
Las escenas de Afganistán desgarran. Imágenes de ruina, destrucción y rendición. El mundo vio en las semanas transcurridas, tras la salida de Estados Unidos y de las representaciones diplomáticas de países occidentales, a cientos, incluso a miles de personas, hombres, mujeres y niños agolpados en el aeropuerto de Kabul. Decenas de ciudadanos persiguieron aviones en movimiento y hasta madres afganas arrojaron a sus bebés para que soldados estadounidenses los sacaran de allí. Atascos, congestión vehicular y miles de afganos tratando de huir para salvar sus vidas, el infierno mismo o el triunfo del oscurantismo, han sido las postales inmediatas que dejaron los eventos recientes acaecidos de ese lado del mundo.
En medio de las aglomeraciones a muchos afganos les fue imposible llegar a los aviones, pese a estar a registrados en alguna lista de evacuación y haber obtenido estatus de protección mediante visados para migrantes especiales. “No se ha logrado establecer un corredor seguro para facilitar el acceso a los afganos que tienen una plaza reservada en los aviones militares”, como recordaba el medio VozPopuli. Entre lágrimas y gritos de dolor, la lucha de miles por abandonar un territorio caótico. Personas arrasadas, asoladas y desoladas ante la realidad de su país. Mujeres huyendo, mujeres denunciando, mujeres resistiendo tras haberse animado a romper tabúes y a dar la batalla por la igualdad y la conquista de sus libertades en estos años.
Hay consenso al afirmar que los talibanes hoy son más sofisticados en el uso de los medios occidentales para avanzar en sus fines, mientras que en simultáneo reprimen y persiguen a opositores y borran los rostros de mujeres que hasta hace poco aparecían expuestos en las calles del país. Las afganas serán eliminadas de la esfera pública y no en vano temen que sus derechos desaparezcan por completo. Ser mujer bajo el régimen de los talibanes, de los iraníes o de los saudíes ya no es ser invisibilizada y anulada cada día, es una suerte de condena a cadena perpetua.
Los talibanes, por su parte, celebraron su reconquista y compararon la victoria con la conquista de La Meca. “La debacle de Afganistán marca el camino emprendido por otros países que adoptaron la teocracia como sistema, encarnado puertas adentro por el régimen talibán y puertas afuera por Al-Qaeda”. “En la huida [militares afganos] dejaron atrás vehículos militares, armas e incluso uniformes con los que Estados Unidos los había equipado; hoy los talibanes están armados hasta los dientes con armas made in USA”. “Pocos países adoptaron la teocracia como forma de gobierno: Irán, Mauritania, Arabia Saudí, Sudán y Yemen con la sharía (ley islámica) y el Vaticano con una monarquía cristiana encarnada en el Papa. ¿Está Afganistán, bajo las barbas del régimen talibán, en vías de convertirse en un emirato en el cual su eventual presidente o líder ejerza el poder político en calidad de ministro de Dios?”, inquirió semanas atrás el experto Jorge Elías
Hillel Neuer, activista de derechos humanos, cuestionó el presunto cambio de los talibanes, expuso la ceguera de diferentes gobiernos occidentales dispuestos a reconocer en el futuro inmediato al régimen talibán siempre que forme un gobierno ‘inclusivo’. No hay que llamarse a engaños de moderación o cambio cuando se trata de la promesa de redención fundamentalista. El mito: “Los talibanes cambiaron”. La realidad: “Los combatientes talibanes están "intensificando" su "persecución" a funcionarios, fuerzas de seguridad y policía afganas y castigando a sus familias cuando no pueden encontrarlos”, reveló un informe de inteligencia obtenido por ABC News. “¿Por qué fantaseamos con que los talibanes han cambiado y sus políticas para las mujeres han cambiado? No, no han cambiado”, aseveró la exviceministra afgana de Asuntos de la Mujer, Hosna Jalil. Rina Amiri, quien se desempeñó en la Administración Obama en asuntos diplomáticos, cuya familia huyó de Afganistán cuando ella era una niña, en los años setenta, indicó que los talibanes tienen listas de objetivos: “Mujeres, periodistas y activistas. Saben sus nombres, van a sus oficinas y casas, aterrorizan a sus familias e intimidan a estas personas. No hay ningún período de luna de miel”. Gulalai Ismail, activista de derechos humanos exiliada, sostuvo que los talibanes supuestamente ‘reformados’ intentan apaciguar a las potencias occidentales, mientras continúan en la práctica atacando la identidad y la soberanía afganas, así como a la vulnerable población. Allá hay gente que está resistiendo y el mundo no debería mirar para otro lado, afirmó Ismail.
Las ciudadanas afganas tienen un historial de sufrimiento con los talibanes que castigaron en el pasado y con severidad diferentes ‘delitos’, entre otros, trabajar o estudiar, dijo Neuer, director ejecutivo de UN Watch, quien añadió que será cuestión de tiempo para que el Emirato Islámico de Afganistán sea elegido en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, considerando que los diplomáticos y representantes de la Unión Europea han llegado a justificar, por ejemplo, la elección del régimen totalitario de Irán en la Comisión de Derechos de la Mujer, o los de China, Rusia y Cuba en el Consejo de Derechos Humanos porque, según dicen, estar allí les permitirá ‘aprender’ y mejorar sus estándares en materia de libertades y de derechos humanos.
Neuer apuntó a los regímenes que violan sistemáticamente los derechos humanos y aun así hacen presencia en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU: Cuba, que es una tiranía; Libia, que tortura a los migrantes; China, que mantiene cautivos y en condiciones deplorables a un millón de musulmanes; Rusia, que envenena disidentes; Eritrea, que mantiene formas de trabajo esclavo; Somalia, que practica la mutilación genital femenina; Pakistán, que alberga terroristas; Camerún, que asesina manifestantes; Venezuela, que es una dictadura y un Estado colapsado; y Mauritania, que en la práctica mantiene la esclavitud. Quien haya dicho que los talibanes cambiaron está mintiendo y omite que los fundamentalistas están persiguiendo a todos los individuos y colaboradores del anterior Gobierno y cuando no los encuentran optan por castigar a sus familias aplicando la sharía. Tal y como ocurre con los ayatolás fundamentalistas, extremistas y misóginos que gobiernan Irán.
Masih Alinejad coincidió con Neuer al explicar que hace 42 años hubo millones de mujeres iraníes que oyeron las mismas mentiras manifiestas ahora por el portavoz talibán quien habló a los medios de Occidente para afirmar el compromiso de los talibanes con los derechos de las mujeres: “No se permitirá ningún prejuicio contra las mujeres, pero los valores islámicos son nuestro marco”, dijo. Jomeini, cuatro décadas atrás, también afirmó que todo estaría bien en Irán, pero con el triunfo de la revolución, las mujeres iraníes fueron encerradas y veladas. Desde entonces ellas no pueden salir sin hiyab, andar en bicicleta o cantar. “Lo perdimos todo”, enfatizó Alinejad.
“Daremos a las mujeres toda clase de libertades, pero prevendremos la corrupción moral y, en eso, no hay diferencia entre hombres y mujeres”, expresó Jomeini en su día. Aparte de apaciguar a los observadores occidentales, Jomeini trataba de tranquilizar a sus aliados liberales en la revolución contra el sha, que incluía a un gran número de mujeres. Las mujeres que han sufrido estos sistemas, como Alinejad, hoy tratan de visibilizar a las afganas que están levantando la voz para decir e incluso gritar que los talibanes no han cambiado en 20 años, pero que ellas sí cambiaron. Cuando los islamistas iraníes asumieron el control lo hicieron para siempre e instauraron la nueva realidad: juezas fueron despedidas, las cantantes prohibidas y prohibidas fueron toda una serie de actividades y de deportes para las iraníes, además se impuso la obligatoriedad del uso del velo y las mujeres y las niñas que lo rechazaron se vieron privadas del acceso a la educación, al trabajo y desde entonces han enfrentado arrestos y condenas a largas penas de prisión por oponerse al uso forzado de esta prenda. Según la interpretación iraní de la ley islámica, las mujeres que se resisten al uso obligatorio del hiyab en público pueden ser castigadas hasta con 74 latigazos.
Alinejad se apresuró a aclarar en su análisis publicado en The Washington Post: “Sí, por supuesto, los islamistas iraníes son chiíes, mientras que los talibanes son suníes; hay muchas diferencias entre ellos. Sin embargo, da la casualidad de que su desprecio por las mujeres es uno de los principios ideológicos fundamentales que comparten”. Las mujeres de contextos islámicos entienden más y mejor qué significa la vuelta de los talibanes y el impacto que tienen los grupos islamistas sobre ellas porque son quienes sufren las consecuencias más duras de este tipo de regímenes. La guerra islamista está dirigida ante todo contra las mujeres. La primera fetua de los talibanes, de hecho, fue proclamada a pocos días de la toma de Kabul y prohibió las clases mixtas en universidades. Para los extremistas la educación mixta es la raíz de todos los males de la sociedad. La segregación sexual en el sistema educativo de Afganistán va a generar que miles de niñas y de mujeres se vean privadas del acceso a la educación superior. Azotes, ejecuciones públicas y represión contra las mujeres fueron signos identitarios de los talibanes en el pasado y, durante estas dos décadas, ellos supieron mantener sus tendencias. “No nos hagamos ilusiones. Esto es un desastre para las mujeres de la región”, zanjó Alinejad.
Entre tanto, la periodista y corresponsal Clarissa Ward, debidamente ataviada con la vestimenta impuesta, dejó constancia de la realidad que se vive de ese lado del mundo. La comunicadora de CNN dejó Afganistán a los pocos días de su arribo para cubrir los eventos que eran noticia. Ward salió de Afganistán en uno de los aviones fletados para evacuar a los estadounidenses que se encontraban en ese país. La corresponsal recorrió y enseñó cómo lucían las calles de Kabul entre la toma de los extremistas, los disparos y los velos integrales. A su lado transitaban hombres con fusiles de asalto AK47. Zabihullah Mujahid, portavoz del grupo insurgente yihadista, aseguró tras la toma de Kabul, que el panorama sería más claro en la “nación musulmana” cuando se formase el Gobierno del Emirato Islámico de Afganistán que será el que decida las leyes que en adelante rijan el país.
Corresponsales y analistas advirtieron en los días siguientes a la salida estadounidense que se agravará la crisis migratoria y de refugiados afganos, así como el panorama de inestabilidad regional. No obstante, otras miradas como la del escritor estadounidense David Rieff plantean una interpretación distinta y más matizadas. Para Rieff la crisis migratoria afgana no será peor que las crisis migratorias y humanitarias que hay hoy en Etiopía, Mozambique o Haití: “Esas son auténticas crisis humanitarias. Afganistán no lo veo así”. Desde Europa algunos expertos alertan respecto a cuestiones venideras en Afganistán, las amenazas externas y los efectos de derrame del conflicto afgano, a saber: la inminencia o instauración de un régimen islamista totalitario; la instrumentalización yihadista del estatus de emigrante o de refugiado para el traslado de yihadistas a Occidente; y, el terrorismo islamista como amenaza latente para los países occidentales que enfrentarán acciones terroristas planificadas desde Afganistán.
*Clara Riveros, Colombia. Politóloga, analista política y autora