
El 28 de abril el congresista Justin Amash anunció su intención de formar un comité para explorar la posibilidad de ser el candidato del Partido Libertario en las elecciones presidenciales de Estados Unidos que se celebrarán este noviembre. De esta forma, se enfrentará a los candidatos de los dos partidos hegemónicos en Estados Unidos, Donald Trump, republicano, y Joe Biden, demócrata.
Justin Amash, de 40 años y congresista por Michigan desde 2011, fue miembro del Partido Republicano hasta el año pasado. En julio de 2019, Amash decidió darse de baja del partido, decepcionado por la decisión de sus colegas republicanos de defender a Trump durante la investigación sobre el presunto abuso de poder ejercido por el presidente en sus relaciones con el gobierno de Ucrania. La investigación precedió al impeachment contra el presidente, quien fue finalmente absuelto por la mayoría republicana del Senado.
Amash fue el único congresista republicano en apoyar el impeachment, rompiendo líneas con el partido al que había representado desde 2011 y acusando al presidente de “violar la confianza del público”. Por supuesto, su decisión de priorizar su consciencia sobre la disciplina de partido enfureció a Trump, que tras saber que Amash abandonaría el Partido Republicano twitteó: “Grandes noticias para el Partido Republicano, ya que uno de los hombres más estúpidos y desleales del Congreso va a “abandonar” el partido.”
Amash ya había demostrado su lejanía respecto a Trump en 2016, cuando fue uno de los prominentes republicanos que se opusieron vocalmente a la campaña presidencial del magnate neoyorquino, convirtiéndose así en una voz poco común en el actual contexto de polarización partidista en Estados Unidos.
Sin embargo, a pesar de su oposición a Trump, Amash está alejado también de muchas de las tesis del partido Demócrata. Amash es al fin y al cabo un libertario, y como tal reclama políticas que reduzcan al máximo posible el rol del Estado en la vida de los ciudadanos: de hecho, fue elegido congresista en 2010 en el marco de una gran reacción conservadora (el Tea Party) contra la presidencia de Obama y la expansión del Estado en áreas como la sanidad pública o la política exterior.
Por lo tanto, la candidatura de Amash debe leerse como un paso más en su cruzada contra la expansión del Estado, pues defiende las clásicas posturas de los republicanos de antaño: disciplina fiscal, estado pequeño y la defensa de las libertades individuales. En una reciente entrevista a Politico, Amash declaraba que el Partido Republicano “ya no es el lugar para la gente que cree en el liberalismo clásico […] Creo que hoy en día es un lugar para el nacionalismo y el proteccionismo. Básicamente, es un lugar para Trump.”
Es prácticamente imposible que Amash gane las elecciones presidenciales, o incluso que se imponga en un solo estado. El sistema político estadounidense está configurado de forma que sea casi imposible para un tercer partido descollar entre demócratas y republicanos. Y aun así, su candidatura podría ser clave para decantar la balanza a favor de uno de los candidatos.
Durante el último siglo, demócratas y republicanos se han repartido siempre la vasta mayoría de los votos en las elecciones presidenciales. Como se ve en el siguiente gráfico, los candidatos de partidos pequeños (en gris) no han logrado hacerse hueco entre los dos partidos hegemónicos (en rojo los republicanos y en azul los demócratas). Sin embargo, las candidaturas de pequeños partidos en ocasiones han sido muy significativas, al arrebatar un número sustancial de votos a uno de los dos grandes.

El caso más sonado es la candidatura de Ralph Nader en 2000. El republicano George W. Bush ganó las elecciones ese año con una ventaja ínfima sobre su rival Al Gore. Bush aseguró su victoria en un recuento agónico en Florida, estado en el que se impuso por sólo 537 votos. En Florida el tercer candidato más votado fue Ralph Nader del Partido Verde, con unos 97.000 votos. Varios politólogos y encuestas de aquel año afirman que el electorado de la formación verde era más próximo a Gore que a Bush, por lo que no es descabellado pensar que el Partido Verde arrebató al Demócrata miles de votos que hubieran llevado a Gore a la Casa Blanca en vez de a Bush.
Por eso, la candidatura de Justin Amash ha llenado de interrogantes la inminente carrera por la Casa Blanca. Al fin y al cabo, buena parte de los apoyos de Amash vienen de electores de derechas que, como él, están desencantados con el actual partido Republicano y, en particular, con Donald Trump. Por eso, su candidatura podría suponer un obstáculo para Trump, especialmente en el puñado de estados donde se prevé una encarnizada batalla entre el actual presidente y Joe Biden, como Florida, Pennsylvania y Ohio. Es probable que en esos estados el ganador en noviembre se imponga por apenas unos miles de votos, por lo que el puñado de votantes que opten por Amash se prevé crucial para decantar la balanza.
Sin embargo, Amash también podría suponer una amenaza para Biden, pues podría arrastrar a miles de votantes deseosos de ver un cambio en la política de Washington. Desde luego Biden, vicepresidente de 2008 a 2016 y en primera línea de la política desde los años setenta, no representa ese cambio.
La candidatura libertaria de Justin Amash es en definitiva una incógnita. Amash representa a millones de ciudadanos descontentos con el sistema bipartidista americano. Se trata de un sector del electorado que, aun sabiendo que el congresista tiene casi imposible llegar a la Casa Blanca, no se resignan a votar a la opción menos mala entre demócratas o republicanos. El tiempo dirá si ese sector del electorado que se decida por Amash acabará siendo decisivo para otorgar la presidencia a Donald Trump o a Joe Biden.