El difunto Haitham El-Zobaidi critica el presente y cuestiona el futuro

Haitham El Zobaidi
Haitham El Zobaidi
El libro “Testigo de la cuarta era: crítica del presente y cuestionamiento del futuro”, publicado por la editorial Ramina Publications de Londres, tiene trescientas páginas
  1. La derrota del intelectual 
  2. La alienación literaria 
  3. Tecnología avanzada en manos atrasadas 
  4. Reseñas críticas y crítica científica 

Es la culminación de las preguntas que invita a la reflexión planteadas por el difunto Haitham El-Zobaidi, que despiertan curiosidad, pasión, insatisfacción y el deseo de saber más. 

Este libro no pretende tanto presentar al lector al Dr. El-Zobaidi, fallecido hace apenas unas semanas, como acercarnos a su forma de pensar. Es difícil definir al Dr. Zobaidi de forma sencilla; al final, cualquier definición se queda corta. Era una persona con una mentalidad científica y analítica, pero también un agudo observador de los fenómenos literarios, políticos y sociales. Elaboraba sus pensamientos combinando la mezcla adecuada de ideas y elocuencia. También era un crítico audaz y podía escribir sobre historia, música y crítica de artes visuales con la misma facilidad con la que escribía sobre cambios matemáticos o el cálculo de los efectos de la cantidad y la presión en termodinámica o en recipientes a alta presión. 

El libro testimonial, publicado hace unos días, es un reflejo de las preguntas que El-Zobaidi planteó a lo largo de los años. Estas preguntas están impregnadas de curiosidad, pasión, descontento y deseo de explorar, que él mismo compartió en artículos publicados en la revista Al-Jadeed. 

El valor de este libro reside en su capacidad para preservar el pensamiento de El-Zobaidi en los anales de la historia crítica, permitiendo a las generaciones futuras volver a su legado y compararlo con la cultura y la sociedad en constante evolución. El volumen presenta una crítica objetiva de las realidades culturales árabes, haciendo hincapié en la necesidad de renovar las herramientas intelectuales y activar el papel de la cultura para hacer frente a los retos contemporáneos. 

Los artículos de este libro, divididos en seis secciones, representan un claro llamamiento a reconsiderar la relación entre cultura y sociedad. Destacan que el verdadero cambio comienza con la conciencia y el conocimiento. 

El-Zobaidi no atribuye el declive del interés por la cultura únicamente a las crisis económicas, sino también a la falta de conciencia sobre la importancia de la cultura en la vida de las personas y la sociedad. Critica la opinión predominante de que la cultura es un lujo y afirma que el problema fundamental no radica en la falta de recursos materiales, sino en la ausencia de interés. 

La crisis del intelectual árabe, según El-Zobaidi, se resume en su incapacidad para interpretar las profundas transformaciones de las sociedades árabes, especialmente con el auge del extremismo religioso. El-Zobaidi consideró que las herramientas intelectuales tradicionales ya no eran suficientes para comprender la compleja realidad. Esta constatación exige el desarrollo de nuevas herramientas que permitan al intelectual comprometerse con los cambios actuales. 

El contenido del libro de El-Zobaidi, “Testigo de la cuarta era”, incluye seis secciones. En sus reflexiones sobre las transformaciones de la intelectualidad y la identidad, plantea algunas de las preguntas más urgentes sin ofrecer respuestas claras, preguntas a las que los intelectuales árabes han tenido dificultades para responder. Al analizar el estado de la cultura, los medios de comunicación y el espacio digital, El-Zobaidi habla como testigo que ha vivido los males de este entorno y ha sentido su dolor. 

También vuelve a su exilio en Londres, donde pasó casi cuatro décadas, en la sección dedicada a la memoria viva y el aislamiento. Reconoce que no puede desvincularse de la sociedad y la política, ya que forma parte inherente de ambas. En la quinta sección, los lectores descubren una faceta más personal de Haitham El-Zobaidi. Por último, en la última sección, ofrece sus reseñas intelectuales no como teórico o crítico literario, sino como observador y, ante todo, como lector. 

La derrota del intelectual 

Sin atribuirse ningún papel autoritario o crítico, ni hacer ninguna otra afirmación sobre la legitimidad social o el privilegio teórico, El-Zobaidi se limita a adoptar el papel de seguidor y lector. Hace un llamamiento a los intelectuales árabes para que reconozcan que han sufrido una gran derrota en los últimos años. Según El-Zobaidi, esta derrota tiene su origen en defectos metodológicos. 

Afirma que “los problemas a los que se enfrentan los intelectuales a manos de los gobiernos autoritarios parecen heridas superficiales en comparación con los profundos golpes que han recibido de la peligrosa invasión intelectual que ha sacudido nuestra región en la era actual”. 

Así, según El-Zobaidi, el intelectual árabe ha sido incapaz de ofrecer interpretaciones intelectuales o incluso de describir lo que está sucediendo en el sangriento escenario que le rodea. 

Las herramientas en las que los intelectuales habían confiado durante más de cincuenta años, desde la época de la independencia, han resultado inadecuadas. Descubrió que estas herramientas, que no eran de origen local, estaban diseñadas para debatir y analizar los fenómenos intelectuales y políticos liberales occidentales o marxistas orientales. Sin embargo, no son en absoluto adecuadas para interpretar la fragmentación religiosa y política que se ha convertido en la realidad de la región árabe actual. 

Al igual que la política impuso la realidad de la “era preestatal”, también impuso la realidad de la “era de la cultura árabe premoderna”. De este modo, El-Zobaidi describe la escena árabe actual como una “guerra civil” y una “guerra global” simultáneas. 

En otro nivel, nunca dejó de insistir en la urgente necesidad de un “nuevo” intelectual ilustrado. Ofreció una definición fundamental de este intelectual, que debe crear y desarrollar sus propias herramientas para intentar explicar las calamidades de la región y esforzarse por utilizarlas en la construcción de una nueva cultura y un nuevo pensamiento. 

Escribe: “Tomar prestadas las herramientas de otros ha creado la alienación del intelectual respecto al pueblo y solo ha conducido al distanciamiento del intelectual de la realidad y del pueblo respecto a él. Los ‘ingenuos’ llegaron y ocuparon el lugar del intelectual”. 

Sin embargo, El-Zobaidi no se detiene en esta crítica fundamental cuando sugiere los “Diez Mandamientos” para el intelectual árabe. Argumenta que los intelectuales y los pensadores no evolucionan por razones “comerciales”, sino que estas razones deben ser genuinas. Existen muchas herramientas cognitivas que podrían allanar el camino para una revolución intelectual y cultural en nuestras sociedades, una revolución basada en causas reales. El-Zobaidi expresa su asombro ante nuestro repetido fracaso a la hora de aprovechar estas oportunidades. Dice, con un toque de pesimismo: “¡Quizás aún no ha llegado el momento!”. 

La alienación literaria 

Cuando el escritor exiliado reflexiona sobre su propio exilio, que se ha prolongado durante cuatro décadas, se pregunta si podemos seguir utilizando el término “alienación literaria”. Lo justifica con su experiencia personal y cultural del exilio y afirma que la literatura en el exilio es una entidad inexistente. 

Dice: “Esto no significa que sea un experto en producción literaria, ya sea local o emigrada. Pero cuando pasan décadas sin que el fenómeno llame tu atención, tienes derecho a preguntarte: ¿dónde está esta alienación literaria?”. 

Entonces, ¿dónde está el problema? Pregunta El-Zobaidi: todos los elementos de la literatura están presentes. ¿Acaso nuestra literatura recibe pasaportes británicos o franceses para exiliarse como sus homólogas? 

El problema es que los propietarios de esta literatura no son exiliados. Están desplazados geográficamente por razones personales, políticas y materiales. Leen publicaciones en árabe, ven canales árabes por satélite y, recientemente, han estado tuiteando en árabe sobre temas árabes en las redes sociales. Publican en árabe sobre las preocupaciones y los problemas de sus países de origen. 

Explica abiertamente y con cierta vergüenza: “Muchos escritores e intelectuales ni siquiera han intentado aprender, y no digo dominar, el idioma del país en el que residen. En su vocabulario tienen 500 o 1.000 palabras que les ayudan a hacer la compra y a ir al médico. Más allá de eso, permanecen atrincherados en sus pequeñas comunidades de los años noventa y principios del milenio, o en las redes sociales tras el auge de las tabletas y los teléfonos inteligentes”. 

El-Zobaidi somete al intelectual exiliado a una prueba sencilla y realista: “Intenta mantener una conversación con un intelectual árabe en inglés, por ejemplo, en Londres. Aunque lleve años viviendo en la ciudad, te sorprenderá la superficialidad de su lenguaje. De vez en cuando mencionará a algún escritor occidental del que haya oído hablar. Tú le escucharás, le dejarás pasar un mes o dos y le preguntarás por él. Lo más probable es que no recuerde su nombre ni sus obras. No recordará, o nunca habrá sabido, el nombre del ministro de Asuntos Exteriores británico”. 

Si los medios de comunicación son la parte vital de la cultura, ya sea alta o baja, según la clasificación inglesa de la cultura, El-Zobaidi estaba mucho más preocupado por los medios que por la cultura en sí. Se muestra perplejo ante la cultura televisiva en particular. Existe una postura antagónica profundamente arraigada hacia esta cultura entre los intelectuales, incluidos los escritores. No niegan su difusión y popularidad, pero no les gusta. Aunque El-Zobaidi lo atribuye a razones psicológicas, históricas y prácticas, la experiencia nos ha enseñado que el “escritor árabe” desempeña el papel de víctima en su interior, incluso cuando rechaza abiertamente lo que secretamente anhela. 

Tecnología avanzada en manos atrasadas 

El autor del libro, publicado semanas después de su doloroso fallecimiento, se acerca a las plataformas de redes sociales y se niega a aceptar la noción de una “guía definitiva” en las páginas de Facebook, o de un líder ante el que el mundo se postra con respetuoso asombro. “No hay un jefe del partido de los que se reúnen por la felicidad, la ira o los derechos de las abejas. Todos son iguales, como los dientes de un peine”. 

En las mentes superficiales que no pueden concentrarse en la era de Facebook, observa que muchos de nosotros ya no somos capaces de concentrarnos en las ideas como lo hacíamos hace diez o veinte años. Hoy en día, hay mucho ruido en torno al espacio mental del individuo, lo que impide una reflexión profunda. La abundancia de información y su rápida renovación impiden centrarse en su significado. Existe una saturación real, lo que hace natural que uno deje de lado una parte de sus pensamientos, quizás cada hora o cada dos horas, para hacer espacio a la próxima avalancha de información. 

Atribuye el caos intelectual y psicológico que experimentan los pueblos del mundo actual, y no solo el nuestro, al hecho de saltar sin pausa entre los extremos rotos de una ecuación. La confusión de estas partes es lo que impide llegar a conclusiones correctas. 

Escribe con audacia: “Todos los ordenadores, teléfonos inteligentes y canales por satélite del mundo no podrán cambiar la capacidad de la mente superficial para alcanzar una comprensión correcta mientras el enfoque siga siendo inadecuado”. 

En esta sección, El-Zobaidi hace un brillante diagnóstico cuando compara la tecnología avanzada que cae en manos retrógradas, creando una gran ilusión de progreso. Algunos incluso llegan a equiparar la tecnología con la ciencia. Esta equivalencia convierte la ilusión en realidad, asumiendo que la disponibilidad de tecnología en una sociedad es una receta para el desarrollo y el progreso. 

Afirma que “tal malentendido hace que un conductor de automóvil parezca un profesor de ingeniería mecánica simplemente porque sabe utilizar la tecnología para conducir. Todos sabemos que esto no es cierto”. 

La tecnología no es conciencia, es solo una herramienta. Según El-Zobaidi, nuestra necesidad de conciencia es mayor que nuestra necesidad de tecnología. La conciencia es lo que mantiene a raya los instintos. Las personas conscientes viven en armonía consigo mismas, tanto antes como después de la tecnología. 

El escritor consciente tiene un impacto positivo en la sociedad, incluso si sus páginas están impresas en piedra o en planchas de plomo. El escritor engañoso encontrará su solución en las tecnologías modernas. El político nacional influye en unas pocas personas, creando una masa crítica desde la que las reformas se extienden al resto. No necesitará la discordia sembrada por el diablo susurrador a través de las redes sociales. 

Así, El-Zobaidi concluye que la ilusión de la tecnología como solución a nuestros problemas es una ilusión peligrosa que debe enfrentarse como cualquier pandemia que pueda destruir a las personas. El truco de la tecnología en manos retrógradas ya no nos engaña. 

Reseñas críticas y crítica científica 

En sus reseñas críticas, El-Zobaidi exige que “¡la crítica no debe ser objetiva! La afirmación de que la crítica debe ser objetiva no tiene cabida aquí. La crítica no objetiva no es verdadera crítica, sino sesgo o propaganda. Lo más importante es que la crítica debe ser científica”. 

Se trata de una trampa peligrosa. El peligro radica en que ha dado lugar a lecturas críticas totalmente no objetivas, presentadas únicamente porque el autor es un especialista en un campo científico o un lector no cualificado que ha hojeado algunas páginas científicas, se ha emocionado con algunas palabras y términos y ha intentado “colorear” su texto crítico con ellos. 

En todo esto, El-Zobaidi no se muestra entusiasta con la literatura. Quizás su mentalidad científica le llevó a preferir la investigación seria al placer de la imaginación poética, pero cuando la situación lo requiere, escribe con una confianza que despierta la curiosidad del lector, como se muestra en este libro. 

Por ejemplo, consideremos lo que escribió sobre Nizar Qabbani: “Sus hermosas colecciones de poesía son el registro completo de una historia que nunca ocurrió en el mundo árabe. Registran el peligro de soñar y las consecuencias de la esperanza perdida. ¡Qué hermosos poemas que describen la catástrofe! Un poeta exitoso que falleció, llevándose el fracaso a la tumba”. 

Con cada obra poética, el público de Nizar crecía. Se convirtió en parte del fenómeno renacentista que marcó las décadas de 1950 y 1960. Un lenguaje sencillo, sin complejidad ni pretensiones, un lenguaje que desafía y conmueve. Nizar quería que su poesía fuera una receta social para la liberación y la eliminación de la injusticia social contra las mujeres. Su apuesta era enorme: al menos la mitad de la sociedad, representada por las mujeres, y una parte considerable de los hombres. Pasó un tiempo para Nizar, el reformador social, en el que vio que sus sueños estaban en camino de hacerse realidad. 

“Pero el destino de Oriente Medio le esperaba a él y a nosotros; todo se hizo añicos. La poesía de la esperanza se ha convertido ahora en poesía de los desastres”. 

El-Zobaidi resume la vida de Nizar Qabbani con la conclusión definitiva: “El auge y la caída de la esperanza de una generación en el Estado árabe moderno”. 

En cuanto a El-Zobaidi, cuando abre la ventana a la novela, ¡nos da la bienvenida a su mundo aburrido! 

Escribe: “Hay algo poco atractivo en leer una novela árabe contemporánea, o es posible que dejes de leerla después de unas pocas páginas. Es difícil describir ese ‘algo’, pero podemos decir que muchas novelas árabes contemporáneas parecen pertenecer a otra dimensión. Lo irónico de esta paradoja es que lees una novela para ser transportado a otra dimensión, pero es una dimensión muy diferente a la que te lleva la realidad árabe contemporánea”. 

Entonces, se pregunta: ¿cuál es el defecto de las novelas árabes contemporáneas que las hace repulsivas o, al menos, poco atractivas? 

Él ofrece la respuesta: “Las novelas árabes contemporáneas parecen atrapadas en cuestiones específicas. Su mundo parece como si las agujas del reloj se hubieran detenido en un momento concreto: el momento de la predicación y la lección, más que el momento de la descripción y la profundización en los personajes. El propósito de la narración parece estar lejos de construir la escenografía de la novela y sus personajes, sino que se acerca más a la postura psicológica del novelista, que a menudo se plasma en unas pocas páginas, dejando el resto como repetición o relleno sin sentido”.