
La naturaleza de la conciencia humana
La conciencia humana, llamada en el Libro de Dios naturaleza humana, también constituye una fuente de conocimiento:
“Seguid la naturaleza dispuesta por Al’lah, la naturaleza según la cual Él ha creado al hombre” (30:31).
¿Cuál es la huella de aquella naturaleza? Es el creer en un Dios Único, sin compañero, Creador de todo, más allá del nacimiento y de la muerte. Hemos descrito la conciencia como una fuente del conocimiento por la certeza de la deducción, aunque aparentemente la mente no viaja de un tipo de conocimiento a otro del mismo modo que viaja de la observación del humo a la inferencia del fuego; y sin embargo aquí también hay un tipo de transferencia muy sutil: Dios otorga a todas las cosas una cualidad particular que no se puede describir con palabras, pero la mente se dirige inmediatamente a esta cualidad al observar o contemplar la cosa. Aquella cualidad es tan inherente a todas las cosas como el humo lo es al fuego. Por ejemplo, cuando contemplamos el Ser de Dios Exaltado, y consideramos lo que debería ser, cuando pensamos si Dios debería nacer como nosotros, y sufrir y morir también como nosotros, inmediatamente al formarse tal idea nuestro corazón se siente atormentado, y nuestra conciencia tiembla y rechaza tal idea con indignación, clamando que Dios, sobre Cuyos poderes se centran todas nuestras esperanzas, debe estar libre de cualquier defecto y debe ser Santo, Perfecto y Poderoso. En el momento en que pensamos en Dios percibimos una relación perfecta entre Dios y la Unicidad, que supera incluso a la existente entre el fuego y el humo. Por lo tanto, el conocimiento que obtenemos a través de la conciencia es el conocimiento en el estado de certeza a través de la deducción. Pero existe otro estado que se denomina conocimiento por certeza de la visión. Esto supone el grado de conocimiento adquirido cuando no existe intermediario entre nosotros y lo que hemos conocido. Por ejemplo, cuando percibimos un olor agradable o desagradable a través de nuestro sentido del olfato, o cuando percibimos la dulzura o la salinidad de algo a través de nuestro sentido del gusto, o el calor o el frío de algo, a través de nuestro sentido del tacto, todos estos conocimientos constituyen, para así decirlo, la certeza de la visión.
Con respecto a la Vida Futura, nuestro conocimiento alcanza el grado de certeza de visión cuando recibimos revelación directa y oímos la voz de Dios a través de nuestros oídos y contemplamos las verdaderas y claras visiones de Dios con nuestros ojos. Sin duda, necesitamos revelaciones directas para adquirir la comprensión perfecta por la que nuestros corazones están hambrientos y sedientos. Si Dios Exaltado no nos hubiera concedido por adelantado los medios para tal comprensión, ¿por qué ha creado este hambre y esta sed en nuestros corazones? ¿Podemos contentarnos con la idea de que en esta vida, que constituye nuestra única medida para la otra Vida, deberíamos creer en el verdadero, perfecto, poderoso y viviente Dios, basándonos solamente en cuentos e historias, o que deberíamos depender de la razón únicamente, cuya comprensión es todavía defectuosa e incompleta? ¿Acaso no desean los corazones de los verdaderos amantes de Dios disfrutar de la felicidad de conversar con su Amado? Y aquellos que en este mundo lo han dado todo por Dios, y han dedicado sus corazones y sus vidas a Él, ¿acaso deben estar contentos con lamentarse con una luz tenue, sin contemplar el rostro del Sol de la Verdad? ¿No es cierto que la afirmación del Dios Viviente: “Estoy Presente” otorga un grado tal de comprensión que cuando la comparamos con los libros auto concebidos de todos los filósofos, éstos quedan reducidos a la nada? ¿Qué pueden los llamados filósofos enseñarnos, cuando ellos mismos están ciegos? En resumen, si Dios Exaltado se propone conceder un entendimiento perfecto a sus buscadores, entonces Él ciertamente ha mantenido abierto el camino para conversar con ellos. En este contexto Dios el Glorioso nos enseña la plegaria del Santo Corán:
“Guíanos por el camino recto, el camino de aquellos a los que Tú has otorgado Tus bendiciones” (1:6-7).
Aquí el concepto de bendiciones Divinas se refiere al conocimiento Divino a través de la revelación y las visiones que se conceden directamente al hombre.
En otra parte se dice:
“Sobre aquellos que, habiendo creído en Dios, continúan firmes, descenderán los ángeles de Dios para tranquilizarles: no temáis, ni os entristezcais, y alegraos con el Paraíso que se os ha prometido” (41:31).
Aquí se puede apreciar con claridad que los siervos honrados de Dios reciben revelaciones de Él en los momentos de miedo y dolor, y que los ángeles descienden sobre ellos para tranquilizarles.
En otra parte se dice:
Los amigos de Dios reciben buenas nuevas en esta vida a través de las revelaciones, y conversan con Dios, y también tendrán la misma experiencia en la otra Vida (10:65).
El significado de la Revelación
Ha de tenerse muy en cuenta que el concepto de revelación no significa que una idea surge en la mente de una persona que se propone meditar sobre algo concreto, del mismo modo que, por ejemplo, el poeta que tras haber pensado en medio verso se dispone a buscar la otra mitad en su mente, y ésta se le ofrece. Esto no es una revelación, sino el resultado de la reflexión de acuerdo con la ley de la naturaleza.
Cuando una persona reflexiona sobre algo bueno o malo, surge en su mente una idea correspondiente. Por ejemplo, una persona piadosa y honrada compone versos en favor de la verdad, mientras otra que es malvada y perversa apoya con sus versos la falsedad, y abusa de los justos. Ambos, sin duda, escriben un cierto número de versos, y es posible que los versos de aquél que es enemigo de la verdad y apoya la falsedad sean mejores que los versos del otro, debido a su mayor práctica al escribir poesía. Por lo tanto, si el hecho de que surja una idea en nuestra mente se ha de considerar como revelación, un poeta malvado que sea enemigo de la verdad y de las personas honradas y que escriba lo contrario de la verdad y haya recurrido a la impostura, sería denominado receptor de revelación Divina. Muchas novelas están escritas con un estilo excelente y exponen argumentos que, aunque falsos, contienen relatos muy bien elaborados. Entonces ¿podrían considerarse revelaciones estas novelas? Si la revelación no fuera más que una idea que surge en la mente, el ladrón también se podría llamar receptor de revelación, porque un ladrón experto elabora en la mente varias formas de robar y asesinar, y muchos planes astutos pasan por su cabeza. ¿Podríamos llamar “revelaciones” a estos proyectos impuros? Por supuesto que no. Sólo razonan así aquellos que no conocen el Verdadero Dios, que reconforta con Sus palabras los corazones de Sus siervos, y otorga la luz del conocimiento espiritual a aquellos que no la conocen.
¿En qué consiste, pues, la revelación? Es la viviente y poderosa conversación de Dios Santo y Exaltado con Su siervo elegido, o con alguien que Él desea elegir. Cuando esta conversación empieza de manera adecuada y satisfactoria, libre de la oscuridad de los conceptos equivocados y llena, no de palabras vacías sino de alegría, sabiduría y grandeza, entonces esta conversación es la palabra de Dios mediante la que Él consuela a Su siervo, y se manifiesta ante él. A veces se concede la revelación a una persona para probarla, y no viene acompañada de todas las bendiciones. En estos casos, la persona receptora se pone a prueba en este estado elemental, para que al haber experimentado hasta cierto punto la revelación, ordene su vida según las directrices que establecen aquellos que son verdaderos receptores de la revelación. Al no actuar así, el hombre se sentiría frustrado. Al no adoptar el camino de los verdaderamente justos, se ve privado de la plenitud de estas bendiciones, y sólo le queda la vana jactancia.
Millones de virtuosos han recibido revelaciones, pero no eran todos iguales a los ojos de Dios. Incluso los santos Profetas de Dios, receptores de la revelación Divina en su más alto nivel, no se hallan todos a la misma altura. Dice Dios Exaltado:
“De estos Profetas, Nosotros hemos exaltado algunos por encima de otros” (2:254).
Esto nos indica que la revelación es simplemente una gracia de Dios, y no constituye evidencia de la exaltación. La exaltación depende del grado de veracidad, sinceridad y fidelidad del receptor, que sólo Dios conoce. La revelación, acompañada de todas sus condiciones benditas, es también, sin duda alguna, fruto de estas cualidades.
(lpbD) – la paz y las bendiciones de Dios sean con él.
(Continuaremos en la entrega 30 donde continuaremos con el tema del significado de la revelación a la luz de las enseñanzas del Sagrado Corán)