Opinión

Es también nuestra guerra

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Putin todavía puede ganar la guerra, lo que nunca podrá es ganar la paz. Puede ganar la guerra, no es imposible que lo consiga porque a pesar de la ayuda que Ucrania recibe, la disparidad de fuerzas en presencia es abrumadora y pronto se incorporarán al frente de batalla los 300.000 reservistas llamados a filas por Moscú y otros que el Grupo Wagner está reclutando en las nutridas cárceles del país a cambio de libertad sin cargos si luchan en sus filas durante seis meses... y sobreviven. Parece que muchos aceptan. Todos ellos están siendo entrenados a marchas forzadas y eso apunta a una ofensiva rusa en primavera sino antes, quizás esta vez con apoyo bielorruso. Ahora la ofensiva ucraniana se ha frenado mientras la población civil sufre lo indecible en un invierno sin electricidad, sin calefacción, sin agua corriente y sin comida como parte de la estrategia rusa de quebrar el espíritu de resistencia del sufrido pueblo ucraniano. A Moscú no parece importarle cometer crímenes de guerra.

Si Rusia ganara y Ucrania desapareciera del mapa, engullida por Rusia, lo que tampoco es imposible, las consecuencias serían terribles para el mundo y para Europa en particular porque Moscú, envalentonado, amenazaría a Polonia y sobre todo a los Países Bálticos donde también hay importantes minorías rusas que “proteger”, por no hablar del estratégico puerto de Riga. Por las mismas razones Georgia y Moldova estarían en peligro pues también allí existen minorías rusas y eso enviaría un pésimo ejemplo a otros, como Orban que también aspira a reunificar a las minorías húngaras que quedaron fuera de sus fronteras. O la misma Serbia, que aspira a la hegemonía en los Balcanes. E inspirada por el ejemplo ruso, que a fin de cuentas habría pagado un precio asumible por su invasión, China podría animarse y atacar Taiwán y a resolver por la fuerza otros conflictos territoriales con India o Japón, Korea del Norte amenazar abiertamente a sus vecinos no nucleares, e Irán dar el paso definitivo y convertirse en una potencia nuclear, lo que desataría una carrera de armamentos en Oriente Medio.

Todo malas noticias porque lo que se produciría si Rusia impone su voluntad es un peligroso estado de anomia al decaer el conjunto de reglas que han regido mejor que peor el mundo desde 1945 hasta hoy y eso daría lugar a una barra libre donde se impondría sin restricciones la ley del más fuerte. Ya saben, el pez grande que se come al chico por la única razón de su tamaño. Aquí no solo está en juego la existencia de Ucrania como país soberano, están en juego nuestra propia seguridad y nuestro nivel de vida en un mundo cada vez más desigual y más antipático.

Eso es lo que Zelensky ha ido a decir al Congreso norteamericano en un discurso muy trabajado e inteligente que comenzó recordando la propia desigual lucha de las Trece Colonias contra el poderoso imperio británico, que acabó siendo derrotado, en una analogía con la actual lucha de su país contra el gigante ruso. Recordó luego el papel de liderazgo que se espera hoy de los Estados Unidos porque la seguridad mundial es indivisible desde el Acta Final de Helsinki de 1975 que consagra la inviolabilidad de las fronteras europeas y la posterior Carta de París de 1990, ambas firmadas por la URSS, mientras que fue la propia Rusia de Putin la que estampó su firma en el Memorándum de Budapest de 1994 por el que Kiev entregaba a Moscú sus arsenales nucleares a cambio de garantías rusas sobre su soberanía, integridad territorial e inviolabilidad de sus fronteras. Visto lo visto, parece un chiste. Si los pactos no se cumplen en este mundo que más que interconectado es interdependiente, nadie está ni puede estar seguro. Finalmente Zelensky recordó a los norteamericanos que su propio bienestar interno es una consecuencia de su seguridad nacional y que ésta depende no solo de la fuerza de sus armas sino también de un sistema internacional basado en normas iguales para todos, en instituciones compartidas, en el libre comercio y en la libre circulación de las ideas. Todo lo cual está hoy en crisis. Y no hay que olvidar que, en definitiva, la propia seguridad de Europa y de Estados Unidos depende de que estén abiertos los estrechos de Ormuz, Bab el Mandeb, Malaca, Suez o Panamá y ese es solo un ejemplo.

Por lo demás Zelensky ha regresado de Washington en medio de imaginables y comprensibles medidas de seguridad con la promesa de recibir baterías de misiles Patriot y otro paquete de casi 50.000 millones de dólares en ayuda militar (no son caridad sino inversión, dijo) aunque no logró -por ahora- ni los aviones, tanques y misiles de largo alcance que también pidió porque EEUU se mueve con pies de plomo y quiere evitar colocar a Rusia en una situación imposible.

Por esas razones soy de los que creen que lo que ocurre en Ucrania nos afecta directamente y que la seguridad de Europa se libra hoy en los campos de batalla de Jersón. Y no solo por razones económicas.

Jorge Dezcallar, Embajador de España