Perspectivas de futuro en la península coreana

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el líder supremo de Corea del Norte, Kim Jong-Un.

Las relaciones entre Estados Unidos y Corea del Norte han sufrido desde el año 2017 bruscos movimientos. Tras las fuertes tensiones de 2017 con insultos entre Donald Trump y Kim Jong-Un, amenazas de guerra nuclear, sanciones internacionales y lanzamientos de misiles se iniciaron una serie de contactos diplomáticos que facilitaron y prepararon las dos cumbres entre los líderes, así como otras cumbres entre Kim Jong-Un y los líderes de China, Corea del Sur o Rusia.

Sin embargo, si el año 2018 y principios del 2019 depararon una necesaria distensión entre EE.UU. y Corea del Norte y un incipiente proceso de normalización de las relaciones entre las dos Coreas, el final del 2019 y este 2020 parecen dirigidos a un estancamiento o incluso a un empeoramiento de la situación.

Este fin de año Kim Jong-Un decidió cambiar su tradicional discurso y sustituirlo por un discurso en la reunión del Pleno del Comité Central del Partido de los Trabajadores de Corea. Durante la reunión, Kim hizo una serie de declaraciones que dan a entender que la tensión entre EEUU y Corea del Norte podría volver a niveles de 2017. En su declaración, Kim señaló que la estrategia de Corea del Norte iba a cambiar del diálogo a una “acción real impactante” con el fin de “hacer pagar [a EEUU] por los sufrimientos soportados por nuestro pueblo hasta ahora y por el desarrollo hasta ahora frenado”. Añadió que Corea no estaba ya ligada por ningún compromiso advirtiendo que “el mundo iba a observar una nueva arma estratégica en el futuro próximo”.

Esta declaración no hace sino confirmar que el estancamiento producido tras la cumbre fallida de Hanoi, que terminó de forma abrupta puede provocar un empeoramiento de la situación geopolítica en la península coreana y una prolongación del status quo. Este cambio de estrategia anunciado por Kim Jong-Un podría plasmarse en una nueva escalada mediante el lanzamiento de misiles de alcance medio, llegando incluso al lanzamiento de un misil intercontinental o el lanzamiento de misiles desde submarinos con el fin de demostrar sus capacidades tecnológicas. Aunque no hay que descartar que la acción real impactante a la que se refirió en su discurso sea una prueba nuclear, su probabilidad es baja debido a la presión aún mayor que recaería sobre el país. 

La ruptura del diálogo en Hanoi no ha hecho sino convencer al líder norcoreano de la importancia de mantener su arsenal nuclear y sus capacidades militares. Según el líder norcoreano, el fracaso del proceso fue debido a la supuesta mala fe de EEUU que ha continuado imponiendo sanciones, realizando ejercicios militares y haciendo demandas cada vez más exigentes que hubieran puesto en peligro la dignidad nacional. Lo cierto es que la incapacidad de las partes para ponerse de acuerdo en el concepto de desnuclearización es el problema básico que impide el entendimiento mutuo.

Porque a pesar de que en la declaración conjunta de Singapur se comprometieran a crear un régimen de paz y a la desnuclearización completa de la península, lo que uno y otro entienden por desnuclearización es muy diferente. Para Corea del Norte la desnuclearización implicaría que Estados Unidos renunciase a extender su paraguas nuclear sobre Corea del Sur y, muy probablemente, sobre Japón. Para EEUU, la desnuclearización implicaría el abandono de las armas nucleares por Corea del Norte de manera “completa, verificable e irreversible”. Ambas posiciones son completamente inaceptables para la otra parte, llevando la controversia a un callejón sin salida.

Tampoco se han cumplido ni las esperanzas norcoreanas de ver reducidas las sanciones internacionales que pesan sobre la economía del país, ni las esperanzas de Donald Trump de conseguir una victoria en el escenario internacional cerca de las elecciones de 2020.

En los últimos meses, el impulso ganado durante las diferentes cumbres parece haberse esfumado y este año es poco probable que vayan a haber grandes cambios si atendemos a la coyuntura internacional. En primer lugar, este año 2020 es año electoral en EEUU. Nos encontramos a apenas 9 meses de las elecciones presidenciales y Trump se presenta a la reelección, lo que va a absorber cada vez más su atención. Dado que otro fracaso más en los intentos por llegar a un acuerdo con Corea del Norte es un riesgo demasiado grande en relación con las ganancias a extraer durante la campaña electoral, lo más probable es que no haya ningún movimiento por parte de la administración estadounidense en este año.

En segundo lugar, en Corea del Sur la política del presidente Moon Jae-in de aproximación a su vecino todavía no está dando ningún fruto visible. Aunque todavía tiene dos años y medio por delante, la situación interna del país complica sus opciones a la hora de ejecutar su política. La deteriorada situación económica, provocada por la guerra comercial entre EEUU y China y por su disputa comercial con Japón, sumada a la crisis política abierta por un escándalo ligado a su ministro de Justicia, va a marcar las próximas elecciones legislativas de abril y los dos años finales de su mandato. Si los resultados de las elecciones fuesen malos para el partido democrático de Moon, su capacidad para llevar adelante sus ambiciosos proyectos se vería recortada.

Finalmente, a pesar del reciente acuerdo comercial entre EEUU y China, las disputas comerciales no han acabado. Sin la cooperación de China, cualquier estrategia que pretenda poner contra las cuerdas a Kim Jong-Un es inútil. Por esa razón, los intentos de establecer un diálogo bilateral van a necesitar de una relación fluida entre Washington y Pekín, lo cual no parece, a priori, factible a corto plazo.

Por lo tanto, una Corea del Norte enrocada y sin iniciativas aceptables para EEUU.; unos EEUU que ya están en modo electoral; una guerra comercial abierta entre las dos principales potencias y un gobierno coreano a la expectativa del resultado electoral de abril, son los ingredientes adecuados para un estancamiento del proceso y un retorno al status quo. Ante esta situación, Corea del Norte seguirá ampliando sus capacidades militares y su arsenal, causando de forma periódica las crisis necesarias para mantener la atención estadounidense, pero a la vez evitando acciones que justifiquen más sanciones dejando, así, la puerta abierta a nuevas negociaciones, siempre a la espera de las elecciones presidenciales en EEUU.