Análisis crítico del informe de Crisis Group sobre las tensiones entre Argelia y Marruecos

Sin embargo, el análisis contenido en el informe parece sesgado y adolece de varios sesgos críticos, que en última instancia socavan su credibilidad e imparcialidad. Comienza con la premisa errónea de que la postura de Marruecos sobre el Sáhara Occidental se deriva de la ambición de revivir el “Marruecos Imperial”. Este planteamiento simplista ignora el contexto histórico, las iniciativas de desarrollo que Marruecos ha puesto en marcha en el Sáhara Occidental y las propias políticas agresivas de Argelia, que exacerban el conflicto.
Además, la descripción de Argelia como víctima y actor regional bienintencionado contradice su historial de dominio militar, provocaciones estratégicas e implicación activa en el conflicto del Sáhara Occidental.
La caracterización que hace el informe de los proyectos de desarrollo de Marruecos en el Sáhara Occidental como “presión” no reconoce su propósito e impacto. Bajo el reinado de Mohamed VI, Marruecos ha realizado grandes inversiones en infraestructuras, educación, sanidad y energías renovables para mejorar la calidad de vida en la región. Estos esfuerzos, lejos de ser coercitivos, están dirigidos a fomentar el crecimiento económico y la estabilidad social.
La narrativa de Crisis Group desestima los avances tangibles logrados a través de estas iniciativas, enmarcándolas en cambio como parte de una agenda coercitiva. Esta interpretación selectiva revela una falta de equilibrio en su análisis.
Otra omisión flagrante es no examinar críticamente la reacción exagerada de Argelia al comentario retórico de Marruecos sobre la Cabilia.
La decisión de Argelia de romper los lazos diplomáticos con Marruecos en respuesta a una simple declaración pone de manifiesto su hipersensibilidad ante la disidencia interna y su utilización de las amenazas externas para distraer la atención de los desafíos internos.
El informe amplifica los agravios de Argelia al tiempo que olvida destacar su doble rasero. Por ejemplo, el apoyo de Argelia a la autodeterminación del Sáhara Occidental contrasta fuertemente con su represión de las aspiraciones de autonomía de la Cabilia. Esta incoherencia, que el comentario de Marruecos pretendía exponer, es convenientemente ignorada en el informe.
El informe perpetúa una falsa equivalencia en su discusión de la carrera armamentística entre ambas naciones. Argelia ha mantenido sistemáticamente uno de los mayores presupuestos de Defensa de África, destinando 23.000 millones de dólares a gastos militares sólo en 2023. En comparación, el gasto en defensa de Marruecos ha sido más modesto, centrándose en la modernización estratégica en lugar de almacenar armamento avanzado.
El planteamiento de Crisis Group sobre la carrera armamentística sugiere una paridad entre ambos países, afirmación que no se ve respaldada por los datos disponibles. La proactiva expansión militar de Argelia, a menudo presentada como defensiva, refleja sus ambiciones regionales más amplias más que una respuesta a las iniciativas de Marruecos.
El informe también resta importancia al papel del Frente Polisario en la desestabilización de la región. El bloqueo por parte del Polisario del paso de Guergarat durante la pandemia de la COVID-19 interrumpió rutas comerciales vitales y llevó a Marruecos a intervenir para restablecer la estabilidad.
En lugar de reconocer los esfuerzos de Marruecos por mantener el orden regional, el informe caracteriza esta intervención como una violación del alto el fuego. Tales distorsiones disminuyen las acciones legítimas de Marruecos y amplifican la narrativa del Polisario. Además, la descripción del conflicto como una “guerra de desgaste” pasa por alto la realidad de la neutralización efectiva por parte de Marruecos de los ataques con cohetes del Polisario, principalmente a través de la tecnología de aviones no tripulados. La exageración de las capacidades del Polisario crea un retrato engañoso de la dinámica del conflicto.
El compromiso de Marruecos en la región del Sahel es otra área en la que el informe muestra parcialidad. La afirmación de que el corredor propuesto por Marruecos para unir los países del Sahel con el Atlántico es una respuesta oportunista a la decreciente influencia de Argelia no tiene en cuenta el compromiso de larga data del país con la integración regional.
La iniciativa de Marruecos forma parte de una estrategia más amplia para conectar las naciones sahelianas sin litoral con el Atlántico, fomentando el crecimiento económico y la estabilidad. El informe minimiza estos esfuerzos y, en su lugar, presenta las medidas reactivas de Argelia como innovadoras. Este sesgo persistente socava la credibilidad del análisis del informe.
La narrativa histórica presentada en el informe es igualmente problemática. La afirmación de que el rey Mohamed V y el rey Hassan II perseguían una visión del “Marruecos imperial” carece de pruebas fundamentadas.
Los registros históricos indican que el apoyo de Marruecos a la independencia de Argelia estaba motivado por la solidaridad anticolonial y el compromiso con la unidad regional, no por el expansionismo territorial. El informe presenta la Guerra de la Arena de 1963 como una maniobra calculada de Hassan II para debilitar a la izquierda marroquí y simplifica en exceso el contexto geopolítico e histórico. El conflicto tuvo su origen en la negativa de Argelia a cumplir los acuerdos previos a la independencia relativos a disputas territoriales, no en la política interna marroquí.
La descripción que hace Crisis Group de la implicación de Argelia en el conflicto del Sáhara Occidental también merece ser analizada. El informe pasa por alto el papel instrumental de Argelia en el apoyo al Frente Polisario, proporcionándole respaldo militar, financiero y diplomático. La expulsión por parte de Argelia de ciudadanos marroquíes en 1975 se presenta como un acto benigno de solidaridad con los saharauis, pasando por alto sus importantes repercusiones humanitarias y geopolíticas. La expulsión, denominada “Marcha Negra”, desplazó por la fuerza a miles de familias marroquíes, violando los principios del derecho internacional. Tales acciones no pueden enmarcarse como meros gestos políticos sin reconocer su devastador impacto.
Además, el informe tergiversa la decisión de Marruecos de proponer un plan de autonomía para el Sáhara Occidental como un abandono unilateral del proceso de referéndum ordenado por la ONU. Esta interpretación no tiene en cuenta los problemas prácticos que hicieron inviable el referéndum, incluidas las disputas sobre la identificación y elegibilidad de los votantes. El plan de autonomía de Marruecos, presentado en 2007, fue una respuesta pragmática a estos obstáculos y recibió el apoyo internacional como solución viable al conflicto. Al ignorar estos factores contextuales, el informe socava la legitimidad de la propuesta de Marruecos y los esfuerzos más amplios para resolver el conflicto.
El uso por parte de Argelia de los recursos energéticos y del espacio aéreo como herramientas políticas es otro aspecto en el que el informe se queda corto. El cierre del gasoducto Magreb-Europa (GME) y la decisión de Argelia de restringir su espacio aéreo a los aviones marroquíes reflejan un patrón de aprovechamiento de los activos estratégicos para ejercer presión sobre Marruecos. Estas acciones, que tienen importantes implicaciones para la estabilidad regional y la seguridad energética, se presentan sin un análisis crítico de sus motivaciones y consecuencias. El hecho de que el informe no aborde el recurso histórico de Argelia a este tipo de tácticas revela una falta de profundidad en su examen de las tensiones bilaterales.
El análisis que hace Crisis Group de las narrativas de los medios de comunicación ilustra aún más su parcialidad. Aunque reconoce la retórica agresiva de ambas partes, el informe se centra desproporcionadamente en las fuentes marroquíes, descuidando las campañas de desinformación patrocinadas por el Estado argelino. El control de Argelia sobre los medios de comunicación le ha permitido difundir propaganda antimarroquí, influyendo en la percepción pública y alimentando las hostilidades. La omisión de este contexto sesga el análisis del informe y resta importancia al papel de Argelia en la exacerbación de las tensiones.
El tratamiento que el informe da a los actores externos y a su influencia en el conflicto también plantea interrogantes. Las reacciones diplomáticas de Argelia al apoyo de España al Plan de Autonomía de Marruecos para el Sáhara Occidental se presentan como posturas de principio sobre la autodeterminación. Sin embargo, la implicación más amplia de Argelia, incluido su apoyo al Frente Polisario y su manipulación de las narrativas históricas, contradice sus afirmaciones de no implicación. El enfoque selectivo del informe en las acciones de Marruecos, mientras resta importancia a las contradicciones de Argelia, debilita su credibilidad.
En conclusión, el informe de Crisis Group sobre las tensiones entre Argelia y Marruecos, aunque ambicioso en su alcance, adolece de importantes sesgos y omisiones. Su dependencia de afirmaciones sin fundamento, interpretaciones selectivas y una narrativa sesgada socava su objetivo de ofrecer un análisis equilibrado. Un enfoque más exhaustivo exigiría reconocer las complejidades del conflicto, incluida la proactiva concentración militar argelina, su papel decisivo en el apoyo al Frente Polisario y los legítimos esfuerzos de Marruecos por fomentar el desarrollo y la estabilidad regionales. Al abordar estas deficiencias, los futuros análisis podrán contribuir a una comprensión más matizada de esta rivalidad duradera.