
¿Cómo se construye el alma de un país? "The soul of America". Al alma de América apelaba la campaña de Joe Biden. ¿Cómo se cose una nación? ¿Cómo podemos levantarnos un día tras otro y seguir creyendo en nuestros políticos cuando se nos instruye en el odio hacia ellos? ¿Cómo se puede levantar un proyecto común? ¿Qué sociedad puede estar libre del odio? ¿Qué puede darme una urna que no me dé yo mismo con mi trabajo?
Todas esas preguntas angustian y desesperan a millones de personas. Por eso Donald Trump y su populismo abrasó Estados Unidos en 2016. El auge del populismo se basa en la aparición de tensiones y rupturas sociales que están siempre vinculadas a procesos de transformación complejos. Es la era de la lucha de identidades. El sueño americano se ha deshecho. Los índices de pobreza, desigualdad o racismo han roto la idea de la prevalencia mundial de EEUU. El populismo siempre va unido a la implicación de líderes como Trump y a la asunción de plataformas como los partidos de estos fanatismos. Muchos no se explicarán cómo ahora el Partido Republicano abandona las tesis de fraude electoral de Trump tras haberlo llevado a la Casa Blanca en 2016. La realidad es que ahora se enfrentan a una ruptura porque la semilla del populismo de derechas ha sido apoyada por 74.223.744 votos, abonando la polarización de la sociedad. Los republicanos han presentado demandas para que se investigue el fraude electoral en varios Estados, respaldando así la teoría de la conspiración del presidente. El Partido Republicano, al igual que los que han minimizado la influencia de un populista a los mandos de una superpotencia, es cómplice de la degradación del sistema político estadounidense.
Tal y como explican Daniel Ziblatt y Steven Levitsky en ‘Cómo mueren las democracias’, el sistema democrático no terminará con golpes de estado armados como contemplábamos en el siglo XX. En el siglo XXI, en nombre de la antipolítica, será la deslegitimación de las instituciones, la descalificación del que no piensa como yo, el rechazo a las normas del juego democrático como el resultado de las elecciones, y el señalamiento a los medios de comunicación con acusaciones de fomento de las fake news.
El asalto al Capitolio pretendía robar al pueblo estadounidense la oportunidad de responder a esas mismas preguntas. Destruir el mandato legítimo de las urnas que habían decidido frenar el racismo, el negacionismo y el aislacionismo de Trump. Nadie habla más alto y más claro que los ciudadanos. Cuando atentan contra la democracia, atentan contra nuestro modo de vida, contra nuestras frustraciones, nuestras esperanzas. Asaltan el Capitolio. Asaltan a todos. Se asaltan a sí mismos.
Esos personajes de la "América blanca" que irrumpen en el Capitolio cual turba embravecida rompiendo ventanas y saqueando atriles portan la bandera y la destruyen. En la era del meme tendemos a creer que estamos en posesión de la verdad y que el resto solo son locos cuyo aburrimiento les lleva a seguir los dictados de un personaje como Donald Trump. Pero no podemos seguir defendiendo que los populistas desaparecerán con la llegada de Joe Biden.
No es una cuestión solo de EEUU, sino que todas las democracias del mundo, como España, sufren el avance del populismo por el apoyo de partidos de centro derecha. Los trumpistas que interrumpieron la ratificación del Congreso de la victoria electoral de Biden creen que están haciendo un servicio a su país. Creen firmemente que deben salvar a EEUU de los malvados intereses de la clase política, concebida como una élite; que se ha cometido un fraude electoral, y que el marxismo, socialismo y todos los ismos quieren tomar el control del país. Adquieren sus argumentos a partir de páginas web que podemos calificar como fake news. Son, en su mayoría, seguidores de extrema derecha y supremacistas blancos. Entre ellos esta Yellowstone Wolfe, el hombre con los cuernos, que pertenece a QAnon, un grupo de extrema derecha que cree que varios demócratas están detrás de una red de pederastia y en contra de Donald Trump y sus seguidores.
Asistimos incrédulos al ataque a la mayor democracia del mundo. Mike Pence, que se negó a revertir el resultado electoral, ha roto con Donald Trump mientras sobre él cae la sombra de un veloz impeachement o la aplicación de la 25º Enmienda para cesar a Trump por incapacidad. Precisamente por su capacidad demostrada para tensionar a la sociedad estadounidense. Por mucho que nos sorprenda, una encuesta de YouGov afirma que un 45% de los votantes republicanos aprueban el asalto del Capitolio.
¿Cómo hemos podido creer, ilusos, que Trump sería un mal recuerdo? ¿Cuánto se ha deteriorado la democracia? Las acciones de Trump han sido vitales para alimentar el populismo, pero sería un error gravísimo ignorar la retroalimentación de quienes le apoyan para dar siempre un paso más allá.
¿Cómo se construye el alma de un país? ¿Cómo la recuperamos? Quizás la única lección que podemos sacar es la defensa unánime e irrenunciable de la democracia. La necesidad de protegerla de quienes quieren destruirla, de quienes sacan provecho de la polarización de las sociedades, de la deslegitimación de las instituciones, de los que dentro o fuera de ella denigran a nuestra clase política con actuaciones indignas. Quiera el periodismo ser capaz de reflexionar y señalar a quienes contribuyen a blanquear el extremismo, de quienes debilitan nuestra democracia. Quiera asumir sus culpas y errores, quiera tomar medidas e imponerse contra la tiranía. Quiera ir más allá de la burla a los seguidores de los Trump del mundo, quiera informar sobre sus preguntas y ayudar a buscar las respuestas.