Opinión

La zona gris: una aproximación conceptual desde las FAS

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Este documento es copia del original que ha sido publicado por el Instituto Español de Estudios Estratégicos en el siguiente enlace

El sistema internacional actual se caracteriza, entre otros rasgos, por la combinación de la competencia extrema entre actores con una gran interdependencia en sus relaciones. En este contexto, las partes implicadas en controversias internacionales solo en contadas ocasiones recurren al conflicto armado abierto como forma de resolución de sus litigios y recurren al empleo de estrategias híbridas que, con el telón de fondo de la disuasión militar, consisten en la actuación multidimensional e integrada en ámbitos de enfrentamiento no convencionales, como el económico, el cibernético, el legal, el demográfico, el diplomático y, sobre todos ellos, el informativo, por mencionar solo algunos de los más relevantes.

Este tipo de enfrentamiento, que en ningún caso traspasa el umbral del casus belli, es lo que se conoce como el conflicto en la zona gris y posee un carácter propio basado en la ambigüedad, la transversalidad, el revisionismo1 a largo plazo o el gradualismo en la aplicación de las estrategias híbridas. El conflicto en la zona gris convierte a la población civil en objetivo, a la vez que en vector de agresión al contrario, mediante la manipulación cognitiva, erigiéndose las narrativas en factor clave en este tipo de enfrentamientos.

Introducción

«Guerra», «amenaza» o «estrategia híbrida», al igual que «zona gris», son términos de uso habitual desde hace unos años en el vocabulario geopolítico estratégico especializado, incluso en documentación oficial nacional o de organizaciones internacionales de seguridad y defensa.

En los últimos tiempos se incorporan con relativa frecuencia a publicaciones y reflexiones de carácter más divulgativo, dirigidas al público general, siempre para hacer referencia a un tipo de conflicto internacional que combina la acción de las fuerzas armadas convencionales con otras agresiones, más allá de lo achacable a la competencia legítima, en ámbitos no convencionales, como el económico, cibernético, legal, demográfico, diplomático y, sobre todos ellos, el informativo, por mencionar solo algunos de los más relevantes.

La geopolítica actual —como en cierta medida la de tiempos pasados, salvando distancias tecnológicas y de interrelación global— se encuentra plagada de este tipo de confrontaciones, que nos atrevemos a calificar de híbridas o grises, guiados por la propia intuición, en clara referencia al carácter mixto de los modos y medios empleados a la hora de dirimir las controversias.
Al margen de un carácter genérico, todas ellas poseen características y circunstancias diferenciadoras que hacen que no haya dos conflictos de zona gris o de carácter híbrido idénticos, lo que motiva que la manera de abordarlas deba seguir una estrategia ad hoc en cada caso.

El actual conflicto de Ucrania, aunque hunde sus raíces muchos años atrás, a finales del pasado siglo —pero especialmente en marzo de 2014—, es buena prueba de ello. Sanciones económicas, intensa negociación diplomática, movilización social, flujos migratorios forzados, ciberataques, propaganda, desinformación, desafíos a la soberanía, políticas de hechos consumados y amenazas de escalada nuclear se entremezclan en esta confrontación con demostraciones de fuerza y maniobras a gran escala y, desde el pasado 24 de febrero, con el empleo masivo de la artillería o el avance territorial de fuerzas militares rusas, enfrentadas en combate abierto con las fuerzas de defensa de Ucrania.

Sin embargo, la literatura existente al respecto de «lo híbrido» —también la especializada— arroja en no pocas ocasiones una cierta confusión cuando emplea indistintamente los términos citados al comienzo del texto. Lo hace de forma no siempre acertada, sin delimitar el alcance de los términos, los cuales hacen referencia a conceptos solapados en gran medida y con una amplitud tal de connotaciones que propician que cualquier acción de agresión internacional sea calificada indistintamente como híbrida o de zona gris.

La falta de definiciones afinadas y distintivas de las categorías de «lo híbrido» o «zona gris», así como la desproporcionada amplitud de su alcance conceptual para el que las utiliza, las llegan a convertir a efectos prácticos en inservibles, por imprecisas e inabarcables. De esta manera, se dificulta en gran medida su operacionalización, tan necesaria para evolucionar de lo abstracto a lo tangible, convirtiéndose en tarea prácticamente imposible manejarlas a efectos de planeamiento u organización, llegado el caso.

Además, dado el carácter multidimensional de estos conflictos, que trasciende del mero enfrentamiento de fuerzas militares convencionales —muchas veces ausentes más allá del efecto disuasorio que implica su sola posesión—, parece aconsejable tratar de definir cuál es el papel reservado al instrumento militar como uno más de los disponibles para que un Estado haga frente a la zona gris, pues sí es claro que no hay zona gris sin fuerzas armadas, bien como elemento clave para la disuasión, bien como apoyo al elemento civil (Baqués, 2021)2.


La nota conceptual «El papel de las FAS en la zona gris» (NCZG)

El Estado Mayor de la Defensa, a través del Centro Conjunto de Desarrollo de Conceptos (CCDC) de la División de Desarrollo de la Fuerza (DIVDEF) del EMACON, acaba de publicar la nota conceptual3 de uso oficial «El papel de las Fuerzas Armadas (FAS) en la zona gris» (NCZG), en la que combina, por un lado, una aproximación conceptual a lo que se entiende por zona gris y, por otro, las posibilidades que brindan las capacidades militares como instrumento de poder en manos del Estado para afrontar escenarios de esta naturaleza.

El trabajo reflejado en la NCZG ha sido desarrollado por un grupo de expertos en la materia, civiles y militares, coordinados durante cinco meses por el CCDC, siguiendo la metodología de desarrollo de conceptos y experimentación (CD&E). El proyecto ha optado por un enfoque colaborativo e iterativo, que ha tenido en cuenta tanto la bibliografía de fuentes abiertas más relevante como los documentos oficiales y resultados de seminarios militares de los últimos años, en los ámbitos nacional e internacional.

El punto de partida de la NCZG es la definición del término que se encuentra recogido en la PDC-01 (A)4, la cual se refiere a la «zona gris» como «la zona del espectro de los conflictos donde predominan las actuaciones situadas al margen del principio de buena fe entre Estados (bona fide) que pese a alterar notablemente la paz no cruzan los umbrales que permitirían o exigirían una respuesta armada».

Con respecto a la terminología en sí, la nota conceptual aprovecha la intercambiabilidad observada en el uso común del término «zona gris» con los de «guerra», «amenaza» o
«estrategia híbrida» para tratar de clarificar lo que se entiende por cada uno de ellos.

Así, tomando como referencia el espectro de los conflictos, que evoluciona desde la situación de paz a la de guerra o conflicto armado para, a través del postconflicto, retornar a la paz, se entiende por zona gris un espacio de ese espectro que, a pesar de caracterizarse por una competencia extremada más allá del principio de buena fe (bona fide), se sitúa en lo que el común entiende por paz, incluyendo el postconflicto y siempre sin atravesar el umbral del casus belli, que provocaría un combate militar abierto.

La guerra híbrida, en contraposición, por una mera cuestión semántica, se encuentra en el espacio del espectro que ocupa tradicionalmente la guerra o el conflicto armado, más allá del casus belli, cualquiera que sea su carácter. De hecho, volviendo a la actualidad del conflicto de Ucrania, algunos autores afirman que Rusia incluye un protagonismo significativo del enfrentamiento convencional en su concepción y ejecución de la guerra híbrida (Clark, 2020)5.

El establecimiento de una zona gris tiene normalmente objetivos de carácter revisionista por la parte agresora, esto es, que pretenden una reordenación del statu quo geopolítico regional o internacional por considerarlo injusto o desfavorable para sus intereses. Para alcanzarlos, esta empleará inicialmente medios no letales, pero igualmente orientados a causar daño, desestabilización o a configurar un escenario en el que aprovechar su ventaja estratégica sobre el adversario. Una vez conseguidos, la agresión se mantendrá, al menos inicialmente, en esta modalidad de zona gris como fin en sí misma.

No obstante, en otras ocasiones, cuando los objetivos no se logran sin recurrir al empleo abierto de la fuerza militar, la zona gris es empleada como preludio de la guerra, sea esta híbrida o convencional. Volviendo a la actualidad, en el conflicto de Ucrania la comunidad internacional ha sido testigo de la evolución de un escenario de zona gris a otro que incluye, además, el conflicto armado.

«En lo que respecta a la guerra de Ucrania, ni Estados Unidos ni los países europeos —incluida España— actúan como neutrales, sino como no beligerantes. Es decir, el respaldo político y militar a la defensa legítima de Ucrania implica inevitablemente corresponder a la escalada en la zona gris iniciada por Moscú. Si bien la díada de conflicto entre Rusia y Ucrania no es de zona gris sino de guerra (negro), la díada entre Rusia y los países occidentales ha pasado del “gris claro” (campañas de desinformación, injerencia política, ciberataques leves, etcétera) a un gris con tonos más sombríos»6.

En el momento en el que se produzca un cese del enfrentamiento militar abierto, parece pertinente pensar en un más que probable retorno a la región de las dinámicas propias de la confrontación en la zona gris.

Continuando con la cuestión terminológica, una estrategia híbrida es la planificación multidimensional e integrada de diferentes instrumentos de poder (político, económico, diplomático, militar, legal, cognitivo, etcétera) que emplea un actor internacional para agredir al adversario, directamente o a través de agentes interpuestos, con fines coercitivos.
El actor que soporta la aplicación de este tipo de estrategias como parte agredida las percibe desde su perspectiva como una amenaza híbrida. Las estrategias híbridas y, por tanto, las amenazas híbridas existen a lo largo de todo el espectro del conflicto, tanto en paz (zona gris) como en guerra (guerra híbrida).

Las estrategias híbridas se conforman aglutinando actuaciones de la más variada naturaleza, que incluyen desde la aplicación torticera de las leyes, manipulando su ejecución, hasta la realización de operaciones encubiertas, sabotajes, boicots económicos, ciberataques, fomento de tráficos ilícitos, desinformación, disturbios sociales, acciones terroristas, espionaje, demostraciones de fuerza militar, etcétera, una larga lista cuyos límites se encuentran solo en los de la capacidad creativa e innovadora del agresor.

En la figura 1 se muestra el esquema de lo que se considera una zona gris en relación con la guerra híbrida, así como las nociones de amenaza y estrategia híbrida.

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Características y elementos de la zona gris

Asentado el matiz conceptual de los diferentes términos, es necesario describir las características intrínsecas de una zona gris, pues el segundo motivo de confusión que generan algunos análisis geopolíticos estriba en considerar cualquier actuación agresiva de carácter no militar en el escenario internacional como un indicador de que existe un conflicto de este tipo entre dos actores internacionales.

Así, es necesario resaltar en primer lugar el carácter de enfrentamiento a largo plazo que conlleva toda generación de una zona gris por una potencia agresora. Consistirá este en la aplicación sostenida en el tiempo de estrategias de carácter híbrido, que incluyen actuaciones diversas con fines, como se ha dicho, revisionistas, aunque en ocasiones puedan ser de mera desestabilización sostenida o de aprovechamiento de la situación con posterioridad.

Estas estrategias, en no pocas ocasiones impensables hasta el momento de su materialización, son muchas veces innovadoras, difíciles de detectar y de ser sometidas a seguimiento. Las estrategias híbridas se materializan en varios de los ámbitos de la relación internacional, utilizando los más variados instrumentos de poder, aunque el militar, por su efecto coercitivo, el informativo, por la relevancia de las narraciones y su asimilación por las diferentes audiencias, o el económico, por el alto impacto sobre la sociedad y su modo de vida cotidiano, van a estar siempre presentes en su diseño. Este carácter multidimensional e integrado las convierte en un elemento clave para la generación de sinergias, optimizando los efectos, medios y esfuerzos de la parte agresora.

Asimismo, en numerosas ocasiones la identificación y, sobre todo, la atribución legal de su autoría son prácticamente imposibles, al utilizarse canales como el ciberespacio o técnicas como la desinformación para llevarlas a cabo. Todo ello, unido a lo difuso de los respectivos umbrales de tolerancia de las partes implicadas, hace que la ambigüedad predomine en este tipo de escenarios.

De esta manera, sea por la dificultad de detección de la agresión, por su escasa entidad o por la ambigüedad generada, el agresor normalmente se esforzará en evitar reacciones contundentes de la parte agredida, al manipular su umbral de respuesta, aprovechando la situación para aumentar progresivamente la ventaja estratégica.

Se puede afirmar por ello que las estrategias híbridas que se dan en este tipo de escenarios se aplican de forma gradual por parte del agresor, pues la zona gris no es homogénea en su intensidad ni en los efectos buscados, según el momento, y en ella también tiene lugar la escalada propia de cualquier conflicto.

De este modo, en determinadas ocasiones, la parte agresora se centrará más en la configuración del escenario, empleando, por ejemplo, la propaganda o la desinformación, tratando de ganar progresivamente una ventaja estratégica sobre el adversario que le permita incrementar la eficiencia de posteriores intervenciones. En otras, el agresor interferirá activamente, aún de forma limitada, en la vida política, social o económica de su adversario, empleando para ello acciones intrusivas encaminadas a la coerción, el desgaste o la degradación. En el nivel más alto de intensidad de la escalada, apostará decididamente por la desestabilización puntual, a ser posible desde el anonimato, pudiendo generar episodios críticos de enfrentamiento.

La población civil es otro de los elementos característicos de los conflictos en la zona gris, pues su protagonismo ha sufrido una evolución con respecto a conflictos anteriores. Así, las sociedades han pasado de ser meros sujetos pacientes en los conflictos convencionales a convertirse en objeto preferente de influencia, adoptando un nuevo rol. Este no es otro que el de ser empleado como «espacio» de las operaciones, en la medida en que la influencia cognitiva ejercida por la parte agresora se sirve de las personas comunes, mediante la manipulación de percepciones y voluntades, para convertirlas en vector de ataque del adversario y, cuando menos, en cómplices necesarios para la consecución de sus objetivos.

Debido a lo anterior, como se apuntó con antelación, es crítico el papel que juegan en este tipo de conflictos las narrativas, tanto las empleadas por parte del agresor —con fines de desinformación, confusión legal (lawfare), propagandísticos o de mera agitación social— como las generadas por la parte agredida con el fin de contrarrestar las anteriores e incrementar la resiliencia social, tan necesaria en este tipo de escenarios.

Otro aspecto importante a la hora de estudiar la zona gris son los actores protagonistas, sean estos agresores, intermediarios o la parte agredida. Los actores principales en una zona gris suelen ser Estados, como se desprende de la abundante literatura especializada al respecto.

Los Estados van a materializar su agresión de forma directa o mediante la utilización, consciente o inconsciente, de agentes interpuestos o proxies, que pueden ser a su vez terceros Estados, actores no estatales —desde entidades subestatales a grupos terroristas o de crimen organizado transnacional— o incluso organizaciones pertenecientes a la sociedad civil y al ámbito privado con capacidad suficiente para actuar como vector o multiplicador de efectos de las estrategias híbridas. Se incluyen en esta última categoría, entre otras, ciertas ONG, compañías de sectores estratégicos, corporaciones mediáticas, diásporas, minorías étnicas, grupos de hackers, organizaciones religiosas, políticas o asociaciones culturales.
Cuando alguno de estos actores no estatales posee competencias e instrumentos en diversos ámbitos de la relación internacional (los ya citados político, económico, diplomático, legal, cognitivo, etcétera), con un respaldo militar o equiparable, para aplicar por su cuenta estrategias híbridas a un Estado con fines revisionistas o de desestabilización, la controversia creada puede llegar a considerarse también como parte del fenómeno de los enfrentamientos en la zona gris.


Capacidades militares para la actuación en la zona gris

La reacción ante las agresiones de zona gris es un hecho que debe afrontarse en todo caso y sin excepción por la parte agredida, con el objetivo fundamental, aunque parezca contradictorio, de evitar una escalada, bien en intensidad dentro de la propia zona gris, bien en la evolución de la controversia a un conflicto armado abierto, sea este convencional o híbrido.

Para ello, la parte agredida deberá diseñar su propia estrategia ad hoc, que definirá los objetivos, los medios y las formas de contrarrestar la agresión no solo desde una perspectiva paciente, sino también proactiva, apostando por la prevención y optando por un enfoque integral que coordine todos los instrumentos de poder estatales y, en su caso, internacionales a su alcance para disuadir, detectar y responder a la agresión.

Con independencia del empleo de todo tipo de herramientas en los más variados campos o instrumentos de poder —el caso, por ejemplo, de las sanciones económicas, la negociación diplomática o la elaboración de narrativas, por citar solo algunos—, todo el enfoque integral se sustenta sobre dos elementos esenciales, además del militar convencional: la detección temprana y la resiliencia social.

La detección temprana de estrategias híbridas ha de plasmarse en un sistema de indicadores y alertas, integrado a nivel estatal y, llegado el caso, internacional, capaz de vigilar indicadores distintos a los estrictamente militares, poniendo especial énfasis en dimensiones como la diplomática, política, social, informativa, económica, etcétera. La resiliencia social, ya mencionada, tiene que ver con aumentar la capacidad de la población para soportar las más variadas agresiones derivadas de las amenazas híbridas, tanto en su vertiente física —infraestructuras, abastecimiento, condiciones de vida— como mental —cultura de seguridad, fortaleza psicológica, información veraz—.

Con respecto al instrumento de poder militar, su participación en el enfoque integral para responder a este tipo de agresiones será siempre limitada y complementaria a la del resto de instrumentos —por suceder en situación de paz—, si bien será a la vez esencial. Así, el principal papel de las Fuerzas Armadas es el de proyectar un adecuado nivel de disuasión militar que, junto con la propiciada en sus respectivos ámbitos por otros instrumentos de poder del Estado, controle una potencial escalada hacia un conflicto armado.

Además, las características intrínsecas de las Fuerzas Armadas —su resiliencia, la disciplina, la unidad y la jerarquía organizativa— las convierten en una herramienta especialmente apta para la planificación y ejecución en este tipo de escenarios, en los que los tiempos y las fases iniciales de la detección y la reacción son decisivos.

Por otro lado, la posesión de unas capacidades distintivas adecuadas en todos los ámbitos de operación —bien dotadas tecnológicamente, así como debidamente alistadas y entrenadas— permite a las Fuerzas Armadas contribuir al enfoque integral del conjunto del Estado, además de mediante la disuasión, en las más variadas tareas de detección y respuesta a agresiones en la zona gris.

Las citadas capacidades incluyen el apoyo y asesoramiento a las autoridades civiles en cuestiones relacionadas sobre todo con la seguridad pública y las emergencias o la ciberdefensa militar, que puede contribuir a la acción global del Estado en la zona gris a través de sus tres capacidades principales, esto es, defensa, explotación y ataque.

En estrecha coordinación con las operaciones en el ciberespacio, las operaciones electromagnéticas, dadas sus características intrínsecas —su no letalidad o la dificultad de detección y consiguiente atribución que en ocasiones tienen—, son una herramienta susceptible de emplearse con frecuencia en este tipo de escenarios.

Las unidades de operaciones especiales, normalmente de escasa entidad y gran versatilidad, pueden ser empleadas de forma muy eficiente en esta clase de enfrentamiento, pues proporcionan una amplia gama de opciones de respuesta, las cuales permiten gestionar y controlar más adecuadamente una potencial escalada.

La inteligencia militar puede ser un elemento clave para contribuir al irrenunciable sistema de indicadores de alerta integrado a nivel estatal que permita la detección temprana de estrategias híbridas. También puede contribuir al análisis de las circunstancias que las rodean o de los efectos perseguidos. La aportación de la inteligencia militar cobra especial importancia para la seguridad de los intereses nacionales en el exterior en zonas de operaciones donde se despliegan fuerzas propias.

Otro de los aspectos en los que el instrumento militar puede apoyar decisivamente mediante el empleo de sus capacidades es la logística. El despliegue, sostenimiento y repliegue de material y personas, en los más variados supuestos, será esencial en estos escenarios que requieren una movilidad eficaz y en tiempo.

En concreto, las infraestructuras militares existentes en territorio nacional y en el exterior pueden constituir un apoyo decisivo no solo para las operaciones, incluidas las logísticas, sino también como emplazamientos para la prestación de servicios básicos a la población civil o a personal de otras administraciones. En este sentido, el apoyo logístico es una de las capacidades militares que más puede enriquecer la necesaria resiliencia, no solo de las Fuerzas Armadas, sino de toda la sociedad.

El instrumento militar puede aportar también a las operaciones en el ámbito cognitivo, en el que la capacidad de elaborar narrativas y contranarrativas es esencial para la configuración de escenarios, la legitimación de actuaciones propias y el desmantelamiento de las del adversario. La experiencia militar puede ser muy importante en materia de análisis de la situación y asesoramiento a la necesaria estrategia global del Estado, pero también en cuestiones relativas a asuntos públicos militares o en la realización de operaciones de información o psicológicas, sobre todo en los niveles operacional y táctico.

La seguridad cooperativa, por su parte, será esencial como contribución a la prevención de escenarios de zona gris que involucren a terceros Estados a los que se apoya, fortaleciendo su resiliencia frente a la radicalización o la actuación de actores no estatales hostiles, entre otras alternativas, mediante el asesoramiento a líderes locales, el adiestramiento de personal y de unidades o el soporte financiero para la mejora de capacidades relacionadas con la seguridad.

Para el diseño de un adecuado enfoque estatal que pueda coordinar todas estas capacidades de actuación en la zona gris, serán absolutamente necesarios: la existencia de un adecuado marco legal, tanto nacional como internacional; la posesión de un robusto y fiable sistema de mando, control, telecomunicaciones y redes digitales (C4) y capacidades interoperables entre los diferentes instrumentos de poder del Estado; el planeamiento conjunto orientado a este tipo de amenazas y la compartición de inteligencia.

El documento se refiere también al relevante papel que las tecnologías disruptivas y emergentes (emerging and disruptive technologies, EDT) parece que pueden llegar a tener. El exponencial desarrollo tecnológico de los últimos tiempos y lo que está por venir en los ámbitos de las tecnologías de la información, la biotecnología o los nuevos materiales facilitan en gran medida la innovación en los modos de enfrentamiento.

Así, el agresor las puede emplear para causar confusión y desestabilizar el tejido económico, social y político de las sociedades agredidas, especialmente de las más desarrolladas, dada su dependencia tecnológica. A su vez, el entendimiento y empleo de la tecnología será de gran utilidad a la parte agredida para contrarrestar, o al menos minimizar, estas amenazas.
En este sentido, el empleo de la inteligencia artificial o el big data están llamados a desarrollar un importante papel en lo que a análisis de la situación, consciencia situacional y aceleración de la toma de decisiones se refiere, siendo cruciales para los futuros sistemas de C2, especialmente en un entorno de operaciones multidominio. La incorporación de la computación cuántica será absolutamente necesaria para garantizar 

la seguridad de las comunicaciones y la información, convirtiéndose en elemento indispensable para operar en el ciberespacio.
La posesión de tecnologías relacionadas con el espacio ultraterrestre será también determinante en un momento en el que los sistemas aeroespaciales cobran especial protagonismo en la competición internacional relativa a aspectos como las comunicaciones, la geolocalización o la observación terrestre.
Los nuevos materiales propiciarán capacidades más versátiles, baratas, ligeras y resistentes; los avances en la mejora y optimización de las capacidades humanas abrirán las puertas a la actuación en ámbitos de operación aún poco conocidos, como es el caso del campo cognitivo. Las armas no letales, por su parte, dada su precisión, intencionalidad y carácter intrínsecamente disuasorio, parecen estar llamadas a desempeñar un importante papel en los conflictos de zona gris.


Conclusiones

Los conflictos de zona gris mantienen plena su vigencia en la actualidad. En un escenario internacional muy interdependiente —sobre todo en lo económico—, avanzado tecnológicamente e interconectado desde un punto de vista informativo y de la comunicación, este tipo de conflictos son una apuesta previsible por parte de potencias regionales o internacionales revisionistas, pues la parte agresora es capaz de alcanzar objetivos estratégicos similares a los de una guerra sin derramamiento de sangre y con un coste menor en recursos y reputación.

Los Estados deben prepararse para afrontar los conflictos de zona gris adoptando un enfoque integral que coordine la actuación de todos los instrumentos de poder a su alcance, incluyendo el militar. El instrumento militar, aunque con un papel limitado y complementario del resto de capacidades civiles, es un elemento esencial tanto en materia de disuasión como por sus características intrínsecas y por la aportación de muchas de sus capacidades distintivas en apoyo al resto de capacidades estatales y a la resiliencia social.

La reciente publicación por parte del EMAD de una nota conceptual sobre «El papel de las FAS en la zona gris» (NCZG) supone un importante paso adelante tanto en la armonización terminológica del vocabulario geopolítico especializado en torno a «lo híbrido» en el ámbito de las Fuerzas Armadas como en la identificación de las capacidades militares que mejor pueden contribuir al enfoque integral del Estado a la hora de afrontar un conflicto de este tipo.

Bibliografía

1 Entendido el revisionismo como el fenómeno por el cual determinados actores internacionales buscan la reordenación del statu quo geopolítico, regional o internacional, por considerarlo injusto o desfavorable para sus intereses.
*NOTA: Las ideas contenidas en los Documentos de Opinión son responsabilidad de sus autores, sin que reflejen necesariamente el pensamiento del IEEE o del Ministerio de Defensa.

2 BAQUÉS, Josep. De las guerras híbridas a la zona gris: la metamorfosis de los conflictos en el siglo XXI. UNED, Madrid, 2021, pp. 165-170.

3 Una nota conceptual es un «documento de reflexión con carácter prospectivo, de menor entidad que un concepto, que investiga sobre elementos de referencia con vistas a un posterior desarrollo conceptual. Su oportunidad vendrá derivada, normalmente, de evoluciones en el entorno operativo, posibilidades de mejorar capacidades con nuevas tecnologías, cambios orgánicos, nuevos procedimientos, u otras causas» (JEMAD. Instrucción Comunicada 10/21,
«Instrucción de Conceptos Conjuntos». Noviembre de 2021).

4 MINISTERIO DE DEFENSA. PDC-01(A). Doctrina para el empleo de las FAS. 2018.

5 CLARK, Mason. Russian Hybrid Warfare, Military Learning and the Future of War Series. Institute for the Study of War (ISW), Washington DC, septiembre de 2020.

6 JORDÁN, Javier. «Una oscura “zona gris”», Global Strategy, 7 de marzo de 2022. Disponible en: https://global- strategy.org/una-oscura-zona-gris/ [consulta: 14/3/2022].