Reaparece el problema del Tíbet

El líder espiritual tibetano, el Dalai Lama - REUTERS/ CLODAGH KILCOYNE 
De todos los problemas internos que ha afrontado China, ese inmenso mundo con cincuenta nacionalidades y etnias en sus 1.450 millones de habitantes, el que más largo tiempo ha trascendido al ámbito internacional ha sido el del Tíbet

Anexionado por Mao Tse Tung en 1950 so pretexto de liberarlo de su régimen feudal, su líder espiritual, el Dalai Lama, ha mantenido siempre una pugna política con Pekín, que ahora vuelve a experimentar otro momento crucial. 

Con ocasión de cumplir noventa años este 6 de julio, Tenzin Gyatso, decimocuarto líder espiritual y político de los tibetanos, ha lanzado un nuevo desafío al poder chino al comunicar que, tras su fallecimiento, “la institución del Dalai Lama se perpetuará, y que será el Fideicomiso Gaden Phodrang, es decir su consejo de notables, el que “identificará a su sucesor conforme a los procedimientos de búsqueda y reconocimiento de acuerdo con la tradición”. Esta disposición tiene una coda final de suma importancia: “Nadie más tiene autoridad para interferir en este asunto”. 

Con esta sentencia tan categórica, el Dalai Lama se opone a las maniobras que el Partido Comunista de China lleva realizando para nombrar al sucesor de Tenzin Gyatso, arguyendo que tanto él como el Panchen Lama, la segunda autoridad espiritual, deberán ser elegidos conforme a normas imperiales del siglo XVIII y al ritual de la Urna de Oro, una interpretación que el todavía Dalai Lama desautoriza expresamente al añadir que quién haya de sucederle “será alguien que habrá nacido forzosamente en el mundo libre”. 

Su Santidad, que es cómo se dirigen al Dalai Lama sus devotos, reconocido como la reencarnación del anterior cuando apenas contaba dos años, huyó del Tíbet al invadir el país las tropas chinas en 1950, sometiéndolo tras una violenta represión. El Dalai Lama se refugió en el norte de India, viviendo toda su vida en un monasterio de McLeod Ganj, conocida como “la Pequeña Lhasa”, junto a la localidad principal de Dharamsala.

En su último comunicado, el Dalai Lama también insta a sus seguidores a que rechacen cualquier figura impuesta por China, y lo argumenta en que “la auténtica reencarnación ha de estar libre de manipulaciones políticas y nacer en un entorno en el que se respete la libertad religiosa”. 

La comunidad tibetana en el exilio teme que China aliente una fractura interna en el pueblo tibetano si, como se espera, Pekín acaba designando un Dalai Lama alternativo. Existe ya el precedente del Panchen Lama actual fiel al régimen. El Dalai Lama reconoció públicamente en 1995 a Ghedun Choekyi Nyima, de seis años de edad en aquel momento, como la reencarnación del Panchen Lama. El régimen chino lo secuestró de inmediato y desde entonces lo mantiene en paradero desconocido, al tiempo que elegía a Gyaltsen Norbu, que siempre ha seguido estrictamente las directrices impartidas por Pekín.

Aunque China ha realizado un importante esfuerzo inversor para modernizar el Tíbet, dotándole incluso del imponente atractivo turístico que es el denominado Transtibetano o Tren de las Nubes, el más alto del mundo y que une en 21 horas el trayecto Xining con Lhasa, no ha podido erradicar la intensa espiritualidad budista de los tibetanos. Ha optado en consecuencia por garantizarse el control ideológico sobre la región y sus instituciones religiosas, confiando en que el paso del tiempo y el alejamiento de las figuras del budismo tibetano en el exilio difuminarían la resistencia. 

Por otra parte, dado el amparo que la India ha ofrecido desde hace siete décadas al Dalai Lama, así como a su consejo de gobierno, esta cuestión podría ser también un factor de tensión entre las dos principales potencias de Asia. 

Por lo demás, el Tíbet, una región que tiene dos veces y media la extensión de la península ibérica, es la principal y más grande meseta del continente, y el lugar de nacimiento de las principales corrientes de agua de la cordillera himalaya, cada vez más fundamentales para abastecer tanto la agricultura intensiva de China e India así como a gran parte de su gigantesca población humana.  Por lo tanto, también un tesoro natural que sería causa de disputas en caso de que el calentamiento climático mermara sustancialmente los aportes de agua de las montañas del Himalaya.