El ocaso de la Globalización

José María Bartol Espinosa
Levantóse Sitting Bull, acarició los micrófonos y habló a la tribu al tiempo que con un brusco giro de cuello retiraba de su frente el mechón de plumaje blonde: “no le deis más vueltas, ¡por Wakan Tanka!, los rostros pálidos sin clase ni cultura se han cargado la Globalización…” Acto seguido se volvió hacia Leonard Cohen de los mohicanos canadienses y le dijo: “ya estás componiendo unas músicas que hablen del asunto, algo parecido al Alleluia”. No, esto no es de cuando Detroit se esfumó, ya llevamos muchas, pero que muchas lunas de era pos-industrial norteamericana.
La gran promesa de la Globalización no se ha cumplido, integrar a nivel mundial ámbitos políticos, sociales, religiosos, económicos, tecnológicos, culturales, deportivos, etc... No se ha logrado. Al menos en el mundo de Occidente no se ha llegado a la ‘aldea global soñada’.
Empresas y Gobiernos coinciden, la globalización solo ha beneficiado a los pobres de los países pobres mientras ha perjudicado a sus parientes lejanos, los pobres de los países ricos.
Los acuerdos internacionales de libre comercio han fracasado en Occidente, si debemos competir con millones de chinos e hindúes que hacen las mismas cosas que nuestros obreros, pero con la mitad de sueldo y trabajando el doble de horas. El de EEUU con México y Canadá no es cosa de Obama, existe desde el 94 y el recién pergeñado TTIP (Tratado Trasatlántico de Comercio e Inversión), un enigma. Se trata de un proyecto de acuerdo aún en fase embrionaria que plantea marcar una zona de libre comercio con 800 millones de consumidores acumulando el 50% del PIB mundial, dará mucho que hablar. La falta de transparencia no favorece los acuerdos, el del TTIP -en el fondo- no supone otra cosa que la coalición de EEUU con Europa para frenar a los países emergentes con China a la cabeza.
!!Eso es populismo!!, gritan los druidas que manejan los oráculos, luego en voz queda repiten: !es un populismo… velado !... Y sino, que se lo vayan preguntando a Trump, Le Pen o Theresa May, incluso a otros líderes y dirigentes más radicales como el húngaro Gavor Bona o el austriaco Norbert Hofer, fiel discípulo del malogrado Jorg Haider. Se vislumbra un nuevo amanecer de viejas doctrinas repitiendo todo eso del ‘proteccionismo económico’, ahora sí, !!Alleluia !!.
Obama apostó por la multilateralidad allende fronteras, las suyas claro, “hay que vencer a los malos”. El fracaso llega cuando no se tiene muy claro quiénes son ellos (los malos). El nuevo Sitting Bull (que es de Nueva York en lugar de Dakota del Sur y responde por Trump) solo tiene que aprovecharse de la pérdida de liderazgo efectivo de los EEUU, verificando qué el pueblo con la pusilánime gobernanza de Obama ha dejado de creer en su “misión histórica como guardián del Planeta”. La retórica política del actual presidente ha radicalizado a la propia oposición republicana apartándolos de toda moderación, de ahí la aparición de un Trump hablando en torpe lakota que encandila más a las bases que a las élites del Partido Republicano, quienes -a su vez- consideran a Hillary el puro continuismo de Obama pero con rostro pálido y más cuchillos largos de caballería al galope de mentiras mil, todas ellas democráticas cabalgando a lomos del horror de Planned Parenthood, ese inhumano futurismo asesino que ya llegó.
Seamos lógicos, la Globalización fue inventada hace tiempo, al menos desde que existen Coca-cola, Zara, Mc Donalds, Nestlé, Sony, Adidas, IBM, Volkswagen, etc... (la tira), las llaman multinacionales. La globalización no ha supuesto ningún proceso irreversible ni hacia el final de los nacionalismos retrógrados ni hacia el imperio de la razón sino hacia la ‘mierdocracia’ política actual.
Algunos sostienen que se trata de un coctel de demagogia y oligarquía con unas gotas de tiranía de ahí que se sirva con vaselina fría. La quimera de un capitalismo mundial fue el sueño efímero de una noche de verano hasta que, sobresaltados, sacamos la mano del orinal cuando cayeron las Torres Gemelas. A todo éste batiburrillo contribuyen también las academias de idiomas, los eventos artísticos y deportivos repartiendo premios y dádivas, los vuelos low-cost y las organizaciones sin fronteras desde médicos a terroristas pasando por las infinitas oenegés (mentirosas en la n y la g, ya que son expertas en chupar de cualquier bote estadual); el cemento que las argamasa existe desde varias décadas, se llama televisión.
Cuando la palabra interacción pasó del campo de la Física a las aplicaciones educativas enseguida se habló de Globalización, pero no era otra cosa que la respuesta del Sistema a la crisis de los setenta. Y si algo no funciona se organizan guerras, desde mundiales a locales todas sirven, para agudizar el ingenio inventor, aligerar la hambruna y enriquecer clanes elegidos (que no elitistas). ¿Existe acaso algo más globalizado que el tráfico de armas y armamento? Los Jefes de Tribu nos responden qué sí: el comercio de alimentos, seguido del trasiego de esclavos, Pero es mejor no hacerles caso, alivia pensar que todos mienten como bellacos.
Vayamos incluso más lejos, desde el viajero Estrabón allá por el 63 a.d.C. hasta el reciente aventurero Graham Hughes, saltándonos los Fenicios que eran unos pendones festivaleros siempre fuera de casa, un tal Marco Polo a finales del S-XIII, Ibn Battuta de seguido y un Almirante parlanchín llamado Cristóbal Colón después, en fin, desde que el mundo es mundo ha existido la Globalización solo que entonces y hasta hace muy poco de la era contemporánea, todo eso se llamaba sencillamente ‘El Comercio Internacional’ y quienes lo practicaban eran conocidos desde mercachifles hasta ilustres cancilleres y embajadores, hoy día casi todos se hacen llamar emprendedores globales. Nada nuevo en el mundo del Señor.