Más islamista, algo liberal y menos militar y de 'Podemos': el nuevo mapa turco

Susana Campo/lainformacion.com

Pie de foto: Lejos de dejarse amedrentar, Erdogan, apodado el "sultán", volvió a la carga

El nuevo mapa de Turquía dibuja  tres identidades: la izquierda de Podemos prokurda en el este del país, los liberales europeístas en el oeste y los islamistas conservadores en el centro. Así se desprende del mapa que muestra cuál ha sido la primera fuerza votada en cada zona del país. En esta radiografía política turca se queda fuera el Partido de Acción Nacionialista, MHP, que representa a los militares, y que no ha sido la fuerza más votada.

Ignacio Molina, analista del Real Instituto ElCano, cuenta a www.lainformacion.com cómo es el perfil del votante de cada formación. Al AKP de Erdogan “lo vota las clase media baja que vive en las zonas rurales y que quieren que la tradición islámica vuelva a los espacios públicos. Es antielitista y desde el punto de vista económica, es intervencionista”.

El parido de Erdogan obtuvo el 49,4 por ciento de los votos y una mayoría absoluta de 316 diputados de un total de 550. La palabra más repetida en la campaña de Erdogan fue estabilidad. Erdogan convirtió a la tregua, que el mismo rompió, en su mayor aliado y además la amenaza sobre Turquía de Estado Islámico, a quien el gobierno culpó del atentado suicida de Ankara del 10 de octubre en el que murieron 102 personas.

El Partido Republicano del Pueblo (CHP, socialdemócrata) es la única formación opositora que resistió, obteniendo 134 diputados, dos más que en la elección de junio. “El votante es de clase media-alta, progresistas y desde el punto de vista económico más liberales”, explica Molina.

Pie de foto: El nuevo mapa de Turquía dibuja tres identidades: la izquierda de Podemos prokurda en el este del país, los liberales europeístas en el oeste y los islamistas conservadores en el centro. El debacle del partido pro kurdo, que deja de ser determinante en la Gran Asamblea Nacional turca, ha desatado la violencia y la rabia en las calles de Diyarbakir, la capital oficiosa del Kurdistán turco.

Entre los partidos más castigados por esta reeleción está la izquierda prokurda HDP: “se definen como el Podemos Kurdo. Son una mezcla de izquierda alternativa con nacionalismo kurdo, sin violencia”, explica el experto. Gracias a sus bastiones del sudeste, mayoritariamente kurdos, el HDP logró superar la barrera del 10 por ciento de los votos y permanecer en el parlamento pero con menos diputados (59 en vez de 80).

Erdogan ha logrado una victoria contundente, pero está lejos de los dos tercios de la cámara que necesitaría para modificar la Constitución, tal y como quería. “Los socialdemócratas y la izquierda tiene casi el 40 por ciento de los votos”, recuerda el experto que apunta a la reactivación de proyecto de entrada en la UE de Turquía como un empujón para el AKP.

Para el presidente Erdogan, la violencia ha hecho el trabajo sucio. Se ha presentado solución a un problema que el mismo creó. “Durante la campaña se presentó como garante de la seguridad y de la unidad del país, agitando el fantasma del caos si su partido no obtenía la mayoría absoluta en el parlamento”, ha asegurado Marc Perelló experto de la Universitat Abat Oliva Ceu de Barcelona.

“Son el éxito de la estrategia de Erdogan, que volvió a probar suerte en las urnas, se arriesgó por el país y dio prioridad al tema de la seguridad", resumió el lunes el columnista Murat Yetkin, del diario en inglés Hürriyet Daily News.

La victoria de Erdogan fue recibida con subidas en el parqué turco. La bolsa de Estambul, que abrió el lunes en alza de 5 por ciento, y la cotización de la libra, que ganó 4 por ciento, reflejaron la satisfacción del poder económico turco por la victoria del AKP. Sin embargo, el debacle del partido pro kurdo, que deja de ser determinante en la Gran Asamblea Nacional turca, ha desatado la violencia y la rabia en las calles de Diyarbakir, la capital oficiosa del Kurdistán turco.

Erdogan, el sultán con mano de hierro que guió el milagro económico turco

A sus 61 años, Erdogan sigue siendo el jefe político más popular y carismático de su país desde Mustafá Kemal Ataturk. Fue educado en un colegio religioso y más tarde fue vendedor ambulante. Erdogan se ríe de quienes le llaman "dictador" pero persigue por "insulto" a todos los rivales, periodistas o simples ciudadanos que lo cuestionan.

Para unos es el "salvador" de Turquía, para otros un "dictador". A pesar de estar cada vez más cuestionado, el presidente Recep Tayyip Erdogan confirmó este domingo en las urnas que sigue siendo el líder indiscutible del país. Su sueño de instaurar una "superpresidencia" se quebró en las elecciones legislativas de junio pasado. Pese a involucrarse personalmente en la campaña, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) perdió la mayoría absoluta en el Parlamento.

Durante semanas, dejó que se estancaran las conversaciones para la formación de un gobierno de coalición y, al constatar su fracaso, llamó de nuevo a las urnas, por cuarta vez en dos años, convencido de poder "rehacerse". Apenas más discreto que en junio, continuó haciendo campaña por un "gobierno de un solo partido". "No llegué a este puesto caído del cielo", dijo, haciendo valer que fue elegido presidente con el 52% de los votos en agosto de 2014. Y este domingo, contra todo pronóstico, su partido consiguió la mayoría absoluta en el parlamento.

A sus 61 años, Erdogan sigue siendo el jefe político más popular y carismático de su país desde Mustafá Kemal Ataturk, el emblemático padre de la República laica. Se convirtió en jefe de gobierno en 2003, sobre las ruinas de una grave crisis financiera. Para sus partidarios, es el hombre del milagro económico y de las reformas que liberaron a la mayoría religiosa y conservadora del país del yugo de la élite laica. Pero también se ha convertido en los últimos dos años en la figura más criticada en Turquía, denunciado por su deriva autocrática e islamista.

Cierre de dos cadenas de Televisión

La espectacular operación policial lanzada esta semana contra dos cadenas de televisión cercanas a la oposición no ha hecho más que reforzar la inquietud de quienes --como el jefe de la oposición, Kemal Kiliçdaroglu--, lo acusan de querer "restablecer el sultanato". Lujoso, gigantesco y extravagante, el palacio de 500 millones de euros en el que se instaló hace un año en las afueras de Ankara se ha convertido en el símbolo de su "delirio de grandeza".

Hijo de un oficial de la guardia costera, Erdogan se enorgullece no obstante de tener orígenes modestos. Creció en el barrio popular de Kasimpasa en Estambul, donde fue educado en un colegio religioso y más tarde fue vendedor ambulante. Durante un tiempo, soñó con ser futbolista, pero acabó lanzándose a la política dentro del movimiento islamista.

Elegido alcalde de Estambul en 1994, triunfó en 2002 cuando su AKP ganó las elecciones legislativas y se convirtió en primer ministro un año más tarde, una vez amnistiado de una pena de prisión impuesta por haber recitado en público un poema religioso.

De la moderación a la mano de hierro

Durante años, su modelo de democracia conservadora, aliando capitalismo liberal e islam moderado, encadenó éxitos, gracias al crecimiento económico y a sus planes de entrar en la UE. Reelegido en 2007 y 2011, ambicionó entonces permanecer en el poder hasta 2023 para celebrar el centenario de la República turca. Pero el escenario se complicó a mediados de 2013, cuando durante tres semanas más de tres millones y medio de personas pidieron en las calles su dimisión reprochándole su mano de hierro y su política cada vez más islamista. Erdogan respondió con una represión severa. Seis meses más tarde, un escándalo de corrupción hizo tambalear las bases de su gobierno.

Su posición se ha debilitado aún más en los últimos meses. Sus rivales lo acusan de haber reavivado el conflicto kurdo con el único fin de apuntalar sus ambiciones, y sus discursos airados, provocadores, inquietan cada vez más. Un reciente sondeo revela que 64,8% de los turcos le teme. Erdogan se ríe de quienes le llaman "dictador" pero persigue por "insulto" a todos los rivales, periodistas o simples ciudadanos que lo cuestionan. Si bien ha prometido "respetar" el veredicto de las urnas el domingo, algunos dudan que Erdogan acabe aceptando compartir el poder.