La economía magrebí a debate: sector público y sector privado frente a frente

Por Pedro Canales 
Foto: Argelia tiene la economía del Magreb central más controlada por el  Estado.
 
Desde que hace más de medio siglo los países del Norte de África accedieran a la independencia, el debate entre partidarios del sector público “socialista” y sector privado “capitalista” no ha cesado. En las tres capitales del Magreb central, Rabat, Argel y Túnez, se acepta que las riquezas naturales básicas, fosfatos, minerales, petróleo, gas, deben ser controladas por el Estado. Así es en Marruecos con la OCP, en Argelia con SONATRACH y en Tunicia con la GPG. Sin embargo la convergencia termina ahí: el papel del sector privado divide a las autoridades magrebíes en posiciones diametralmente opuestas. Argelia, que acaba de formar nuevo gobierno e inicia un cuarto mandato presidencial lleno de incertidumbres, está inmersa en el debate, vinculado por otra parte a una economía deteriorada y frustrante para la inmensa mayoría de la población. Abdelmayid Buzidi, exconsejero económico de la Presidencia, es rotundo: “la economía argelina se encuentra en la buena trayectoria”. Insiste en que su análisis no se sitúa en términos de lógica del poder, de clanes o de individuos “más o menos carismáticos”, sino desde el punto de vista de “salir de la crisis y apuntalar la reconstrucción económica”. Para ello se ciñe a los hechos “nada más que los hechos”, los cuales según este profesor de Ciencias Económicas con trayectoria marxista, demuestran que millones de argelinos, a pesar de la incompetencia de las clases dirigentes, producen anualmente del 6% al 7% del crecimiento económico, fuera de los hidrocarburos. Una economía en definitiva, según Buzidi, que “se mueve”.
 
Modelo híbrido de crecimiento
El académico sostiene que “hay un modelo de crecimiento económico”, algo con lo que la mayor parte de pensadores de la oposición, desde los más radicales hasta los más continuistas, no están de acuerdo.  El profesor se defiende frente a las críticas y precisa que “es un modelo diferente al de los años 70”, en referencia al Plan de desarrollo de “la industria industrializante” puesto en marcha por el entonces ministro de Economía de Bumedian, Belaid Abdessalam. Un proyecto que consistía grosso modo en dotar al país de potentes industrias estatales de base (mecánicas, eléctricas, químicas, siderúrgicas, construcción, etc), que se convertirían en motor del desarrollo económico del país, pero que fracasó y dejó Argelia extenuada, sin recursos y con un “gigantesco cementerio de chatarra”, según la frase lapidaria de los opositores al plan. Este “nuevo plan” del Gobierno que dirige Abdelmalek Sellal consistiría en dos vectores: un programa de desarrollo de infraestructuras de base, y un segundo programa de re-industrialización. Según el exconsejero económico de Buteflika, el sector estatal de la economía seguiría siendo potente, aunque debe dar paso al sector privado,  y adaptado a una gestión moderna recurriendo a la asociación con los grupos extranjeros. Una manera de evitar o de esquivar escándalos como el de la construcción de la autopista este/oeste de 1200 km. entre las fronteras con Túnez y Marruecos, y que ha costado 18.000 millones de dólares, es decir unos 15.000 euros el metro de asfalto. La novedad en el plan sugerido por el Gobierno consistiría en facilitar la emergencia y desarrollo de un sector privado activo “basado en conglomerados familiares”, lo que viene a ser una copia argelianizada del modelo seguido en Marruecos desde los años 60 y que ha permitido la creación de un poderoso sector privado, emprendedor, inversor y creador de riqueza. Sería precisamente este sector privado “familiar” el destinado a substituir las importaciones que dominan prácticamente a todos los sectores del consumo, y que son el coto privado de un reducido número de individuos que la vox populi denomina “mafia de la importación-exportación”.
 
Autarquía y proteccionismo
En los hechos la economía argelina vive en una especie de autarquía, provocada tanto por los desajustes internos, como por el proteccionismo del Estado. Introducir en estos momentos, o en este quinquenio próximo la “verdad de los precios” provocaría una convulsión social de consecuencias muy dolorosas para las economías populares, estiman unánimemente todos los economistas. “Hacer pagar a la familia el precio real de la energía, del transporte, de la cesta de la compra, de los productos básicos, sería condenarla”. El carburante es subvencionado por el Estado con 22 mil millones de dólares anuales; el pan, la leche, el azúcar, el aceite, todo importado, son vendidos a un precio inferior al costo de producción. Esta autarquía y proteccionismo interno se traduce por otra parte en la debilidad de la economía interna frente a la competencia internacional. Hace pocos días se ha realizado en Argel un encuentro parlamentario sobre los acuerdos de libre-cambio y la problemática de la adhesión de Argelia a la Organización Mundial del Comercio, y los expertos han concluido que por el momento  “no hay las condiciones para que Argelia adhiera a la OMC o se integre en asociaciones plurinacionales de libre comercio”. Las empresas nacionales no están preparadas para ello, a diferencia de las empresas tunecinas o marroquíes. “El 90% de las empresas argelinas no puede hacer frente a la competencia extranjera, y el 45% cerrarían en caso de apertura del mercado nacional”, han concluido buen número de participantes en el encuentro. El sector más nacionalista del aparato estatal estima sin embargo que es necesario “promulgar Leyes para erigir barreras y frenar las importaciones, para de esta manera estimular el consumo de productos nacionales”. Una medida desesperada tendiente a poner freno al recurso fácil de vaciar las arcas del Estado para satisfacer el mercado de consumo. Según la Dirección general de estadísticas Argelia importó en 2013 por valor de 55 mil millones de dólares, de los cuales 10 mil millones en bienes de consumo.
 
Economía desconectada
Este fenómeno es lo que la consultora McKinsey Global Institute denomina como “economía desconectada”. Mientras las economías mundiales tienden cada día más a interrelacionarse e interconectarse, algunas como la argelina siguen encerradas en un proteccionismo que tiene los días contados. En un reciente estudio del citado Instituto se afirma que “Marruecos ha conseguido superar la prueba de conectividad, alcanzando el mejor índice mundial de progresión, inmediatamente después de Isla Mauricio”. En los últimos 15 años, periodo del estudio, Marruecos ha pasado del lugar 79 en la clasificación, al 53. El McKinsey Global Institut señala los dos parámetros principales de la conectividad mundial: el papel creciente de las clases medias en los países emergentes y las mutaciones tecnológicas. Ambos factores precisamente que penalizan a Argelia para situarla en la cola de los 131 países analizados en el Informe. Es cierto, señala también el estudio, que ha sido precisamente la ausencia de conectividad con la economía mundial, lo que ha permitido a Argelia eludir los efectos nefastos de la crisis financiera de 2008, que no afectó al país. Pero ello no justifica dar la espalda a la mundialización. En el polo opuesto del optimismo triunfalista del exconsejero económico del Presidente, podríamos situar a la mayor parte de analistas económicos, entre ellos el especialista del diario El Watan, Nurdin Grim. En los varios libros escritos sobre la economía del país y en sus artículos de prensa, Grim ha puesto de manifiesto “la psicología del ciudadano de a pie, que considera vergonzosa la economía de mercado”, lo que contribuye a justificar un estatalismo sin límites y una economía dirigista. “Y los sucesivos gobiernos desde la Independencia no han hecho nada o muy poco, para cambiar esta mentalidad”, señaló Nurdin Grim a Atalayar. “Desde hace un cuarto de siglo con la famosa apertura política de Chadli Benyedid, la economía argelina ha seguido siendo fundamentalmente socialista con un embrión capitalista”. Un embrión que no ha dado el fruto esperado: “después de 25 años de supuesto liberalismo, Argelia sigue sin disponer de ninguna herramienta  universal de mercado”. Como prueba, afirma Grim, no hay mercado de valores, no hay crédito, no hay valores inmobiliarios,  las divisas se adquieren sistemáticamente en el mercado negro en el que el valor oficial está depreciado de un 50%, cualquier factura internacional está penalizada con una tasa del 24%, y en la Bolsa de Argel sólo hay 4 empresas: el hotel Aurassi, la aseguradora Allianz, la farmacéutica SAIDAL y la conservera NCA Rouiba. En la Bolsa de Túnez cotizan 51 empresas, y en la de Casablanca, 75. Una situación que los desconfiados del triunfalismo gubernamental estiman a la base del poco entusiasmo del capital extranjero.  La regla llamada del 49/51, que limita el accionariado extranjero a un 49% en toda empresa mixta, dando la mayoría y el poder de decisión al obligado socio local, viene a ser la extensión del proteccionismo a todos los niveles. El Gobierno Sellal insinúa que la va a revisar, pero hasta el momento no está a la orden del día.