Trump pega un tiro a su país al imponer aranceles a México y Canadá

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha impuesto aranceles del 10 % a China y del 25 % tanto a México como a Canadá y un 10 % para los energéticos canadienses; la medida que ya venía anunciando desde su candidatura sigue causando revuelo porque se trata fundamentalmente de castigar a sus dos socios fundamentales desde hace 30 años.
Las tres economías que signaron el 1 de enero de 1994 la creación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), o NAFTA como se le conoce en Estados Unidos, llevaron un proceso de revisión y readecuación desde 2018 y entró en vigor nuevamente con sus nuevos apartados a partir del 1 de julio de 2020 bajo el nombre de Acuerdo entre Canadá, Estados Unidos de América y Estados Unidos Mexicanos; en México, se le conoce popularmente como T-MEC.
De hecho, Trump era presidente cuando firmó la revisión y, desde luego, la puesta en marcha contó con su visto bueno; ahora, retorna a la Casa Blanca decidido a utilizar las tarifas arancelarias como arma de castigo para ensanchar su guerra comercial ya iniciada contra China en su primer mandato.
Lo hace, además, convencido de que mediante dicha fórmula de represalias hará más fuerte a su economía y corregirá los déficits comerciales que tiene en sus respectivas balanzas frente a México, Canadá y China. Ignorante de que ese desequilibrio surge por la enorme pérdida de competitividad y productividad que sufre la economía norteamericana desde la década de 1980.
Bajo la Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional (IEEPA), el mandatario norteamericano invoca una serie de poderes unilaterales para una serie de medidas (como las arancelarias) argumentando una emergencia nacional que atenta contra la seguridad de su nación.
Esos riesgos son para él los crecientes flujos de inmigración ilegal, la guerra interna por los opioides y el tráfico del fentanilo que envenena a la adicta población norteamericana a las drogas. De estos fenómenos, Trump acusa directamente a México y a Canadá, por no hacer nada desde sus fronteras para impedir ni el tráfico migratorio ilegal, ni el traslado de drogas.
Así justifica su cruzada arancelaria contra sus dos tradicionales socios comerciales (Canadá le vende el 75 % de sus exportaciones y México el 80 %), aunque en realidad hay una obsesión por reducir los abultados déficits comerciales que mantiene su economía.
De acuerdo con la Oficina del Censo de Estados Unidos, de enero a noviembre, la Unión Americana importó bienes canadienses por valor de 377.200 millones de dólares y exportó a Canadá bienes por 322.200 millones de dólares. Un déficit por 55.000 millones de dólares.
En el caso de México, cuya economía tiene una especial vinculación con la norteamericana a tal punto que, desde los aranceles impuestos por Trump durante su primer Gobierno contra China, pasó a convertirse en el socio comercial más importante, las exportaciones aztecas hacia Estados Unidos fueron por 466.600 millones de dólares y las importaciones realizadas por México sumaron un total de 309.400 millones de dólares. El déficit con México es de 157.200 millones de dólares.
Aun así, el mayor déficit comercial estadounidense no es ni con el país azteca, ni con Canadá, lo sigue siendo con China a pesar de su guerra arancelaria iniciada desde 2018 y que no rebajó ni un ápice, el mandatario demócrata Joe Biden. Ahora, Trump le impondrá un 10 % adicional intentando rebajar el déficit con el gigante asiático que el año pasado sumó 270.400 millones de dólares.
Mientras el Gobierno del mandatario chino, Xi Jinping, replica que denunciará a Estados Unidos ante la Organización Mundial del Comercio (OMC), en Canadá, el primer ministro, Justin Trudeau, actuará en consonancia: quid pro quo y a partir de la próxima semana gravará los productos estadounidenses con un 25 % por un valor de 155.000 millones de dólares; al menos 30.000 millones entrarán en vigor el 4 de febrero y otros 125.000 millones en tres semanas.
Por su parte, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, instruyó en consecuencia a Marcelo Ebrard, titular de Economía, para activar el Plan B que ya han estado trazando desde hace tres meses y que incluye una respuesta con medidas arancelarias y no arancelarias.
Las consecuencias de esta nueva versión de la guerra comercial en la que Trump ataca directamente a sus dos socios comerciales más íntimos serán bastante negativas sobre todo para la propia economía norteamericana. El republicano ha decidido darle un tiro en el pie a Estados Unidos y lo hace desoyendo una enorme cantidad de advertencias de influyentes grupos de economistas que remarcan los perjuicios para diversos sectores productivos.
Para seguir fabricando, importarán los bienes intermedios y finales más caros; y eso se trasladará al consumidor final lo que impactará a su bolsillo y golpeará a la inflación.
Hay sectores en riesgo como el automotriz. La tradicional industria automotriz global está viviendo una profunda transformación ante el avance de los automóviles eléctricos chinos.
En Europa, países como Alemania viven una crisis estructural arrastrada por las cadenas de valor en Volkswagen y el golpe negativo de los suministros energéticos ante la falta de ese gas y ese petróleo barato ruso.
En Estados Unidos, la industria automotriz sigue perdiendo participación en la producción global y ha dejado de producir en términos competitivos; la importación más cara de bienes tanto maquilados en Canadá, como en México, solo elevará los precios finales de los vehículos que seguirán siendo menos competitivos.
La presidenta de México, Sheinbaum, adelantó que dentro de ese Plan B la respuesta arancelaria golpeará a los sectores agrícolas que apoyaron con votos al mandatario Trump.
No es un buen augurio lo que está aconteciendo, ni para las economías involucradas en las sanciones arancelarias, ni para el resto del mundo. Ya el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) ajustarán a la baja el crecimiento mundial a partir de las nuevas medidas arancelarias que entrarán en vigor el próximo 4 de febrero.
Trump, que se ha rodeado de una oligarquía en el poder, ha vuelto decidido a demostrar su visión supremacista en la que cuestiones como la seguridad, la defensa, la inmigración, la política comercial, la inteligencia artificial y la carrera por el espacio son puntos calientes.
Una política comercia proteccionista en la que se rompen los equilibrios con sus tradicionales socios comerciales es una pésima señal que ya reinterpretan China y Rusia. Ambos países avanzan con los BRICS para crear su gran bloque comercial, tejen alianzas y buscan sus propias zonas de influencia mientras Trump ignorante de la historia está rompiendo a mazazo limpio con sus zonas de influencia y ataca a sus aliados.
Las murallas comerciales trumpistas pertenecen al medioevo, en ningún modelo económico imperante se han entretejido tantas cadenas de valor vinculantes como sucede en pleno 2025. Hoy el aleteo de una mariposa en Sudáfrica causa un impacto en Australia.
Y, por supuesto, Úrsula von der Leyen, puede ir poniendo sobre de la mesa de su escritorio ese documento que ya tiene preparado para responder a los aranceles que Trump impondrá a diversos productos de la Unión Europea (UE). Porque, Europa is next.