Bagdad y Erbil: una frágil alianza bajo presión

El primer ministro iraquí, Mohammed Shiaa al-Sudani, y su homólogo kurdo, Masrour Barzani, se dan la mano tras firmar un acuerdo para reanudar las exportaciones de petróleo del norte en Bagdad, el 4 de abril de 2023 - PHOTO/REUTERS
El primer ministro iraquí, Mohammed Shiaa al-Sudani, y su homólogo kurdo, Masrour Barzani, se dan la mano tras firmar un acuerdo para reanudar las exportaciones de petróleo del norte en Bagdad, el 4 de abril de 2023 - PHOTO/REUTERS
Las desavenencias entre Bagdad y Erbil ya no son solo una cuestión kurda, sino que se han convertido en un asunto que afecta a la propia naturaleza del Estado iraquí

Una vez más, surgen disputas en la escena política iraquí, con la tensa relación entre Bagdad y Erbil en el centro. Esta relación comenzó como una alianza basada en la esperanza en 2005, cuando los kurdos participaron voluntariamente en el establecimiento de un nuevo Irak, creyendo que el federalismo y la Constitución serían garantías de los derechos por los que habían luchado y sacrificado sus vidas durante tanto tiempo.

Sin embargo, estas esperanzas chocaron gradualmente con una compleja realidad política, cuyos primeros indicios aparecieron en 2007, cuando se estancó la aprobación de la ley federal sobre el petróleo y el gas. Esta ley, estipulada en la Constitución iraquí (artículos 111 y 112), debía regular la relación entre el Gobierno central y las provincias productoras de petróleo, incluida la región del Kurdistán. Desde entonces, el petróleo ha pasado de ser un recurso compartido a un importante punto de discordia, con la política y el derecho entrelazados y unos intereses tan complejos que parecen imposibles de resolver.

Después de 2014, la crisis dio un giro brusco cuando el Gobierno federal dejó de transferir la parte del presupuesto correspondiente a la región, alegando que Erbil no había entregado los ingresos del petróleo a la empresa «SOMO». Luego llegó el momento más explosivo en 2017, cuando la región del Kurdistán celebró un referéndum de independencia, una medida que reflejaba la desesperación ante la posibilidad de llegar a un acuerdo con Bagdad. La respuesta federal no se hizo esperar, tanto en el ámbito militar como en el político: la reconquista de Kirkuk, el corte total del presupuesto e incluso medidas que afectaban directamente a los ciudadanos.

No obstante, las puertas al diálogo permanecieron abiertas. Desde que asumió el cargo, el primer ministro del Gobierno Regional del Kurdistán, Masrour Barzani, ha intentado romper el ciclo de aislamiento. Su iniciativa más reciente fue una visita a Washington en mayo de 2025, que dio lugar a la firma de dos contratos de inversión con las empresas estadounidenses HKN Energy y WesternZagros, en una medida destinada a desarrollar la infraestructura de gas en el Kurdistán, lo que tendría un impacto positivo en todo el sistema energético iraquí.

Sin embargo, la sorprendente paradoja se produjo tras su regreso de la visita, cuando el Ministerio de Finanzas iraquí anunció el cese del pago de los salarios a los empleados de la región en un comunicado emitido el 21 de mayo de 2025. El momento no fue casual, sino que parecía más un mensaje político que financiero. ¿Invertir ahora en el gas local se considera un exceso? ¿Y por qué se utilizan los salarios de cientos de miles de empleados como herramienta en el juego político de presionar a los demás?

Estas preguntas nos llevan al núcleo de la crisis: ¿cómo es posible que los kurdos, que fueron un socio fundamental en el derrocamiento del régimen anterior antes de 2003, hayan llegado a ser tratados, en ocasiones, como adversarios después de 2005? ¿Y por qué algunos actores en Bagdad insisten en gestionar la relación con una lógica de dominio en lugar de asociación?

Los desacuerdos entre Bagdad y Erbil ya no son solo una cuestión kurda, sino que se han convertido en un asunto que afecta a la propia naturaleza del Estado iraquí. El artículo 115 de la Constitución otorga prioridad a las leyes regionales en caso de conflicto con las leyes federales, a menos que estas últimas sean competencia exclusiva del Gobierno federal. Además, el artículo 112 otorga a las provincias productoras de petróleo (entre ellas Basora, Dhi Qar y Maysan) el derecho a participar en la gestión del petróleo, lo que significa que cualquier solución no puede limitarse al Kurdistán, sino que debe ser nacional e inclusiva.

Hoy en día, los ciudadanos kurdos están pagando el precio de una lucha que no han elegido y, al igual que los empleados de la región se ven privados de sus salarios de vez en cuando, la confianza se está agotando entre los componentes del país y la brecha se amplía con cada nueva crisis.

En conclusión, la reforma de las relaciones entre Bagdad y Erbil no comienza con decisiones financieras, sino con una voluntad política sincera que reconozca la asociación, respete la Constitución y restaure el concepto de ciudadanía. Los países no se construyen mediante la exclusión o el castigo colectivo, sino a través del diálogo, la transparencia y la justicia. Si la política es el arte de lo posible, entonces lo que es posible hoy, a pesar de todas las heridas, es construir un Irak en el que el ciudadano kurdo ya no se sienta como un invitado, ni el bagdadí como un guardián.

Artículo publicado en The Arab Weekly