El tiempo no lo cura todo

F. Javier Blasco; Coronel en la Reserva

Muchos pensaban que 2016 habría sido el peor año de los últimos tiempos; no pocos lo han calificado como el Annus Horribilis lo que no es más que una expresión latina adaptada, que se puede traducir como "año terrible". Normalmente, esta frase o expresión es utilizada cuando al finalizar el año las cosas no han salido como se esperaban o han sido realmente desastrosas en cualquiera de los aspectos políticos, económicos, sociales o familiares de nuestro entorno amplio e, incluso, en el íntimo, familiar o cercano.

Debo decir que no le faltaba razón a aquellos que lo decían; la crisis de los refugiados sobre Europa; el incremento de la lucha contra el ISIS con resultados variopintos; el inesperado éxito del Brexit; la imparable ola de atentados en Europa perpetrados por terroristas yihadistas que nos han mantenido en vilo durante todo el año con especial hincapié en las celebraciones navideñas y de fin de año, poniendo de manifiesto lo alejados que nos encontramos de una efectiva política de seguridad ciudadana; las diversas crisis políticas de envergadura en demasiados países europeos; el poco esperado y para muchos nada esperanzador resultado de las elecciones en EEUU; el auge de los populismos en el mundo entero con especial efecto en Europa y EEUU; el autogolpe de Turquía y sus graves repercusiones internas y externas; las constantes amenazas de Putin sobre la integridad territorial y seguridad de sus vecinos y entre las principales potencias; los casos de escándalos comerciales e industriales en la mayoría de las empresas productoras de automóviles; el nuevo y enigmático panorama geopolítico en Oriente Medio; las graves crisis políticas, económicas y sociales en varios países de Centro y Sudamérica; el aumento de las tensiones en Asia-Pacífico y la ralentización de la salida de la crisis y sus consecuencias son hechos irrefutables, entre los más destacables, que se encuentran entre los más importantes y que han venido apareciendo a lo largo de 2016 de forma sucesiva o simultánea. Todos ellos, en mayor o menor proporción, han supuesto y proporcionado muchos quebraderos de cabeza para muchos ciudadanos y principalmente, para la mayoría de la clase política porque como consecuencia de estos, han visto en peligro o perdido su futuro como tales dirigentes.

En la arena interna, debemos mencionar el habernos pasado el año en el limbo con la política bloqueada sin razón aparente, sin gobierno y a golpe de elección en elección hasta que, in extremis, pudimos nombrar a uno, aunque quizás este, al no tener mayoría absoluta y por tener que buscar apoyos para todo, sea demasiado débil para llevar a efecto lo que España y los españoles necesitamos; la inacabable y agobiantemente cansina crisis de Cataluña y su separatismo o desconexión; la crisis de liderazgo en el aún principal partido de la oposición que les ha dejado descabezados y desnortados para una larga temporada; la no completa salida de la crisis económica en elementos y puntos tangibles para la mayoría de los bolsillos; los escándalos debidos a múltiples y “aumentados” casos de corrupción y corruptelas dado que la mayoría de ellos han sido selectivamente exagerados y orquestados hasta situaciones con consecuencias extremas; los problemas de cohesión y liderazgo en la mayor parte de los partidos políticos que les han llevado a comenzar este año envueltos en guerras internas fratricidas y hasta cainitas; el incremento de los asesinatos y casos de violencia de género sin aparente solución; la pérdida de confianza en la administración de una justicia igual para todos y el desbocado consumo del alcohol y drogas por muchos de nuestros jóvenes y creciendo en un alto porcentaje entre los conductores de toda edad, sexo o condición.

A todo esto, hay que añadir un amplio y generalizado descenso en la importancia del valor de la familia o la cultura y un incremento alarmante en la pérdida de los valores inherentes al ser humano, en el respeto a los derechos humanos y la dignidad de las personas; elementos estos que son el mejor caldo de cultivo para que todo lo anterior florezca y siga creciendo hacia cotas insospechadas.

Pero este año 2017, del que y sin darnos cuenta, ya ha transcurrido su primera quincena, nada apunta a que vaya a ser mejor que el anterior. A pesar de la intensa ola de frio que asola el hemisferio norte desde el principio del año, que podría vaticinar aquello de “año de nieves, año de bienes”. De momento, la mayoría de los factores anteriormente señalados no se han incorporado al archivo del tiempo pasado ni han perdido su efectividad; siguen allí y aquí y veremos cómo evolucionan, aunque, mucho me temo, que no lo harán para mejorar.

En nada tenemos elecciones importantes en Italia, Alemania y Holanda que pueden poner a prueba el valor residual de los tradicionales y alternativos partidos políticos al mando del rumbo y dirección de dichas naciones. El nuevo Presidente norteamericano, descubrirá e imprimirá sus políticas internas y externas, que, sin duda alguna, no serán nada continuistas con las de su antecesor; cosa que, obligatoriamente no tienen por qué ser mala en su totalidad, pero al menos, darán origen a nuevos planteamientos y reacciones internas y por el resto del mundo.

La probable aplicación de las nuevas y ya proclamadas políticas aislacionistas de Trump en el continente americano y Europa, así como respecto a su participación y contribución a la OTAN pueden ser dos puntos de fricción que desestabilicen los normales flujos en ambos aspectos y con repercusiones mucho más profundas para el resto de aliados que normalmente vienen confiando su propia seguridad en la alta contribución y compromiso norteamericano con la Alianza a cambio de “dejarse gobernar y dirigir” por generales y políticos norteamericanos en la misma.

Las crecientes tensiones originadas por los recientes despliegues de fuerzas OTAN-EEUU en los países bálticos y Polonia no serán objeto de solo unas tibias declaraciones de desaprobación por parte rusa en general y de Putin en particular; las posibles acciones y reacciones a esto pueden desembocar en una escalada de la tensión similar a épocas pretéritas. El notable incremento de las capacidades de hackeo por parte principalmente de los rusos, chinos, norcoreanos y norteamericanos ha puesto patas para arriba la seguridad de cualquier persona, organismo, Estado e institución y puede, que hasta estén cerca de alcanzar el acceso, si no lo han hecho ya, a los órganos de gobierno, mando y control de los sistemas de defensa e incluso del manejo de las armas de destrucción masiva; hecho este de muy particular relevancia para la paz y la seguridad mundial, que exige la adopción de fuertes contramedidas de ciberdefensa y el empleo de sistemas aún mucho más seguros, si es posible, que los presentes. 

Los continuos encontronazos verbales, diplomáticos y militares, aunque estos últimos en menor grado por el momento, en Mar de China y el Continente Asiático pueden poner a prueba muchos de los resortes y la capacidad de paciencia de los principales actores en la zona en defensa de sus intereses o los de sus aliados; situación a la que no contribuyen en nada los escándalos y corruptelas por parte de ciertos dirigentes entre los aliados y las diferencias que acaban de aparecer entre Corea del Sur y Japón. En la misma zona, no debemos olvidarnos del siempre “ladrador” Kim Jong-un y sus constantes amenazas nucleares y sobre el alcance de sus misiles intercontinentales a los que ya se les atribuye una cierta capacidad para albergar cabezas nucleares; cualquier día de estos, dichas amenazas serán una realidad y Corea del Norte se transforme en una auténtica amenaza para la paz mundial.

Veremos que ocurre por las discrepancias y encontronazos por el dominio de las rutas marítimas y la explotación de los muchos recursos naturales bajo las aguas del Ártico como consecuencia de los cambios climáticos que producen un continuo deshielo en la zona y la mayor viabilidad para poder transitar sus aguas, casi de forma permanente, en un futuro muy próximo. Igualmente, y en el mismo campo, el previsible retroceso en los escasos logros alcanzados tras Kioto y París para reducir los efectos nocivos del hombre sobre la atmósfera y el consiguiente cambio climático, será otro foco de tensión entre los países que más polucionan la atmósfera, si es que estos se resisten a reducir sus emisiones.    

La situación de tensión entre el chiismo y el sunismo representados fundamentalmente por Irán y Arabia Saudita puede eclosionar en cualquier momento ya sea en Sudán u otro lugar del entorno. Habrá que esperar a ver lo que sucede con la más que previsible y, al parecer, algo caótica sucesión del Rey de Arabia Saudí por la avanzada edad del actual dirigente, el Rey Salman y sus muchos y variopintos candidatos a sucederle en el trono.

La más que previsible expansión del terrorismo yihadista y sus preceptos en gran parte del continente africano, Oriente Medio y Asia será objeto de enfrentamientos militares de importancia y traerá como consecuencia cientos de miles de víctimas y nuevas oleadas masivas de refugiados en busca de cobijo, lo que otra vez, acarreará problemas en los países elegidos para esto. Todo ello, con el anterior y similar problema aún sin resolver y con una Turquía muy amenazante en dicho concepto si no se le satisfacen sus aspiraciones sobre la UE. Las oleadas de actos terroristas sobre los países que luchan contra el ISIS se seguirán sucediendo a medida que estos necesiten un mayor protagonismo o sean más graves sus derrotas en los territorios ocupados. El inacabable conflicto palestino-israelí que, al parecer, queda lejos de una solución consensuada y pacífica y mucho más cercano a una nueva confrontación, ya que ni siquiera ambos se han sentado a la última mesa de negociaciones en la Conferencia para la Paz en Oriente Próximo celebrada este domingo en París y todavía es una incógnita la posible y nueva postura norteamericana sobre dicho conflicto.

El futuro de los países que fueron objeto de revueltas o primaveras árabes y, que siguen sin encontrar una salida digna a sus enfrentamientos internos no apunta a una pronta solución y salida consensuada por lo que los problemas en ellos y en su entorno podrían aumentar y empeorar. La lucha contra el ISIS en Siria e Iraq no está del todo zanjada; dicha organización posee una gran capacidad de resiliencia y aún queda esperar muchas reacciones por su parte que, forzosamente deberán superarse militarmente y con una mayor implicación externa que la actual. Por otra parte, el papel que poco a poco ha venido jugando Turquía en este conflicto para “encubrir” su lucha contra los kurdos no puede más que acarrear otro conflicto político-religioso en la zona con un incremento de actos terroristas sobre los intereses turcos y los de aquellos que les apoyan. Está por ver que sucederá y cómo reaccionará Irán, si, tal y como ya anunció por el propio Trump, es posible que el acuerdo sobre su programa nuclear quede sin efecto.

El auge e incluso alguna posible victoria de los partidos populistas y nacionalistas en países como Francia, Italia y Hollada puede llegar cambiar el sentido y la poca fortaleza política y económica que aún se mantiene la UE. Cosa a la que podría unirse un triunfo no muy holgado de la Sra. Merkel en Alemania o la pérdida definitiva de su hegemonía. Las repercusiones del Brexit en los aspectos político, económico, social e incluso militar sobre la UE y la misma OTAN están por verse, pero estoy seguro de que no serán nimias. El crecimiento del anti europeísmo, incluso en la propia Euro Cámara, puede llegar a romper la débil estructura económica, política y social en Europa. La persecución física y moral a los cristianos y el cristianismo tanto en países musulmanes como, en cierto grado, en gran parte de Europa, acompañada de una máxima exigencia de respeto a los modos, usos y costumbres del Islam dentro y fuera de los confines donde este se práctica habitualmente, facilitará la expansión y justificación del islamismo extremo y un retroceso y desprecio de los valores cristianos en los que se asentaron la mayoría de los principios de Occidente.

La tendencia a volver a pensar en los totalitarismos, autoritarismos, aislacionismos, populismos, demagogias y la constante búsqueda de las utopías como "nuevas" formas de gobierno en contraposición a unas fuertes y consolidadas democracias solidarias nos hace retroceder en el pasado sin fijarnos ni reconocer que dichas y ya experimentadas políticas nunca fueron buenas, sino todo lo contrario. La poco halagüeña e inquietante subida de los precios de la energía y de determinadas materias primas incrementará el gasto individual y colectivo y reducirá el poder adquisitivo y de confort de la mayoría. El aumento generalizado de las diferencias sociales y la pérdida de capacidad adquisitiva de las denominadas clases medias repercuten en los cambios de tendencias políticas hacia los populismos y en la necesaria capacidad de recaudación de los impuestos de los Estados para asegurar los apoyos sociales a su población.  

Por último, no debemos olvidarnos que hay que tener siempre presente que Putin no quedará al margen de cualquier conflicto que se pueda generar e incluso será él, el que los intente provocar y, que cada vez es mucho más patente e inminente la posibilidad de una lucha por copar el poder y la hegemonía a nivel mundial entre las tres potencias en puja, EEUU, China y Rusia. Lucha que se puede escenificar aún más en los meses venideros.

Con todos los problemas enumerados y algunos más que me dejo en el tintero, no por olvido, sino para evitar el hastío; las potenciales perspectivas no son como para pensar que este año será mejor que el anterior. Los aprobados y esperados cambios en la dirección política de gran parte de los países que rigen la esfera internacional, no ayudarán a estar en condiciones de afrontar dichos problemas de manera eficiente y resolutiva. Los normales titubeos tras dichos cambios serán aprovechados por aquellos lobos hambrientos que esperan agazapados cualquier signo de debilidad de su presa y esto puede ser letal para el resto de los mortales.

En España, además de sufrir la parte alícuota de lo mencionado, nos encontramos que hemos empezado el año, inmersos en la búsqueda de liderazgos y "revolucionarios" programas en todos los partidos políticos, con un gobierno que por estar en minoría debe consultar todos sus movimientos y que ve en peligro la continuidad de una incipiente recuperación debido a las normales exigencias de cualquier pacto por insignificante que este sea. Con un ensalzamiento de movimientos que propugnan lo que eufóricamente se ha denominado “el derecho a decidir” pero que en realidad solo supone la prohibición al resto de ejercer ese mismo derecho. No se aprecia en ninguno de ellos ni el más mínimo atisbo de arreglar las cosas ni de llegar a ningún tipo de consensos, patente incluso con el incomprensible gesto de no acudir todos al unísono a la reunión de presidentes de comunidades autónomas. Con una clara percepción de que nuestros políticos están pensando mucho más en sus poltronas, privilegios y su cacho de poder que en los ciudadanos y sus problemas. Si estamos en esta posición y tesitura ¿Cómo vamos a ser capaces de echar una mano en resolver alguno de los problemas colectivos y externos anteriormente mencionados?

Creo firmemente, que dejar que las cosas se arreglen por si solas, no es la mejor manera de solucionarlas y que el tiempo no lo cura todo, sino que, al contrario, muchas veces lo empeora. El mundo está en nuestras manos; pero ¿en qué manos?    

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