Opinión

Ucrania: hipocresía y desengaño

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Nadie, absolutamente nadie, niega, a estas alturas de la civilización humana, que las guerras son malditas y que, aunque se empeñen muchos en embadurnarla con el espíritu de la libertad y la democracia, no tiene excusa ni justificación alguna.

Es el quinto día de la semana, con otra guerra, vil, miserable y de un calado de sin sentido que, llanamente, no tiene igual. Era todo predecible. El engranaje de la maquinaria diplomática dejó de funcionar con Rusia hace tiempo y todos los Estados dieron por hecho algo que era anunciado y de esperar. ¡La guerra! No en vano, Estados Unidos y el conjunto de la comunidad internacional mandaron sacar a sus ciudadanos de Ucrania esperando ante la inevitable ofensiva rusa. Muchos no lo lograron. Ucrania se quedó, igual que su pueblo, sola y abandonada. Toda mi solidaridad con Ucrania y el pueblo ucraniano.

Rusia, perdió hace rato su credibilidad, la misma que Estados Unidos y Europa quieren recuperar después de los incesantes y nefastos bandazos en sus respectivas posiciones frente a brutalidades de semejante calado internacional. ¿Geopolítica? ¿Intereses económicos?

Ucrania lucha y debe luchar por su independencia, por su territorio reconocido por Naciones Unidas. Sus luchadoras mujeres, como hemos visto en los telediarios, armadas y sin experiencia se afanan en proteger y defender el honor de su patria hasta el último palmo. Los maridos se despedían de sus esposas, los hijos de los padres y viceversa, porque los tambores de la guerra abren paso a lágrimas, emociones y amargas despedidas, algunas de ellas, serán para siempre. Lágrimas de una corresponsal de televisión, manifestaciones en Tel Aviv y unos rotativos que denuncian la agresión brutal e inhumana de Rusia sobre el pueblo ucraniano. Si hasta los niños no se salvaron de la máquina bélica de Putin.

Por su parte, la Liga Española de Fútbol Profesional, en contra de los estamentos fundacionales de la FIFA y de la UEFA de no entrometer al deporte en asuntos políticos, raciales, conflictos y demás temas en materias de segregación o perjuicio humano, puso, algo loable, un letrero al lado de los marcadores de los diferentes partidos de Primera, stop war (Parad la guerra). La iniciativa fue trascendida a todos los equipos de Primera División. ¡Bien hecho!

Ver al tejido social europeo y mundial muy consciente de las desastrosas consecuencias de la guerra, rechazándola de plano, es un sano indicador el ‘awaking’ (despertar) global que se está gestando en los distintos terrenos de trabajo. Un despertar en el que la coherencia con nuestros principios debe primar por encima de cualquier pertenencia o creencia y que la libertad no es un don otorgado, selectivamente, a unos más que a otros. La libertad, Sancho, dijo el Quijote, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida.

Ahora que estás de acuerdo con el Quijote y has leído este artículo, cambia Ucrania por Palestina, Yemen, Siria, Uigur, Irak; no cambies de opinión y, sobre todo, no caigas en la hipocresía ni en el desengaño.