Opinión

Invierno

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Acaba de llegar el invierno. Ha venido acompañado de las lluvias que con tantas ganas se esperaban. El campo, siempre agradecido, luce hermosas alfombras verdes llenas de luz, los riachuelos y arroyos vuelven a presumir de sus aguas que juguetean entre las rocas y corren limpias y frescas como el aire que roza suave, aunque sin detenerse, los rostros de quienes observan.

Las nubes se retan a cambiar de colores, entre esos blancos y grises y más grises por donde se cuelan los azules de un cielo que lanza un rayo de luz o dos o tres…, lanzas iluminadas que atraviesan la oscuridad que pretende quedarse para crear sombras, imágenes que transforman la imaginación de quienes desean hacerlo.

El silencio reina en este país mágico en el que los sonidos de la naturaleza se retan. Un silencio envolvente con sus contradicciones que despierta los recuerdos. No es imposible escuchar en el silencio, el silencio habla, proyecta sus discursos, emociona con sus improvisadas sorpresas. Ahí está, en esa calma, el reclamo de una perdiz, el golpear del pájaro carpintero, el vuelo en grupo de las aves migratorias. Volar y volar mientras las gotas de agua caen con fuerza sobre las hojas de los árboles que parecen pelearse a la vez que las enreda el viento. Escuchar y mirar mientras el paso se aminora hasta que algo invita a detenerse.

Las bellotas están esparcidas por el suelo, enterradas en el barro, escondidas entre los matorrales. Ese sabor amargo como un mal día, esa piel pegada como una manta en una fría tarde, ese fruto campestre que no ha conseguido instalarse en los hogares como las castañas o las nueces. Y viene el olor. Los juegos. Esa navaja que las parte por la mitad. Una chimenea. Un anciano con sombrero que las coloca con cuidado para no quemarse, para que no nos quememos al cogerlas. Bellotas asadas al calor de las brasas de una lumbre en mitad de la nada.

Un perro ladra en la lejanía. Las sierras extienden su ladrido como una petición de salvación. Entre barrancos, solanas y umbrías, desconoce el camino que ha de seguir para llegar a su destino. Pero llegará. Su instinto, su olfato, sus ganas… No es fácil orientarse en estos montes desconocidos donde solo saben el camino los escogidos. No es fácil esperar a que caiga la noche sin temer al pensamiento de lo que esconde. Escondites abiertos donde el peligro acecha si el desconocimiento se convierte en atrevimiento, si no se respeta la propia ley de la naturaleza.

Ha llegado el invierno mientras siguen estos días de crispación, de guerras cercanas y más lejanas, de enfrentamientos e insultos de los políticos, entre ellos y a las instituciones, de falta de respeto y protocolos que no se cumplen, de actitudes que avergüenzan a la ciudadanía, que casan, que hacen que al final busquemos eso que tanto necesitamos: las lluvias que cubren de belleza nuestros campos.