El proyecto silencioso marroquí de ingeniería social hacia su identidad oriunda

- Orígenes imperiales del nacionalismo árabe
- La maquinaria de la transformación
- ¿Revolución o regresión educativa?
- Transformación de los medios de comunicación
- La arabización administrativa
- La trampa de la utilización de la ortografía Tifinagh como medio escrito del Amazigh
- La transformación demográfica
- La dimensión regional
- La respuesta institucional
- La resistencia digital y la influencia de la diáspora
- Lecciones para el mundo postcolonial
- El precio del éxito
La arabización sistemática de Marruecos revela el poder y el costo humano de la ingeniería socio-cultural poscolonial.
En la antigua ciudad de Fez, los turistas admiran los intrincados mosaicos de la madrasa Bou Inania, construida en el siglo XIV por la dinastía meriní. Sus guías, que dominan el árabe y otros idiomas vivos para guiar a los visitantes internacionales, rara vez mencionan que los meriníes, al igual que los almorávides y almohades antes que ellos, eran dinastías Amasijas o bereberes cuyo legado arquitectónico representa la cúspide de la civilización indígena marroquí. Esta omisión ilustra una de las transformaciones más exitosas, aunque menos estudiadas, del mundo poscolonial.
La conversión sistemática de Marruecos, de una nación predominantemente Amasijo-hablante a una nación ostensiblemente arabófona.
Cuando el cónsul francés Louis de Chénier documentó en 1787 a la sociedad marroquí, observó que las lenguas bereberes predominaban en las zonas rurales, mientras que el árabe permanecía confinado a las élites urbanas y con más magnitud en los contextos religiosos. Casi dos siglos después, un censo francés de 1936 estimó que entre el 60 y el 70 % de los marroquíes hablaban "bereber" (término posteriormente corregido a amasijo (Amazigh) debido a su connotación peyorativa). Sin embargo, en el 2024, esta cifra se redujo a tan solo el 18,9 %, uno de los cambios lingüísticos más drásticos de la historia moderna.
Este fenómeno no es resultado de la evolución natural ni de la urbanización. Se deriva de políticas deliberadas destinadas a forjar la unidad nacional mediante la homogeneización cultural, implementadas por una élite posterior a la independencia que consideraba la diversidad y las raíces culturales de los marroquíes un obstáculo para la solidaridad árabe y la integración regional.
Orígenes imperiales del nacionalismo árabe
Para comprender la transformación de Marruecos, primero hay que comprender los orígenes imperialistas del nacionalismo árabe que moldeó su trayectoria tras la independencia. Lejos de ser un movimiento genuinamente anticolonial, el nacionalismo árabe fue fomentado deliberadamente por la inteligencia británica durante la Primera Guerra Mundial como herramienta para fragmentar el Imperio Otomano, manteniendo al mismo tiempo la influencia occidental en Oriente Medio.
T. E. Lawrence, el oficial británico que orquestó gran parte de la Revuelta Árabe, reconoció explícitamente esta estrategia en su correspondencia, señalando que los Estados árabes fragmentados serían “inofensivos para nosotros”. La correspondencia Hussein-McMahon de 1915-1916 prometía la independencia árabe a cambio de una rebelión contra los otomanos, mientras que Gran Bretaña negociaba en secreto los Acuerdos Sykes-Picot para dividir la región con Francia.
Esta ideología nacionalista árabe, influenciada por los británicos, se extendió posteriormente al norte de África a través de jóvenes intelectuales marroquíes que habían estudiado en Egipto y Siria durante el período de entreguerras I y II. El Partido Istiqlal (Independencia) de Marruecos ejemplifica esta transmisión, con sus líderes que regresaban de países árabes imbuidos de una ideología panarabista que rechazaba explícitamente la identidad amasija autóctona en favor de una unidad árabe artificial.
La Proclamación de Independencia de 1944 definió a Marruecos como parte del “Magreb árabe”, lo que reflejaba la influencia de los movimientos egipcio y sirio, donde muchos líderes del Istiqlal habían estudiado. Como informó Al Arabiya en 2011, algunos miembros del partido creían que debían desalentarse las lenguas regionales en favor de la unidad árabe, e incluso algunos llegaron a pedir la eliminación total de la lengua y la identidad amasija.

La maquinaria de la transformación
La ingeniería cultural marroquí se basó en tres mecanismos principales: la educación, los medios de comunicación y la política administrativa. Cada uno de estos mecanismos se reforzaba mutuamente en un sistema global destinado a reconfigurar la identidad nacional.
¿Revolución o regresión educativa?
La intervención más decisiva tuvo lugar en la década de 1980, cuando Marruecos sustituyó sistemáticamente el francés por el árabe como lengua principal de enseñanza en el sector público. La Circular n.º 47 del Ministerio de Educación Nacional, de marzo de 1983, hizo obligatoria la enseñanza del árabe en todas las asignaturas, con la obvia excepción de las lenguas extranjeras, mientras que la Circular n.º 52 prohibió expresamente el uso de lenguas regionales en la enseñanza, incluso en regiones donde los hablantes de Amazigh eran mayoritarios.
El impacto fue devastador para las comunidades bérbero-hablantes. Una investigación realizada por la Universidad Hassan II reveló que los estudiantes Amazigh presentaban mayores tasas de abandono escolar y un menor rendimiento académico tras la implementación de la enseñanza en árabe. El requisito de dominar el árabe para acceder a los contenidos educativos ha creado obstáculos sistemáticos para el éxito académico, lo que ha provocado la obstaculización del avance social y la marginación de una clase de la población marroquí.
Paradójicamente, el francés se ha mantenido deliberadamente en la educación superior y los programas técnicos, también en escuelas privadas, donde la elite continuaba a enviar a sus hijos e hijas, creando una compleja jerarquía lingüística, como lo describió el lingüista Gilbert Grandguillaume. Los estudiantes matriculados en escuelas públicas de habla árabe se enfrentaron a barreras para acceder a la educación superior en áreas donde el dominio del francés seguía siendo esencial. La política de alternancia lingüística de 2019, que exigía la enseñanza del francés en las asignaturas de ciencia y tecnología, ha reforzado esta posición privilegiada, al tiempo que ha excluido las lenguas indígenas de la educación técnica.
Transformación de los medios de comunicación
La reestructuración del panorama mediático marroquí demostró la naturaleza metódica de su política lingüística. El canal de televisión TELMA, anterior a la independencia, que comenzó a emitir principalmente en francés en 1954, fue reestructurado sistemáticamente para priorizar el contenido árabe.
La ley de radiodifusión de 1962 exigió que el 70 % de los programas de televisión se emitieran en árabe, cifra que aumentó al 85 % en 1980. El establecimiento del monopolio estatal de la Radio y Televisión Marroquí eliminó la radiodifusión privada, que podría haber ofrecido una representación lingüística alternativa.
Cuando la programación televisiva en tamazight finalmente se lanzó en 2006, se le asignaron franjas horarias limitadas durante las horas valle y se centró en contenido folclórico en lugar de actualidad o expresión cultural contemporánea. Las restricciones de contenido prohibieron el análisis de la actualidad, los comentarios políticos o los programas educativos que pudieran cuestionar las narrativas oficiales.
La arabización administrativa
Quizás lo más simbólico sea la completa arabización del aparato administrativo marroquí. La reforma del registro de vehículos del año 2000 introdujo matrículas con las letras árabes "ا, ر, ب", sustituyendo la neutralidad de los sistemas numéricos que habían tenido en cuenta la diversidad lingüística nacional. (En 2025, Europa impulsó que los vehículos marroquíes llevaran matrículas con letras latinas (A, B, C) para circular dentro del territorio europeo). Más importante aún, el decreto del Ministerio de Justicia de 1965 exigiendo que todos los documentos oficiales, procedimientos judiciales y comunicaciones administrativas se redactaran exclusivamente en árabe.
Este requisito creó desventajas particulares para las comunidades rurales amazigh con un nivel limitado de alfabetización en árabe, excluyéndolas de la plena participación en los procesos legales y administrativos.
La trampa de la utilización de la ortografía Tifinagh como medio escrito del Amazigh
Cuando la presión nacional e internacional finalmente obligó a Marruecos a reconocer las lenguas bereberes/Amasijas, la respuesta del Estado reveló la sofisticación de su ingeniería cultural. La decisión de 2003 de adoptar el alfabeto Tifinagh para la escritura de las lenguas Amasijas o amazigh se presentó como un acto de renovación cultural y preservación del patrimonio. En realidad, esta decisión pretendía aislar a los amazigh marroquíes de sus homólogos regionales, quienes utilizaban el alfabeto latino para la vasta literatura cabila y el material didáctico. Al impedir la colaboración lingüística transfronteriza, la decisión sobre el Tifinagh reforzó la fragmentación que beneficiaba tanto a los Estados marroquí como a su homólogo argelino.
También creó dificultades prácticas para la educación amazigh marroquí. El profesorado requirió una extensa formación adicional, los libros de texto tuvieron que ser revisados por completo y los sistemas digitales tuvieron dificultades para integrar el alfabeto amazigh. Estos obstáculos "técnicos" han proporcionado pretextos convenientes para justificar la lentitud de la implementación, a la vez que aparentan apoyar los derechos indígenas.

La transformación demográfica
El éxito de la ingeniería cultural marroquí se evidencia claramente en la evolución demográfica de las lenguas habladas en el país. Históricamente, las lenguas amazigh (bereberes) fueron predominantes. En 1952, el administrador francés André Basset estimó que una “pequeña mayoría” de los marroquíes eran berebero-hablantes. Esta observación fue corroborada en 1973 por un informe de la CIA, que indicó que entre el 60% y el 70% de los marroquíes hablaban bereber.
Sin embargo, las décadas siguientes se caracterizaron por un declive significativo. El censo nacional de 1960 reveló que el 34 % de la población era berebero-hablante (este censo contradice el informe de la CIA publicado 13 años después, que indicaba que el porcentaje de los berebero-hablantes se situaba entre el 60 y el 70 %). En el 2024, este porcentaje había descendido drásticamente al 18,9 %, lo que representa una disminución de casi el 45 % en tan solo seis décadas.
Esta transformación es especialmente llamativa en las zonas urbanas. La región de Casablanca-Settat, motor económico de Marruecos, cuenta actualmente con tan solo un 3,6 % de hablantes nativos de bereber. Incluso bastiones tradicionalmente bereberes, como Sus-Masa, han experimentado un descenso drástico, pasando de aproximadamente un 80 % de hablantes de bereber en 1960 al 56,4 % actual.
Otro indicador importante de este declive es la baja tasa de alfabetización bereber. Solo el 1,5 % de los marroquíes sabe leer y escribir en bereber, en comparación con el 99,2 % en árabe. Este déficit de alfabetización limita significativamente el papel de las lenguas oriundas, impidiéndoles servir como vehículos eficaces para la educación, el comercio o la gobernanza moderna, incluso oralmente.
La dimensión regional
La campaña de arabización de Marruecos debe entenderse en su contexto geopolítico más amplio, en particular a la luz de la dolorosa exclusión del reino de la integración europea. En 1987, el rey Hassan II solicitó formalmente la adhesión de Marruecos a la Comunidad Económica Europea, a pesar de los rechazos informales dos años antes. Esta solicitud reflejaba una profunda preocupación por la marginación económica tras la adhesión de España y Portugal a la CEE en 1986, ya que Marruecos temía perder sus mercados de exportación agrícola ante la recién admitida competencia ibérica.
El rápido rechazo de la solicitud de Marruecos, motivado por el hecho de que Marruecos no era considerado un “país europeo” según los criterios geográficos del Tratado de Roma, fue un fracaso humillante. Sin embargo, el Reino compartía el estrecho de Gibraltar con España, mantenía vínculos históricos centenarios con Europa y se percibía como una nación culturalmente sofisticada. A pesar de estas ventajas, fue excluido permanentemente de un próspero club europeo, a pesar de que algunos de sus vecinos inmediatos encontraron su lugar allí.
Este rechazo tuvo un profundo impacto en la orientación política de Marruecos. Ante esta exclusión, a pesar de su proximidad geográfica y afinidades históricas con Europa, el gobierno de Hassan II reforzó su adhesión al nacionalismo árabe. Este cambio estratégico pretendía compensar el rechazo europeo consolidando la identidad árabe del país, a la vez que ofrecía una vía alternativa para su integración regional y legitimidad internacional. Así, lo que inicialmente fue una decepción geopolítica se transformó en una auténtica revolución cultural, impulsando a Marruecos a orientarse decididamente hacia el mundo árabe tras su exclusión de Europa.
La respuesta institucional
La enmienda constitucional de 2011 que reconoce el amazigh como “lengua nacional” representó el reconocimiento oficial más significativo de los derechos amazigh en la historia de Marruecos tras la independencia. Sin embargo, su aplicación práctica ha sido limitada. Un estudio realizado por Transparencia Marruecos reveló que las lenguas amazigh siguen estando en gran medida excluidas de las comunicaciones oficiales del gobierno, los procedimientos judiciales y las funciones administrativas.
La creación del Real Instituto de Cultura Amazigh (IRCAM) en 2001, con una financiación superior a los 100 millones de dólares, se centró en la investigación, la normalización y la promoción cultural. Sin embargo, el énfasis del instituto en los aspectos folclóricos, en lugar del reconocimiento político o administrativo, ha llevado a los activistas a considerarlo un compromiso mesurado en lugar de un verdadero empoderamiento.
El enfoque del IRCAM hacia las lenguas amazigh de Marruecos, que considera el Tarifit, el Tachelhit y el Tamazight como lenguas distintas y no como dialectos de la misma familia, podría reforzar las divisiones regionales en lugar de promover una mayor unidad amazigh. Esta fragmentación podría reflejar decisiones políticas deliberadas destinadas a impedir el surgimiento de un movimiento político unificado pro-identitario marroquí.
Cabe añadir que el partido Istiqlal con otros partidos cercanos al palacio por aquel entonces se apresuraron a presentar proyectos de ley para prohibir agrupaciones políticas basadas en la etnia o la identidad original marroquí.
La resistencia digital y la influencia de la diáspora
A pesar de la marginación sistemática, las comunidades amazigh han encontrado nuevas vías de expresión cultural a través de las tecnologías digitales. Las plataformas de redes sociales han permitido la creación de contenido en amazigh que llega tanto al público local como a la diáspora, sorteando las restricciones de los medios tradicionales.
Las comunidades amazigh marroquíes en la diáspora de Europa y Norteamérica han desempeñado un papel cada vez más importante en el apoyo a los movimientos nacionales por los derechos lingüísticos, aportando financiación, experiencia técnica y actividades de incidencia internacional. Estas redes transnacionales han facilitado la conexión con otros movimientos por los derechos indígenas en todo el mundo, creando nuevas formas de solidaridad que trascienden las fronteras nacionales.

Lecciones para el mundo postcolonial
La experiencia de Marruecos ofrece lecciones esclarecedoras sobre los mecanismos de transformación cultural en la era poscolonial. El éxito (incriminatorio) del Reino en la remodelación de su identidad nacional demuestra que los Estados poseen herramientas formidables para la ingeniería social, pero también revela el coste humano y cultural de tales proyectos.
El caso marroquí desafía los discursos convencionales sobre la descolonización. En lugar de representar una ruptura radical con el dominio colonial, la campaña de arabización de Marruecos persiguió un proyecto ideológico a través de diversos medios. La influencia cultural francesa fue reemplazada no por un resurgimiento indígena, sino por otra forma de hegemonía cultural externa, más efectiva porque parecía teológica e ideológicamente "indígena".
Este patrón se extiende más allá de Marruecos. En el mundo poscolonial, los nuevos Estados independientes a menudo han buscado la homogeneización cultural en nombre de la unidad nacional, marginando sistemáticamente a las minorías indígenas (la mayoría en el caso marroquí) en favor de los grupos dominantes. Los resultados han sido notablemente consistentes: consolidación política a corto plazo lograda mediante un empobrecimiento cultural a largo plazo.
El precio del éxito
Hoy en día, Marruecos es un testimonio del poder de la ingeniería cultural estatal. El Reino se ha transformado culturalmente con éxito, pasando de ser una nación predominantemente bereber a una nación ostensiblemente arabófona, logrando la integración política y la influencia regional que buscaban sus líderes tras la independencia.
Sin embargo, este éxito plantea interrogantes complejos sobre la naturaleza de la identidad nacional y los derechos indígenas. Las comunidades amazigh/bereberes de Marruecos, descendientes de las civilizaciones que construyeron Fez, Marrakech y otras ciudades imperiales, controlaron las rutas comerciales transaharianas y crearon maravillas arquitectónicas que atraen a millones de turistas, ahora se sienten como extranjeros en su patria ancestral.
Como destacan las líneas finales de la investigación académica: “La sustitución de la identidad marroquí ha tenido un impacto directo en los intereses nacionales y las políticas exteriores. Restar importancia a la verdadera historia del pasado imperial amazigh de Marruecos confunde a los marroquíes sobre el legado del reino y divide su lealtad a las ideologías extranjeras introducidas por una élite política poscolonial con influencia ideológica”, JN.
La confección de esta experiencia desde la perspectiva marroquí nos sugiere que la limitación o cancelación de la diversidad cultural, a favor de una cultura entrante, y la unidad política son compatibles; Marruecos ha optado por la homogeneización, y si bien esta estrategia ha generado beneficios políticos a corto plazo, sus consecuencias a largo plazo para la cohesión nacional y la identidad auténtica aún están por determinar, así Marruecos paso de una sociedad Amazigh matriarcal a otra patriarcal importaba por históricas y teológicas.
Otras experiencias han tenido resultados opuestos, como la pérdida de valores propios, estilo de vida, tradiciones, apertura a los demás y, sobre todo, del sentido de pertenencia.
Mientras otras naciones lidian con cuestiones de identidad y pertenencia en un mundo cada vez más interconectado, la silenciosa revolución cultural de Marruecos ofrece tanto una advertencia como un recordatorio del formidable poder de los Estados para transformar las sociedades que gobiernan.
La pregunta es si las generaciones futuras percibirán esta transformación como una modernización necesaria o como uno de los actos de borrado cultural más dañinos de la era poscolonial.
Jalal Nali es un autor multilingüe y experto en estrategias de diplomacia pública y comunicación, conocido por sus contribuciones académicas en gestión, seguridad y sus importantes contribuciones al campo de los estudios diplomáticos.
Source research article: (1) Arabic Social Engineering and Cultural Identity in Post-Independence Morocco: An Analysis of Arabisation and its Impact on Moroccan Communities