Opinión

Marruecos avanza sin retrovisor

De entre las anotaciones que tengo por ideas para dejar discurrir mis reflexiones, muchas no se dejaban decir todavía. Pero una me pedía conversación tras seguir el debate suscitado por el Sr. Bernabé, a raíz de una entrevista en El Independiente (14-03-2023), que ha merecido la atención del Sr. Haddad y las posteriores réplicas y contrarréplicas en este mismo espacio de Atalayar.

Comparto las prisas del Sr. Bernabé, y voy adelante, para que Marruecos alcance la plena democracia, pero no las entiendo. Las comparto porque es el deseo de todos los marroquíes. Y no las entiendo porque estos procesos suelen ser largos y no exentos de dificultad. En España, por ejemplo, todavía se duda de si se ha salido o no de la transición para empezar una segunda; teniendo en cuenta que la mayoría de los españoles, de hoy, no habían votado la vigente Constitución de 1978.

En una anterior entrevista al Sr. Bernabé en El Periódico de Barcelona (11-02-23) respondió, a la pregunta de si “¿Hay opciones a corto plazo de que Marruecos vaya hacia una democracia?”, diciendo que “A corto plazo, desde luego que no. Tiene unos políticos de muy poca talla”.

En efecto, a corto plazo es, además de una obviedad, imposible. Pero el Reino de Marruecos está en ello. Consciente de que las prisas son malas consejeras. Y tiene muy presente la idiosincrasia de la sociedad marroquí. Pues un emprendimiento de esta envergadura tiene sus riesgos.

Quisiera igualmente significar que Marruecos ha hecho la elección irreversible de transitar hacia la democracia con determinación. No con improvisación. Un camino que se antoja largo y espinoso, donde hay que levantar duras palancas de unos frenos oxidados por la pátina del tiempo. Pero sin trauma.

Se ha avanzado mucho en justicia social. Y gracias al empuje económico, hoy la clase media domina la escena política y económica. Y aún queda mucho por hacer. Por ahora sólo toca construir. Y me pregunto, ¿hasta dónde hubiese llegado el país si dispusiese de Fondos Europeos?

No es cierto que la élite política marroquí necesite de la tutela del Rey. Basta con ojear la web del Parlamento marroquí, para verificar la existencia de numerosas proposiciones de ley presentadas por diferentes grupos parlamentarios, además de los proyectos de ley.

Es verdad que los discursos de Mohamed VI llevan implícitas orientaciones que el Gobierno de turno toma en consideración. Aquí también es preciso recordar, una vez más, que la monarquía marroquí dispone de cinco carteras llamadas de “soberanía”. Porque así lo recoge la Constitución de 2011 votada por el pueblo. Por cierto, tanto el rey emérito Juan Carlos I como Felipe VI habían señalado y, este último, señala en sus discursos alguna que otra prioridad de interés nacional. Y sin ser vinculante, había tenido su eco en la política gubernamental.

Las injerencias externas, como la acción instigada por Macron al instrumentalizar el Parlamento Europeo contra el país magrebí, y a las que el Sr. Bernabé no solo no da importancia, sino que en su última réplica (05/04/2023) acusa a Marruecos de ver fantasmas por doquier, atestan de oscuras voluntades que abogan por el mantenimiento del “statu quo”.

Además, yo no me atrevería a valorar los casos citados por el Sr. Bernabé. Osea, las revueltas de Alhucemas o Gdeim Izyk, entre otros. En este último, once agentes marroquíes fueron asesinados salvajemente. En todo caso, si fuera verdad lo que dice el arabista, yo los calificaría como “tropiezos” que se producen en el peliagudo tránsito hacia la democracia. Yo podría citar más casos de injusticias que se siguen produciendo en el país, y a los que la ciudadanía hace frente, a diario, ante las administraciones públicas, tribunales comerciales, administrativos o judiciales. Siempre dentro del juego democrático.

Observo que, desde mi segunda patria, España, a Marruecos sólo se le exige. Nada se le perdona. Y al que se le niega el beneficio de la duda. Usted sabe de sobra, Sr. Bernabé, que la transición española no fue de “terciopelo”. Ni mucho menos. La masacre de los abogados laboralistas de Atocha, sucesivos secuestros y atentados terroristas, golpe de Estado (1981), terrorismo de Estado (GAL, 1983-87) cuya ¿X? aún no se ha despejado hasta nuestros días, y etc.

También son muchas las sentencias condenatorias pronunciadas por la propia Corte europea contra sus Estados miembros por inculcar derechos fundamentales de sus ciudadanos. Y, de esto, tampoco se salva Estados Unidos, cuyas barbaries, cometidas a lo largo y ancho del planeta, son innumerables. Invasión de Panamá, Irak, el limbo de Guantánamo o el caso Assange, entre muchos otros. Sí, el de WikiLeaks, por si se nos ha olvidado, donde se combinó el delito de revelación de secretos oficiales con el de violación.

El informe de un Departamento americano que Usted esgrime para defender sus postulados, yo lo interpretaría como cuestiones a revisar. Simplemente porque el mundo avanza a base de errores, si es que han existido. De hecho, los errores constituyen el motor del progreso de la humanidad y del conocimiento. Así aprendimos y así enseñamos.

Me acuerdo de aquellos años en los que, españoles y marroquíes, nos tratábamos de tú a tú. Éramos como hermanos. Entrabamos y salíamos de un país a otro como “Pedro por su casa”. Años en los que Marruecos era mucho más necesario para España que lo contrario. Y donde los españoles, con quienes compartí pupitre en el colegio “Ramón y Cajal” y en el “Instituto Politécnico Español, IPE” -hoy “IES Severo Ochoa”-, ambos de Tánger, residían y disfrutaban de una calidad de vida superior a la mayoría de los marroquíes. Cosa que estos últimos no pueden decir como residentes en España.

España saborea las mieles de su ingreso en la Comunidad Económica Europea (CEE, 1986), hoy UE. Una riqueza que la opinión pública española ha gestionado malamente respecto de su vecino del sur. No hay tertuliano o tertuliana que se precie, en televisión o prensa escrita, a lo largo y ancho del país, a excepción del Sr. Marhuenda, que no restriegue esas mieles en la cara de los miles de marroquíes que siguen en directo los canales españoles, desde Marruecos, y, cuando no, insultan a Marruecos y a su Rey.

Marruecos no puede cambiar esa opinión pública, sesgada por estereotipos y desde una posición egoísta de superioridad, de desconfianza y del “miedo al moro”. En este sentido, el Sr. Bernabé no encontrará insulto alguno al rey emérito Juan Carlos I o a Felipe VI, por respeto a la institución que representan y a los españoles. Los marroquíes aprecian a España y a los españoles, y no por su democracia sino por el concepto sagrado que se tiene, en esta orilla, de la vecindad y de la historia compartida. Que no es poca.

Desde el primer momento he intentado desvincular la resolución del pseudo conflicto del Sáhara, tal y como pregona el Sr. Bernabé. Pero es justo recordar aquí que el advenimiento de la democracia en España todavía conserva vivas algunas heridas del franquismo 45 años después. Tampoco ha resuelto las ansias independistas vascas o catalanas. El plan Ibarretxe fue rechazado rotundamente por el pleno del Congreso de los Diputados (2005). Y el conflicto catalán (2017) acabó como el rosario de la aurora. Un referéndum ilegal, brutalidad policial y declaración unilateral de independencia de Cataluña, la DUI, y huida posterior del president Puigdemont a Bélgica.

El Sr. Bernabé insiste en colocarnos un retrovisor. Sus observaciones le posicionan en el mismo plano de la generalizada opinión pública española, y no en el plano por donde discurre la realidad del Marruecos de hoy que mira hacia el futuro.

La consolidación de la democracia en Marruecos es una cuestión de plazos. ¿Aceptaría el Polisario, que no es otra cosa que la extensión de la dictadura militar argelina, vivir en democracia conociendo las atrocidades que perpetra a diario el violador Ghali contra la población secuestrada de Tinduf? O, mejor dicho, ¿es digno el Polisario del Reino de Marruecos?