
Prometía el presidente francés que al principio del nuevo curso presentaría una lista de iniciativas de envergadura para sacar al país del pesimismo en el que parece haberse instalado, sobre todo a raíz de la última oleada de incidentes y disturbios, el creciente sentimiento antifrancés en el continente africano y la pérdida de músculo político, tanto en el tablero interior como en una Europa que lucha denodadamente contra su debilitamiento y pérdida de peso internacional.
En una larga entrevista acordada al semanario Le Point, mientras aún disfruta de los últimos días de vacaciones antes de la “rentrée”, Macron sale en tromba y desgrana justificaciones y propósitos sobre los temas más candentes que, por sus connotaciones, desbordan las fronteras de Francia.
Contra las voces que se alzan contra el neocolonialismo galo, Macron defiende la intervención de Francia junto con los estados africanos para luchar contra el terrorismo: “Si no nos hubiéramos embarcado en operaciones como ´Serval’ y ‘Barkhane’ ya no existirían ni Malí ni Burkina Faso, e incluso dudo de que aún existiera Níger”. A este respecto, además de reafirmar su postura de exigir “la restauración del orden constitucional y la liberación del derrocado presidente Mohamed Barzoum”, aumenta la intensidad de sus acusaciones contra los militares golpistas que le derrocaron el pasado 26 de julio: “Ese golpe de Estado lo es contra la democracia, contra el pueblo nigerino y contra la lucha antiterrorista”.
El inquilino del Palacio del Elíseo no es menos contundente contra el presidente de Rusia, Vladímir Putin, con el que “sólo volveré a hablar si es de alguna utilidad, y aún cuando el líder ruso se empeña en prolongar el desorden del mundo pese a sentarse en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas”. Emmanuel Macron dice creer que “la contraofensiva ucraniana podría tener como consecuencia que se activara la mesa de negociación”. Respecto a cómo definiría una buena negociación, responde que “será la que así quieran los ucranianos”.
Aprovecha también la ocasión para responder a su antecesor, el expresidente Nicolas Sarkozy, quién en una entrevista concedida al diario Le Figaro había manifestado su convicción en que el destino de Francia, se quiera o no, está ligado al de Rusia. Para Macron, “es Rusia quién debería definir primero el tipo de socio que quiere ser”, dejando que se sobrentienda que no es un país, cuyo líder actual al menos, no es en absoluto de fiar.
En cuanto a cuestiones de orden interno, pero que por su amplitud trascienden también el ámbito nacional, el presidente de Francia también fija postura, y se reafirma en declaraciones pasadas, que le causaron no pocas críticas. Por ejemplo, Macron habló de “descivilización” al juzgar la oleada de disturbios que asolaron al país al principio del verano tras la muerte en Nanterre de un conocido delincuente por disparos de un policía al no detenerse en un control. “Es evidente -dice- que [en esos violentos disturbios] hay una voluntad de venganza contra las fuerzas policiales, contra el Estado y contra todo lo que este representa”. Es la descivilización, vocablo que provocó la airada reacción de la oposición, especialmente de la extrema izquierda de La Francia Insumisa (LFI) de Jean-Luc Melénchon. “Es lo que vimos, de forma que ahora nos corresponde ocuparnos de recivilizar”. Y, frente a las acusaciones de la extrema derecha de haberse comportado “flojamente” en aquellas circunstancias, Macron dice haber sido “implacable”, y lo apoya en las más de 4.000 detenciones practicadas, el millar de juicios inmediatos celebrados y en que “actualmente hay más presos que nunca en Francia”.
Ante la oleada migratoria ilegal que, al igual que en España, Italia y Grecia, se abate sobre Francia, Emmanuel Macron se propone presentar un proyecto de Ley de Inmigración que se apruebe con el mayor consenso posible, tras los correspondientes debates en la Asamblea Nacional y el Senado. Pero, al tiempo amenaza con que, caso de no encontrar suficiente receptividad en las fuerzas políticas, “recurrir a los instrumentos que nos otorga la Constitución”, o sea a su artículo 49.3, que permite la aprobación por decreto ley, herramienta que Macron ya ha utilizado para aprobar la reforma de las pensiones, cuestión que desencadenó también una oleada de protestas que duró varios meses, debido a la resistencia de los sindicatos y de varias fuerzas políticas transversales a aumentar la edad de jubilación de 62 a 64 años. El presidente aprobó por decreto la reforma, muy suavizada toda vez que esa retirada de la vida laboral a los 64 años no se producirá hasta 2030.
Y, en fin, sobre el modelo de sociedad que Macron pretende construir, el presidente considera que todas las fuerzas políticas deben ser conscientes del “grave momento por el que atraviesa nuestro país, confrontado a los grandes cambios geopolíticos, climáticos y tecnológicos, además de estar en riesgo de fractura”. En consecuencia, el presidente dice que tratará de conseguir el máximo de adhesión a “todo lo que refuerce la independencia y la reconstrucción de la nación y todo lo que la sustenta: la familia, la escuela, el servicio nacional universal, la transmisión de nuestra cultura, la preservación de nuestra lengua y la organización de nuestras instituciones en todos los territorios”. Y advierte de su disposición a convocar al pueblo en referéndum si los políticos no lograren ponerse de acuerdo en sacar adelante tales planes de reconstrucción nacional.