mark. Op. cit.
24 KARBER, Phillip y THIBEAULT, Joshua. «Russia’s New-Generation Warfare», Association of the United States Army, vol. 20. 2016.
25 JORDÁN, Javier. «Rusia y el conflicto en zona gris en la región báltica», Global Strategy. 4 de enero de 2022. Disponible en:https://global-strategy.org/rusia-y-el-conflicto-en-zona-gris-en-la-region-baltica/ [consulta: 5/9/2022].
26 GILES, Keir. «Russia’s New “Tools” for Confronting the West: Continuity and Innovation in Moscow’s Exercise of Power». Chatham House, 2016.
27 GOBLE, Paul. «Russian fake news operation seeks to generate Baltic opposition to NATO presence». Jamestown Foundation, 2 de abril de 2017. Disponible en: https://jamestown.org/program/russian-fake-news-operation-seeks-generate-baltic-opposition-nato- presence/ [consulta: 5/6/2022].
28 COHEN, Raphael S. y RADIN, Andrew. Russia's Hostile Measures in Europe: Understanding the Threat. Rand Corporation, 2019.
29 IASIELLO, Emilio J. «Russia’s improved information operations: from Georgia to Crimea», The US Army War College Quarterly: Parameters, vol. 47, n.o 2. 2017, pp. 51-63. Disponible en: https://press.armywarcollege.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=2931&context=parameters [consulta: 5/6/2022].
30 KRAMER, Franklin D. y SPERANZA, Lauren. Meeting the Russian hybrid challenge: A comprehensive strategic framework. Atlantic Council, Washington, 2017.
31 BAQUES QUESADA, Josep. Op. cit., 3 de noviembre de 2019.
32 CENCIOTTI, David. «Russian Tu-22 bomber scares NATO air defenses flying at supersonic speed over the Baltic Sea for the first time», The Aviationist. 24 de marzo de 2015. Disponible en: https://theaviationist.com/2015/03/24/tu-22-supersonic-over-baltic/ [consulta: 5/6/2022].
33 GILES, Keir. Op. cit.
34 Como puede observarse, todo ello nos suena bastante, pues, a raíz de la invasión rusa de Ucrania el pasado febrero, este tipo de tácticas son de rabiosa actualidad. Sin embargo, es necesario aclarar que el conflicto actual en este país del mar Negro encajaría más con una guerra convencional pura y dura. Con elemento híbridos, sí, pero las fuerzas armadas tienen el papel fundamental y protagónico.
35 FEDYK, Nicholas. Russian ‘new generation’ warfare: Theory, practice, and lessons for US strategists. Small Wars Journal, 2016, vol. 25, n.o 6, pp. 2-8.
36 BAQUES QUESADA, Josep. Op. cit., 2017.
37 MAZARR, Michael J. Op. cit.
38 MORALES, Javier et al. Rusia en la sociedad internacional: perspectivas tras el retorno de Putin. UNISCI, 2012, p. 81. Disponible en: https://www.ucm.es/data/cont/media/www/pag- 72408/Rusia_Sociedad_Internacional.pdf
39 LIANG, Qiao y XIANGSUI, Wang. Unrestricted warfare. PLA Literature and Arts Publishing House Arts, Pekín, 1999.
40 COMMIN, Gregory y FILIOL, Eric. «Unrestricted warfare versus western traditional warfare: A comparative study», Journal of Information Warfare, vol. 14, n.o 1. 2015, pp. 14-23.
41 HAGESTAD II, William. 21st century Chinese cyberwarfare. IT Governance Ltd, 2012.
42 MCREYNOLDS, Joe (ed.). China's Evolving Military Strategy. Brookings Institution Press, 2017, p.41.
43 BAQUES QUESADA, Josep. «La versión china de la zona gris», Revista General de Marina, vol. 275, n.o 3. 2018, p. 559. Disponible en: https://www.ugr.es/~gesi/zona-gris-china.pdf
44 QUESADA, Josep Baques. Op. cit., 2018.
45 MAZARR, Michael J. Op. cit.
46 MORRIS, Lyle et al. Op. cit.
47 CBS NEWS. «Chinese warships criticized for crossing waters near Japan island». 17 de octubre de 2012. Disponible en: https://www.cbsnews.com/news/chinese-warships-criticized-for-crossing-waters- near-japan-island/ [consulta: 13/6/2022].
48 PHILIPP, Joshua. «Chinese military said to be massing near the Vietnam border», The Epoch Times . 18 de mayo de 2014. Disponible en: https://www.theepochtimes.com/chinese-military-said-to-be-massing- near-the-vietnam-border_682973.html [consulta: 13/6/2022].
49 LEE, Yimou, LAGUE, David y BLANCHARD, Ben. «China launches “gray-zone” warfare to subdue Taiwan». Reuters, 10 de diciembre de 2020. Disponible en: https://www.reuters.com/investigates/special- report/hongkong-taiwan-military/ [consulta: 13/6/2022].
50 ERICKSON, Andrew S. «Understanding China’s third sea force: the maritime militia», Fairbank Center Blog. 8 de septiembre de 2017. Disponible en: https://medium.com/fairbank-center/understanding-chinas- third-sea-force-the-maritime-militia-228a2bfbbedd [consulta: 13/6/2022].
51 KAZIANIS, Harry. «China’s expanding cabbage strategy», The Diplomat. 29 de octubre de 2013. Disponible en: https://thediplomat.com/2013/10/chinas-expanding-cabbage-strategy/ [consulta: 13/6/2022].
52 ZHU, Charlie. «China tests troubled waters with $1 billion rig for South China Sea». Reuters, 21 de junio de 2012. Disponible en: https://www.reuters.com/article/us-china-southchinasea- idUSBRE85K03Y20120621 [consulta: 13/6/2022].
53 DAVENPORT, Tara. «Island-Building in the South China sea: legality and limits», Asian Journal of International Law, vol. 8, n.o 1. 2018, pp. 76-90. doi: 10.1017/s2044251317000145 [consulta: 13/6/2022].
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60 MURRAY, Craig y HSU, Kimberly. China’s New Fishing Regulations Seek to Justify and Consolidate Control in the South China Sea. US-China Economic and Security Review Commission, 2014. Disponible en: https://www.uscc.gov/research/chinas-new-fishing-regulations-seek-justify-and-consolidate-control- south-china-sea
61 QINGQING, Chen y GE, Huang. «China begins summer fishing moratorium», Global Times . 1 de mayo de 2017. Disponible en: https://www.globaltimes.cn/page/201705/1044869.shtml [consulta: 13/6/2022].
62 BRADSHER, Keith. «Amid tension, China blocks vital exports to Japan», The New York Times. 23 de septiembre de 2010. Disponible en: https://www.nytimes.com/2010/09/23/business/global/23rare.html [consulta: 13/6/2022].
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64 MEICK, Ethan y SALIDJANOVA, Nargiza. China’s Response to US-South Korean Missile Defense System Deployment and its Implications. US-China Economic and Security Review Commission, 2017. Disponible en: https://www.uscc.gov/research/chinas-response-us-south-korean-missile-defense-system- deployment-and-its-implications
65 PONNIAH, Kevin. «Taiwan: How China is poaching the island’s diplomatic allies». BBC News, 14 de junio de 2017. Disponible en: https://www.bbc.com/news/world-asia-40263581 [consulta: 13/6/2022].
66 QUESADA, Josep Baques. Op. cit., 2018, p. 559.
67 QUESADA, Josep Baques. Op. cit., 2018, p. 558.
68 QUESADA, Josep Baques. Op. cit., 2018, p. 558.
69 QUESADA, Josep Baques. Op. cit., 2018, p. 563.
70 Es bastante habitual que haya elementos híbridos en las primeras fases de todos los conflictos para preparar el terreno. Por ejemplo, el uso de la dependencia económica y la instrumentalización de las comunidades europeas locales fueron dos elementos clave para recabar apoyos entre las élites egipcias y tunecinas, que, tras una breve intervención militar, terminaron por convertir a estos países en protectorados de los dos grandes poderes coloniales del siglo XIX, el Reino Unido y Francia respectivamente.