Opinión

Sánchez, la antítesis del liderazgo

Tanto por orientación profesional como por vocación personal, he pasado muchos años dedicado al estudio, puesta en práctica y a la enseñanza del concepto de liderazgo, sus cualidades, principios, virtudes y de los perniciosos errores que llevan a convertir el ejercicio del propio concepto en algo que no se parece en absoluto y, por tanto, destruyen la imagen y el legado del mismo concepto y sobre todo, de la persona que lo ejerce contra dichos e inamovibles principios.

En primer lugar, un líder no es alguien que lo sepa todo, que su primera, ultima o única palabra, no es la más docta en cualquier tema que se trate abordar. Siempre trabaja en equipo; un equipo, que debe ser seleccionado entre los mejor preparados en diversas facetas y aspectos y que se compenetren y complementen entre ellos de forma habitual.

Su número y composición debe ser el adecuado, no ser excesivo por esfera de control y mantenerlo integro durante el mayor tiempo posible, de lo contrario supone que se haya elegido de forma precipitada o totalmente inadecuada.   
 
Debe trabajar perfectamente ajustado para el cumplimiento de la tarea común como meta final y evitar las fricciones entre sus miembros de forma que nadie intente sobresalir ni duela a unos lo que se decide, de forma colegiada, según la opinión de otros.

Su círculo de colaborares no se basa en cuotas por sexos u otras estupideces, sino en sus capacidades reales y de forma equilibrada para mantener, dentro de límites, los contrapesos.

Se suele trabajar en forma de reuniones de grupo para abordar los temas y encontrar la mejor solución al problema en ciernes. Reuniones de trabajo donde el propio líder escucha -jamás impone- las diversas opiniones y las líneas de acción que se deriven de las anteriores; una vez aceptadas las anteriores, se procede a su confrontación con la necesidad a cubrir y a la comparación entre ellas para determinar cuál es la mejor o, si cabe una mezcla de varias de ellas, como mejor solución. Una vez elegida, se procede a la elaboración de un plan, un reparto de tareas y se marca y acota en el tiempo y el espacio los hitos importantes para llegar al resultado final.

Salirse del anterior método no debe ser habitual y mucho menos, actuar al margen de las opiniones del grupo; hacerlo así, supone imprimir al trabajo y a las soluciones un carácter personalista, impositivo y cuasi dictatorial en el que nadie se ve implicado realmente y los problemas y las consecuencias derivadas de las decisiones así tomadas suelen traer graves consecuencias o reiteradas rectificaciones; al igual si se le otorga concede vía libre a cada miembro a actuar por su cuenta, sin consultar con el resto de los miembros, especialmente, a los más expertos y adecuados en materias sensibles.

No por mucho abarcar, se hace un mejor trabajo; más bien al contrario. Resultan actuaciones poco elaboradas, hechas sin los plazos precisos, sin atender a las consideraciones u objeciones del resto del equipo u obviando las derivadas de las mencionadas preceptivas consultas, vinculantes o no, a organismos externos que inciden en auxiliar la labor del equipo.

Con respecto a los trabajos elaborados, corresponde al líder velar por la franqueza, limpieza y pulcritud en su ajuste a la legislación, usos y costumbres y en no esconder nada de ellos. La opacidad y el oscurantismo, no reportan más que sospechas sobre la idoneidad del líder y/o de su equipo, suelen provocar rechazo y hasta recursos legales en su contra; por lo que su definitiva y pulida implantación se suele retrasar provocando daños no deseados aparentemente.

Un auténtico líder, debe ser valiente y responder siempre de los trabajos presentados por su equipo una vez estén estos adoptados y transformados en las pertinentes acciones; él es el máximo responsable de todos ellos; no debe buscar o delegar las responsabilidades en los demás y está obligado a reconocer en su justa media los apoyos externos recibidos y a afrontar sin cortapisas ni vericuetos, con valentía y generosidad los resultados, las posibles culpas y sus reclamaciones o rectificaciones.

Debe saber reconocer sus limitaciones, incapacidades o clamorosos errores con valentía y adoptar las medidas necesarias para que situaciones similares no se repitan. Dejar aparcados o escondidas las cosas perniciosas o los errores adoptados para que sea el tiempo quien los tape con el manto del olvido, no es digno de un buen líder; es precisamente él quien debe velar en todo momento por la confección y puesta a punto de las lecciones aprendidas de sus actos para evitar caer en el mismo error o cómo camino a adoptar por los buenos resultados obtenidos en situaciones similares.

Una vez trazado un plan general de actuación -salvo que este demuestre su incompetencia o graves errores- debe ser seguido con el máximo rigor posible; el líder debe velar evitar los cambios de dirección de los esfuerzos o de las reglas de juego a mitad de la acción iniciada. A pesar de lo anterior, cuando sea preciso algún cambio, por imposición forzosa o por mero albur personal, debe ser bien explicado y justificado tanto al equipo, como a quienes depositaron su confianza en ellos.

Utilizar sin recato y abusar de los medios puestos a su disposición por satisfacción personal o mejora de imagen y endeudar desorbitadamente la empresa o el país que se dirige, son parte de los mayores errores en los que un líder puede caer. Dejar la economía saneada, limpia y clara sin grandes pufos oficiales y millones de facturas ocultas en los cajones son prueba de gran desidia e ineptitud para ejercer liderazgo alguno.

El trabajo del líder es preparar, mantener y mejorar las capacidades de su equipo y organismos auxiliares en beneficio de la empresa para la que trabaja; nunca debe ser visto como una oportunidad para enchufar en cargos, carguitos o cargazos a personas cuya única valía es ser pariente o amigo íntimo del líder.

Por último y por no expenderme más -cosa que mis buenos amigos siempre me reprochan y les agradezco- un líder, mientras ejerce su trabajo, no lo debe tomar como un escaparte en beneficio de sí mismo y mucho menos, como un trampolín para saltar a puestos de mayor enjundia o que le proporcionen pingues beneficios, por ser situaciones, que le obligan a esforzarse en ocultar errores y pufos dejados aparcados para que no disminuya su prestigio.

Aunque quedan muchas cualidades positivas y negativas en el tintero, creo que no hace falta que añada mucho más.