Opinión

La batalla por Madrid

photo_camera Isabel Díaz Ayuso

Los resultados de las elecciones en la Comunidad Autónoma de Madrid el pasado 4 de mayo han reverberado en toda España porque se trata de la región más rica y dinámica del país, con gran diferencia sobre las demás. Y Madrid acaba de dar un sonoro portazo a la política que hacen el PSOE y Unidas Podemos desde la Moncloa con el respaldo interesado de grupos periféricos siempre más atentos a lo suyo que al interés común.

Se acusa a Isabel Díaz Ayuso de ser una populista “trumpista” nacionalista y “tabernaria” cuando, sin descartar sus toques populistas, lo que le ha llevado al arrollador triunfo del pasado martes (más escaños ella sola que las tres formaciones de izquierda juntas) es su decidida apuesta por enfrentarse al Gobierno central y por una economía ultraliberal que mantuviera viva la economía y la hostelería de la capital en tiempos duros de pandemia. Las cifras de víctimas y hospitalizados son altas en Madrid, pero no son peores que las de otras comunidades que cerraron bares y restaurantes además de sus perímetros regionales. A eso le ha llamado Díaz Ayuso “defender la libertad” frente a lo que calificaba de “comunismo”. Naturalmente no ha hablado de desigualdades, aunque estén creciendo de manera alarmante, porque parte de la premisa de que si primero no se crea riqueza no hay luego nada para repartir. El PP ha destrozado a las izquierdas y ha contenido el auge de VOX, de manera que ahora le basta con su abstención para gobernar en solitario que es lo que Ayuso desea.

El gran batacazo ha sido el del PSOE y la culpa es ahí compartida entre Pedro Sánchez (que debería haber tenido la elegancia de acompañar a Gabilondo en su triste noche electoral) y Ángel Gabilondo, que debía haberse plantado cuando Moncloa interfirió en su campaña en el tema de los impuestos y luego le obligó a abrazarse a un tóxico Pablo Iglesias. Su imagen es la de un hombre honrado en el lugar equivocado. El resultado ha sido que Gabilondo quedó primero hace dos años y tercero ahora, con una pérdida de 13 escaños y 275.000 votos. Un desastre achacable sobre todo, a la Moncloa porque Pedro Sánchez cayó en la trampa que le tendió Díaz Ayuso de convertir esta elección en un plebiscito sobre su política. Por eso se equivocan los que ahora en el PSOE y con nula elegancia piden la cabeza de Gabilondo, aunque ya se sabe que a caballo perdedor todo son pulgas. Se dirá que el PSOE obtuvo buenos resultados en las elecciones catalanas y es cierto, pero la razón en buena parte la tuvo el voto constitucionalista útil que se refugió en sus siglas, algo que en Madrid nadie ha necesitado hacer. Con Pedro Sánchez se ha agravado la deriva iniciada con José Luis Rodríguez Zapatero que ha llevado al PSOE a perder sus señas de identidad, hasta el punto de que hoy es difícil saber lo que defiende porque varía según el momento y el lugar, con un alto precio de credibilidad para el partido y también para España.

Más Madrid ha subido cuatro escaños y se sitúa como segunda fuerza en la cámara autonómica y su líder Mónica García dirigirá la oposición, otra píldora amarga para el PSOE y también para Unidas Podemos pues procede de una escisión suya que García ha sabido conducir con más habilidad, menos enfrentamiento y menos crispación. Es posible que lo ocurrido ahora le coloque en mejor posición con vistas a las elecciones de dentro de dos años en Madrid, pero Más Madrid no tiene -al menos por ahora- proyección nacional y lograrla, si lo deseara, exige tiempo. De todas maneras, hará bien el PSOE en vigilar de cerca a quienes compiten por el mismo electorado con más inteligencia que la mostrada por Unidas Podemos.

El portazo que Pablo Iglesias le dio a la Vicepresidencia del Gobierno, tras pocos meses en el puesto, ha sido seguido por una estancia todavía más breve en la política autonómica, como le vaticinó la candidata de VOX en un tenso debate. Tras crispar la campaña, los pobres resultados obtenidos por Unidas Podemos han llevado a Pablo Iglesias a anunciar que abandona la política, algo que se veía venir porque su ego difícilmente se adaptaría al oscuro papel que las urnas le han deparado, y porque el rumor es que tiene otros planes de futuro en el mundo de la empresa. Pero tenía razón cuando explicó su marcha diciendo que su persona era más un lastre que una ventaja para su formación política porque en muy poco tiempo ha dilapidado su caudal personal y político mientras su formación pierde también atractivo, quizás camino de ser fagocitarla por la denostada “Caspa”.

Y Ciudadanos no levanta cabeza a pesar de los esfuerzos del buen candidato que ha sido Edmundo Bal, lastrado por los tumbos y la falta de credibilidad de su partido, una falta de credibilidad que le puede llevar a la desaparición tras haber sido hace pocos años la fuerza más votada en Cataluña y también poder haber sido decisivo en la gobernabilidad de España. La ambición de Rivera y los errores de Arrimadas los ha pagado ahora Bal y esa es mala noticia para el país porque un partido moderado de centro podría contribuir a aliviar la polarización política imperante.

En cuanto a VOX, sin otro programa que crispar el ambiente para llamar la atención, no parece interesado en entrar en el Gobierno, aunque sus escaños sean teóricamente necesarios para que el PP alcance una mayoría absoluta que ni siquiera necesitaría si VOX se abstiene. La ironía es que la importancia de VOX en la próxima Asamblea de Madrid puede ahora depender de la izquierda, porque si ésta se abstiene en la investidura de Díaz Ayuso sus votos no tendrán la menor importancia.

La conclusión es que los resultados de las elecciones de Madrid no se circunscriben a la capital pues acentúan la confrontación entre la izquierda y la derecha, dan un respiro al PP al tiempo que anuncian su giro hacia posiciones más conservadoras, y eso puede complicar aún más la gobernabilidad del país en su conjunto. Todo lo cual exige que el PSOE, desde la Moncloa, haga un serio análisis de los errores que ha cometido para explicar el rechazo que le han mostrado los ciudadanos de todos y cada uno de los distritos electorales de la comunidad de Madrid, todos, a pesar de lo que le susurraban a Sánchez Tezanos y su CIS.

Jorge Dezcallar

Embajador de España