Salvemos a las empresas y autónomos

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No es un descubrimiento económico que buena parte de la actividad empresarial y del empleo a nivel mundial tiene en las micro, pequeñas y medianas empresas a su principal pilar.

Destruir este tejido es un suicidio, se da una circunstancia altamente preocupante que está aconteciendo frente a nuestras narices resultado  de un cóctel explosivo con la pandemia como ingrediente principal; sin embargo, no es el único porque  las decisiones gubernamentales, junto con el miedo de la gente, sirven de mecha para hacerlo volar por los aires. Dinamita pura.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) tiene algunas cifras preliminares de cómo la urgencia sanitaria combinada con las decisiones de cierres y confinamientos para contener la primera ola expansiva del SARS-CoV-2 ha provocado, hasta el momento, que a nivel global al menos 436 millones de empresas -sobre todo de los cuatro sectores más golpeados por las restricciones- estén en riesgo de cierre absoluto. 

Hay sectores productivos que han resentido en seco el golpe de las restricciones a la movilidad de las personas, desde la hostelería y la restauración,  el sector turístico, el hotelero y el aéreo; otras actividades igualmente ubicadas en el sector terciario de la producción como son el comercio, la actividad inmobiliaria, manufacturera y multitud de servicios ligados con el turismo, el ocio y la actividad cultural.

El dato todavía más inquietante revela que de esos 436 millones de empresas, unos 389 millones son trabajadores autónomos que, de repente, se han visto contra la pared sin  el ahorro suficiente, ni la liquidez necesaria para hacer frente a los compromisos mensuales de costumbre ante sus proveedores y la Hacienda Pública.

Hay que decirlo: se les ha dejado solos… los hemos dejado solos injusta e ingratamente como si fuesen los culpables cuando son las víctimas; unas a las que hemos enviado a las unidades de cuidado intensivo para que terminen de morirse ante la falta de decisiones gubernamentales rápidas, certeras y realistas.

¿Qué país acaso les ha dado una amnistía fiscal? Que yo sepa ninguno; al contrario de lo que han hecho diversos bancos e instituciones financieras que han aceptado renegociar adeudos o extender los plazos. 

Están solos  con sus obligaciones, con los compromisos inmediatos y sin ventas, ¿de dónde obtendrán entonces los ingresos? Y encima  hay que cubrir  hipotecas y los respectivos gastos familiares repletos de empréstitos y pagos de seguros. 

En Europa, la boyante industria del seguro tiene, al menos, un seguro metido en el bolsillo de una persona, y digo al menos uno porque hay hogares que en promedio pagan   hasta cinco al mes o más: el del hogar, el de la empresa, el del coche, el de salud, el de vida, el escolar y hasta el de la moto. 

A colación

Ni Alemania, ni Francia, ni España, ni Estados Unidos, ni México o inclusive China han hecho lo suficiente por lanzarles un enorme salvavidas a las micro, pequeñas y medianas empresas y a muchos de esos valientes autónomos que creyeron, algún día, en emprender.

Si se mueren estas empresas quedará enterrado su esfuerzo y lastrado su patrimonio; y es gente que ha tenido fe y que ha creído en el sistema productivo,  que ha creído en la economía formal, en pagar impuestos, en crear empleo y en hacer realidad sus sueños. 

Tampoco he visto un esfuerzo descomunal por parte de ningún organismo internacional para salir en su ayuda; se ha salido al auxilio  de la macroeconomía pero inequívocamente de la microeconomía. 

Grave error: ésta no es una crisis financiera, no es una crisis de deuda, no es una crisis de cuenta corriente, no es una crisis sistémica, no es una crisis derivada de algún ‘commodity’… es una crisis generada por la ausencia de consumo; por el desplome súbito de la demanda por los cierres ordenados, los confinamientos y las cuarentenas mezcladas con el miedo de la gente a infectarse.

Urgen medidas serias eslabonadas para evitar su bancarrota desde una amnistía fiscal, la congelación por un tiempo del pago de adeudos, la inyección de recursos a fondo perdido para que puedan contar con la solvencia que les evite ir a la miseria; la suspensión de cobros de alquiler, seguros y servicios; y créditos blandos para cubrir a los proveedores.

Nosotros, como consumidores, debemos apoyar a las pequeñas superficies comprando y consumiendo; es la forma como ayudaremos a las tienditas. Si los dejamos arruinarse, el daño en la clase media será bastante importante y terminaremos lamentándolo.

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