El país de Oriente Medio se ha convertido en un caldo de cultivo para el yihadismo por dos motivos principales: la ingobernabilidad y el recrudecimiento de la tensión entre Irán y Estados Unidos

El resurgir de Daesh en Irak

PHOTO/AP - En esta foto de archivo tomada el miércoles 25 de junio de 2014, los combatientes de Daesh desfilan en la ciudad norteña de Mosul, Irak

El 3 de enero de 2020 ha marcado un antes y después en el escenario geoestratégico mundial. La muerte del general iraní Qassem Soleimani en las inmediaciones del aeropuerto de Bagdad, la capital iraquí, ha roto los esquemas de los analistas y ha propiciado consecuencias violentas, fruto de una escalada de tensión sin precedentes entre Estados Unidos e Irán. 

El lugar escogido para la materialización de la oleada de violencia ha sido Irak, un país fuertemente azotado por una revolución social que lleva activa desde el pasado 1 de octubre. Los manifestantes, congregados en torno a la Plaza Tahrir de Bagdad, que significa ‘Liberación’ en español, llevan más de tres meses exigiendo el fin de un régimen consumido por la ingobernabilidad y las injerencias extranjeras, fundamentalmente provenientes de Irán y Estados Unidos. La quema de las banderas nacionales de ambos países durante las protestas da prueba de ello.

En suma, Irak se ha convertido en un auténtico polvorín, en el caldo de cultivo perfecto para la proliferación y el resurgimiento de grupos extremistas que buscan imponerse por la fuerza, aprovechándose de un tablero inestable marcado por el vacío de poder: tanto el presidente, Barham Saleh, como el primer ministro, Adel Abdul-Mahdi, están ocupando sus cargos de forma interina, tras dimitir de ellos por la presión de los manifestantes.

Miembros de las fuerzas kurdas iraquíes de los Peshmerga

En esta línea, cabe destacar que el ejemplo por excelencia lo ofrece Daesh, derrotado en el territorio iraquí en el año 2017, como así lo aseguró el por aquel entonces primer ministro Haider al-Abadi. Sin embargo, el pasado 26 de noviembre, tuvo lugar el primer signo del resurgimiento del grupo terrorista: seis personas fueron asesinadas en tres explosiones casi simultáneas en diferentes partes de Bagdad, de mayoría chií. La organización yihadista se atribuyó la responsabilidad de estos atentados, lo que sin duda, reflejó el oportunismo de Daesh de aprovecharse de un escenario caótico con el objetivo de lograr satisfacer sus intereses: volver a recuperar su ‘Califato’ de 2014. Estos ataques “fueron los primeros de este tipo en Bagdad en varios meses en ser reclamados por Daesh tras la derrota del grupo hace dos años”, advirtieron desde AFP. 

El 2 de diciembre, la organización yihadista perpetró otro atentado en la ciudad de Diyala, al este de Irak, dejando un saldo de dos personas muertas y cinco heridas, todas ellas miembros de las milicias iraquíes chiíes pro-iraníes Hashd al-Shaabi, también denominadas como Fuerzas de Movilización Popular (PMF, por sus siglas en inglés), que han combatido a Daesh desde su fundación en 2014 y cuyo vicepresidente, Abu Mahdi al-Muhandis, fue blanco de la ofensiva estadounidense del 3 de enero. 

De 2014 a 2017, el grupo terrorista había conseguido imponer su dominio sobre una población de 10 millones de personas en un tercio del territorio iraquí. En la expulsión de la organización yihadista -aunque nunca se produjo al 100%- colaboraron tanto las Fuerzas Armadas locales como la Coalición Global contra Daesh, creada en 2014 y en la que participan 81 miembros, entre ellos, Estados Unidos, la Liga Árabe y prácticamente toda Europa, a excepción de Suiza y Bielorrusia.

Miembros del Daesh detenidos por las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF) en Baghouz, en la provincia siria de Deir Ezzor, el 22 de febrero de 2019

Del mismo modo, contribuyeron activamente las fuerzas kurdas peshmerga -entrenadas fundamentalmente por la CIA estadounidense- y otros países, como Rusia e Irán. De este último Estado, una investigación publicada por The Intercept sobre los denominados ‘IranLeaks’ reveló cómo en el transcurso de la guerra contra Daesh, la República Islámica, a través de las Fuerzas Quds encabezadas por Soleimani, “estaba llevando a cabo una campaña paralela y clandestina, espiando las reuniones del grupo terrorista, brindando ayuda encubierta a sus enemigos y trabajando para romper sus alianzas con otras facciones insurgentes”. Así, para muchos expertos, la implicación iraní fue fundamental para contrarrestar la influencia de Daesh en los países sometidos a su califato. 

Ahora, los efectos derivados de la muerte del general iraní y del vicepresidente de las PMF parecen estar contribuyendo a allanar el camino para el retorno de Daesh. Dos días después de la ofensiva aérea, la Coalición Global, liderada por EEUU bajo el nombre ‘Operation Inherent Resolve’, anunció la suspensión de sus operaciones en Irak, a través de un comunicado en el que explicaron que la protección de las bases iraquíes -ante los eventuales ataques iraníes o de las milicias vinculadas- se había convertido en una prioridad, lo que había limitado su capacidad de apoyar las operaciones contra Daesh.

La misma postura fue adoptada por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que, por medio de su portavoz, Dylan White, comunicó la suspensión del entrenamiento de las tropas iraquíes, con el objetivo de garantizar la seguridad del personal tanto civil como militar de la organización. Asimismo, países europeos como Alemania, Eslovaquia, Francia o España han decidido replegar y reubicar a sus tropas en naciones vecinas como Jordania y Kuwait ante el aumento de la tensión en la región.

Los combatientes del Shabak se entrenan antes de la próxima batalla para recapturar a Mosul en la provincia de Diyala, Irak, el 19 de septiembre de 2016

Un caso especial lo protagoniza Estados Unidos, sobre todo, tras la polémica que se ha generado en los últimos días concerniente a la retirada de sus tropas de Irak, como así lo aprobó el Parlamento del país de Oriente Medio. A pesar de la filtración de una carta firmada por el general de brigada del Cuerpo de Marines de EEUU, William H. Seely III, en la que confirmaba la salida de los efectivos estadounidenses para “respetar la decisión soberana” de Irak, el secretario de Defensa, Mark T. Esper declaró que no se había tomado ninguna decisión sobre abandonar Irak. En el caso afirmativo de que eso finalmente se produjera, implicaría la salida de unos 5.200 efectivos del Ejército estadounidense, que se dedican tanto al entrenamiento de sus homólogos iraquíes como al combate contra Daesh. 

Esto podría generar, a su vez, una reacción en cadena, como advierte la experta Leonor Hubaut: “Si esta situación [de tensión] continuara, es de temer que los países preferirían repatriar sus tropas en lugar de ver a sus soldados condenados a la inacción (en el mejor de los casos) o servir como objetivo”, señala.  

De hecho, hace tan solo una semana, Daesh atacó con tres cohetes Katyusha una base militar iraquí ubicada a 15 kilómetros de la ciudad de Kirkuk. La ofensiva dejó un contratista civil estadounidense muerto y varios heridos. Así, las decisiones de los países occidentales de salir de Irak podrían implicar un aumento de la inseguridad, ya palpable, en el territorio del país.

Operación Inherent Resolve (CJTF-OIR), la Coalición Global para derrotar a Daesh en Irak y Siria

Una información publicada en exclusiva por la BBC el pasado 23 de diciembre revelaba que “cada vez hay más indicios de que Daesh se está reorganizando en Irak, dos años después de perder el último de su territorio en el país”. El análisis, que cita al director de la Agencia de Inteligencia Zanyari del Kurdistán iraquí, Lahur Talabany, asegura que la presencia de Daesh en Irak es una “insurgencia sofisticada”, al mismo tiempo que los ataques del grupo “están aumentando”. “Tienen mejores técnicas, mejores tácticas y mucho más dinero a su disposición […] Pueden comprar vehículos, armas, suministros y equipos. Tecnológicamente son más inteligentes. Es más difícil eliminarlos. Por lo tanto, son como Al Qaeda pero con esteroides”. 

“Vemos que las actividades están aumentando ahora, y creemos que la fase de reconstrucción ha terminado”, señala Talabany, quien advierte que “ha surgido un tipo diferente de Daesh que ya no quiere controlar ningún territorio para evitar ser objetivo”. “En cambio, al igual que los predecesores en Al Qaeda antes que ellos, los extremistas han pasado a la clandestinidad, en las montañas Hamrin de Irak”, explica, y “en el delta entre los ríos Great Zab y Tigris”. 

De acuerdo con los informes de inteligencia de las fuerzas Peshmerga recogidos por la cadena británica, “las filas de Daesh en el área han sido reforzadas recientemente por unos 100 combatientes que cruzaron la frontera desde Siria, incluidos algunos extranjeros con cinturones suicidas”. En total, se estima que la fuerza total de Daesh engloba a 10.000 personas, de las cuales entre 4.000 y 5.000 serían combatientes, así como un número similar de células inactivas y simpatizantes. El general kurdo Sirwan Barzani asegura, en esta línea, que “si la situación continúa como está, en 2020 se reorganizarán más, serán más poderosos y llevarán a cabo más ataques”. 

Una foto tomada el 12 de noviembre de 2018 desde al-Qaim en la provincia iraquí de Anbar muestra la ciudad fronteriza siria de Albu Kamal en la región de Deir Ezzor

El último informe del Analytical Support and Sanctions Monitoring Team de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), publicado el pasado 15 de julio alertaba, en este sentido, de cómo “Daesh se está adaptando, consolidando y creando las condiciones para un eventual resurgimiento en sus regiones de origen en Irak y la República Árabe Siria”. En el primer caso, los expertos advierten de la renovada presencia del grupo en las provincias de Nínive, Kirkuk, Diyala, Saladino y Anbar, localizadas en el norte y el centro de Irak, donde han llevado a cabo ataques esporádicos en estos dos años posteriores a la derrota.

Además, el documento revelaba que la organización liderada ahora por Abu Ibrahim al-Hashimi al-Qurayshi -tras la muerte de Abu Bakr al-Baghdadi en una operación estadounidense el 26 de octubre- dispone de entre 50 millones y 300 millones de dólares en concepto de ingresos del “Califato”. Un montante que estaría disponible en efectivo, por una parte, y que habría sido guardado por “sus asociados de confianza” o invertido en empresas de Irak, Siria y otros lugares, por otra. Un informe de la Coalición Global ha desvelado, recientemente, que las fuentes de ingresos de Daesh estaban valoradas en 1.900 millones de dólares en su periodo de máximo apogeo. 

“La organización yihadista ya no tiene territorios en Irak o Siria, pero la batalla no ha acabado. Se necesita muchísimo más trabajo para erradicar la ideología extremista de Daesh”, señalan desde dicha agrupación.