Alexandra Dumitrascu
Pie de foto: Pedro Pablo Kiczynski, ganó la presidencia del Perú con el 50.12%, una diferencia mínima respecto a su rival, Kieiko Fujimori, lo que pone de manifiesto una fuerte polarización de la población.
Para Keiko Fujimori, las elecciones del pasado domingo 5 de junio fueron como un déjà vu. A pesar de ser la favorita en las encuestas, los resultados finales hechos públicos después de cuatro días agónicos, cayeron como un jarro de agua fría para la hija del ex presidente, Alberto Fujimori. Por segunda vez consecutiva, la líder de Fuerza Popular (FP) tocó la presidencia con las puntas de los dedos, tras quedarse a sólo 0,24 puntos distancia de su oponente, Pedro Pablo Kuczynski, de Peruanos Por el Kambio (PPK), que ha ganado con sólo el 50.12% de los votos. Los resultados de esta segunda vuelta, contrastan fuertemente con la primera ronda, cuando la candidata de FP se posicionó primera al cosechar el 39.86% de los votos frente a 21.05% de Kuczynski.
Una situación cuasi idéntica pasó por primera vez en 2011 cuando Fujimori perdió ante Ollanta Humala a una distancia de casi dos puntos de diferencia. La brecha esta vez se ha acortado considerablemente, lo que pone de manifiesto una fuerte polarización de la población.
Si bien la candidata de FP despertaba simpatías dentro de la población rural, por su discurso en torno al fortalecimiento de la seguridad –un tema sensible entre los peruanos – la sombra de su padre, encarcelado por crímenes de lesa humanidad y secuestro, todavía pesa entre los ciudadanos, ante el temor a que se vuelva a las prácticas autoritarias de los años 90. Pero la mínima derrota ha sido aceptada por Fujimori con fair play y, al poco de conocerse los resultados finales destacó la misión que los ciudadanos le han encomendado, de ejercer desde la oposición. "Será el rol que vamos a cumplir con firmeza. Seremos una oposición responsable, que pensará siempre en el futuro de nuestro país", ha prometido. Sabe que no todo está perdido. Pese a la derrota, el partido de Fujimori es el bloque parlamentario con mayor peso, al haber obtenido en el mes de abril 60 de los 130 escaños disponibles. La formación de Kuczynsky únicamente goza con 25 escaños, lo que garantiza al nuevo presidente y al PPK grandes dificultades parlamentarias, aunque la afinidad política –ambas formaciones se sitúan a la derecha- podría favorecer el diálogo.
Uno de los principales inconvenientes de Kuczynski para gobernar es su adelantada edad. Aunque para dar mayor sensación de cercanía y modernidad, especialmente entre los jóvenes, el mandatario de 77 años, nada más conocer los resultados se manifestó en 140 caracteres a través de la red social de Twitter. “¡Gracias Perú! Es hora de trabajar juntos por el futuro de nuestro país”, publicó el líder de PPK, que más tarde también agradeció en la misma red el gesto de su contrincante de reconocer los resultados.
El Perú de Kuczynski
Aún con la incógnita del desenlace de las elecciones, días antes de conocerse los resultados finales, Kuczynski tranquilizó a los peruanos acerca del futuro que les va a deparar como presidente, y en clara alusión hacía su rival, manifestó que “nosotros aborrecemos la dictadura y amamos el diálogo. Vamos a tener consenso. No más pugnas ni enfrentamientos”. No obstante, consciente de la minoría de su partido en el Congreso, llamó “a todos” al diálogo. “Somos conciliadores, a pesar de lo que nos dicen, vamos a poder gobernar el Perú hacia un horizonte brillante y mejor”, ha asegurado.
Pedro Kuczynski estudió en el Reino Unido, Suiza y Estados Unidos, y se desempeñó como ministro de Economía y Finanzas, economista jefe y asesor en el Banco Mundial. Uno de los principales objetivos presentado en su plan de Gobierno de 240 páginas, es recuperar el dinamismo de la economía, para posteriormente reducir la pobreza en el país que, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística de Perú, afecta a casi 22% de la población. Para ello, el ahora presidente del país ha tendido la mano a todos los partidos políticos para formar un “equipo de alto nivel” en orden a impulsar el crecimiento económico y combatir la economía informal. Eliminar los trámites que dificultan la inversión, otorgar incentivos tributarios a la pequeña y mediana empresa y reducir los impuestos son medidas que ha explotado ampliamente durante su campaña electoral. Aunque en lo social, ha prometido mayor gasto para proveer servicios básicos a la población, un precepto que va claramente en contraposición con la ideología cuasi liberal que le caracteriza. “Sin inversión social no tendremos una sociedad que viva en paz”, ha especificado.
La corrupción, por otra parte, es un problema que llega hasta las altas esferas en Perú, y que en ocasiones está estrechamente ligado al narcotráfico. De acuerdo con el Índice de Percepción de la Corrupción 2016 de Transparencia Internacional, Perú se ubicaba en 2015 en el puesto 88 mundial de 167 países que mide el ránking. Aunque ha mejorado a visiblemente a lo largo de las últimas dos décadas, todavía la corrupción es una traba para la inversión y los negocios. Para ello, durante la campaña electoral ha propuesto reformas que “terminen de raíz con la corrupción e impunidad” del país, y en este sentido pretende cambiar la composición del Consejo Nacional de la Magistratura (CNM), entre otras medidas, que en su opinión se ha convertido en un “mercado de influencias” más que un organismo que elija a los mejores jueces y fiscales de Perú. Aunque también refundar la Policía Nacional para recuperar la institución, actualmente en manos de “agentes corruptos”.
Comenzar por ahí es poner fin a la impunidad de la que se aprovechan también las redes de crimen organizado. La inseguridad, bandera de la campaña tanto de Kuczynski pero también de Fujimori, es un problema endémico en el país. Perú es uno de los principales productores de cocaína. A pesar del debilitamiento del movimiento rebelde Sendero Luminoso, éste todavía sigue vivo estando implicado en actividades de producción y venta de cocaína. En este sentido, el Valle de los ríos Apurimac, Ene y Mantaro (VRAEM), una de las zonas con más índices de pobreza y desnutrición infantil, es el principal centro de narcotráfico del grupo en el país. Por eso, consolidar la seguridad es una de las prioridades del nuevo presidente cuya solución lo ve en clave pragmático-economica dado que, en su visión, “sin seguridad no hay inversión y no prospera el bienestar y la actividad económica y social”.
Los retos que el nuevo Gobierno de Kuczynsky debe afrontar son mayores, más aún cuando no goza de mayoría en el Congreso, ni del beneplácito de un conjunto más amplío de la población. Llegar a consensos será un requisito indispensable para poder tomar decisiones eficaces y poder encaminar el país hacía una mayor prosperidad.