
La expresión “Que baje/venga Dios y lo vea” se suele utilizar para recalcar el valor o la veracidad de lo que se presenta como un hecho real o en el momento de dar una opinión y sobre todo, cuando estamos plenamente convencidos de que lo que relatamos o decimos es cierto aunque, aparentemente, al interlocutor pueda parecerle dudoso o imposible dada la extrañeza de los hechos relatados.
Expresión, que está perdiendo una gran parte de su uso, pero en estos momentos difíciles y ciertamente inverosímiles que vivimos a lo largo y ancho del mundo, la considero totalmente apropiada; máxime, al observar la evolución y las actuaciones de los políticos contemporáneos, sus decisiones y modos de ser con respecto a sus gobernados y con los amigos o aliados o por la forma de llevar sus políticas internas o externas sin ser conscientes de que sus actos pueden arrastrar a su propio país o a un conjunto de ellos a situaciones comprometidas que, muchas veces, pueden llegar a ser muy difíciles o imposibles de soslayar o recuperar.
No es que este fenómeno sea algo nuevo o inusual; a lo largo de los tiempos, son cientos o miles los ejemplos de despotismo, tiranía, persecuciones y egocentrismo de dirigentes, emperadores, golpistas, dictadores y hasta de políticos que en su día fueran elegidos legalmente y que, con el tiempo, han degenerado o derivado hacia derroteros muy difíciles de explicar en condiciones de normalidad política y mental. La historia reciente y la actual, por aquello de seguir la pauta marcada, también están plagadas de estos fenómenos a los que quisiera citar y analizar, aunque para alguno solo lo haga de forma muy somera o simplemente puntual.
Tras las trágicas confrontaciones mundiales del siglo pasado protagonizadas por diversos fascismos, comunismos y nacionalismos a situaciones de alta tensión y desconfianza mutua, las luchas por el liderazgo mundial han llevado al mundo situaciones límete, que se definieron como la Guerra Fría. Un ambiente de tensión creciente y mantenida en el tiempo, que ocasionó un ingente gasto militar y el crecimiento exacerbado del arma más terrorífica -por sus efectos instantáneos- de todas las de su la familia, las Armas de Destrucción Masiva. Me refiero claro está, al arma nuclear y a sus vectores de lanzamiento. Arma o armas que, a pesar de los aparentes esfuerzos de la Comunidad Internacional (CI) por limitar su investigación, producción, ensayo, almacenamiento y uso o amenaza de ello, han ido en aumento en cantidad y calidad, así como del número de países poseedores de ellas en la actualidad o en vías de conseguirlo.
Pasada la fase referida tras la caída natural del telón de acero, aunque sin haber acabado con aquellas, sino todo lo contrario; parece que el interés hacia el mantenimiento y perfeccionamiento de muchos de aquellos tratados que las regulaban y limitaban, por diversos motivos económicos e intereses egocéntricos, principalmente, ha ido decreciendo y en la actualidad, la mayoría de ellos ya no están en vigor o se encuentran casi arrumbados o amenazados de extinción en un corto espacio de tiempo.
Las luchas intestinas por tomar el poder omnímodo o absoluto en países de cierta relevancia, minando los preceptos e incluso sus propias y legales constituciones, sin reparar en esfuerzos ni detalles; mediante atropellos legales y a base de adaptar las legislaciones, tribunales y el papel de las fuerzas armadas a sus necesidades, son muchos, claros y patentes. Así, ejemplos de lo dicho están todavía presentes en Rusia, Bielorrusia, China, Turquía, Venezuela, otros países de su entorno bolivariano o de inspiración cercana al mismo y en cierto sentido, en Polonia y Hungría a pesar de formar parte de la UE. En la mayoría de ellos, los abusos sobre los derechos humanos de sus habitantes, los asesinatos colectivos o selectivos si es que fueran precisos, las despiadadas represiones políticas y policiales sobre los que protestan y la no cabida a la discrepancia política o social forman parte de la orden del día.
Siguen existiendo con toda impunidad países comunistas o no, de corte absolutista, dictatorial o fanáticamente religiosos como Corea del Norte, Irán, Emiratos Árabes, Qatar, gran parte de los países africanos, Vietnam, Myanmar y un largo etcétera donde se persigue a todo aquel que es contrario al régimen; el oscurantismo en sus actuaciones es patético y sus inversiones para mejorar sus capacidades de armamentos no cesan aunque sea a costa de maltratar o reducir los derechos de sus ciudadanos.
Hay países, como España, que aunque no han alcanzado o mostrado plenamente las maléficas acciones reflejadas en y usadas por los anteriores; a base de haber actuado durante años con mayor o menor disimulo y con ciertos apoyos externos, poco a poco, han ido introduciendo diversos y progresivos cambios en los usos, costumbres, preceptos y las leyes, que en su día se consideraron fundamentales y casi imposibles de cambiar a albur del gobierno de turno; pero que sin darse cuenta, tras un periodo de pocos años, la suma de dichos cambios hacen que el país actualmente se encuentre en el camino de convertirse en aquellos. Solo en un mes, hemos recibido tres toques importantes de atención por parte de la “tibia UE” sobre los comportamientos, intenciones y derivas políticas o legislativas del gobierno social-comunista que oficialmente desde hace un año y más intensamente aprovechando la barra libre de los prolongados estados de alarma, trata de gobernar el país a su manera, moviendo y agitando todos los pilares democráticos y del Estado, así como gran parte de las garantías ciudadanas -incluso parte de las que se taxativamente se recogen en la Constitución- de forma tal, que se está poniendo en grave peligro la concordia y los estándares democráticos en los que se basa la propia UE. Estándares, a los que, de forma innegociable, se deben adaptar todos sus miembros.
Solo el hecho de que un mendaz y recalcitrante incumplimiento de aquellos, pudiera poner en peligro la arribada de los necesario y anunciados, aunque todavía no visibles, fondos de ayuda y préstamos a bajo coste, está siendo la única herramienta eficaz para frenar o dilatar la aplicación de los desmedidos impulsos y derivas en las que se nueve el gobierno de España; apoyado, para más inri, en todos los partidos políticos que constituyen los mayores enemigos de ella y otro, casi residual, desnortado y otrora de centro, que busca un hueco en las aparentemente sus últimas bocanadas de aíre en la arena política para intentar sobrevivir.
No por casualidad, he querido dejar el último lugar de este pequeño y nada placentero relato, para el país que es todavía más potente e influyente en el mundo, EEUU. Un país, que aunque no es la primera vez que les ocurre algo parecido, en este largo proceso electoral actual, ha dado una imagen al mundo entero como si fuera la peor imaginable república bananera jamás vista; han quedado rotos en dos partes muy enconadas y dejado a la altura del betún el rol y el privilegio de ocupar el puesto de Líder mundial por todos estos sus malos ejemplos.
Real y aparentemente, aunque con este imprevisible individuo llamado Trump todo es posible que ocurra; los norteamericanos a pesar de los eslóganes, promesas y frases bonitas de su aún presidente, han conseguido librarse, por un puñado de votos, de un dirigente con pocas luces y pleno de sombras a lo largo de un mandato que al haber sido tan intenso e inquietante, ha parecido ser como tres o cuatro de ellos por su hiperactividad y por las grandes repercusiones mundiales de la mayoría de sus actos. De entre las pocas luces se pueden resaltar sus logros en la economía doméstica, aunque en muchos casos haya sido a costa de las de los demás, el padrinazgo de los recientes acuerdos de paz entre Israel y diversos estados árabes y haber sido capaz de resistir la investigación y acusación para ser expulsado de su cargo (impeachment) completado en su persona, por primera vez, en la historia de EEUU.
De entre sus muchas sombras, cabe destacar haber amenazado con entablar, repetidas veces, varios conflictos nucleares aunque luego todos ellos han sido cerrados en falso (Corea del Norte e Irán); ha abandonado las principales instituciones en las que se basa el funcionamiento, la concordia y el futuro de la CI; amenazado la continuidad de la OTAN; fomentado y practicado alianzas en diversos escenarios como Irak, Siria y Afganistán para romperlas o dejarles colgados cando no le han interesado y con grandes pérdidas para los que se le unieron; ha influido en las grandes variaciones de los aranceles a las transacciones comerciales internacionales poniendo en peligro las mismas al norte, sur, este y oeste de su país sin importarle lo más mínimo los costes de todo tipo que pudieran suponer tantos y tan peligrosos vaivenes en dichas decisiones; ha abandonado varios acuerdos de limitación del número de armas nucleares o del alcance de sus misiles de lanzamiento; ha intentado poner puertas al campo prometiendo erigir una imponente muralla con México para evitar o terminar con la inmigración ilegal; desprecia y pone en peligro los esfuerzos de la CI en el importante tema del cambio climático y por si fuera poco, siendo el país con mayor número de contagios y cientos de miles de muertos por el Covid 19, ha abandonado la OMS, se ha reído de la pandemia individual y colectivamente en todos sus actos de campaña, aún a pesar de haberla sufrido personalmente y parte de su familia.
El espectáculo ofrecido en directo durante los días que ha durado el incomprensible y largo conteo de los votos emitidos y lo que todavía coleará, es para guardarlo archivado en los anales de la incongruencia y del mal hacer de un país oficialmente tan avanzado tecnológicamente y por la tozuda negación de los hechos y tenaz resistencia a aceptar la realidad por parte de un dirigente que precisamente, tiene que ser ejemplo por tener en sus manos tanta responsabilidad para con sus conciudadanos y con el mundo entero.
A pesar de haber llegado hace cuatro años a la presidencia norteamericana con mucha polémica por parte de ciertas ayudas externas (Rusia) y la aparición del fenómeno conocido como las Fake News, no ha sido capaz de aceptar los resultados de las elecciones. Su egocentrismo, el mayúsculo patetismo de casi idolatría por parte de muchos de sus seguidores y el gran cesarismo que le domina, le llevarán a invertir grandes sumas en abogados y pleitos para tratar de revocar dichos resultados y empleará todo tipo de artimañas -como haber conseguido hace unos días el numero favorable a su partido de jueces en la Corte Suprema- para tratar de conseguir que el resultado final sea muy diferente al que es actualmente y según las urnas.
El reciente presidente electo de EEUU, a partir de enero cuando tome posesión, tiene por delante una ardua labor para coser las profundas heridas entre sus conciudadanos, lograr que siga siendo un país líder en el mundo y que tras retocar muchos de los errores de su predecesor en la arena internacional, pueda volver a ocupar la credibilidad y el lugar que le corresponde en su papel de árbitro mundial.
Joe Biden, tiene en su contra haber llegado a la Casa Blanca a la tercera intentona, como el presidente más longevo de la historia de los EEUU y que cuenta con la mitad del país literalmente en su contra; pero a cambio, cuenta con importantes bazas a su favor, como ser un hombre muy bragado en las funciones presidenciales (ocho años de Vicepresidente con Obama y muchos de Senador), lleva toda su vida activa fajándose en la política norteamericana y la conoce muy bien, ha recibido más votos que nadie en la vida para su nominación y tiene una ambiciosa segunda de abordo, Kamala (primera mujer electa Vicepresidenta y no blanca) que puede y debe ser algo más que un florero o un “orinal de pis caliente” como algunos irreverentes la definen. Ha creado muchas esperanzas en Europa para restablecer lazos que interesan a ambas partes, aunque algunas reticencias con sus principales enemigos (Rusia, China) que tenían cogido en tranco a un desbocado vocinglero Trump y al que “manejaban” un tanto a su antojo o jugaban con él al gato y al ratón. Sólo resta ver la forma con la que maneja el tema de las armas de fuego en manos de civiles, la lucha racista y la persecución policial a los negros o la gente de color distinto al blanco; así como la inmigración y el cambio climático.
Aunque en EEUU, hasta la llegada de Trump, los presidentes solían mantener los preceptos y líneas de acción internacionales tradicionales o en curso marcadas por su antecesor, si Biden trata de seguir o recuperar, como es muy previsible aunque sea en parte, la senda de la política internacional de Obama, puede con ello abrir cierta esperanza en Irán y su programa nuclear -actualmente en situación de descalabro- y crear determinadas expectativas de cooperación con Corea del Norte. Todo ello en el convencimiento que, como la mayor parte de los presidentes demócratas, es muy posible que meta a EEUU en alguna guerra; cosa que será muy factible porque frentes no le faltan. Aparte de los ya mencionados, tanto en el Ártico cómo el Mar de la China Meridional, Oriente Medio y la manera de frenar expansión de Erdogan son temas gordos que merecerán su atención. Las relaciones comerciales con China o con el Reino Unido tras el Brexit y la nueva definición de la misión, estructuras y cometidos de la OTAN no admiten mucha más dilación. Actualmente, es una organización cuasi obsoleta, mal financiada, en manos de EEUU que últimamente mostraba sus ganas de abandonarla y que está en constante liza con Europa por la defensa del territorio europeo.
Muchos temas y demasiadas grietas o auténticas heridas sangrantes abiertas para ser restablecidas en un periodo de cuatro años, ya que, por edad, es muy posible que renuncie a la reelección. En cualquier caso, en su mano está recuperar el papel de EEUU y la ONU en la CI y tratar de hacer olvidar el muy mal ejemplo dado por su antecesor para que continúen la tarea de la reconstrucción de puentes los que le sigan. Creo que si esto que ocurre y si se puede arreglar parte de lo enunciado, será una tarea ardua y casi imposible; entonces, será Dios el que deberá bajar para que lo vea y nos lo certifique.
F. Javier Blasco Robledo. Coronel retirado