El terrorismo yihadista. El yihadismo en el Sahel amenaza a Europa

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Los riesgos a los que se enfrentan las sociedades modernas son muchos y variados, pero, aunque algunos de ellos sean de naturaleza desconocida, para la mayoría existen medios de lucha o se tiene la certeza de que tarde o temprano se encontrará el arma adecuada para combatirlos. Sin embargo, el terrorismo se ha convertido en la peor de las amenazas por la sensación de inseguridad que produce en los ciudadanos el hecho de que cualquier persona pueda causar una masacre en el momento o lugar más insospechado.

La ONU define el terrorismo como «cualquier acto destinado a causar la muerte o lesiones corporales graves a un civil o a un no combatiente cuando el propósito de dicho acto, por su naturaleza o contexto, sea intimidar a una población u obligar a un gobierno o a una organización internacional a realizar una acción o abstenerse de hacerla». La Resolución 1566 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) especifica que estos actos criminales no admiten justificación e insta a prevenirlos y sancionarlos con penas adecuadas a su naturaleza.

En el ámbito de las Naciones Unidas, se ha debatido en múltiples ocasiones el uso del término, pero no se ha llegado a un acuerdo por no incluir como terroristas determinadas actuaciones realizadas por algunos estados.

El terrorismo yihadista

El término «yihad» es muy debatido dentro del islam debido a sus diferentes interpretaciones. Para la mayoría de musulmanes representa el «esfuerzo» que se debe realizar para ser mejor musulmán. Literalmente significa «lucha», por eso se ha usado para legitimar la conquista de nuevos territorios o recuperar los que consideran que les pertenecen. Los radicales la definen como «guerra santa» y con ello tratan de justificar los ataques terroristas.

El yihadismo1 se ha usado para denominar, dentro del islam, a los grupos que hacen uso de extrema violencia. Proviene del salafismo, movimiento ultraconservador suní que defiende las tradiciones del salaf (las tres generaciones posteriores a Mahoma).

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El salafismo condena la violencia injustificada, sin embargo, la corriente salafista yihadista la considera un instrumento legítimo para alcanzar sus fines. El retorno a los orígenes del islam tiene varias interpretaciones, no obstante, en todas ellas el fin es la creación de un califato y extender el islam a todo el mundo. El primer paso consiste en derrocar a los regímenes considerados apóstatas2.

Tras el ataque terrorista del 11S, se empezó a denominar «terrorismo islamista» al nuevo fenómeno. Sin embargo, las protestas del mundo árabe por la vinculación del terrorismo con el islam y para aislar a la minoría radical, se comenzó a usar la acepción «terrorismo yihadista».

El yihadismo apareció al final de la Guerra Fría cuando el conservadurismo musulmán se opuso al proceso de globalización porque influía negativamente en sus sociedades y agredía las tradiciones y creencias religiosas. El panorama internacional marcó su evolución. Hasta comienzos del siglo actual, su actividad se centró en determinados países (Argelia, Chechenia, Irak, Libia, etc.) para derrocar sus regímenes. Los grupos terroristas eran de carácter local y capacidad reducida.

La irrupción de Al Qaeda le convirtió en referente para otros grupos terroristas y Occidente pasó a ser su principal objetivo. A partir de entonces, comenzó una nueva fase de descentralización y actuación con ámbito global.

En este nuevo tipo de terrorismo ha tenido gran incidencia el proselitismo que se ha beneficiado de la radicalización de individuos en diversas partes del mundo. La publicidad de los atentados y el uso de internet han favorecido la integración de un importante número de simpatizantes. Además, el discurso radical de ciertos clérigos en la UE ha calado en sus feligreses, sobre todo en los más jóvenes que anhelan unirse a una causa considerada legítima. Estas comunidades, que ocupan barrios marginales de algunas ciudades europeas, conforman grupos desarraigados y sin expectativas de futuro, se han convertido en bases de captación de nuevos miembros. El yihadismo les ofrece oportunidades, la pertenencia a un grupo afín y una causa justa por la que luchar.

Yihadismo suní

La mayor parte de los grupos yihadistas profesan la confesión suní. El sunismo, rama más conservadora del islam, lo practica el 90 % de los musulmanes. Arabia Saudí lidera esta corriente pues, aunque no es el país de mayoría suní más poblado, alberga la Meca y Medina que, junto a la mezquita Al Aqsa en Jerusalén, son los lugares santos para todos los musulmanes. El chiismo, corriente capitaneada por Irán, supone menos del diez por ciento restante. El jariyismo es la tercera corriente y además existen otras confesiones minoritarias (sufismo, drusos, etc.).

El yihadismo ha sido profusamente utilizado por grupos de origen suní. Sin embargo, también caló dentro del chiismo, tras la revolución islámica en Irán, con las proclamas del ayatolá Jomeini referidas a la yihad contra Occidente.

Grupos yihadistas

El grupo libanés Hezbolá es el más prestigioso de los grupos yihadistas chiíes. Está dotado de buena estructura militar y posee gran cantidad de armamento. En 2006, se enfrentó, con éxito, a las fuerzas de defensa israelíes. En la actualidad, combate en Siria en apoyo del régimen de Al Asad.

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Entre los grupos yihadistas suníes sobresalen Al Qaeda y el Dáesh (también llamado Estado Islámico). Sus miembros, y otros en su nombre, han llevado a cabo graves atentados en casi todo el mundo.

Al Qaeda

El atentado más famoso realizado por Al Qaeda es el conocido como 11S, pero esta organización también fue responsable de otros muchos como los realizados contra las embajadas estadounidenses en Dar es Salam y Nairobi en 1998, Madrid en 2004, Londres en 2005, etc.

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Desde su creación, Al Qaeda estuvo dirigida por Bin Laden, líder fanático y carismático con gran prestigio alcanzado luchando contra los rusos en Afganistán. Bin Laden financió el yihadismo en numerosas zonas hasta que, en 2011, fue eliminado por los americanos en Abbottabad, Pakistán.

En 1998, Al Qaeda consiguió un acuerdo con otros grupos yihadistas que, hasta entonces, actuaban de forma independiente, para atentar contra intereses occidentales en cualquier parte del mundo.  Al Qaeda se convirtió en la organización  unificadora  del yihadismo suní y asumía funciones de coordinación, adiestramiento y financiación de los diferentes grupos.

Entre sus socios había representación de muchas partes del mundo como era el caso de Abu Suyyaf en Filipinas, Jemaa Islamiya en Indonesia, Lashkar e Taiba en Pakistán, Yihad Islámica en los territorios palestinos, etc. En África se unieron el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate en Argelia (posteriormente llamado Al Qaeda en el Magreb Islámico, AQMI), Gama´a Islamiyya en Egipto, Al Shabab en Somalia, etc.

Todos estos grupos tienen la misma ideología y unas características comunes entre las que destaca su modus operandi. Para lograr sus objetivos, salvando diferencias tradicionales y religiosas, en ocasiones han establecido lazos con el radicalismo chií3.

El Dáesh

El Dáesh ha alcanzado triste notoriedad en los últimos años. Su líder, Abu Bkar al Baghdadi, se autoproclamó califa, en 2014, en la ciudad iraquí de Mosul, exigió obediencia a todos los musulmanes e instauró un régimen radical con aplicación estricta de la sharía4. Algunos grupos terroristas, como es el caso de Boko Haram en Nigeria, acataron sus consignas.

La rama de Al Qaeda en Irak, liderada por Al Zarqaui, se separó de la organización, incumplió sus instrucciones y comenzó a actuar de forma autónoma cometiendo sangrientos atentados contra la comunidad chií iraquí. En 2006, Al Zarqaui murió tras una a ataque norteamericano y le relevó Ayyub al Masri que también desapareció un año más tarde. Le sucedió Al Rashid al Baghdadi que en 2010 fue también eliminado. Entonces tomó el mando el que sería el verdadero líder del Dáesh, Abu Bakr al Baghdadi.

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El Dáesh conquistó primero una zona del norte de Irak y, aprovechando el caos de la guerra de Siria, consiguió en poco tiempo dominar un amplio territorio tomando posesión, en 2013, de la simbólica ciudad de Al Raqa. Un gran número de musulmanes radicales procedentes de todo el mundo se le unieron.

El ámbito del autoproclamado califato incluía cualquier territorio donde se ubicará una comunidad musulmana o la hubiese habido en otra época, como era el caso de España (Al Ándalus). Sus ambiciosas pretensiones abarcaban medio mundo, prácticamente toda Asia, el norte y centro de África y el centro y sur europeo.

Al principio no se le concedió la debida importancia, pero su rápido crecimiento, el control de ricas áreas de hidrocarburos y la facilidad para financiarse levantaron las alarmas. Sin embargo, lo que en realidad les convirtió en primer objetivo fueron las ejecuciones públicas que grabaron y distribuyeron a todo el mundo y los atentados contra intereses árabes, norteamericanos, rusos, además de los realizados en ciudades europeas.

La aviación rusa, norteamericana y de otros países inició una serie de ataques contra sus posiciones. Al mismo tiempo unidades terrestres sirias y kurdas, apoyados por fuerzas especiales norteamericanas, comenzaron a infligirles series derrotas y a recuperar el territorio que habían conquistado. En octubre de 2019, Al Baghdadi fue eliminado. Su sucesor, Al Quraishi, carece del carisma del anterior y el Dáesh ha ido perdido capacidad, aunque todavía dispone de fuerza remanente para llevar a cabo atentados en cualquier parte del mundo.

Terrorismo en África

En la última década, el terrorismo se ha expandido en el continente africano. Los grupos yihadistas se han asentado en un gran número de países y los atentados se han multiplicado. Tanto Al Qaeda como el Dáesh han extendido allí sus tentáculos y sus franquicias han ocupado diversas áreas. El Magreb, Somalia, Kenia, Tanzania, Mozambique, etc. han sufrido los zarpazos del terrorismo, pero donde se ha mostrado más activo y con mayor virulencia ha sido en el Sahel. Mali, Burkina Faso, Níger, Nigeria, etc. han sido escenarios de graves atentados que han afectado a sus nacionales y a intereses extranjeros.

La repercusión internacional de la situación que se está viviendo en África quizás no ha tenido el suficiente eco por el protagonismo de la guerra en Siria. Sin embargo, la evolución de este conflicto ha provocado que algunos grupos terroristas hayan desplazado a parte de sus miembros a diversos escenarios de África dónde la presión sobre ellos es menor. El yihadismo ha encontrado allí las condiciones ideales para propagarse, gobiernos corruptos, grandes áreas de terreno despobladas y una masa de población joven que les provee de nuevos miembros. Todo ello ha facilitado un rápido crecimiento que amenaza con extenderse a toda el continente.

Situación en el Sahel

La región del Sahel se extiende desde el Atlántico hasta el mar Rojo. Cubre una extensa área limitada por el desierto del Sahara y la gran sabana africana. Sus dimensiones son enormes, más de 5000 kilómetros de oeste a este y 600 de norte a sur. La superficie corresponde a 11 países cuya población se aproxima a los 500 millones, la mayoría jóvenes, y un índice medio de natalidad próximo al 5 %5.

En los últimos años, las acciones terroristas se han multiplicado en la zona y el número de víctimas ha aumentado de forma considerable. Los objetivos de los atentados han sido personas e instalaciones locales y también de otros países principalmente empresas europeas con intereses en la zona.

La mayoría de grupos terroristas acataron las consignas de Al Qaeda y del Dáesh y los más activos en la actualidad son los siguientes: Grupo de apoyo al islam y los musulmanes (GSIM, por sus siglas en francés).

Es el representante de Al Qaeda en el Sahel y conforma una coalición de grupos salafistas con ámbito de actuación en Mali, Níger y Burkina Faso. Se formó por la fusión de «la facción sahariana de Al Qaeda del Magreb islámico (AQMI)», Al Morabitun, Ansar Dine grupo compuesto por tuaregs y el Frente de liberación de Macina.

Ansarul Islam (Defensores del islam).

Grupo asociado a Al Qaeda que actúa en Burkina Faso y Mali. Aunque es autónomo, tiene contactos con el Frente de liberación de Macina y todo hace pensar que se unirá a la coalición del GSIM.

Estado Islámico en el gran Sáhrara (ISGS, por sus siglas en inglés).

Formaba parte de Al Morabitun pero se separó y acató las consignas del Dáesh en 2015. Actúa en el área fronteriza de Mali con Burkina Faso y Níger.

Grupo filial del Dáesh que actúa en el noreste de Nigeria. Apareció en 2002 como un movimiento religioso liderado por el clérigo Mohamed Yusuf que intentó, sin éxito, aliarse con AQMI. En el año 2009, Yusuf fue ejecutado y su sucesor, Abubakar Shekau, mucho más radical, inició una serie de atentados y secuestros masivos que levantaron las alarmas de la comunidad internacional.

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En el año 2015, Shekau juró lealtad al Dáesh y Boko Haram pasó a llamarse ISWAP. Sin embargo, Al Baghdadi, disconforme con los métodos de Shekau, nombró líder de ISWAP a Abu Musab Al Barnawi, hijo de Yusuf, y el grupo se dividió en dos partes diferenciadas. ISWAP, con más de 5000 combatientes, se convirtió en la franquicia  más numerosa del Dáesh fuera de Oriente Próximo.

Shekau permaneció al frente de la otra facción, que tomó el antiguo nombre Boko Haram, y reunió en torno a los dos mil terroristas.

Con la existencia de estos dos numerosos grupos, Nigeria es, junto a los Estados fallidos de Libia y Somalia, uno de los tres puntos calientes de toda África.

Posible evolución del yihadismo en África

La guerra civil de Argelia, a comienzos de los 90 del siglo pasado, determinó el inicio del terrorismo en África. Tras 10 años de lucha, el Ejército argelino logró derrotar a los dos grupos salafistas más activo: Ejército Islámico de Salvación (EIS) y Grupo Islámico Armado (GIA). Un núcleo escindido del GIA: el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC) se unió a Al Qaeda y cambió su nombre por Al Qaeda del Magreb Islámico.

La presión de los países del Magreb sobre los grupos terroristas hizo que estos se desplazasen hacia el sur buscando zonas más seguras. Algunos de ellos se agruparon en coaliciones y en el Sáhara surgió GSIM apoyada y financiada por Al  Qaeda. Aunque el grado de cohesión interna de GSIM no es muy fuerte, el alcance territorial de sus redes es cada vez mayor y constituye una grave amenaza para la seguridad en África y, por proximidad, para Europa. Algunos de los grupos de GSIM están implantados en zonas ricas en recursos como son las reservas de hidrocarburos y gas en Libia, Nigeria y Argelia. Su control, al igual que sucedió con el Dáesh en Siria e Irak, constituiría el medio ideal para financiarse y conseguir más adeptos.

Aunque sea poco probable, no hay que descartar alianzas entre grupos afines al Dáesh y Al Qaeda en el Magreb pues ambos buscan los mismos objetivos. La caótica situación que presenta Libia les facilitaría asentarse en el país y aumentar su influencia en Túnez, Argelia y Marruecos. También haría factible el establecimiento de relaciones con los grupos yihadistas malienses para restablecer el control sobre el norte del país.

Por otro lado, a pesar de sus diferencias, también podría ser posible la reunificación entre ISWAP y Boko Haram. Entre ambos grupos sumarían 7000 terroristas y controlarían un vasto territorio en el noreste de Nigeria.

Las alianzas no se pueden descartar, porque ya se han realizado en el pasado6 y, por lo tanto, deberían contemplarse como hipótesis más peligrosas. Convendría contemplarlas y consecuentemente establecer las medidas que garanticen la seguridad.

Amenaza para Europa

Europa es objetivo de los yihadistas porque, según ellos, forma parte de la conspiración mundial para acabar con el islam7. Durante la guerra de Irak de 2003, Al Qaeda amenazó a la coalición internacional con atentados en sus países y no tardó en cumplirlo pues algunas ciudades europeas (Londres, Madrid, París, etc.) sufrieron el zarpazo terrorista.

La aparición del Dáesh vino a complicar la situación en la UE pues, en su nombre, pequeños grupos e individuos radicalizados (lobos solitarios), con atropellos masivos y ataques con arma blanca, sembraron el terror en Barcelona, Berlín, Bruselas, Londres, París, etc.

Al contrario de lo que se pueda pensar, estos ataques obedecían a un plan minucioso y premeditado. No es casualidad que, a pesar del estado de máximo grado de alerta por riesgo de terrorismo, se atentara en Bruselas, sede de la OTAN e instituciones de la UE, o en las capitales de los principales motores económicos europeos. El objetivo es sembrar el pánico y excitar sentimientos xenófobos contra la comunidad musulmana.

Los grupos terroristas necesitan mantener alta la moral de sus miembros y muestran su fortaleza con su capacidad de atentar en cualquier lugar. Si el escenario es un país occidental, el éxito es mayor por la repercusión que tiene en la opinión pública mundial. Además, necesitan dar respuestas contundentes a las agresiones que sufren en zonas de conflicto que, para ganarse la simpatía de la comunidad islámica, las presentan como si lo fueran contra todos los musulmanes. El mejor método es realizar atentados en los países agresores.

Europa se ha convertido en escenario de lucha para estos nuevos muyahidines. Desde los tiempos del Imperio otomano, los Balcanes acogen una gran comunidad musulmana. A este importante colectivo centroeuropeo hay que sumar los que existen, producto de la emigración, en Alemania, Francia, Bélgica, España, etc. que no dejan de aumentar. El número de musulmanes en Europa se aproxima a los cincuenta millones.

Pero es que África está separada de Europa por unos pocos kilómetros y Marruecos tiene frontera con España en Ceuta y Melilla, por lo que, como se observa día a día, alcanzar la UE es relativamente sencillo.

Iniciativas para combatir el yihadismo en el Sahel

La población africana ronda los 1 300 millones de habitantes y el elevado índice demográfico propiciará un gran crecimiento en poco tiempo. Aunque existen grandes diferencias entre algunos países, el nivel de subdesarrollo es muy alto y un buen ejemplo lo constituyen los que conforman el Sahel. La presencia de multitud de grupos terroristas, que amenazan la paz y seguridad, han convertido la zona en una de las más inestables del continente. Esta situación ha obligado a emigrar hacia la UE a muchos africanos y de ellos los que proceden del Sahel conforman la comunidad más numerosa.

Los yihadistas han conseguido dominar amplias áreas del Sahel y se están extendiendo al resto del continente. En Libia ya están presentes e intentan establecer células en Túnez, Argelia y Marruecos. Es muy probable que, entre el flujo de emigrantes, también intenten infiltrar algunos de sus miembros en la UE. La detección de estos individuos es una tarea muy complicada. Los países centroafricanos, los del Magreb y la UE no pueden consentir que el Sahel se convierta en un enorme santuario de terroristas y la base desde donde alimentar sus células y coordinar sus acciones.

Para hacer frente a este peligroso enemigo se han puesto en marcha algunas iniciativas como el G5 del Sahel (Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania y Níger), marco de cooperación regional para actuaciones de desarrollo y de seguridad. Este grupo ha sido financiado en parte por la UE, pero estos programas son objetivos a largo plazo y basados fundamentalmente en políticas de desarrollo. La amenaza actual y su prevención en el futuro inmediato requieren un incremento sustancial en todo lo relativo a la seguridad.

Los países africanos son responsables de su seguridad, pero carecen de suficientes medios humanos y materiales para controlar sus vastos territorios. Por eso, son muy importantes las medidas de colaboración y apoyo de manera similar al proyecto que la UE está financiando en Mali. Conviene no olvidar que los recursos de estos países son su principal fuente de ingresos y gran parte de la exportación tiene como destino Europa por lo que su estabilidad es clave para la economía europea.

Existe una serie de medidas que deberían contemplarse para detectar a los yihadistas y anticiparse a sus acciones. Se considera necesaria una estrecha colaboración policial y de los servicios de inteligencia entre los países afectados, europeos, africanos y, de forma especial, los del Sahel. Sería deseable crear una amplia base de datos de los terroristas y un ágil sistema de comunicación para identificarlos y localizarlos en un tiempo mínimo. Finalmente, se necesita mejorar cualitativamente las fuerzas de seguridad locales y disponer de unidades especiales modernas con medios adecuados para la lucha antiterrorista.

Todas estas medidas requieren un intenso trabajo político y diplomático, pero si no se actúa rápido la expansión de este enemigo, así como el daño que cause serán cada vez mayores.

Casimiro Sanjuán Martínez*

Doctor en Paz y Seguridad Internacional

BIBLIOGRAFÍA y NOTAS A PIE DE PÁGINA

1-Las banderas que usan los grupos yihadistas suelen ser de fondo negro y en el centro llevan una leyenda llamada «shahada» que es la declaración de fe en Alá.

2- Regímenes apóstatas son todos aquellos que, según los radicales, se han apartado del conservadurismo religioso o mantienen lazos con Occidente.

3-En las últimas décadas se han prodigado las acciones coordinadas entre Hamás y Hezbolá para atacar a Israel.

4- La sharía o la ley islámica es el cuerpo del derecho islámico. Constituye un código de conducta que incluye normas relativas a la moral, forma de vida, modos del culto, etc. Indica las conductas y cosas que están prohibidas y las permitidas, así como lo que está bien o mal. GOYRET, L. “Claves para entender la ley islámica de la sharía”, 2014.

5- La tasa de natalidad en Europa en el año 2020 apenas llega al 1,5 % mientras que en los países del Sahel se sitúa en torno al 5 %.

6-Las alianzas entre grupos terroristas se han producido en varias ocasiones. Como ejemplo se puede citar la colaboración de Wilayat al-Barqa, grupo afiliado al Dáesh, con la facción de Al Qaeda en Libia para combatir al general rebelde Khalifa Haftar o la ya tradicional del grupo suní Hamás y el chií Hezbolá para atacar coordinadamente a Israel.

7- Al Qaeda proclamó, en 1998, que matar a estadounidenses y a sus aliados en cualquier lugar del mundo es un deber de todo musulmán.

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