La experta en migraciones participó en el foro ‘Magreb, Oriente Medio y Europa: Entendimiento entre culturas. Relaciones y Desafíos’

Cristina J. Gortázar: “El ideal no es que no haya migraciones en el mundo, sino que vayan desapareciendo las causas que provocan las migraciones forzosas”

photo_camera PHOTO/GUILLERMO LÓPEZ/ATALAYAR - Cristina J. Gortázar Rotaeche, catedrática de Derecho Internacional Público y experta en migraciones

Cristina J. Gortázar Rotaeche, catedrática de Derecho Internacional Público de la Universidad Pontificia Comillas ICAI-ICADE, intervino en el foro ‘Magreb, Oriente Medio y Europa: Entendimiento entre culturas. Relaciones y Desafíos’, que se celebró en Casa Árabe y que estuvo liderado por Javier Fernández Arribas, director de la revista Atalayar. Las ponencias incluidas sirvieron para tender puentes entre la cultura europea y la árabe, asunto al que se refirió la experta en una entrevista concedida a nuestro medio.

Cristina J. Gortázar Rotaeche, catedrática de Derecho Internacional Público y experta en migraciones

En un contexto marcado por el incremento de la mortalidad en las rutas migratorias, el acuciante impacto de la crisis climática, la oleada de conflictos… ¿Cómo definiría la situación de la migración actualmente?

Creo que más que una definición académica, de lo que tenemos que darnos cuenta es que los movimientos migratorios están constantemente vinculados con el desarrollo humano, es decir, que movimientos migratorios va a haber siempre, incluso en una sociedad ideal, porque a las personas nos gusta cambiar, conocer, enriquecernos cultural y económicamente…

Sin embargo, desaparecerán si contribuimos adecuadamente a que se complete y se ejecuten los compromisos de la Agenda 2030. Con ello, contribuiremos a que las migraciones tanto internacionales como internas puedan llegar a ser fundamentalmente voluntarias y no forzosas. 

En el escenario que se ha descrito en la pregunta, se ha hablado de migraciones forzosas, esto es, las que provocan los desastres naturales, el cambio climático, las guerras, las hambrunas, las sequías… Todos los desastres humanos, sin intervención del hombre o con intervención del hombre porque no respeta el planeta, producen migraciones forzosas y, además, esas situaciones se refuerzan las unas a las otras.

Sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), si pudiéramos resumirlo en uno, sería acabar con la pobreza en el mundo y aminorar, porque no van a desaparecer, las diferencias en las sociedades y entre los Estados -no solo las diferencias entre los Estados industrializados y los Estados en desarrollo, sino también dentro de ellos-.

Esa es una meta y un propósito absolutamente necesario: solo cuando mejore el Índice de Desarrollo Humano (IDH), y el IDH mejora cuando desaparece la pobreza y aminoran las desigualdades en los ejes fundamentales de educación, sanidad… ese día habremos dado un paso de gigante para que las personas que se mueven en el mundo tanto interna como internacionalmente lo puedan hacer de forma ordenada, legal y voluntaria, que es el objetivo del Pacto Global sobre Migraciones. En suma, este pacto, junto con el Pacto de Refugiados, está en constante relación con la Agenda 2030. Es decir, la Agenda 2030 tiene unas necesidad de sinergia con los pactos migratorios.

El ideal no es que no haya migraciones en el mundo, porque eso no ha pasado nunca ni pasará nunca y además no es bueno para nadie -puesto que las migraciones voluntarias son beneficiosas en origen, tránsito y destino para el migrante y para la sociedad internacional en su conjunto- sino que vayan desvaneciendo, poco a poco, las causas que provocan las migraciones forzosas. 
Cristina J. Gortázar Rotaeche, catedrática de Derecho Internacional Público y experta en migraciones

Los datos arrojan que para el año 2050, África tendrá más de 2.000 millones de habitantes y esto derivará en un incremento de los flujos migratorios. ¿Cómo debe gestionar esta situación Europa, sabiendo que la distancia que separa a África del viejo continente son solo 14 kilómetros?

Esto es algo que también requiere de aportaciones y soluciones multinivel, es decir, España sola no puede hacer nada. Incluso, me atrevería a decir que la Unión Europea sola tampoco va a poder ayudar en esa situación. 

La división de población de Naciones Unidas hace esas previsiones si todo se mantiene como hasta ahora, pero en los próximos 30 años hay un reto importantísimo para toda la comunidad internacional y por el bien de la misma que es ayudar a que África, y fundamentalmente a la zona subsahariana y a la franja del Sahel -que es la zona más pobre- se pueda ir acercando al llamado dividendo demográfico, que es una disminución importante de la natalidad, para que durante las décadas siguientes, la población activa sea mucha y la población inactiva poca. 

Ese es el dividendo demográfico que nos ha dado una situación ventajosa prácticamente a toda la OCDE y, fundamentalmente, a Europa -el índice de hijos por mujer en Europa ha disminuido hasta convertirse en “casi drama”, porque el dividendo demográfico ya lo ha vivido el viejo continente y ahora viene el invierno demográfico-.

Entonces, si nosotros empleamos la voluntad política durante estos 30 años y eso se traslada en planes, en acciones y, por supuesto, en legislación idónea para que África progrese adecuadamente en estas tres décadas en su IDH, para 2050, aproximadamente, viviría su dividendo demográfico. Eso le pondría a una zona tan importante del mundo y tan rica como lo es el continente africano en una posición relativamente buena. 

Para ello, hay que invertir muchísimo en educación y, sobre todo, en educación de las niñas. Sin educación de las niñas en África subsahariana, no se conseguirá ese dividendo demográfico. 

Yo no digo que lo más importante en la vida sea el vivir épocas prósperas en una zona determinada del mundo, pero lo que no podemos hacer es haberlo disfrutado nosotros y ahora no retirar “los palos de las ruedas” para que otra zona del mundo la viva. Y no la va a vivir si no disminuye el índice de hijos por mujer. Es decir, el dividendo demográfico, aunque sea triste -porque nos hemos quedado casi sin niños en los parques europeos- se vivió en la OCDE porque la mujer accedió al propio control de su fecundidad. 

Si nosotros facilitamos, a través de la educación y la sanidad, el que los niños y las niñas vayan accediendo a un IDH y a un capital económico y social mejorado, esto podrá revertirse. Insisto mucho en que el IDH y el PIB no están correlacionados, porque puede mejorar mucho el PIB y que solo se enriquezcan las élites. 

Cristina J. Gortázar Rotaeche, catedrática de Derecho Internacional Público y experta en migraciones

Ahora mismo, sometiendo la ayuda al desarrollo de la Unión Europea a criterios de control de las propias migraciones, no les ayudamos, sino que les estamos dificultando. Sin embargo, aunque lo hagamos bien y el IDH, de una manera autóctona, vaya mejorando, a la vez recibiremos a muchos jóvenes subsaharianos a lo largo de estos 30 años, porque ahora lo que hay es un exceso -y seguirá habiendo- un exceso de adultos jóvenes que quieren venir y, además, es absolutamente razonable que vengan, porque nosotros tenemos trabajo y espacio para ellos y porque podríamos tener políticas de convivencia multicultural e intercultural. 

Además, no es cierto que toda África quiera venir a Europa; toda África no quiere ni va a querer nunca venir a Europa. Eso está estudiado en todos los informes de los organismos internacionales: solamente los países que acceden a un cierto IDH empiezan a salir, inmigrar, desear moverse para prosperar. Los más pobres nunca se han movido, han fallecido en el mismo lugar que nacieron.

Entonces, la ayuda al desarrollo en principio debería contribuir a que esos países salgan de la pobreza severa, vayan aumentando su propio desarrollo y, por tanto, las personas, sobre todo los jóvenes, quieran moverse de zona geográfica y venir al llamado norte más industrializado. Pero si no nos los llevamos a todos, y dejamos a los suficientes con la suficiente educación, sanidad y otras necesidades básicas cubiertas como para que vivan el dividendo demográfico, habrá unas décadas en que toda esa zona tendrá una bonanza incluso económica, aunque proporcional a la pobreza que ahora sufren.

Por ello, tendríamos que combinar las políticas de acceso a la migración legal a través de figuras de visados para trabajar y otros tipos de canales a la migración legal con el reforzar la cooperación al desarrollo y facilitar que los índices de pobreza y desigualdad vayan desapareciendo. 

El vídeo de la entrevista se puede consultar en el siguiente enlace

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