
En apariencia fue algo así como que llegó, saludó, le tomaron fotos y se fue. Pero los que así piensan, una vez más, están muy, pero que muy equivocados. El estratégico acuerdo fitosanitario hispano-chino impulsado por el presidente del Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos, Pedro Sánchez, ha dejado boquiabiertos, aturdidos y asombrados a los dirigentes del mundo entero.
La conjunción en Pekín de dos astros de la política internacional como son los presidentes Sánchez y Xi Jinping, ha acaparado de tal modo el interés de las cancillerías, de los politólogos y de los servicios de inteligencia de todo el planeta que todavía ahora, dos semanas después, aún se escuchan los ecos de su enorme repercusión global.
El Batallón de Asesores del Palacio de la Moncloa ‒el archiconocido BATAPLOF‒ intentó por todos los medios habidos y por haber que la visita del presidente Sánchez a Pekín pasará desapercibida, pero es evidente que lo ha conseguido. Y eso, a pesar de que el 31 de marzo, el mismo día del encuentro entre los dos líderes, Xi Jinping también recibió y mantuvo conversaciones separadas con el primer ministro de Malasia, Datuk Seri Anwar Ibrahim, y con el de Singapur, Lee Hsien Loong.

El encuentro entre las dos máximas figuras del toreo ‒perdón, quiero decir del escenario político‒ ha tenido la misma transcendencia y atención mediática a escala mundial que los detalles en torno al nacimiento de la nieta de la polifacética actriz Ana Obregón. Los dos acontecimientos han mantenido casi paralizadas y expectantes durante varios días a millones de personas y a los grandes inversores de las Bolsas de Nueva York, Londres y Hong-Kong.
Se sabe que en el Kremlin, Vladimir Putin permanecía acurrucado y acongojado. Estaba temeroso de las presiones que el presidente Sánchez pudiera ejercer sobre Xi Jinping, para que el líder chino abandonara a su suerte a Rusia en la guerra de Ucrania. Por eso, los servicios de inteligencia rusos camuflaron dentro de un jarrón chino a su más preciado agente secreto, Miguel Strogoff, al que no hay que confundir con el famoso correo del zar del mismo nombre, elogiado por el novelista Julio Verne en 1876… y seguramente ya fallecido.

La visita de Pedro Sánchez de poco más de un día a Pekín no concluyó con una comparecencia conjunta ante la prensa junto con el primer ministro chino Li Qiang. Eso es vulgar. Parece ser que el presidente español tuvo el detalle de buen gusto de rogarle que no se molestara en desplazarse hasta la Embajada de España en Pekín, donde se iba a celebrar el multitudinario encuentro con los medios de comunicación.
Sánchez quiso ahorrar al político chino el mal trago de contemplar la fachada y el interior del soberbio edificio de la representación diplomática española, la más lujosa de cuantas sedes oficiales tiene por el mundo el Ministerio de Asuntos Exteriores que lidera José Manuel Albares. Se trata de una edificación greco-romana neogótica con un toque de Art Deco, codiciada por todos los embajadores acreditados en la capital china, incluso del de Estados Unidos.
Una vez ante los periodistas, el presidente Sánchez manifestó que quería “repasar los principales resultados de la visita”. Tras desvelar a los asistentes que “China se ha convertido en una de las principales economías del mundo” ‒algo que desconocían y que les dejó desconcertados‒, anticipó para sorpresa general que “vamos a reanudar la Comisión Mixta de Cooperación Económica Industrial”, de lo que se deduce que debe estar paralizada desde hace varios años.

El presidente dejó para el final de su intervención una auténtica bomba informativa. Anunció con su característica modestia que había logrado arrancar a Xi Jinping nada menos que “dos protocolos fitosanitarios para la exportación del caqui y de la almendra”. Como los dos acuerdos van a tener un alto grado de incidencia en la economía nacional, en prueba de su generosidad, el presidente permitió que fuera el embajador de España en Pekín, el diplomático Rafael Dezcallar ‒hermano del exdirector del CNI, Jorge Dezcallar‒ quien lo suscribiera y no ningún ministro ni secretario de Estado.
Pero Sánchez, muy pillín, no dijo nada respecto a las consecuencias del convenio: la consabida subida del precio del turrón de Jijona y del de Alicante ‒más conocidos como turrón blando y duro, respectivamente‒, ni tampoco de la previsible alza del paquete de almendras garrapiñadas. Por suerte, que se sepa, no se acordó ampliar las exportaciones de jamón…

Pedro Sánchez destacó que los agricultores de Andalucía, Aragón, Castilla-La Mancha, la Comunidad Valenciana y la Región de Murcia se van a ver “particularmente beneficiados”, muchos de los cuales ya se han matriculado en cursos a distancia por Internet para aprender chino mandarín.
El presidente detalló a los periodistas que “he expresado al presidente Xi el apoyo de España a la fórmula de paz que lanzó hace ya unos meses el presidente Zelenski (…) y le he animado a mantener una conversación con Zelenski para conocer de primera mano este plan de paz del Gobierno ucraniano”. En cambio, el periódico local China Daily, en su edición del 4 de abril, subraya que “Sánchez dijo al presidente Xi que España habla positivamente del documento de China sobre la solución política a la crisis de Ucrania”.
Es preciso destacar que, en un alarde de gallardía española, Pedro Sánchez pudo, pero no quiso, acudir a China con un séquito de grandes empresarios españoles, para suscribir contratos o sentar las bases de nuevos negocios. Pero dejó esa ínfima labor para el presidente de la República de Francia, Emmanuel Macron, que llegó a la capital china cinco días después.

Macron aterrizó en Pekín con alrededor de medio centenar de altos cargos e importantes empresarios galos, entre ellos el presidente ejecutivo de la corporación aeroespacial y de defensa europea Airbus, el francés Guillaume Faury, y el presidente ejecutivo de Airbus Helicopters, Bruno Even. Este último suscribió un contrato de venta de 50 helicópteros H160 a la compañía china GDAT.
Por fortuna, una importante estructura de todos los H160 que se acaban de vender ‒el llamado “puro de cola”‒, se fabricará en la factoría que Airbus Helicopters posee en Albacete y que dirige Fernando Lombo. Guillaume Faury se reunió con el presidente de la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma de China, Zheng Shanjie, para promover el desarrollo conjunto de tecnologías digitales y ampliar la factoría de montaje de aviones que desde 2008 existe en la ciudad portuaria de Tianjin, cerca de Pekín.

Y con Song Zhiyong, el jefe de la Autoridad Nacional de Aviación Civil de China, para fortalecer la cooperación en el ámbito de la seguridad aérea y la aeronavegabilidad. El resto del séquito también sacó provecho de su estancia en Pekín, por ejemplo en cooperación espacial y en el campo de la energía nuclear. O sea, poco más o menos como la delegación española…