Opinión

El dóberman ya no es lo que era

photo_camera AFP/LUDOVIC MARIN - Pedro Sánchez

Como elemento cumbre de una campaña, el debate se analiza por lo que ofrece, lo que oculta y lo que hubo entre bambalinas. Los he visto desde dentro, y por televisión. Aquí y en otros países. Y sin duda este de Sánchez vs. Feijóo marcará un hito. Nunca se habló tanto encima de la palabra del oponente. Nunca se vio a un candidato tan agresivo (Sánchez se destapó como el temido dóberman), y nunca vimos a unos moderadores que no moderaron nada, ni aportaron nada al debate. Bueno, quizá dejaron hacer y ahí estuvo la gracia. Solos, cara a cara, Sánchez y Feijóo dieron una imagen clara de cómo son o cómo actúan. Un hombre agresivo a la izquierda con pocas trazas de las que suelen vestir a un presidente, y un aspirante con muchas tablas al que nunca pusieron en aprietos.

Cuentan que el presidente tiene los mejores asesores, probados ya en otros eventos previos, se dice que incluso crearon la amenaza del dóberman cuando Felipe estuvo en apuros frente a Aznar. Yo viví aquel segundo debate entre bambalinas, asistiendo a los nervios desatados del todavía inédito MAR (Miguel Ángel Rodríguez) mientras Felipe remontaba el debate tras dar por ganado el primero en que Aznar le demostró que era vulnerable. No sabemos tanto de quién ha preparado a Feijóo, pero sin duda llegó a la audiencia y desarrolló una estrategia más clara. La de pedir que gobierne el que tenga mayoría de votos. Y a Sánchez le colocó un papel en la mesa para firmar un acuerdo (el MacGuffin de Hitchcock) y Sánchez no sabía cómo salir de la trampa más que poniendo cara de descalificador.

Sánchez estuvo prácticamente a la defensiva casi todo el debate. Los golpes del púgil Feijóo, con los números de la economía en la mano eran los más certeros. Llegó enseguida otra tanda con Bildu, Marruecos, el Falcon… de la pesada mochila del que ya ha gobernado que permite atacarle por tantos flancos. Y lo más increíble es que después de cinco años de Gobierno se veía a un candidato Sánchez falto de recursos, improvisando, chillando, sacando los dientes (literalmente) como si el debate no lo hubiera preparado. O es que los nervios le traicionaron y no hizo caso a sus gurús de siempre. O quizá pensaba que el defenestrado Redondo le hubiese afilado mejor los guantes… Queda la duda de por qué este Sánchez desmerecía tanto del que antaño noqueó a Rajoy con mandobles certeros, aquellos que le llevaron a recibir el calificativo de “ruin” por parte de su oponente.

Quería Sánchez devolver la idea del dóberman ahora llamado VOX-Abascal, y repetía una y otra vez esos nombres, mientras que Bildu, Independentistas, Eta, Violadores, “sí es sí…” eran las marcas que le dejaban los golpes del aspirante. Y Sánchez, nervioso, hablaba y hablaba, gesticulaba y sacaba los dientes. Devenía en una imagen de dóberman ladrador, pero poco mordedor.

En aquel debate en Telecinco, cuando MAR veía a Aznar perdido, intentó meterse en el estudio, cuyas puertas blindaban unos forzudos de seguridad. Tuvieron que bajarle los humos y templar sus nervios. El coach (ahora se les llama así a los antiguos asesores, a los Dorado y Pérez Puig de aquella noche en Telecinco, más sus secundarios, ahora aupados a asesores principales) veía a su pupilo caer en el segundo asalto. ¿Qué pensarán ante este Sánchez sus entrenadores, los hombres que alimentaban un dóberman que ahora ha quedado retratado en la mandíbula amueblada de su pupilo, que enseña mucho los dientes, pero apenas muerde?  Los tiempos han cambiado, y aquellas técnicas repetidas una y otra vez parecen ahora obsoletas. Ya no son las fauces del franquismo, ni las del fascismo las que nos venden como susto o muerte. Este nuevo dóberman sobrevenido, trasmutado en un presidente chillón, ya no es lo que era.