¿Qué es Occidente? Occidente ante su identidad: desafíos contemporáneos

Este documento es copia del original que ha sido publicado por el Instituto Español de Estudios Estratégicos en el siguiente enlace.
La globalización ha hecho del mundo un escenario de una gran complejidad. La guerra de Ucrania, expresión del revisionismo ruso, ha desencajado un mundo multipolar y las lógicas que lo gobiernan, lo que incrementará la conflictividad periférica. Su éxito supondría la reversión de la globalización, razón por la que habría de afrontar sus inercias. Y es que Rusia sostiene dos conflictos políticos simultáneos. Uno con Ucrania, de alta intensidad y con componentes híbridos. Y otro directamente con Occidente tratando de provocar un shock de oferta, esto es, disuadiendo a Occidente de implicarse en dicho conflicto mediante su penalización económica, social y energética. La paz por las consecuencias extremas de cualquier eventual solución debiera ser el resultado de un compromiso en el que se dirima la posición rusa y su relación con una Europa a la que pertenece.
- LA GEOPOLÍTICA DE OCCIDENTE
- EL TABLERO GEOPOLÍTICO
- LAS ALIANZAS MILITARES
- EL VÍNCULO TRANSATLÁNTICO
- INTERACCIONES DE LA GUERRA DE UCRANIA EN LAS GEOPOLÍTICAS DEL ESPACIO MUNDO
- ZONA GRIS Y GUERRA ECONÓMICA
- CONCLUSIONES
Ahora el invierno de nuestro descontento se vuelve verano con este sol de York; y todas las nubes que se encapotaban sobre nuestra casa están sepultadas en el hondo seno del océano.
Shakespeare, Ricardo III
LA GEOPOLÍTICA DE OCCIDENTE
Occidente es un lugar geográfico utilizado para definir un dominio cultural. Este difundido por la globalización, es el eje y la clave de bóveda, cuando no la piedra del molino que desmenuza otras culturas como parte del proceso de racionalización cultural que la globalización comporta.
Pero mientras la población del mundo aumenta, Occidente la pierde. Así la UE pasará de 447 millones de habitantes en 2020 a 416 en 2100. Esto es, perderá un equivalente a uno de sus Estados miembro de tamaño intermedio. Como ya refería Luttwak en el año 2000: “desde un punto de vista demográfico, Occidente está desapareciendo. En los sitios en que esto no ocurre, se debe a que está recibiendo inmigración de países no occidentales. Pero la cultura sobrevivirá. Cuando el último occidental haya muerto, todavía encontraremos a Lucrecio publicado en Corea.”1
Occidente existe por contraposición a Oriente, como expresión de un hecho diferencial. Ambos se conjugan simultáneamente. Con todo, su existencia no autónoma sirve también para poner en valor la continuidad o proximidad de las subculturas que agrupa, y, con ello, la existencia de un acervo común. Expresa dicotómicamente un espacio de comunidad diferenciado de su entorno. Este no existe sin aquellos que no lo reflejan.
Es más, antes de decidir que es Occidente, deberíamos definir que es Europa, que, a fin de cuentas, es el espacio geográfico de su casa solariega. El problema es que su límite oriental, lo que la separa de Asia, no es un mar sino una cadena montañosa, los (que, para más enconamiento, parte a Rusia en dos), a diferencia de lo que ocurre con el resto de los continentes. Europa podría verse como un apéndice del gran continente asiático o, por su excepcionalidad, como un espacio más de voluntad que geográfico.
Esto mismo sucede aun en mayor medida con el término Occidente. Este es un espacio de geometría variable desde que Lutero se refiriera al mismo por primera vez; y aun antes de ese momento, como un término implícito o sobre entendido.
En la Edad Media, Occidente era el espacio que reconocía la primacía de la cátedra de San Pedro, al Romano Pontífice; y Oriente, el mundo bizantino. Después, y tras perder la orilla Sur del Mediterráneo, ha acabado por absorber a las iglesias orientales y adoptar sus propias edades; Renacimiento, Barroco, Ilustración Colonialismo…. Y hasta propuestas políticas como el Capitalismo y la Democracia, que, prescindiendo de consideraciones étnicas, y siendo constructos realizados en términos axiológicos occidentales, se han convertido en elementos centrales de la globalización, razón por la que obligaban a pronunciarse por su aceptación o su rechazo.
La idea de imperio universal nace en la Grecia de Alejandro, dotado con una genealogía y referencias orientales y, como realidad fáctica, efímero. Encontrará su concreción en un imperio romano construido sobre claves griegas.
Pero imperio universal no significaba ni imperio global ni imperio mundial; y ello no como resultado precisamente del imperfecto conocimiento geográfico del momento. Y es que la filosofía política del mundo griego incluía en su espacio de interés solo una parte de la tierra conocida, la Oikumene, la tierra habitada regular y ordenadamente, esto es, la parte del mundo donde la tierra puede sostener la existencia de ciudades. Es la tierra de las ciudades (civis), término del que se deriva el concepto de civilización, en tanto que definidora de una cultura el estilo de vida de las ciudades2.
Como refiere Andrés González Martín, para los romanos la Oikumene es el orbis terrarum es la tierra habitada, la zona del mundo que importa y en la que construir el imperio universal. El imperio universal no es el propio de todo el mundo, no es global, es solo el imperio de la tierra habitada, de la tierra civilizada. Todo lo demás queda relegado a un cómodo anonimato, era la tierra de los bárbaros, lo que no pertenecía al orbe romano. Bárbaro es un exónimo del griego cuyo significado viene a ser “el que balbucea”- bar…bar por bla…bla – significando la imposibilidad de comunicación y. un punto de evolución o estadio intermedio entre el salvajismo y la civilización.
Contra los barbaros existía un derecho de conquista no una obligación de civilización; la pesada carga del hombre blanco de Kipling todavía no había entrado en juego. La intervención fuera del imperio no era una obligación moral, ni civilizatoria respondía solo al propio interés. Los romanos conquistaron el mundo conocido sólo para defenderse. Esta concepción limitada se rompe con el cristianismo, el criterio de pertenencia no era el carácter de ciudadano, el criterio discriminador no estaba ya en el carácter bárbaro, sino en la no pertenencia a la iglesia. Siendo la Iglesia un espacio abierto, todos tenían cabida. El elemento de diferenciación deja de ser civilizatorio. El bárbaro no puede acceder a la ciudadanía; el gentil, si se convierte, se incorpora al imperio3.
La ribera norte del Mediterráneo queda perfilada por el protestantismo que marca sus extremos, y no viene mal recordarlo pues, en 2017. se cumplieron 500 años de que Lutero clavase sus 95 tesis en la iglesia de Wittenberg. El mundo europeo mediterráneo es ortodoxo católico.
Desde entonces el centro de gravedad europeo se ha desplazado hacia el norte, fuera de los limes del antiguo Imperio Romano, por más que los países que son motores de Europa hayan hecho suya la herencia grecolatina. Y son ahora esos países, antaño bárbaros quienes, en el contexto de la crisis económica de 2008, permitieron que Grecia continuara siendo Europa, cuando tal nombre proviene de un antiguo mito griego.
No obstante, la conocida como “banana azul” que recoge los lugares de mayor riqueza en Europa y que comienza en la rica región de la Lombardía, sigue por las antiguas posesiones españolas que rodeaban a la antigua Francia - la malhadada herencia borgoñona que se encuentra en las raíces de casi dos siglos de conflicto con ese país-, siguiendo el conocido como Camino Español, entra en los Países Bajos y acaba en Inglaterra. Pero también está la llamada “banana dorada” que se extiende por la costa de Italia Francia y España. No se verifica así la pretendida superioridad que otorgaba Max Weber a los valores protestantes.
“los católicos participan también en menor proporción en las capas ilustradas del elemento trabajador de la moderna gran industria. Es un hecho conocido que la fábrica nutre las filas de sus trabajadores más preparados como elementos procedentes del pequeño taller, en el cual se forman profesionalmente, y del que se apartan una vez formados; pero esto se da en mucha mayor medida en el elemento protestante que en el católico, porque los católicos demuestran una inclinación mucho más fuerte a seguir en el oficio en el que suelen alcanzar el grado de maestros mientras que los protestantes se lanzan en un número mucho mayor a la fábrica, en la que escalan los puestos superiores del proletariado ilustrado y de la burocracia industrial4.”
Al mismo tiempo, y presentando sus valores como transparentes, Centroeuropa trata de integrar al Sur a través de la red de infraestructuras y en términos culturales. Por eso, no deja de sorprender que la quiebra de Lehman Brothers en Estados Unidos y que entró en Europa de mano de las hipotecas subprime y del mundo anglosajón, acabase derivando en el resurgimiento del término PIGS para referirse a Portugal, Grecia, Italia y España. Tal narrativa ayudó a que el problema de las hipotecas se transformase, mediática y políticamente, en el problema de que los países no protestantes del Sur de Europa no honraban sus compromisos económicos.
La civilización europea
El concepto civilización es amplio pues supone un “conjunto de ideas, creencias religiosas, técnicas, artes y costumbres propias de un determinado grupo humano” (RAE). No en vano, como se ha dicho, deriva del latín civis. civitas que señala el estilo de vida de las ciudades.5
Para los Toffler el término abarca materias tan variadas como la tecnología, la vida familiar, la religión, la cultura, la política, las actividades empresariales, la jerarquía, la hegemonía, los valores, la moral sexual y la epistemología.6 Y Huntington por su parte la define como una “entidad cultural…. el nivel más amplio de identificación.7”
Este defiende la tesis de que “las grandes divisiones del género humano y la fuente predominante de conflicto van a estar fundamentadas en la diversidad de las culturas…. el choque de las civilizaciones dominará la política mundial; las líneas de fractura entre las civilizaciones serán las grandes líneas de batalla del futuro8.” Así, las civilizaciones se han constituido en la definición de la identidad colectiva y dividen el mundo en grandes bloques, en cuyas líneas de fractura se produce la fricción y el conflicto.
El discurso de Huntington identifica el “nosotros” en las civilizaciones y se fundamentaba en que las diferencias más relevantes entre pueblos no son las económicas, políticas o ideológicas, sino las de signo cultural concluyendo de ello, que, aun manteniendo el concepto de Estado su vigencia, las Relaciones Internacionales se caracterizarán por un equilibrio de poder entre las civilizaciones.
De hecho, considera que el conflicto se instala en las líneas de fractura que separan las siete civilizaciones en que el autor divide el mundo. Además, piensa que yuxtapone cada vez más a miembros de diferentes culturas motivando una reflexión sobre su identidad.
Esto se explica por las evidentes e insalvables diferencias existentes, junto al hecho de que el mundo se haya quedado más pequeño por lo que “las interacciones entre pueblos y gentes de diferentes civilizaciones intensifican la conciencia de civilización de los individuos y ésta a su vez refuerza diferencias y animosidades9” al tiempo que los procesos de modernización despojan a los hombres de sus antiguas identidades.
Pero modernización no implica necesariamente occidentalización: “las sociedades no occidentales se pueden modernizar y se han modernizado de hecho sin abandonar sus propias culturas y sin adoptar indiscriminadamente valores, instituciones y prácticas occidentales10.” En este sentido, Ignatieff, citando la obra de Gibbon La decadencia y caída del Imperio Romano, publicado en 1776, señala que los orgullosos romanos cometieron el fatal error de confundir “la monarquía romana con el globo terráqueo.11”
Además, si en Occidente la modernidad está, hasta cierto punto, asociada a la marginación de la experiencia religiosa, en Oriente, el camino ha sido el contrario, puesto que se ha utilizado la religión en beneficio de la política. Piénsese que Jesucristo murió crucificado por lo que la cristiandad surgió contra el poder vigente, no incorporándose al imperio hasta el siglo IV, tras la conversión de Constantino. El recorrido del islam es el contrario, pues el profeta Mahoma era líder político y religioso y sus sucesores heredaron tales poderes.
Y es que, no siendo la cultura Occidental universal, la modernización no es igual a la occidentalización, y las pretensiones universalistas de Occidente, necesariamente, acabarán por producir un choque de civilizaciones. La exportación de la democracia y el modelo capitalista, que incorporan su acervo civilizacional, no es otra cosa que la propuesta del Fin de la Historia de Fukuyama, además de una reformulación cortés y políticamente correcta del white men burden decimonónico. Estos se convierten por ello en una suerte de caballo de Troya al trasladar ocultos tanto un sistema de valores como la lógica cartesiana, esto es, sus códigos axiológicos que son presentados con la aparente ausencia de modelos culturales.
El elemento más significado de la civilización, en torno al cual se vertebra la cultura es así la religión. Conflictos ideológicos, han sido sustituido por otros con matices religiosos, que son aquellos sobre los que se cimientan ahora las relaciones de solidaridad.
En este sentido, merece referirse que, algunos sociólogos consideran que las ideas de tótem y Dios tienen el mismo origen. Durkheim12 afirma que “los dioses son los pueblos pensados simbólicamente,” y que “los intereses religiosos no son más que la forma simbólica de los intereses morales y materiales”. Esto es, que no son los dioses los que hacen a los pueblos, sino los pueblos los que crean a los dioses que los representan.13 La idea de Dios, así vista, sólo es una forma de culto a la sociedad a sí misma que convierte la experiencia religiosa en un éxtasis en grupo con funciones formadoras de identidad y productoras de cohesión social.14 Desde esta perspectiva, resulta más relevante la idea de lo sagrado que la de Dios.
Por ello, una civilización como la occidental que se presenta como acultural y universal, entra en colisión con el particularismo de las otras civilizaciones que así toman conciencia de sí mismas y comienzan a convertirse en sujetos de una dinámica de la que antes sólo formaban parte las naciones occidentales.
Del trabajo de Huntington puede inferirse que los niveles de conflictividad con Occidente se incrementarán en el futuro, pero también que es improbable que se produzca un auténtico choque de civilizaciones. No obstante, lo que sí son factibles son las colisiones en todo el margen de las líneas de fractura, razón por la que postula un orden internacional basado en las civilizaciones.
La crítica que cabe hacérsele, además de una académicamente insostenible rigidez conceptual, es que conduce del determinismo biológico al determinismo cultural.15 En cualquier caso, las diferencias de signo cultural no causan las guerras como tampoco las semejanzas garantizan la armonía. Muchas civilizaciones están fragmentadas al incorporar una pluralidad étnica, lingüística… Y los grandes conflictos no son intercivilizatorios, sino intracivilizatorios.
América del Norte, poblada fundamentalmente con emigrantes europeos y ligada a todos los hitos de la Historia europea, es también parte de Occidente. Pero Huntington considera que Latinoamérica no pertenece a Occidente y lo hace, entre otros motivos — que también servirían para excluir a España, como en algún momento también excluyó a Grecia—, porque «incorpora a las culturas indígenas que no existían en Europa y que fueron eficazmente aniquiladas en Norteamérica»16. Y añade:
«Latinoamérica ha seguido una vía de desarrollo bastante diferente de Europa y Norteamérica. Aunque es un vástago de la civilización europea, también incorpora, en grados diversos, elementos de las civilizaciones americanas indígenas, ausentes de Norteamérica y de Europa. Ha tenido una cultura corporativista y autoritaria que Europa tuvo en mucha menor medida y Norteamérica no tuvo en absoluto. Tanto Europa como Norteamérica sintieron los efectos de la Reforma y han combinado la cultura católica y la protestante. Históricamente, Latinoamérica ha sido católica, aunque esto puede estar cambiando... La evolución política y el desarrollo económico latinoamericano se han apartado claramente de los modelos predominantes en los países del Atlántico Norte»17.
Estamos, de partida, ante un problema de definición que comienza con el observador y que se acrecienta al tratar de hacer monolítica una realidad que verdaderamente es una compleja diversidad cargada de matices, por mucho que se encuentre unida por una lengua y una cultura de base.
Las raíces europeas de Rusia
La categorización de Huntington también es muy discutible e incluso se la ha acusado de estar dotada de motivaciones políticas. Y es que, algo similar a lo que sucede con Latinoamérica, sucede en el caso de Rusia. De hecho, Huntington18 cree en la existencia de una civilización ortodoxa dirigida por Rusia, cuyos líderes, siguiendo una estrategia kemalista, han tratado históricamente de ubicarla en una civilización diferente, en Europa; y esto, por contrario a su naturaleza, al final, ha desgarrado el país.
Sin embargo, este enfoque no solo deja a Rusia fuera de Occidente, sino también a muchos Estados miembros de la UE de origen eslavos, además de a la propia Grecia.
Las civilizaciones no son bloques homogéneos, ni pueden serlo, sino que se encuentran dotados de un mismo acervo; existen diferencias, pero estas no son tantas en relación con los elementos comunes y sustanciales. El término civilización es muy polisémico y vago; se encuentra referido a una cultura muy fuerte y poderosa y a un sistema de organización social, es decir, a un "conjunto de costumbres, conocimientos y artes de una sociedad humana en particular."19 No hay nadie con atribuciones suficientes para poder dar una respuesta categórica al respecto.
Es cierto que Rusia tiene problemas para definir su identidad, pero la instrumentación del pasado ruso sobre una base imperial por parte del presidente Putin, junto con un mayor énfasis en los orígenes asiáticos del país, rompe con la convergencia en Europa expresada en el comienzo de su mandato presidencial en el año 2000,20 y se debe a razones circunstanciales, así como también a dificultades a la hora de cumplir con su propia agenda interna. De hecho, era frecuente en los medios políticos rusos recurrir a una cita De Gaulle en su discurso de Estrasburgo de 1959: “Sí, es Europa, desde el Atlántico hasta los Urales, es Europa, es toda Europa que decidirá el destino del mundo”.
Pero también es cierto que tal debate existía antes de que el presidente Putin sostuviese la existencia de una identidad eurasiática. Esta tiene sus raíces en los movimientos intelectuales de 1910-1920 y ha sido desarrollado políticamente por Putin, que en 2015 creo la Unión Económica Euroasiática.21 Es decir, Rusia está en Europa, pero no es de Europa. Es un país continente y, por ello, capaz de sostener por sí misma su propio proyecto civilizatorio e identidad. Hay rasgos de orgullo en esta afirmación, en su singularidad, por más que esta se sustente sobre el elemento étnico eslavo. A la postre, todos queremos ser especiales. La identidad euroasiática con que se ha pretendido dotar a Rusia como forma de diferenciarla del proyecto europeo no obedece a su Historia.
Lo que, por otra parte, está fuera de toda duda es el poderoso carácter de la cultura rusa y su contribución a la civilización occidental. Rusia es un país cristiano desde 988 que ya era mencionado en epopeyas como la Chanson de Roland o la Nibelungenlied.22 El Cantar de las huestes de Ígor es el último hito de los cantares de gesta medievales europeos. Esta obra anónima rusa del siglo XII narra la infortunada expedición militar de Ígor Sviatoslávich, príncipe de Nóvgorod Siéverski, contra los nómadas polovtsianos, pueblo túrquico procedente de las estepas de Asia Central, que amenazaba a la debilitada Rus de Kíev y jugaba un papel fundamental en las guerras intestinas entre los príncipes feudales de Kíev y del resto de la Rus23.
Moscú, tras la caída de Constantinopla, es la Tercera Roma24 cuyos símbolos ha adoptado. El «Canon Pascual, el metropolita Zósima y, sobre todo, las epístolas del monje Piloteo de Pskov, dirigidas a Basilio III y al secretario Vluniejin, formulan así esa teoría; «La primera Roma y la segunda [Bizancio o Constantinopla] han fenecido, la tercera nace ya gloriosamente, pero no habrá jamás una cuarta...».25
El país ha dado innumerables músicos, escritores, investigadores, artistas... significados miembros adscritos a la élite cultural europea desde Tolstoi a Rachmaninov. Aunque el Renacimiento no caló en el país – por entonces estaba sufriendo las invasiones mongolas - desde el siglo XVIII, sus elites se han sentido occidentales. Rusia estuvo en la Primera y Segunda Guerra Mundial (lo que causó 40 millones de muertos en el país); y gobernó los países de Europa del Este durante 40 años. Los hechos prueban su vocación europea. De hecho, Rusia siempre ha mirado a Europa de modo favorable.26
La brecha apareció en el siglo XIX cuando las olas revolucionarias burguesas apenas afectaron a Rusia. En 1917, el triunfo de la Revolución volvió a aislar al país de los movimientos políticos y culturales occidentales. Entonces, y como resultado de sus propias vicisitudes internas, Rusia adolece de falta de experiencia democrática porque, primero la autocracia zarista y después el comunismo, lo impidieron.27
Admitiendo esta falta de experiencia, debemos recordar que también esto sucedió con países como, por ejemplo, la propia España en 1975; por lo tanto, no se puede deducir que los códigos axiológicos rusos sean sustancialmente diferentes a los del resto de los europeos para constituir una civilización propia y no ser parte de la cultura europea.
Otro tema es el mesianismo histórico de su política exterior, y que viene a constituir el acervo que guía sus acciones: la ya aludida Tercera Roma, la nación líder del mundo eslavo, la madre patria del comunismo internacional. Sin embargo, existe una cierta contradicción toda vez que los niveles históricos de vida rusos no son comparables a los países considerados desde allí como sus rivales.28
Ciertamente, la libertad no está entre los valores centrales que más protege el Estado ruso hoy en día -los ismos: feminismo, ecologismo, libertad de orientación sexual... muy apreciados en Europa no encajan en ese país- y son reemplazados por otras claves promocionadas desde el poder político: poder, patriotismo, orgullo, resistencia. Estamos, y no es un problema menor, frente a un país orgulloso con una gran capacidad de sufrimiento y resistencia, como ya pudo verse durante la Segunda Guerra Mundial.
Además, está el problema de las minorías rusas, como nos recuerda Mira Milosevic- Juaristi, el concepto ruso de identidad nacional –“los rusos son una nación dividida por las fronteras post soviéticas”– no coincide con las actuales fronteras territoriales de Rusia. El mismo Vladimir Putin afirmó tras ocupar Crimea que “millones de personas se fueron a dormir en un país y se despertaron en muchos otros Estados, convirtiéndose en las minorías étnicas de las antiguas repúblicas soviéticas; así, los rusos se convirtieron en una de las naciones más grandes, si no la más grande del mundo, separada por fronteras.”29
Rusia reclama una preeminencia especial, un estatus de gran potencia dotada con su propia área de influencia, especialmente en lo que desde allí se ha venido en llamar el "extranjero próximo", esto es, Estados que fueron parte en su día de la antigua URSS, mientras se queja de la falta de reconocimiento y tratamiento recibido después de la Guerra Fría: Rusia perdió cerca de 2 millones de km2. En su narrativa, Rusia no fue derrotada sino liberada del comunismo; sin embargo, considera que en la práctica Occidente la ha tratado como si tal cosa no fuera así. Y no se debe olvidar que el país encarna un dilema de seguridad en la medida en que las planicies rusas, que vienen a ser el bajo vientre del país, fueron utilizadas tanto por Napoleón como por Hitler para propiciar su invasión.
Rusia como Estado
La Historia ha hecho a Rusia objeto de especial atención de la OTAN toda vez que el Estado del que es sucesor, la URSS, se encuentra en las raíces mismas de su constitución. Pero Rusia no es la URSS; para empezar su PIB en 2022 es de 2.116 billones, mientras el de Italia es de 1.946 billones de euros y el de Alemania de 3.876 billones. Sin embargo, el PIB de Estados Unidos, en comparación, es de 24.162 billones.
Por muy imperial que quiera ser Rusia y muy sufrida que sea su población ser un imperio es oneroso, y va más allá de la retórica y los esforzados gestos puntuales. Mucho más allá de lo que puede permitirse.
Rusia es un país, pese a su evidente riqueza, atrasado, desindustrializado, y cuya fuente de beneficios es la exportación de materias primas. Además, el Estado es débil -algunos estudios lo califican como fuerte y débil a un tiempo- situación que es aprovechada por agentes particulares para prosperar Esto se manifiesta en la existencia de mafias, corrupción… Rusia ocupa el puesto 73 de 178 en fragilidad, conforme a la Fundación para la Paz y el puesto número 137 en el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional en 2022.
A pesar de que el 22% de su territorio es europeo, históricamente está habitado por más de las tres cuartas partes de su población. La Rusia europea tiene aproximadamente 3.955.818 km2 (40% de Europa, similar a la UE). La densidad de población varía de 27 habitantes / km2 en su región europea a 2.5 en Asia. El centro de gravedad ruso está en Europa. Y su población total se está reduciendo de 142 millones en 2022 a 133 millones en 2040.30
El país es básicamente, como decíamos, un exportador de materias primas económicamente ineficiente. Necesita tecnología europea para su desarrollo; y es -o era-
, a su vez, un consumidor de productos europeos. Por otro lado, Europa necesita seguridad energética y materias primas que se encuentran en el territorio de Siberia. Los mercados rusos también son mercados excelentes para los productos europeos.
De hecho, antes de la invasión de Ucrania, Rusia y la UE eran casi económicamente interdependientes. En 2013, la UE exportó a Rusia el 6,9% de su total, 119.800 millones de euros (65,7 en 2009). Simultáneamente, la UE compró 206.100 millones de euros (119,6 en 2009), el 12,3% de sus importaciones. Las cifras muestran una cierta tendencia hacia la integración económica. En 2015 el saldo de la balanza de pagos fue de 133.855,8 millones de euros que se redujo a 81.686,7 millones en 2016, el 7,04% (10,87% en 2015) del PIB ruso.31
El factor que desequilibra todo el sistema es que su tamaño cuadruplica la UE y, como puede verse en el cuadro adjunto, está un poco por debajo de la extensión del conjunto de la OTAN. Esto le da al país un potencial geopolítico notable y el cambio climático podría incluso mejorarlo significativamente. Aún más, en los próximos años y en el contexto de la globalización, es probable que se genere una pérdida gradual del porcentaje del PIB global tanto en la UE como en los EE. UU. Hay fuerzas tectónicas, una tendencia, a favor de la unión de intereses reforzada por afinidades culturales.
Sin atender a obvios considerandos, la URSS encaja mejor en la OTAN que en la UE, tanto por el mayor tamaño como por la mayor diversidad política y de índices de calidad democrática presenta esta organización (Rusia ocupa el puesto número 146 de 167 en el Índice de Democracia que publica el diario británico The Economist). Y este marco es más favorable para resolver los problemas, como, por ejemplo, los ocasionados por ciudadanos rusos que residen en terceros países. Por otro lado, la integración en ambas organizaciones terminará con las preocupaciones de los rusos sobre su propia seguridad e incluso proporcionaría seguridad en su frontera con China.
La asertividad que, como ya se apuntó, viene desplegando especialmente desde 2008 en sus relaciones con Occidente han puesto de manifiesto su voluntad de volver a ocupar un relevante lugar en la geopolítica global, pese a que este no corresponda a sus capacidades actuales, de entre ellas, significativamente las económicas. Parece un país que solo puede existir siendo imperio y con actitudes de este signo, toda vez la falta de congruencia entre el potencial geopolítico de su extensión territorial y su poder económico real.
Su intervención en Ucrania demuestra la falta de fiabilidad y constancia de su relación con Europa. Esto afectará a sus relaciones con Europa al menos una o dos generaciones; y eso al margen de la prevención que ya suscita especialmente entre sus vecinos del Este, que se sintieron gobernados desde Moscú durante la época de la Guerra Fría. Además, debe considerarse en la misma línea de lo que ya apuntaba el propio George Kennan en 1947 que tal sentimiento de amenaza no es fruto del poder militar sino, más bien, del poder político.
Aunque sólo sea por esta razón, la conllevanza no es una buena opción política a medio plazo pues hace posibles los conflictos cuando no probables, como se ha visto. Se impone en el largo plazo un proceso de convergencia que pasa por una transformación y reforzamiento del Estado sobre la base de una cultura democrática de estándares europeos. Pero eso debe venir con el tiempo que toda pedagogía necesita y por un incremento de relaciones. Es de prever que el tiempo y el incremento de relaciones asociado con la globalización acaben por lograr tal cosa y con ello el fin de veleidades imperiales. El problema es cuánto tiempo.
Ucrania y Rusia. Las raíces del disenso
Es imposible desligar la geografía de Ucrania de la propia de su entorno; no en vano es parte de Rutenia, esto es, el espacio geográfico de los eslavos orientales, término racial que, aplicado a la geografía, abarca varios de los actuales Estados europeos. También se le ha denominado con alguna equivalencia la “Pequeña Rusia,” lo que da explícitamente una preminencia a ese país como base cultural. Dispone, además, y siempre ha sido así, de una gran riqueza agrícola que también debe de considerarse.
El Intermarium es el espacio amplio comprendido entre los mares Adriático, Negro y Báltico que incorporaría a la República Checa, Rumanía, Hungría, la antigua Yugoslavia, Bielorrusia, Ucrania, Finlandia, Lituania, Letonia, Estonia siendo la potencia líder del mismo, según el mariscal Pilsudski, su formulador, Polonia. Pero Ucrania también está en su centro.
En cualquier caso, Ucrania, la “Puerta de Europa”, es parte de un territorio más amplio y abierto en tanto que ausente de sistemas montañosos y relieves accidentados significativos. Constituye por ello un acceso natural desde la región euroasiática al Centro-Éste de la ecúmene europea. Estamos ante un área de confluencia, una encrucijada religiosa, cultural y civilizacional y, por ende, geopolítica e histórica; esto es, de encuentro de las historias y narrativas particulares de las sociedades que la rodean y que se encuentran entremezcladas en el contexto de amplias llanuras, lo que ha dotado a las fronteras de una geometría variable.
Pensemos, por ejemplo, en la figura de Nikolai Gogol, autor de obras como Taras Bulba. El Inspector o Almas muertas, que son grandes clásicos de la literatura rusa. Nació en 1809 en Soróchintsy, un pueblo ucraniano, según parece, en el seno de una familia de la nobleza ucraniano-polaca. Desenredar la madeja de la Historia, como puede verse, resulta complejo y, como poco, discutible.
Así, no son pocos los ucranianos que no son cristianos ortodoxos, sino que pertenecen a la Iglesia uniata o Iglesias católicas orientales de obediencia romana; una confluencia. Tales cosas son el resultado de la aparición sobre un mismo territorio de dos civilizaciones: la eslavo-ortodoxa (y que incorpora identidades diferentes de la rusa y que dan lugar a distintos Estados); y la occidental, cuya consolidación se produce entre los siglos XVI y XX.
Es este período, también y, además, un tiempo de transición en que se van a desarrollar los Estados Modernos. Y es que las sociedades se van a dotar progresivamente de un aparataje Institucional cada vez más complejo y efectivo que llama a una uniformidad integradora: el Estado demanda Nación para la consolidación y eficacia del modelo que propone. La paz de Westfalia de 1648 supondrá en Europa – también en esta región, que no tomó parte activa en la Guerra de los Treinta años a la que sirvió de colofón - la dinamización e implementación definitiva del modelo de sociedad que propugna el nuevo orden administrativo: eius regio cuius religio, la religión del príncipe como religión del Estado, en feliz frase de Joachim Stephani.
Con ello se producirá un reforzamiento de los poderes centrales en tanto que controladores del aparato estatal. Esto, el atraso o adelanto de los actores en su implementación y la propia eficacia del aparato, contribuye a explicar los recurrentes cambios de balance de poder en la región.
Y es que, cuatro serán los poderes imperantes en el entorno regional; a ellos se sumarán otros coyunturales, como puede ser el caso de Suecia. Su desarrollo marcará el futuro administrativo del territorio en este convulso período de tiempo.
El imperio Otomano en 1453 toma Constantinopla, en 1475 conquista Crimea y en 1529 sitia Viena infructuosamente. En 1683, tras intentar un segundo sitio, entra en una paulatina descomposición; esta se traduce en un permanente repliegue y pérdida de influencia en la zona.
Un zarato en expansión confrontó repetidamente con la Mancomunidad Polaco Lituana lo que, en el siglo XVII, situó las tierras al este del río Dniéper bajo el control ruso. A esa región como veremos, se la conoce como Ucrania de la "margen izquierda"; las tierras al oeste se las conoce como “margen derecho” y fueron controladas por la Mancomunidad de Polonia-Lituania. Crimea fue conquistada por Catalina II la Grande en 1783. Las dimensiones del Imperio Otomano se irán reduciendo gradualmente en beneficio de Rusia la cual iba desplazando su frontera hacia el Oeste, hasta el Dniéster. El declive del primero es paralelo así al ascenso del segundo.
Otro de los actores que intervendrá en la región será una forma política surgida del Sacro Imperio Romano Germánico y ligado a la casa de Habsburgo, el Imperio Austríaco, que en 1867 cristalizaría bajo la forma de Imperio Austrohúngaro. Este será el gran rival geopolítico de la Rusia zarista al bloquear su ascenso a mares cálidos.
Referir que este Imperio estaba dotado de una naturaleza multinacional mucho más abierta y tolerante que el ruso. Esto permitió no sólo el mantenimiento de la cultura ucraniana sino en el desarrollo de un nacionalismo de rasgos paneslavos. De este modo, en un periodo de bonanza que perduró hasta la Primera Guerra Mundial, la región de Galitzia fuera consciente de su pertenencia a una etnia y a una nacionalidad concreta, la ucraniana.
Pero estas divisiones territoriales llevaron a que, durante la Primera Guerra Mundial, en torno a 3,5 millones de soldados ucranianos incorporados a las fuerzas zaristas se enfrentasen a 350.000 ucranianos que formaban parte de las fuerzas del Imperio Austrohúngaro.
El cuarto de los actores es la Mancomunidad de Polonia-Lituania o República de las Dos Naciones, formada por la Unión de Lublin en 1569 del reino de Polonia y del Gran Ducado de Lituania. Era este uno de los más grandes y poblados Estados de Europa.
No obstante, esta forma política será objeto de sucesivas particiones en 1772, 1793 y 1795. Estamos ante un territorio sumamente fluctuante como resultado de los devenires geopolíticos, que además de los países que le dan nombre, en su extensión máxima, llegó a sumar a Estonia, Letonia, Kaliningrado, Smolensk y Briansk, además de una buena porción del territorio ucraniano.
La consolidación de la Mancomunidad provocó el alejamiento de Ucrania y Bielorrusia pues ambas quedaron bajo esferas de influencia distintas. Ucrania se acomodó a la sombra del Reino de Polonia; y Bielorrusia, a la del Gran Ducado de Lituania.
En 1648, en la parte Ucraniana de la Mancomunidad, tuvo lugar una sublevación de cosacos y campesinos apoyada además por los tártaros de Crimea que condujo a la creación de un Hetmanato cosaco, una forma administrativa dirigida por un hetman, esto es, un comandante militar electo. No obstante, la presión de la Mancomunidad Lituano Polaca por un lado, el zarato moscovita por otro, y los tártaros de Crimea en tercer lugar, llevaron al Hetmanato a suscribir un tratado de vasallaje con el zar en 1654 por el que se convertía al territorio en una suerte de protectorado propiciándose una cada vez mayor dependencia moscovita. En 1667 con el Tratado de Andrusovo las tierras al Este del Dniéper pasaron al zar.
Como puede verse, estamos ante un tiempo de la máxima complejidad en el que se establecen alianzas mutables, pero en el que la fuerza del zar se iría progresivamente imponiendo en detrimento del Hetmanato que sufriría como consecuencia amputaciones territoriales y una progresiva pérdida de su autonomía política para, habiendo salido de la Mancomunidad Lituano Polaca, acabar integrado en Rusia.
Con su integración en la Rusia zarista se intensifica el movimiento de asimilación cultural mediante cambios en la administración, traslados forzosos, deportaciones o la llegada de muchos emigrantes de otras zonas del imperio, junto a restricciones en el uso del idioma. De hecho, el idioma ucraniano fue prohibido por el zar Alejandro II.
A este tiempo y prácticas, corresponden las denominadas “colonias” que dotadas hoy de un color (gris, verde, amarillo o frambuesa) servían para designar agrupaciones humanas de mayoría ucraniana que fueron forzosamente desplazadas en el pasado, a modo de repoblaciones, y se encontraban ubicadas principalmente en Siberia.
En 1917, en el marco del desastre que para Rusia fue el fin de la Primera Guerra Mundial, y que zanjó el Tratado de Brest-Litovsk con los imperios centrales, se proclamó la República Popular de Ucrania en la que, junto a lo que es hoy Ucrania, se reclamaba también parte de Polonia, Bielorrusia y algunas zonas de Rusia de mayoría ucraniana como Kuban; estamos ante un territorio tan amplio como indefinido.
Por otra parte, y en 1918, en los territorios ucranianos del Imperio Austrohúngaro, concretamente en la parte oriental de la Galitzia, se proclamó la República Popular de Ucrania Occidental. Ambas repúblicas se unificaron en el acta de Zluky.
El panorama planteado no puede ser más evanescente. Ello es el resultado de la sucesiva alteración de los balances de poder en un espacio geográfico continuo y accesible del que Ucrania forma parte. En este tuvo lugar, nada menos, que el auge y caída de tres imperios. Ucrania, por su situación, quedo envuelta en las madejas que recogían la Historia de los imperios que la rodeaban.
EL TABLERO GEOPOLÍTICO
Las esquinas del tablero en que se juega la partida en Ucrania vienen determinadas por el ascenso chino, el envolvimiento estratégico de Rusia, la decadencia de Occidente, la aparición del Sur global, el resurgir de la India y las armas nucleares.
El ascenso chino
La consolidación del auge chino implica un cambio en la estructura del Sistema Internacional. Su ascenso supone la creación de una «multipolaridad desequilibrada», es decir, una multipolaridad dotada de actores principales con un peso muy superior al resto. Así, el retorno de este país a la sociedad internacional ha provocado la alteración del status quo.
La presencia China altera el orden establecido tanto a nivel global como regional. Pero el peso político de este actor no se encuentra aún, formal o fácticamente, reconocido dentro del marco institucional y de relaciones vigente.
China y Estados Unidos han mantenido - y aún mantienen - una relación de interdependencia, complementariedad y beneficio mutuo la cual ha posibilitado su progresivo acoplamiento e integración económica a partir de 1972. China proporcionaba a Estados Unidos ahorro acumulado y mano de obra barata; y Estados Unidos tecnología y mercados. Estamos en la práctica ante una coevolución, ante una asociación estratégica, que, ciertamente, a quien más ha beneficiado, en términos comparativos, ha sido a China; y eso por la sencilla razón de que era la parte menos desarrollada y, por ende, más susceptible de mejorar en términos comparativos.
Y es que conviene recordar, para no perder la perspectiva que, hace tres décadas, la economía estadounidense era el 28 % de la economía mundial, y la china solo el 2 %. En 1988 la renta per cápita de los estadounidenses era 25 veces la china, mientras que hoy solo lo es cuatro veces; o lo que es lo mismo, la economía china era entonces más de trece veces inferior a la americana.32 Piénsese que la economía española superaba a la economía china en términos de PIB global hasta, al menos, 1994.
Estados Unidos, por su parte, ha contemplado con impotencia la pérdida de su poder relativo. Este pasó del 38 % del PIB mundial en 1970, 32 % en 2000, 28 % en 2008 y 22 % en 2018. Por eso busca reequilibrar el marco de relaciones. Su relación ha propiciado el “ascenso pacífico” chino, esto es, un incremento de su poder relativo. Tal cosa se ha realizado mayormente sin cuestionar el paradigma vigente, el orden establecido y con discreción, lo cual ha implicado una actitud pasiva en el ámbito internacional. Es la conocida como “estrategia de los 24 caracteres”.33
Así, la traslación a la Defensa Nacional de este cambio se ha visto pospuestas - al menos hasta 2015 – para no hacer visible el cambio en el marco de relaciones de poder, por más que el gasto militar lleve incrementándose 27 años consecutivos. China ha postergado la cobertura de sus necesidades de Defensa para no generar desconfianza y no hacer visible la alteración del status quo. Tal cosa se ha hecho al costo de mantener un poder militar que no se corresponde con el incremento de su poder político y que, claramente, no refleja este. Al tiempo, los recursos obtenidos se invirtieron en reducir las contradicciones internas que el modelo de crecimiento provoca.
La Iniciativa de la Franja y la Ruta de la Seda u OBOR (siglas del inglés One Belt, One Road) es un proyecto ambicioso lanzado en 2013 y auspiciado por China como una suerte de reedición del Plan Marshall. Básicamente es un programa de préstamos para infraestructuras con condicionamientos políticos. Es una estrategia de influencia y encarna un desafío objetivo al orden vigente.
Tal estrategia trata de acercar los dos extremos de la masa continental euroasiática por mar y tierra. El proyecto puede afectar hasta a 70 países de África, Asia, Europa y Medio Oriente, al 75% de las reservas energéticas, el 70% de la población del mundo y el 55% del PIB mundial. Ahora se extiende hasta al Ártico.
La visibilidad de un proyecto de esta magnitud colisiona con la política norteamericana,
- los vacíos de cuyo repliegue llena - y rompe con la práctica del “ascenso pacífico”. Por ello se encuentra en la raíz misma del conflicto chino norteamericano con cuyos intereses en la región, además, colisiona abiertamente.
Así, el país asiático ha visibilizado su posición y está desafiando a Estados Unidos no solo en el plano económico sino también en el militar (con su rearme, sus reclamaciones de aguas territoriales y su presencia en el Ártico), en el diplomático (con su propuesta de Ruta de la Seda y su presencia en Latinoamérica y África) o en el tecnológico (ha sido capaz de crear un ciberespacio propio y competir en áreas como inteligencia artificial o la computación cuántica).
Medida en términos de paridad de poder de compra, y según datos del FMI, China es desde 2018 la economía más grande del mundo, en términos de paridad económica (17 % del PIB mundial), seguida de EE. UU. (15,8 %) y de la zona euro tomada en conjunto (11,9 %, incluyendo aún Reino Unido). Eso sí, y como consecuencia de lo hasta ahora expuesto, el sorpasso económico chino, en cualquier caso, no se ha traducido aún a términos diplomáticos, políticos o militares. Estamos, a lo más, en una fase o periodo de transición. Estados Unidos sigue siendo aún el poder imprescindible.
Las relaciones ruso-chinas. El envolvimiento estratégico
Lo expuesto tuvo como consecuencia un progresivo enfriamiento de las relaciones con Occidente, el cual acercó China a Rusia (ambas formaban parte de la Organización de Cooperación de Shanghái desde 2001) con lo que buscaba ganar profundidad estratégica y evitar un eventual cerco. Sucesos como la crisis de Ucrania en 2014 acentuarían la aproximación entre ambos países, por más que no mantuvieran una intensa relación comercial. China siente que necesita un colchón con Occidente, y en este sentido, Rusia lo es. Y es que como dice un célebre proverbio chino, “sin labios los dientes se enfrían“.34
El acuerdo con Rusia, la alianza estratégica “sin límites” suscrita en febrero de 2022, esto es, poco antes de la invasión de Ucrania, supone una reedición inversa de la semi (o pseudo) alianza que mantuvo con los Estados Unidos, auspiciado por Kissinger, que se inició con la célebre visita de Nixon al país en 1972 y que protegían a China entonces frente a aquel país. En cualquier caso, con su relación con Rusia, China se protege por el Norte, para tener las manos libres y alcanzar sus ambiciones por el Sur: Taiwán y el mar de China, escapando del cerco impuesto por la “cadena de islas”. Estados Unidos es una “potencia residente” en la región, el otro actor imprescindible.
Su estrategia, el eje desde el que se articula el conjunto de su sistema de contención, se basa en la presencia de una potente fuerza naval así como en acuerdos bilaterales suscritos con Japón, Filipinas, Corea del Sur y Australia y las llamadas “6 garantías” otorgadas a Taiwán.
La llamada estrategia de la “cadena de islas” es un programa estratégico de contención marítima iniciado durante la Guerra Fría. Estamos ante lo que fue una suerte de cerco geopolítico que se manifiesta a través de cordones insulares, puesto en marcha por el secretario de Estado norteamericano Foster Dulles en 1951 sobre la arrecifes e islotes de distinta pertenencia física: China, EE.UU., Rusia, Japón, Taiwán, Filipinas, Malasia e Indonesia. Superar este espacio es imprescindible para que China pueda diversificar sus rutas marítimas.
Y es que el conjunto del Mar de China se encuentra constreñido por un perímetro estratégico que se conoce como “Primera Cadena de Islas” un buffer marítimo que arranca de las Kuriles, sigue el archipiélago de Japón y acaba en Borneo. Está constituido por un conjunto de islas y bases que, pueden verse como una suerte de muro de contención, toda vez que cuenta con capacidad para bloquear el tráfico marítimo continental y contener las actividades navales chinas controlando su acceso oceánico, según la lógica de cerco y contra cerco imperante en la Guerra Fría y cuyo centro de gravedad se sitúa en Taiwán que se encuentra situada a unas 100 millas frente a la provincia de Fujian y divide en dos el frente marítimo de China interrumpiendo los movimientos navales entre el norte y sur.35
China no es prorrusa, país con el que mantiene unas relaciones cartelizadas, esto es, coyunturales, sobre la base de interés no contrapuestos e ignorando las evidentes divergencias. China necesita de los recursos naturales rusos y de las ventajas geográficas de las que dispone el país. Y Rusia el acceso a tecnología y mercados. Por eso el apoyo que ha proporcionado a la invasión dista de ser tan completo como se predicaba en la asociación estratégica “sin límites”. El papel chino se ha limitado poco más que a algunas declaraciones de apoyo e intentos de mediación cuando no de modulación de la actuación rusa, pues resulta contraria a los principios de su política exterior.
Rusia y China, países vecinos, comparten la visión sobre Asia Central; ambas buscan mantener su estabilidad e impedir el acceso de terceros. Además, también convergen en la región como miembros de tres asociaciones: la Unión Económica Euroasiática (EAEU), liderada por Rusia, la OBOR y la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), encabezadas por China.
Ambos países han establecido una suerte de «división del trabajo» no excluyente en materia económica y de seguridad, de modo que, si bien ambos han conseguido coordinar sus intereses estratégicos en esta región, muchas veces contrapuestos, no han integrado las iniciativas que promueven cada uno de ellos por la rivalidad de fondo existente entre ellos. La OCS no ha entrado en el ámbito económico, y la EAEU no ha profundizado en su relación la OBOR. Todo ello sin perjuicio de eventuales solapamientos.36
En cualquier caso, la presencia de Rusia era, hasta ahora, la piedra angular del equilibrio en Asia Central. No en vano lleva cerca de trescientos años ejerciendo su control y cuenta con numerosos residentes de etnia rusa. Por ello y por su experiencia e idioma cuenta con la mejor información y el mejor conocimiento del área.
Rusia es también el destino preferente para la emigración de la zona y ha hecho importantes inversiones, con acuerdos de construcción de gaseoductos para la exportación de gas uzbeco y turkmeno y la extracción de petróleo y gas37. No obstante, los rusos no se consideran tratados con la gratitud que se les debiera.
Sigue siendo el principal socio comercial de Uzbekistán y representa más de la mitad de la inversión que recibe el país. La política de sustitución de importaciones que ha llevado a cabo el Gobierno de Putin tras la imposición de sanciones por parte de Estados Unidos y la UE ha tenido consecuencias positivas para Uzbekistán, que en 2017 incrementó un 17% las exportaciones uzbecas a Rusia.38
El eje de la estabilidad del área es Uzbekistán. Es más, Uzbekistán es el pivote estratégico de la región tanto por población como por situación focal: es fronterizo con el resto de los países, pero no con China ni Rusia, lo que dota a sus decisiones de una importante autonomía. De hecho, los demás países muestran unos niveles de consolidación como Estados sensiblemente inferiores a los de Uzbekistán.
En este sentido, el país se ha incorporado como observador a la Unión Económica Euroasiática (EAEU en las siglas de su denominación inglesa) auspiciada por Rusia. Su incorporación como miembro pleno le daría acceso de libre comercio a Armenia, Bielorrusia, Kazajstán, Kirguistán y Rusia. Tal eventualidad serviría para reequilibrar el creciente empuje de China en la región.
La presencia militar rusa se concentra en Kazajistán, Turkmenistán y Uzbekistán. En Kirguistán, un caso único, Rusia abrió una base militar a cuarenta kilómetros de Biskek equilibrando la presencia de la base norteamericana de Manás, abierta entonces con su licencia para operar en Afganistán. Rusia controla las bases militares de Baikonur, Sary- Shagan y Balkhash en Kazajstán, la base aérea de Kant en Kirguistán, y la base militar de Dushanbe en Tayikistán.
Y eso cuando la guerra de Ucrania reverbera en la zona y genera sentimientos contradictorios en países que otrora fueran parte del espacio soviético. Políticamente, Kazajistán, Uzbekistán y Tayikistán no pueden apoyar abiertamente a Rusia en este conflicto por los paralelismos existentes con Ucrania; pero tampoco pueden oponerse, por los lazos políticos y económicos con esta. Y además de las preocupaciones económicas, también hay el temor a nuevas "operaciones especiales" para la protección de los rusos étnicos.
No en vano, Kazajistán y Rusia comparten la segunda frontera terrestre más grande marítima y 60 por lagos—) y la parte norte del país alberga una importante comunidad rusa. Kazajistán cuenta también con población y territorio suficiente para erigirse en la potencia regional de Asia Central aunque no la centralidad de Uzbekistán.
Es este un país cuya existencia fue ya cuestionada por el propio presidente Putin, que aseverara que el Estado kazajo no había existido hasta Nursultán Nazarbayev –primer presidente del Kazajistán independiente–, cuestión que, con relativa frecuencia, se reitera en declaraciones públicas de miembros de la comunidad política rusa.39 Conviene no olvidar, en este sentido, el despliegue de tropas rusas realizado por la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) como consecuencia de los disturbios provocados en enero de 2021 por la subida del precio del gas licuado. Esta intervención reitera el papel clave de Rusia como proveedor de seguridad en la región.
Los intereses de China comienzan en la frontera de Xinjiang. El país intenta integrar económicamente este territorio y evitar que se contamine de la inestabilidad de la zona, lo que, a juicio de algunos analistas, parece haber generado en los dirigentes del país una suerte de obsesión. Por tales razones China, primaba una aproximación securitaria en cuyo contexto impulsaba la resolución de las disputas fronterizas existentes entre Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán, así como avanzar en la cooperación en defensa con vistas a proteger sus intereses en la zona.
Y es que, China alberga poblaciones de huis (musulmanes chinos de etnia han, unos diez millones), uigures (musulmanes de una etnia turca, ocho millones en el mundo), así como grupos de kirguices, tayikos y mongoles con familiares a un lado y otro de la frontera40.
China también se aproxima a la región conforme a su política general de acceso y control de los recursos. Es el programa conocido como la Franja y Ruta de la Seda. La idea de la Ruta de la Seda que da nombre es un concepto definido en el siglo XIX por el geógrafo alemán Ferdinand von Richthofen para describir el entramado comercial y caravanero que unía China con el Mediterráneo. En esta región es donde alcanza su pleno sentido.
Estamos un programa político y de inversiones e infraestructura que acredita la relevancia que tiene China en la región. De hecho, se ha convertido en uno de los mayores socios comerciales, con un comercio bilateral que supera los 40 mil millones de dólares -20 veces más que a principios de siglo- y que representa aproximadamente el 20% de todas las exportaciones y el 37% de las importaciones de los cinco países de la región.41 Un comercio, además, en crecimiento. Solo Uzbekistán tiene más de 1.500 empresas chinas dentro de su territorio. En 2018, el comercio entre China y Uzbekistán aumentó un 48,4 %, alcanzando los 6260 millones de USD.42 No obstante, aún persisten en la región sentimientos antichinos resultado de muchos años de propaganda soviética.
Así la guerra de Ucrania ha podido alterar los equilibrios vigentes de esta relación cooperación/competición propia de un cártel. Rusia ha estado perdiendo paulatinamente presencia económica y política en la región; y esta guerra puede haber acelerado tal declinar, por más que mantenga su potencial militar y la cooperación. Una prueba más de ello son los enfrentamientos entre Armenia y Azerbaiyán en el Cáucaso saladas con la salida de Nagorno-Karabaj; y entre Kirguistán y Tayikistán ya propiamente en Asia Central.
A lo expuesto se suma el vacío geopolítico derivado de la salida de Estados Unidos de Afganistán, que de este modo se aleja de Oriente Medio y del sur de Asia Central y se acerca al Indo-Pacífico. Mientras la presencia económica de China crece en una nueva reedición de su ascenso pacífico a nivel local. La oportunidad que se le presenta a China es innegable.
La región es un corredor comercial que conecta China con los mercados europeos. A ello se suman consideraciones geopolíticas no menores: el acceso terrestre directo a Irán y la aproximación al mundo occidental mediante la construcción del ferrocarril transasiático.
Hasta 2009 el destino del 90% del gas turkmeno era Rusia que, actuando como un monopsonio, lo revendía a Europa. Pero ese año se inauguró un gaseoducto Turkmenistán-Uzbekistán-Kazajstán-China, que se fue ampliando con nuevos ramales. También en ese mismo año entró en funcionamiento un nuevo gaseoducto con capacidad para aumentar significativamente las exportaciones de gas a Irán, con lo cual diversificó la demanda.43
Como resultado, en el ámbito gasístico, China ha ido desplazando a Rusia, si bien sus compras no tienen el mismo nivel y se hacen a precios preferenciales. En 2019, por disputas financieras y en materia de precios con Irán y Rusia, China volvió a ser el único comprador de la totalidad del gas turkmeno, restableciéndose el régimen de monopsonio aunque con un cliente diferente y que, además, fijaba los precios. Pero es que los beneficios obtenidos se empleaban en pagar todas las infraestructuras construidas por el gigante asiático en el país, lo que ha tenido como consecuencia una grave crisis de liquidez en el tesoro turkmeno.44
En la frontera del Norte, la presencia de China en el Ártico también obedece a su política revisionista, esto es, al replanteamiento de su estatus como potencia global, en tanto que este es un espacio geopolítico relevante y del que, solo por ello, una potencia global no puede estar ausente. Además, su presencia contribuye a mejorar su capacidad de intermediación en otras regiones.
Así, en 2005 empezó a manifestar su voluntad de ser más activo en el Ártico. En 2013, y tras aproximarse a Moscú, obtuvo el estatus de observador del Consejo Ártico. En 2017, el presidente Putin invitó al presidente Xi a unir la Ruta de la Seda a la Ruta Ártica Noroeste. Todo lo cual condujo a que en 2018 publicara una estrategia para la región bajo el nombre de China Artic´s policy en cuyo contexto se define como un «Estado casi ártico», a pesar de encontrarse su punto más próximo a dicho espacio a 811 millas.
El país asiático, actúa en el Ártico con los mismos principios y lógica política con que lo hace en otros territorios: una política componedora y de seducción orientada al largo plazo. Lo que en clave local se traduce en la generación de redes de cooperación e influencia económica. Estamos ante una estrategia política para la zona definida como Ruta de la Seda Polar, con tal nombre se quiere significar la naturaleza global del proyecto chino cuya estrategia para el Ártico tiene dimensión y es parte coherente de su proyecto.
Mediante esta estrategia, al igual que en Asia Central, pretende lograr el acceso a los hidrocarburos y materias primas, pero también, y como resultado de un deshielo que liberaría completamente nuevas rutas de navegación para 2035 disponer de una ruta alternativa – entre un 30% y un 40% más corta - en previsión, además, de un eventual cierre del estratégico estrecho de Malaca y como una vía de escape ante la estrategia de “cadena de islas” occidental.

China ha ido introduciéndose en la región discretamente, a través de actuaciones soft, frecuentemente científicas y de cooperación, con las que, además, entra en conocimiento con el entorno físico y político, readaptando su actuación a este. Así puede tomar parte en el diseño de las políticas árticas y fomentar el desarrollo del Ártico ruso en su propio beneficio. Con ello instrumenta su asociación estratégica con Rusia al tiempo que se sirve de sus debilidades geoeconómicas y geoestratégicas para que este país no obstaculice su presencia en el área, como ha hecho en otros casos.
Merecen destacarse por su simbolismo las maniobras ruso-chinas que desde 2017 tienen lugar en la región y que han sido utilizadas hasta para presionar a los países de Asía-Pacífico como Japón. Y es que ambos países llevan a cabo desde 2019 patrullas aéreas conjuntas en el mar del Este de China; y en 2021, durante los ejercicios Interacción Marítima en el mar de Japón dichas patrullas cruzaron el estrecho japonés de Tsugaru.
El Ártico ruso se lleva la mayor parte de las inversiones chinas en la región. Ahí están los aspectos económicos derivados de la relación como el acuerdo de 2014, entre Gazprom y la china National Petroleum Corporation para exportar más de un billón de metros cúbicos de gas ruso de Siberia Oriental a China durante los próximos 30 años. Este se ha visto reforzado con otros conjuntos de exploración y explotación de hidrocarburos en el Ártico ruso, insertando así directamente a China en la región.
El proyecto más importante ha sido el proyecto Yamal LNG, que comenzó su producción en diciembre del año 2017 y en cuyo contexto China coopera con Rusia (Novatek) y Francia (Total). Este proyecto consiste en un complejo formado por campos de producción de gas natural en el este de la península de Yamal, así como una planta de licuado y un puerto logístico en Sabetta, desde donde se licua y transporta el gas extraído a Asia Oriental45. Rusia precisa de la tecnología China para la exportación de gas licuado.
Además, actualmente se está terminando Artic LNG-2 cuya puesta en servicio estaba prevista en 2023. En este proyecto, las corporaciones petroleras estatales chinas disponen de un 20 %, junto con Novatek, Total y Japan Arctic LNG, un consorcio japonés. China National Chemical Engineering y la firma rusa Neftegazholding firmaron un contrato en 2019 de 5.000 millones de dólares para construir infraestructura en el campo petrolero Payakha46.
Es de destacar que la Compañía Naviera China COSCO se ha asociado con la rusa PAO SOVCOMFLOT para operar los gaseros LNG desde la refinería de Yamal. Y está construyendo —se encuentra en fase de planificación— un puerto de aguas profundas en Arkhangelsk como base logística47.
La guerra de Ucrania pone a China en la coyuntura de mantener su relación con Rusia, pero separando ambientes y manteniendo sus lazos con los demás Estados árticos, aunque solo sea como una forma de tratar de esquivar las sanciones, particularmente para empresas y referidas a tecnología.
Esto la obliga a no pocos equilibrios, ya que por un lado está la relación cartelizada y que le marca límites en todos los sentidos; y, al mismo tiempo, precisa bascular y reequilibrar esta relación con Occidente. Y los actores del Ártico occidental, por su parte, están obligados a redefinir su relación con China en la región en función de la actitud en el conflicto ucraniano y con Rusia. La invasión de 2022 ha acabado con el excepcional aislamiento del Ártico respecto de los conflictos europeos integrándolo en el espacio global. Eso sí, al consto de perder los instrumentos de gobernanza como el Consejo Ártico que ha quedado inoperativo.
Además, las sanciones tecnológicas y financieras impuestas a Rusia y a las empresas que cooperen con este país, es muy probable que afecten a los complejos y avanzados proyectos desarrollados en la región, alterando, además, el panorama empresarial. Y todo ello en el contexto del proceso de desaceleración que está viviendo la economía china.
Rusia y China comparten más de 4.250 kilómetros de frontera y un pasado cargado de desavenencias. La desértica Siberia es el hinterland natural de una China superpoblada - y lo es más con el calentamiento global; China al contrario que Rusia tiene el 19% de la población y el 7% del territorio del planeta y sus recursos hídricos – de la que Rusia corre el riesgo de depender económicamente. Es, por ello, que esta relación es percibida como de carácter coyuntural, pero, con todo, priorizada por China.48
Así, la oportunidad que se le presenta al gigante asiático es innegable, pero también acredita la naturaleza coyuntural y límites de la relación entre ambos, los cuales se estarían alcanzando como consecuencia del tensionamiento impuesto por la lógica de guerra.
La pérdida de peso de Rusia en su hinterland natural de Asia Central y el Ártico, acentuada por su dependencia tecnológica y económica de China tendría como consecuencia el envolvimiento estratégico de este país y sería hasta una amenaza para su existencia como Estado. Y eso mientras la Guerra de Ucrania le convierte en un paria internacional y le cierra las puertas de Europa y el conjunto de Occidente.
La decadencia de Occidente
Siendo rigurosos, China y Estados Unidos no colisionan propiamente, sino que se complementan. China ocupa los espacios que Estados Unidos ha abandonado en términos de poder. Lo que no quita que la percepción sea propiamente la de competencia cuando no de un choque entre ambos países. Este, de facto, no ha tenido lugar, como consecuencia del giro de ese país hacia Asia Pacífico, en el entorno regional chino.
Estados Unidos lleva años tratando de reducir el gasto de política exterior acomodando ésta a su poder económico. Pero tal asignación de recursos ha traído consigo la pérdida de peso político en regiones clave o, al menos, en las que mantenía una tradicional presencia como Oriente Medio o la propia Latinoamérica; además de la insatisfactoria resolución de las intervenciones en países como Afganistán e Irak. Tales carencias explican que el vacío dejado haya sido rellenado por China que ha propiciado acuerdos como el suscrito entre Irán y Arabia Saudí.
Este es un proceso de reversión geopolítica que no es reciente. Tiene sus prolegómenos en la segunda guerra de Irak y se consolida durante las conocidas como Primaveras Árabes en las que desde Estados Unidos no se apoyó a los regímenes afines permitiendo su caída y aun alentándola. Su giro hacia Asia Pacífico, que incide en la referida falta de continuidad y coherencia política como potencia que pretende ser global, se plantea a modo de una necesidad geopolítica y de economía de esfuerzos, pero al costo de detraer recursos de otras regiones y, por ello y con ello, de pérdida de credibilidad y prestigio en términos globales.
El liderazgo de los Estados Unidos, por la envergadura del reto que aborda, requiere, para poder existir, como ya hemos visto, la concurrencia de otros actores a los que sumar su poder y liderar. Esto, de paso, supone un reforzamiento de su posición tanto desde el punto de vista político como desde el militar.
Brzezinski, en su propuesta de un marco de seguridad transeurasiático precisaba de
«socios estratégicamente compatibles pudieran encajarse en la «gran acomodación» bajo el liderazgo de Estados Unidos, que desempeñaría un papel de «estímulo y de arbitro» entre las restantes potencias49. Para esta línea de pensamiento, Europa, tradicionalmente, ha confiado su seguridad a Estados Unidos por ello tiene una cultura política que la lleva a un uso más residual o reactivo de la fuerza cuando no a su rechazo sistemático. Así, era considerada, o percibida, por parte de las potencias revisionistas como un actor subalterno y en declive, carente de medios, estrategia y voluntad.
Pero como señala el profesor Sanahuja, la invasión de Ucrania ha creado un cambio tectónico en la arquitectura de seguridad europea. Y ha supuesto una vindicación de las visiones sobre la seguridad europea de los países de Este - más atlantistas y securitarias frente a las del eje francoalemán, o las propias de Europa meridional. El resultado ha sido un brusco desplazamiento del centro de gravedad de la seguridad europea hacia el Este. Esto también supone, ante la ausencia de unos Estados Unidos declaradamente centrados en Asia Pacífico, una “europeización” de facto del teatro de operaciones europeo.50
La invasión de Ucrania ha supuesto un resurgimiento de la OTAN, en tanto que nacida con la Guerra Fría y es, consecuentemente, un producto de su lógica. Su fin supuso una suerte de “crisis de misión” que las operaciones fuera del área fijada por el Tratado de Washington no pudieron suplir. En tiempos de posmodernidad la OTAN, pese a apreciarse su relevancia geopolítica, se entendía mal. Una Institución de poder Hard en un mundo Soft. La guerra de Ucrania, que tampoco se entiende desde la óptica posmoderna, le ha devuelto así su razón de ser.
El apoyo a Ucrania, como refiere el profesor Sanahuja, nos sitúa ante una realidad paradójica: por un lado, revela el profundo grado de dependencia de la UE respecto de Estados Unidos. Pero también que Estados Unidos no podría haber actuado en Europa en solitario frente a Rusia. Es más, las capacidades y agencia que ha acreditado la UE para el caso, la eleva del carácter de “potencia civil” y “actor de paz” que ya tenía reconocido -y que actúan como legitimadores de su compromiso en Ucrania – haciendo de Europa una potencia geopolítica51.
Y volviendo de nuevo a Brzezinsky, para lograr la estabilidad del sistema internacional, la Unión Europea y la OTAN deberían ampliarse hacia el Este, China tendría que ser cooptada y, junto a Rusia, integrada eventualmente en el seno de un sistema transcontinental que «absorbería la inevitable conmoción y presión política y social»52.
El Sur global
El cambio de orden internacional, la nueva multipolaridad desequilibrada, hace que no existan propiamente lo que Brzezinsky denominaba poco delicadamente “Estados vasallos.” Esto es, que los Estados menos desarrollados se deban alinear de modo automático con el resto de los actores según los intereses y dictados de Occidente; y menos aún para lo que es o puede presentarse – la Guerra de Ucrania - como un conflicto interno dentro este, una lejana guerra entre blancos. Como, por otra parte, lo pudo ser la guerra entre India y Pakistán, en perspectiva de Occidente.
No se pierda de vista que, fruto de la convergencia económica auspiciada por la globalización, la suma, al menos en términos de paridad económica de las economías de China, Estados Unidos, la UE y Rusia es inferior al 50% del PIB mundial.
El desarrollo de un sur global, que, dicho sea de paso, forma parte de la narrativa rusa, tuvo sus prolegómenos en el nuevo milenio y se materializó en la aparición de grupos de Estados como los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y IBSA (India, Brasil y Sudáfrica). países emergentes y de las economías en desarrollo que buscan la cooperación económica y fomentar el comercio entre ellos Y es que estos representan un orden internacional alternativo o “post-americano” además de un modo de cooperación Sur-Sur.
Esto, naturalmente, se situaba en las antípodas de la propuesta de Brzezinski el cual a la postre si bien apostaba por el liderazgo global más que por la dominación, consideraba que los cimentos de tal liderazgo eran alianzas transatlánticas y transpacíficas que estaban detrás de la victoria geopolítica de Estados Unidos durante la Guerra Fría pues permitían el control de todos los desafíos potenciales evitando incluso la posibilidad de que emerjan contraalianzas o permutaciones entre Francia, Alemania, Rusia, China, India, Irán y Japón53.
La crítica que se hace a este modelo es que el aumento de la cooperación Sur-Sur se plantea como una reproducción del modelo de relaciones Norte-Sur. Sus miembros imponen al estilo del norte sus condiciones como nuevas potencias emergentes a los países de menor desarrollo con los que se vinculan. Y la competencia de India, Brasil y China por los recursos y mercados en África no desmiente esta hipótesis.
En el caso de los BRICS, cuya primera cumbre se realizó en 2010, incorpora una relevante contradicción estructural al incluir en un mismo espacio a tres democracias y dos autocracias. Estamos ante un mercado de 3.268 millones de personas y de 27 trillones de dólares54. Este grupo incorpora no pocas contradicciones como la rivalidad entre India y China – que compiten en el Índico y en África - y, pese a la sintonía actual, la también existente entre Rusia y China. Sudáfrica, India y Brasil están próximos a Occidente.
No por casualidad, en enero de 2024 se ha producido la segunda expansión de esta asociación – la primera sirvió para incorporar a Sudáfrica en 2010- y ha servido para admitir a Argentina, Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos. Merece referirse, que según informó la presidencia sudafricana más de 40 países habían mostrado su voluntad por pertenecer al grupo, y 23 de ellos expresaron tal interés de manera formal55.
Con la ampliación, la suma de sus economías será un 37% del PIB global, frente al 25% anterior; y, en el plano demográfico, supondrán el 47% de la población mundial — anteriormente 42%—. Además, y desde una perspectiva geopolítica, con la ampliación la organización se posicionará en la península arábiga56.
El Foro Trilateral IBSA fue creado en 2003, y se encuentra desde hace diez años en una suerte de letargo. sirviendo para el estrechamiento de las relaciones entre esos tres países que son democracia. Este es conocido como la “trinidad del sur”. Los tres países son, además, los de mayor peso en el Océano Atlántico y el Indico; y entre ellos se puede establecer una conexión marítima, facilitando la integración naval. Este es el sentido que expresa el ejercicio naval IBSAMAR que se desarrolla anualmente en Sudáfrica, en los que se da relevancia la geopolítica naval57.
Y esta pérdida de poder de Occidente en general es lo que se va a poner de manifiesto en el contexto de la referida guerra. Así la votación en la Asamblea General de la ONU, aunque hubo una condena mayoritaria de la agresión rusa - por 141 votos de 193 y con sólo 5 votos en contra- también es cierto que 35 países se abstuvieron y 12 más no participaron en la votación, la mayoría de ellos africanos —nada menos que 17 se abstuvieron— o asiáticos58.
Y es que, tras la desaparición del mundo soviético, teorizado como el Segundo Mundo, lo que es el caso tanto Ucrania como de Rusia y el resto de los países del Este europeo, vinieron a integrarse en el Primer Mundo. El resto de los países herederos del llamado Tercer Mundo o No Alineados, se han integrado en un espacio que Carl Oglesby denominó “Sur Global”. Este grupo que incorpora no pocas de las antiguas colonias, cuenta con un elevado resentimiento antioccidenta. El concepto “Sur Global” es un término geopolítico con el que se aúnan muy diversos intereses particulares, pero que sirve para expresar un deseo de no someterse a un orden que estiman injusto mientras expresan una demanda en pro de una mayor autonomía.
Así, y en el plano económico, la posición de los países iberoamericanos sobre Rusia y las sanciones está muy condicionada por cuestiones de política interna. En el África subsahariana, los Estados con importantes relaciones con Rusia; estos cuentan con los servicios del grupo Wagner y sus sucesores, tratan de no verse implicados. Y en el Oriente Medio y el Norte de África la problemática se entremezcla con cuestiones de política energética y alimentaria.59
Podría decirse que, muy lejos de seguir las sanciones que señala Occidente, los países del “Sur Global” se han beneficiado del nuevo marco de relaciones con una Rusia más débil. De hecho, las circunstancias de la guerra les han permitido mejorar su beneficio económico con un acceso por debajo de los precios del mercado a los recursos energéticos rusos.60
La emergencia de la India
En Asia, India – el país hoy más superpoblado del mundo 1.445 millones de personas y que, al igual que China, se abstuvo de condenar a Rusia - es el adalid y expresión de este movimiento; de hecho, ha desplazado a Brasil como su posible líder y mediador principal de un eventual proceso de paz. El país aúna no pocas contradicciones pues es un rival geopolítico y regional de China – que además mantiene una alianza estratégica con Pakistán, su sempiterno enemigo - y por ello cuenta con intereses concurrentes con Estados Unidos, al que es cercano, pero igualmente dispone de una sólida e histórica relación con Rusia y que resulta clave para disponer de la autonomía estratégica precisa para erigirse en gran potencia. Estas contradicciones son hasta internas pues se encuentra pobremente integrado y con un comercio intrarregional que apenas alcanza el 5 % del volumen total.
Por eso se ha abstenido de condenar a Vladímir Putin como agresor y ha desafiado a las sanciones para obtener petróleo a precios muy rebajados -las importaciones de Rusia han aumentado del 1 al 20%- y es el mayor socio de Nueva Delhi en materia militar — sus principales proveedores de armas durante el periodo 2016-2020 fueron Rusia (49%), Francia (18 %) e Israel (13 %)-. Por su parte, Estados Unidos ha presionado a la India sin resultado, pero mantiene su relación para contener a China.61
El Océano Índico es un mar en el que las rutas marítimas incorporan largas distancias sin apoyos. El “Collar de perlas” es una estrategia para la protección de estas líneas que comenzara el presidente Hu Jintao, y que sirve para designar a una cadena de apoyos marítimos (bases y puertos que proporcionan logística y respaldo militar) y políticos que va desde Sir Lanka a Yibuti e incluye los puertos de Hambantota (Sri Lanka, cedida por 99 años) Chittagong (Bangladesh), Sittwe (Myanmar) y Gwadar (Pakistán), Islas Maldivas (que en 2017 rompió sus acuerdos con Estados Unidos para aproximarse a China) o Yibuti (que comenzó a ser construida en 2015 y entró en servicio en 2017 para la lucha contra la piratería). Habría que añadir la Kyaukphy Special Economic Zone en Myanmar, un hub fundamental para que China tenga futuro acceso directo al océano Índico; e incluso Malasia.
No obstante, el “collar de Perlas” no es comparable a la red de bases con que cuentan en este mar países como Reino Unido, Francia o Estados Unidos. Estas actúan además como un contra cerco del despliegue chino en el Índico que a su vez cerca a India. En este esfuerzo se deben incluir también los apoyos políticos y no precisamente en segundo lugar.
En cualquier caso, se ha cerrado un perímetro sobre la India. Estamos ante una inmensa plataforma terrestre rodeada por una gran potencia simultáneamente por tierra y mar, y que por ello percibe concernida su seguridad. Este cerco incorpora componentes militares y se realiza, además, en un área que ha sido su tradicional zona de influencia y liderazgo natural por sus dimensiones y centralidad en este espacio al que hasta da nombre. De hecho, China utiliza su alianza con Pakistán y sus lazos con Sri Lanka, Maldivas, Myanmar, Bután, Nepal y Bangladesh en su aproximación. 62

Como puede entenderse, la relaciones entre China e India no son fáciles por la condición simultánea de gigantes, vecinos y líderes regionales que ambos ostentan por su historia demografía, geografía y economía lo que los convierte a cada uno de ello, según Huntington, hasta en ejes civilizacionales. Británicos y americanos son para China, lo que portugueses y chinos ahora para India.
Su proximidad aúna así importantes contradicciones. Si por un lado la complementariedad de sus economías y la dimensión de sus mercados, ambas potencias podrían constituir el mayor bloque comercial del mundo; de hecho, chinos, indios y rusos pertenecen a la Organización de Cooperación de Shanghái. Por otro no son pocos ni pequeños los problemas que tienen entre sí. Así, India no pertenece a la Asociación Económica Regional Integral, un gran éxito chino de 2020 que aúna a 20 países (China y, entre otros los 10 países del ASEAN, Japón, Australia, Corea del Sur y Nueva Zelanda) creada tras retirarse Estados Unidos del Acuerdo Progresivo y de Asociación Transpacífico que dejó un espacio de poder que China ha ocupado ante el hueco político que tal retirada implicaba, significando, una vez más, la necesidad de compromisos que, más allá de los gestos, hagan creíble el giro de Estados Unidos hacia Asia Pacífico.
Ambos países comparten 3380 kilómetros de frontera que no se encuentra completamente definida toda vez que China desde los años 50 rechaza las antiguas demarcaciones británicas con la que los británicos habían tomado el control de las fuentes de los ríos principales chinos.63
Además, dada la interconexión existente y la similitud con las dinámicas del Pacífico, parece lógico tratar al espacio “Indo-Pacífico”, como un espacio único que llega prácticamente hasta Asia Central; no es baladí en este sentido que, en 2018, Estados Unidos renombrase su mando del pacífico como del Indo-Pacífico.
Esto parece confirmarlo hechos como que India desde 2016 mantiene presencia en este mar. Al mismo tiempo India se ha expandido por el océano al que da nombre abriendo nuevas bases en Mauricio, Seychelles y Madagascar mientras ha suscrito un acuerdo con Francia para utilizar sus instalaciones en el Índico al tiempo que fomenta la colaboración con otros países de la región o Estados Unidos.64
La tradición india, e incluso su liderazgo histórico del movimiento no alineado65, y también su propia condición de potencia regional explican buena parte de su reticente comportamiento para las alianzas. De hecho, este temor ha provocado su aproximación a Estados Unidos y le ha hecho firmar acuerdos con Australia y Japón e incluso a que se especule sobre una mayor integración en el Quadrilateral Security Dialogue (Quad) del que forman parte Estados Unidos, Japón y Australia, un grupo informal de diálogo estratégico del que es un “socio reticente” tras su reactivación en 2017 y que podría plantearse en la lógica del contra cerco a China por más que India niegue su carácter de alianza militar. Este país podría estar tratando de contestar con la creación de otro Quad Trans Himalaya que incluiría además a Nepal, Pakistán y Afganistán.
Pero también ha tenido como consecuencia el rearme de India, que es, recordémoslo una potencia nuclear. En 2010 su presupuesto de Defensa era de 38.400 millones de dólares (ese año India fue el principal importador de armas del mundo66) que en 2019 se transformarían en más de 60.000 millones de dólares, el 4 por 100 del total mundial, solamente por detrás de los Estados Unidos y China.
Además, y buscando su autonomía estratégica, en la segunda década del nuevo milenio, se ha convertido en uno de los principales importadores de armas del mundo, diversificando el espectro de países de procedencia e incluyendo a los Estados Unidos entre ellos, que le suministra hasta inteligencia aeroespacial, lo que acredita el esfuerzo de aproximación que ambos países han emprendido.
El espacio indo pacífico, del que caben distintas lecturas perimetrales, como bien demuestran las estrategias para la región de los socios europeos, se plantea como un espacio integral en cuyo perímetro se sitúan Australia y Estados Unidos junto con el deseo del Reino Unido de figurar a escala global, aunque tal cosa no sea acorde a su economía y capacidades reales, explica el AUKUS.
Las armas nucleares
Las armas nucleares son armas políticas y hasta geopolíticas, aunque solo sea por las consecuencias que su sola posesión comporta. No existen realmente las armas nucleares tácticas pues, cualquiera que sea su capacidad de destrucción, su utilización es una decisión política y del más alto nivel. Es más, la mera presencia de armas nucleares define los límites del campo de batalla y acota cualquier eventual resolución del problema. Y en el caso de Ucrania, también. Mao las calificaba como “tigres de papel” por ser su uso imposible. Eso las convierte cuanto menos en mojones que marcan los territorios de las superpotencias.
La estrategia de disuasión nuclear se sustanciaba en distintas fases antes de su pretendido uso definitivo. Así, su incorporación al discurso público es un paso adelante en dicha estrategia que ha ido seguido de otros como ejercicios, el abandono de tratados, su despliegue interior y exterior....
La disuasión nuclear es todo lo que haga que las armas nucleares estén presentes en la mente del contrario y afecten a su cálculo estratégico. Supone así una manipulación del riesgo abdicando de la responsabilidad. Ello se materializa en una amenaza – muchas veces imprecisa, como es el caso ahora - aparentemente abandonada al azar. El problema es que puede acabar por ser asumida por el otro haciendo impredecible el proceso. Y es que “recurrir a una estrategia de diplomacia coercitiva, porque no se está dispuesto a asumir los riesgos de una confrontación militar, permitirá sólo raramente provocar una inflexión en la conducta del adversario y conducirá finalmente, salvo capitulación, a la confrontación militar que se desea evitar.”67
La disuasión depende de tres factores clave, un triángulo como son la disponibilidad de medios, la incertidumbre (con la fijación de un umbral de empleo) y la credibilidad de quien formula la amenaza.68 Aron también cita tres factores uno psicológico (la credibilidad y la estimación), otro técnico (los medios) y otro político (el beneficio).69
LAS ALIANZAS MILITARES
El espacio de la Seguridad y Defensa agrupa intereses vitales que son constantes en el tiempo y cuentan con una vocación de largo plazo; el camino emprendido en común fortalece estos intereses y lima las asperezas.
Y es que los acuerdos militares implican la existencia de un marco de valores compartidos, una visión similar del mundo, esto es, sin graves incompatibilidades e intereses comunes, cuando no de una amenaza o un enemigo que afrontar. A su vez estos acuerdos, por su carácter nuclear, tienden a expandirse a otros ámbitos: comerciales, tecnológicos, industriales… Son, o deben ser, políticas de Estado que trascienden la coyuntura interna del país que los adopta. Estamos en procesos de largo plazo, de confianza.
Como requisito básico precisan que no existan contenciosos entre las partes. Eso entre vecinos resulta difícil, pues basta que alguno de ellos los perciba. Pero Estados Unidos y España son geográficamente distantes, y, resuelto el contencioso con Cuba de forma desfavorable para España en 1898, pocos son los diferendos que pueden darse. Así, como señala Ángel Viñas:
“no ha habido otra asociación de España con ningún otro país que se haya mantenido protocolizada a lo largo de tantos años. Ha habido, eso sí, orientaciones de mayor o menor significado hacia los tres grandes países cuya acción ha constreñido, de una u otra manera, los márgenes de maniobra de la política exterior española (Francia, el Reino Unido y Alemania) pero en ningún caso ello condujo a una vinculación permanente y debidamente plasmada en una sucesión de convenios que recorren el período comprendido entre 1953 y la actualidad, un período en el que España, los Estados Unidos y el sistema internacional han registrado modificaciones esenciales.”70
La naturaleza de los acuerdos bilaterales depende sustancialmente del potencial de las partes; normalmente proporcionan un mayor respaldo político, pero son más frágiles. En caso de que las partes sean manifiestamente heteropotenciales, como es el supuesto que nos ocupa, hacen que difícilmente la relación pueda ser biunívoca y se establezcan mecanismos de compensación adecuados, por lo que generan una gran dependencia del más débil. Sin embargo, hacen posible el mutuo conocimiento y facilitan la alteridad.
La cooperación multilateral al diluir las diferencias individuales pude servir como medio de contrarrestar los desequilibrios en las relaciones de poder entre las partes, ya que reduce la pérdida de soberanía implícita a cualquier relación pactada y la dota de una dimensión más igualitaria y, por ende, más democrática. Los acuerdos multilaterales permiten una mejor articulación de los intereses, amplían el marco para la negociación y el intercambio confiriéndole, además, un carácter estable y duradero. El espacio de la Seguridad y Defensa agrupa intereses vitales que son constantes en el tiempo.
Una cuestión derivada de estas relaciones es que limitan el alcance de las controversias entre las partes con intereses enfrentados como consecuencia natural de los límites impuestos por el marco. El hecho de que se amplíe el abanico de opciones de negociación da más cancha al encuentro, lo que a su vez legitima las decisiones que afecten a cualquiera de los miembros, no sólo con su aquiescencia, sino también con la fuerza del concierto de voluntades de una comunidad de naciones formado a partir de los principios de diálogo y cooperación. Esto da pie a una notable práctica de intercambios de apoyos para las más diversas instancias internacionales. El apoyo de países como Estados Unidos se torna crítico en este contexto.
Por todo lo expuesto es un hecho empíricamente constatado que los acuerdos militares son los más estables en el tiempo, seguidos después por los de índole económica y, por último, de los regionales. Es más, puede afirmarse que los acuerdos militares no sólo gozan de una gran estabilidad, sino que contribuyen a la pronta recuperación de las relaciones diplomáticas interestados tras cesar la causa que ocasionó su perturbación. Ejemplos no faltan y España hasta puede serlo.
Y es que han demostrado ser capaces de soportar las modificaciones en las coyunturas políticas de las partes y aún del escenario internacional, ya que, como se ha dicho, las relaciones entre las Fuerzas Armadas de un mismo entorno estratégico afectan directamente a sus intereses vitales y requieren de una base cultural común. Y estos no se suelen alterar por un mero cambio de coyuntura, por lo que la ligazón se mantiene dotando al sistema de una estabilidad que posibilita nuevos lazos en otras áreas que contribuyen a su vez al reforzamiento del sistema. Otras razones están en la cultura de los Ejércitos como organización, en el prosaísmo de la rutina castrense y su tendencia a perpetuar lo que ya está en marcha.
Y la cultura militar actúa como puente generando confianza por el mutuo conocimiento y permitiendo el mutuo entendimiento de las partes. Piénsese que el uniforme militar es de corte occidental y todos los países del mundo tienden a su imitación. La cultura militar hoy es una subcultura occidental que facilita la existencia de valores compartidos a la vez que facilita la interpenetración.
Los acuerdos militares, resisten mejor que ningún otro los envites y avatares que sufren las relaciones comunes ayudando eficazmente a su recuperación tras su tensionamiento. Y el tensionamiento regular con lo que parezca es bueno; la sumisión, a la larga, mala, muy mala para todos.
Son, a fin de cuentas, expresión de políticas de Estado lo que garantiza su continuidad en el tiempo y están por ello ligados a la fiabilidad. Se trata, pues, de proyectos a largo plazo: por ejemplo, nadie dota de bases o de tecnologías a un país que pueda, a corto o medio plazo, volverlos en su contra.
Las organizaciones de Seguridad y Defensa, como es el caso de la OTAN pueden resultar fruto del momento, de la necesidad de responder frente a un enemigo común lo que obliga a dejar aparcada las diferencias y contradicciones y posibilita una construcción sólida y duradera. Pero, una vez creadas trascienden a las causas de su creación, e incluso a su propio éxito.
No obstante, sí la suma de las potencias de las partes y del efecto sinérgico anejo a toda unión no supera un determinado umbral, las fuerzas centrífugas, muchas veces atávicas, unidas a intereses transversales no permitirán un funcionamiento eficiente o siquiera formal del acuerdo. Así, los acuerdos multilaterales entre Estados del Tercer Mundo se han mostrado empíricamente más débiles que sus homólogos de Occidente, la Unión del Magreb Árabe (UMA) que, nominalmente, hasta cuenta con un buen componente militar, es un buen ejemplo de ello.
El hecho de que se amplíe el abanico de opciones de negociación da más cancha al encuentro, lo que a su vez legitima las decisiones que afecten a cualquiera de los miembros, no sólo con su aquiescencia, sino también con la fuerza del concierto de voluntades de una comunidad de naciones formado a partir de los principios de diálogo y cooperación. Y más si son democracias.
La existencia de un foro permanente e institucionalizado de debate convierte el acuerdo en una organización intergubernamental; sus estructuras permiten modular el conjunto del proceso y facilita la creación de canales informales que contribuyan al afianzamiento del sistema y de las relaciones interestados. Además, son mesas permanentes y arbitradas para el encuentro político y la resolución de todo tipo de problemas comunes.
También pueden crecer con el tiempo fruto de un proceso de desbordamiento, siguiendo los pasos contrarios a la pirámide de Maslow; primero se cubren los aspectos económicos y como resultado surgen intereses de nuevo cuño que determinan la aparición de una política exterior común. De la armonización de todos estos intereses surge como culmen una política de seguridad común.
Imagen: Inversión de la Pirámide de Maslow en la construcción de organizaciones internacionales.
En cualquier caso, la definición contra un enemigo común ayuda a que la construcción sea más rápida pues obliga a articular intereses. Cesada la causa, liberadas las partes de la presión, si las piezas no se encuentran bien trabadas, comienzan las divergencias que acaban con la organización.
En el ámbito bilateral, el caso de las relaciones entre España y Portugal en el marco de la UE y la OTAN es de libro. El balance global de las relaciones hispano-lusas de los últimos treinta años es muy positivo. Tras siglos de relaciones bilaterales complejas, con períodos de acercamiento y otros de hostilidad, en las últimas cuatro décadas se ha verificado un rápido acercamiento entre los dos países y sus respectivas sociedades.71 Falta, eso sí, desarrollar el espacio de frontera entre ambos dando cumplimiento al sueño iberista de Saramago y que España mire a Portugal y Portugal a España sustituyendo los nacionalismos defensivos por una ciudadanía racional y responsable.
La entrada de ambos Estados en la Unión Europea y su permanencia en el núcleo duro de la arquitectura europea de relaciones internacionales - con múltiples mesas de negociación que posibilitan el encuentro y hasta el fórum shopping (la búsqueda del marco más favorable de entre los distintos posibles para la concertación) – ha permitido diluir las diferencias y la rivalidad al tiempo que abría nuevos espacios para la cooperación, la concertación de actuaciones y el mantenimiento de una postura común, mientras mantenía el nivel de relaciones con una saludable tensión, esto es, limitada permanentemente por el marco de convivencia internacional.
La arquitectura de Seguridad y Defensa española se construye sobre cuatro pilares que se superponen entre sí y se complementan con otros (OSCE, Iniciativa 5+5…), sin entrar en contradicción y reforzándose mutuamente. Los pilares de la arquitectura española de Seguridad se situarían en la pertenencia a la Unión Europea, que la dota de los valores; la OTAN, sobre el que descansarían los esquemas defensivos; los acuerdos hispano- norteamericanos que, proporcionando apoyo político, permitirían que ambas piezas quedasen bien trabadas con la realidad nacional, actúan como contrafuerte del sistema mientras; de esta manera se diluyen los efectos del carácter heteropotencial de la relación en los otros niveles y se afianza la posición de España con otros países y en otras organizaciones con tal respaldo; y luego está una amenaza no compartida. Estos ámbitos se refuerzan entre sí y generan un conjunto compacto.
EL VÍNCULO TRANSATLÁNTICO
Occidente, lo formarían así Estados Unidos que dispondría de una cuota del 25,06 del PIB mundial, a precios constantes, el 4,2% de la población y el mayor poder del militar (el 36% del total). Pero el núcleo de valores lo aportaría la Unión Europea, con solo el 18,6 % del PIB y el 5,6% de la población mundial. Este sería el elemento vertebrador de lo que es Occidente. La presencia del Reino Unido en la UE afianzaba el conjunto; su marcha de la Unión debilitó el enlace. Por tanto, si Europa y Estados Unidos quieren operar en el medio internacional deben aceptar primero que hay otros actores igualmente poderosos y, después, ir juntos; y eso será cada vez más común por necesario. Las relaciones entre Europa y Estados Unidos, lo que se ha denominado el vínculo transatlántico, son así del máximo interés.
La supervivencia de la OTAN se explica porque ha estructurado un espacio de estabilidad y diálogo constante. Además, y como demuestra la crisis de Ucrania, los riesgos y las amenazas sólo se habían difuminado y, aunque hayan perdido algo de su intensidad, la han ganado en espectro. La OTAN es necesaria en un mundo que se rearma; el gasto militar crece, en términos globales, al menos desde 2015; y en regiones como Asia Pacífico, nunca ha dejado de hacerlo desde la Caída del Muro.
El vínculo trasatlántico – que es una forma diplomática de referirse a las relaciones entre Estados Unidos y Europa - se había resentido como consecuencia del giro de Estados Unidos hacia Asia Pacífico declarado por el presidente Obama, y, particularmente, durante la Administración Trump por su despectivo trato político hacia Europa, pero el referido giro es una constante geopolítica. Y Europa deberá de seguir el mismo camino, no sólo para evitar la torsión del vínculo sino por imposición natural.
Ya en 1997, Brzezinski, asumiendo como inevitable la pérdida de poder relativo de Estados Unidos, el desarrollo de una multipolaridad y el desorden internacional una anomia, proponía tratar de prolongar en lo posible el orden existente, la Pax Americana y para ello crear un marco de seguridad transeurasiático liderado por Estados Unidos. Con vistas a alcanzar este objetivo, Brzezinski consideraba que la Unión Europea y la OTAN deberían ir juntos y, además, ampliarse hacia el Este. «Una Europa esencialmente multilateral y un Estados Unidos en cierto modo unilateral abre las puertas a un perfecto matrimonio de conveniencia global». Y recomendaba mantener las formas políticas haciendo concesiones a la Unión Europea para fortalecerla.
Con todo, hay una diferencia de percepciones tanto en materia de esfuerzo como de situación que marcará la distribución del trabajo. Estados Unidos se presenta modo de dios Marte (por su gestión del Hard Power, emplea el 3,61% de su PIB) mientras se asigna a la UE el rol de Venus (el 1,47%de su PIB en 2020). Esto supone una distribución del esfuerzo complementaria.

La organización más importante que agrupa intereses de europeos y norteamericanos es la OTAN, una organización de seguridad que garantiza los intereses vitales de sus miembros y da pruebas de la existencia de una visión compartida del mundo. No hay organizaciones comerciales, ni siquiera acuerdos en este sentido (recuérdese el fracaso del Tratado de Libre Comercio entre Europa y Estados Unidos que, por el contrario, sí prosperó con Canadá), sino competencia entre distintos actores que no rivalidad. La OTAN es un puente que une las dos orillas, de poniente y levante, de ambos continentes. De hecho, puede decirse que es el único puente que, de facto, los une.
La OTAN y la UE son dos organizaciones igualmente complementarias. El propio Tratado de Lisboa reconoce que la OTAN es el fundamento de su defensa colectiva. En este contexto, la Política Exterior y de Seguridad Europea, e incluso un eventual Ejército Europeo, no constituye ni una contradicción ni una duplicidad y, por ello, obligan a una creciente coordinación entre ambas organizaciones.
La OTAN reúne nada menos que a 32 democracias (cuando se produzca la definitiva y accidentada entrada de Suecia), algunas de ellas las más avanzadas del mundo. Y las decisiones que se adoptan en su seno se toman por unanimidad. La legitimidad de su participación en un conflicto se ve reforzada por este hecho.
Pero no todo es consenso ni fácil. Las quejas de Estados Unidos referidas al escaso gasto militar europeo son antiguas. Ya Nixon en su momento también se quejó de ello. Y es que el gasto de defensa de EE. UU., que durante los años de la Guerra Fría era del orden del 64 % del total de la Alianza, en 2013 se ha elevado al 72 %, en tanto que el gasto de los países europeos, del 37 % entonces, se ha reducido al 25,7 %, y el de Canadá es el 2,3 %. Sí el gasto en Defensa de EE. UU. durante la Guerra Fría superaba al europeo en el 136 %, en el año 2012 la diferencia ha aumentado hasta el 180 %.72
El compromiso europeo con Ucrania y la desestabilización que esta guerra trae consigo está provocando un ostensible incremento del gasto militar, que es predecible que se mantenga, toda vez el dilema de seguridad que ha generado y que ha propiciado que muchos países europeos, incluida Alemania hayan reducido los plazos para alcanzar el nivel del 2% del PIB en el gasto militar, la otrora cifra mítica, en tanto que siempre inalcanzable compromiso histórico de los miembros de la OTAN. Pero eso es fuente de otros problemas, entre ellos y mirando al pasado, los derivados del rearme alemán.
El fin de Guerra Fría tras la Caída del Muro supone un éxito sin paliativos de la organización. No fueron pocos los que cuestionaron la propia existencia de la OTAN tras este hecho, entre otros el propio George Kennan. La causa que justificaba su existencia había desaparecido. Pero también existían importantes razones que aconsejaban su permanencia, como ya se ha visto.
Además, las Fuerzas Armadas se encuentran dimensionadas de modo acorde a los intereses nacionales y a sus intereses de seguridad. Y toda vez que, de la seguridad colectiva se hubiera evolucionado a la seguridad individual, esto hubiera supuesto a la postre, el rearme de los Estados que se suma a un incremento de la conflictividad. Y con ello la vuelta de Europa a los modelos bismarckiano del siglo XIX que acabaron por desembocar en la Primera Guerra Mundial.
Por tanto, la OTAN puede tener sus problemas y sus debates, pero su disolución no sería una buena noticia para sus miembros; de hecho, un cierto nivel de tensionamiento de una organización así resulta hasta saludable. Por el contrario, y como a todo puente, interesa reforzarla, fortalecerla. Y quede claro también, que sin la conformidad de Estados Unidos y hasta sin su patrocinio, probablemente la Unión Europea no existiría.
De hecho, la disolución de la OTAN tras la Caída del Muro hubiera traído la desaparición de una organización que funcionaba y la desestructuración de un espacio consolidado, de un foro de diálogo, consultas, consenso y negociación previamente constituido y que enlaza con otros, favoreciendo el entendimiento y la confianza mutua. Además, la OTAN permite la mediación de terceros ampliando el marco para el intercambio a otras áreas, toda vez la naturaleza integral, política, intrínseca a su naturaleza. De hecho, podría aseverarse que ha contribuido a la mejora de las relaciones entre sus miembros en otros ámbitos.
Esta organización reúne a 32 países, lo que supone una población de en torno a 950 millones de personas (el 8,3% del total), implica más del 50% del PIB mundial, y un presupuesto agregado que, en Defensa, suma el 63% del total del gasto militar mundial. Estamos, pues, ante una organización que aúna un relevante poder político, hoy por hoy, el más importante del mundo.
No tiene enemigo declarado. No obstante, su Concepto Estratégico de 2022 definía a China como “rival sistémico” y considera a Rusia como la “amenaza más significativa y directa” a la seguridad del espacio euroatlántico por su intento de establecer esferas de influencia en el continente por medio de la coerción, la agresión, y la anexión.
España y el vínculo transatlántico
Estados Unidos, afianza su papel de potencia global a través de una serie de acuerdos que complementan su liderazgo en la OTAN. Destaca su especial relación con el Reino Unido que, en su momento, permitía su proyección sobre toda Europa central y la utilización de bases ubicadas en todos los antiguos dominios británicos. Además, ha promovido organizaciones de sesgo anglosajón como Five Eyes o el propio AUKUS y ha suscrito acuerdos de cooperación militar coherentes con su política regional. En Asia Pacífico, por ejemplo y como ya se ha visto, se asienta sobre tres países con acuerdos de Seguridad y Defensa con Estados Unidos: Corea del Sur, Japón, y Filipinas. Junto a ellos se encuentra además Taiwán, también con una sólida relación basada en las llamadas “Seis Garantías”73 y el ahora esquivo Singapur. Como resultado contaba en 2020 con una numerosa red de bases ubicadas en más de 70 países y un relevante despliegue militar que implicaba a unos doscientos mil efectivos que fluctúa según las circunstancias del momento.
España se define como una potencia media con intereses por todo el mundo. Pero es algo más. Es la cabeza de un antiguo imperio y una referencia para los países que fueron parte de él. Casi 500 millones de personas tienen el español como lengua materna; de hecho, el 6,7% de la población mundial es hispanohablante. España, por su historia y pasado, representa a un modelo cultural.
Estados Unidos, por su parte, es una superpotencia. Por su posición geográfica, instalados en un continente distante de Eurasia y África, se mantiene protegido, a resguardo de conflictos, como lo estaba el Reino Unido, y ejerce desde esta posición de ventaja y, con una base económica sólida - a diferencia de aquel país - el liderazgo del mundo occidental, escogiendo los conflictos de su interés en los que, llegado el caso, intervenir. El escenario que se presenta es el de un mundo desordenado, a semejanza de lo que fue el siglo XIX europeo en el que se modifica el status quo con la emergencia de otros actores y, aun, por las sombras de la Guerra Fría.
Estados Unidos y España tienen una historia compartida que conviene no olvidar, aunque tampoco es este el sitio preciso para recordarla. El destino de un hombre está escrito en su carácter, como decía Heráclito (y Margaret Thatcher que lo citaba sin referenciarlo). Pero el de una nación lo está en su geografía. Los éxitos históricos de España no son casuales, sino que se encuentran en relación con este hecho. No se descubrió América por casualidad, sino y, ante todo, porque se daban las condiciones objetivas para ello.
Y es que España es el apéndice de Europa, un flanco del Mediterráneo - este mar pivota entre nuestro país y Turquía, y no por casualidad tampoco, son dos crisoles culturales - y un puente a África y América. El Estrecho es un cruce de caminos y la Península dispone de capacidad de proyección independiente a dos mares, escapando así a cualquier intento de control o limitación geográfica. España es uno de los Choke Points en el mundo.
Como puede verse en el gráfico, España se sitúa en la periferia inmediata del área de desconexión de Barnett caracterizada por su conflictividad; estamos ante una ampliación de la zona balcánica de Brzezinski. Es pues una posición avanzada, ajena a los conflictos desde la que se tiene capacidad tanto para monitorizar como para intervenir.
De este modo ofrece una proximidad inmediata y segura a ellos (en todas las dimensiones del término, desde la seguridad ciudadana hasta la fiabilidad de su compromiso), con estándares de vida occidentales y con una meteorología benigna que permite operar durante todo el año (a diferencia de lo que sucedes en el Reino Unido y los países del norte de Europa) y capacidad para acceder directamente al Norte de África y a su costa atlántica sin quedar constreñida al Mediterráneo, como le sucede, por ejemplo, a Italia (este país contaba con 113 instalaciones estadounidenses en 2014) instalada en su centro; o verse imposibilitada de entrar en él.

España se situaría en una posición intermedia de la ruta central de acceso desde Estados Unidos a Oriente Medio, lo le confiere la posibilidad de bascular en cualquier momento cualquiera de las otras dos; y también desde el Norte de Europa al poniente y norte africano. El país es pues una encrucijada estratégica a caballo de las zonas de interés para los Estados Unidos; y también para España.
Y es que su posición estratégica en la ruta central atlántica que une Estados Unidos, Europa y Oriente Medio, hace que esta se integre dentro del eje Estrecho-Baleares- Canarias. Rota y Morón son bases de soberanía española y utilización conjunta que proporcionan una salida al océano y permiten el control del Estrecho sin quedar confinados en el Mediterráneo haciendo redundantes para los Aliados e irrelevantes las capacidades militares de la colonia británica de Gibraltar. La Base Naval de Cartagena complementa el control del lado mediterráneo del Estrecho asegurando el despliegue de una fuerza naval española en este mar.
Aún, es más, los intereses son convergentes. España está comprometida con la estabilidad del norte de África y la región saheliana y también con Oriente Medio.
Las pretensiones de Estados Unidos en su relación con España han estado ligadas, además de al espacio geográfico y de proyección, a la búsqueda de la estabilidad en el área, el mantenimiento del status quo en la región y al reforzamiento del sistema de alianzas establecido. El binomio Rota-Morón es, así y por ello, un pilar estratégico en la defensa de Occidente.
INTERACCIONES DE LA GUERRA DE UCRANIA EN LAS GEOPOLÍTICAS DEL ESPACIO MUNDO
La terminación de la Guerra Fría supuso la progresiva desaparición de la bipolaridad de entonces, la establecida entre Estados Unidos y la URSS. Esta se encontraba basada en el equilibrio militar y la disuasión nuclear. Así, fue integrando al resto de actores internacionales en un único espacio. Es el “ascenso de los demás”74 del que habla Fareed Zakaria.
En este contexto, la Guerra de Ucrania supone una expresión del revisionismo de Rusia, de su voluntad irrevocable de alterar el orden geopolítico actual y sus dinámicas. Estamos ante un intento de reversión o involución que, de consolidarse, marcaría un punto de inflexión geopolítico que se acentúa sí consideramos la guerra en Gaza, en la que pretendemos no entrar. Sería una suerte de movimiento de antítesis dentro de la sucesión de dinámicas hegelianas sobre las que se sustenta la globalización; y, por tanto, coherente con su lógica. Referir que, en el siglo XXI y en Europa, no se puede sustituir la falta de capacidad industrial de un país por el rugido del cañón.
El estatus especial que demanda Rusia implica en la práctica una suerte de regionalización del proceso de globalización, y con ella su fragmentación y asimetría. En ello se sustancia el retorno a la geopolítica de la Guerra Fría, esto es, a la compartimentación del mundo en esferas de influencias.
La cuestión es que la sociedad internacional está en equilibrio, en hemostasis, y cuenta con un gran componente inercial. Cualquier perturbación afecta a todas sus partes y genera incertidumbre; de modo que el conjunto del sistema reacciona contra su alteración. Por eso el Brexit experimentó grandes dificultades; las modificaciones tratado entre Méjico, Canadá y Estados Unidos no fueron significativas; y los efectos de la implementación de sanciones se dilatan y reducen significativamente. En cualquier caso, no es posible desmadejar un tejido tan imbricado por su naturaleza reactiva y restauradora de sus automatismos.
Ello sucede al tiempo que, como consecuencia del mismo proceso, se está produciendo el “desplazamiento del centro de gravedad del mundo”, el cual se ha trasladado desde las economías desarrolladas a las emergentes y, singularmente, hacia la China.
Y es que la globalización ha traído consigo una convergencia entre las economías avanzadas y las emergentes. Este ha venido acompañado de un aumento de la interdependencia entre todas ellas. Como resultado la economía mundial se ha hecho cada vez más multipolar y, consecuentemente, cuenta con un menor dominio o capacidad de influencia de Occidente.
Además, lo sucedido en Ucrania, también ha dejado claro que el modelo de relaciones que se ha seguido con Rusia desde el fin de la Guerra Fría, una suerte de conllevanza, se ha mostrado también muy insuficiente y no ha logrado la integración que, pedagógicamente, se pretendía conseguir a través de los flujos (comercio, turismo…), el desarrollo de intereses compartidos y el mutuo conocimiento. A este modelo le faltó intensidad. El ejemplo seguido con la República Federal de Alemania tras la Segunda Guerra Mundial ilumina sobre otras posibilidades.
Las dimensiones de la guerra de Ucrania
Es habitual definir los fenómenos por aquello que resulta más visible y notorio, restando importancia, e incluso desatendiendo lo oculto. En el caso que nos ocupa, la guerra, esta tendencia la convierte en un fenómeno material y sustancialmente violento. Sin embargo, esta excede con mucho de tal parámetro. Tan es así que no hay acuerdo sobre su definición, siendo su naturaleza organizada y política el elemento sustancial y no tanto su carácter sangriento.
Y es que la guerra no es una actividad necesariamente violenta, pero sí una actividad necesariamente política. Es más, en tanto que fenómeno humano, escapa de la dimensión física en la que se desarrolla y se desplaza al plano emocional. Nos encontramos ante un acto de comunicación, en el que lo físico, la violencia, no es necesariamente esencial y cuenta con otros parámetros de medida diferentes a los ordinarios.
La guerra es, ante todo, un enfrentamiento de poderes, un choque en todas sus dimensiones. Y no es un acto ni ético, ni justo, ni económico… ni siquiera militar, por más que se pueda sustanciar en este campo. Es un acto político, de gestión de poder, de modo que cualquier análisis que se realice sin tener en cuenta este hecho, esto es, referido sólo a uno de los planos, es incompleto, y por ello, falso y profundamente erróneo.
En este contexto, la globalización ha supuesto un incremento de las relaciones favoreciendo la expansión de los intereses de los países. A su vez, el crecimiento de las relaciones trae consigo un incremento de los conflictos, pues estos se derivan de la existencia de aquellas. Pero también su limitación pues estos también tensionan el resto relaciones a las que perjudican y reaccionan buscando la restitución del orden roto. El problema es que, como estamos viendo, los conflictos locales pueden globalizarse.
Una guerra requiere la existencia de un amplio abanico de intereses contradictorios por ambas partes, algo que el crecimiento de las relaciones –y con ello de los intereses– hace cada vez más difícil. Pero a las alianzas les pasa lo mismo. El resultado es que la realidad se transforma en híbrida: los países, de común, mantienen una base común de intereses compartidos y, sobre ella, un conjunto mucho más pequeño, en que tal cosa no es así. Como consecuencia, los Estados, en la mayoría de los aspectos cooperan - lo que permite que existan reglas comunes - pero en otros compiten; y en algunos –y de forma limitada– pueden llegar a pugnar.
Así, podemos concluir, que la globalización ha hecho que entre los países existan múltiples intereses compartidos, de modo que la agrupación de intereses y su alineamiento en la lógica “amigo-enemigo”, que exige la inexistencia de intereses comunes o compartidos, sea muy difícil. Lo sucedido en Ucrania demuestra que no es imposible; y eso aún en suelo europeo.
Volviendo al caso que nos ocupa, sus dimensiones, hace que estemos, además, ante un enfrentamiento complejo. Y es que Rusia sostiene dos conflictos políticos simultáneos. Uno con Ucrania, de alta intensidad y, además, con componentes híbridos que se lleva a cabo en los cinco dominios conocidos (tierra, aire y espacio, marítimo, ciber y cognitivo). Y otro directamente con Occidente (entendido en un sentido lato y que alcanza desde los Estados Unidos, la UE, la OTAN hasta Japón y Corea del Sur), del que esta guerra es expresión material; y hasta puede considerarse como un enfrentamiento proxy en el que se dirime el lugar de Rusia en el mundo y que se traslada a otros espacios geopolíticos.
Las causas profundas están en la aparentemente débil respuesta a la primera crisis de Ucrania y el carácter inefectivo de las sanciones impuestas ante una Rusia crecida parecen encontrarse entre los factores desencadenantes.75
La segunda parte de la Guerra de Ucrania tuvo sus prolegómenos en la artificiosa crisis migratoria entre Bielorrusia y la Unión Europea que comenzó en verano de 2021, cuando desde este país se estimuló la entrada de emigrantes procedentes en su mayoría de Asia Central y Oriente Medio y traídos ex-profeso, para, una vez allí ubicados, facilitar su infiltración a la Unión Europea. Dicha crisis estuvo motivada por las dudas suscitadas en Occidente por la elección del premier bielorruso Lukashenko. No obstante, es difícilmente concebible que se produjera sin la anuencia rusa y, aún, sin su estímulo. Supone una primera medida prueba de fuerza previa a hacer bascular el desafío a su emplazamiento definitivo en Ucrania.
Este se producía mientras a su sombra, en el último cuatrimestre del año, tenía lugar una progresiva y poco discreta acumulación de fuerzas militares rusas en la frontera con Ucrania. Tal actuación es un ejercicio claro de diplomacia coercitiva y supone la antesala de la invasión de este país y se combinaba con dificultades técnicas de la empresa Gazprom para el suministro energético señalando amenazadoramente la utilización de la dependencia energética como arma política.
Con este movimiento pretendía, implícita o explícitamente, una suerte de negociación forzada. La falta de logros de esta estrategia unida a graves errores de apreciación militar y política, probablemente, acabó precipitando la invasión. Con la intervención rusa, la denominada “operación especial”, también evitaba que Ucrania tomase la iniciativa militar con una contraofensiva, que cabe esperar que estuviera preparando, y recuperara el Donetsk y Lugansk.
El argumentario ruso enlazaba la instigación Occidental de la Revolución Naranja y sus efectos políticos desestabilizadores, con el hostigamiento de Kiev a la población rusófona y las 14.000 víctimas de la guerra en el Este ucraniano. Esto, junto a la presencia de la OTAN en lo que fue el antiguo glacis occidental de Seguridad de la URSS fueron parte de un discurso que dotaba de coartada social y político moral para justificar su intervención.
La acción militar rusa pretendía ser una actuación rápida y decisiva, ejecutada con grandes medios convencionales ante la pasividad de un Occidente sorprendido y temeroso. Rusia esperaba que la operación fuera poco menos que un paseo militar en presencia de una población mayoritariamente favorable y cooperadora. Con esta estrategia dotada de un componente de Shock and awe (que provocó al menos 8 millones de refugiados) e involucrándose directamente en el conflicto, elevaba la apuesta. Y es que con ello expresaba su compromiso y voluntad irrevocable al tiempo que enfatizaba la naturaleza vital y permanente de retorno a la condición de actor geopolítico de primer nivel.
Para conseguir la inacción de Occidente, Rusia también contaba, por un lado, con la disuasión que proporcionan las armas nucleares; y por otra, por las consecuencias económicas, sociales y energéticas que traerían consigo resistirse a los designios rusos e intervenir en el conflicto apoyando a Ucrania. Y ello, aunque solo fuera por la incertidumbre provocada. A todos, pues, convenía un conflicto corto.
La guerra es parte de la política, una función de esta. Puede decirse incluso que, durante su desarrollo, guerra y política – y aun antes - son la misma cosa. Esta, en tanto que enfrentamiento total y choque de poderes, determina que la pugna se extienda también a planos no militares, expandiendo el marco del conflicto en demanda de aquel plano que permita el logro de los objetivos perseguidos.
Esta se expande geográficamente -horizontalmente- o se traslada verticalmente a otras dimensiones (opinión pública, economía...), buscando un ámbito de victoria, geográfico, sectorial o de dominio, sobre el que poder desbordar al contrario y construir la victoria total en términos militares. Esta deberá traducirse a términos políticos – lo que, de común, denominamos paz – para tener algún significado o sentido. En cualquier caso, no atender a un plano del conflicto puede ser causa de una derrota general.
En el caso que nos ocupa, Rusia ha expandido horizontalmente el ámbito de conflicto e intervenido en África, amenazando el flanco Sur de Europa. Y lo ha hecho a través de la compañía Wagner, una compañía privada militar, que se ha mostrado activa no solo en Ucrania, en la que ha actuado como una fuerza militar casi ordinaria, sino también en Libia y, en general, en toda la franja saheliana, donde la intervención le dota de oro que le ayuda a salvar el embargo. Esta, como compañía privada de Seguridad y mediante un uso menos restrictivo de la fuerza, ha llegado hasta a desplazar a Francia de la que era su zona tradicional de influencia, la francofonía francesa, alineándose para ello con los poderes regionales y que disponen de control sobre los recursos naturales.
Dicho sea de paso, el papel de la compañía Wagner y sus sucesores, más allá de los “contratistas” - figura equivalente empleada por Occidente, aunque nunca con primacía o en detrimento de los ejércitos sino como un complemento político u operativo de estos- refiere a la falta de consolidación política del Estado ruso. Y es que es esta una forma de hacer la guerra – en la que se llegan a emplear expresidiarios -que nos retrotrae a modelos preestatales renacentistas, a figuras como las de los condotieros, cuando no a los señores de la guerra tan característicos de las guerras de desintegración en el Tercer Mundo.
En el ámbito vertical o de los dominios merece referirse la importancia adquirida por el ámbito cognitivo en este conflicto. Y es que la lógica bélica convierte a la información en un dominio, en un plano de enfrentamiento en todos los niveles: político, estratégico, operacional y táctico. De hecho, las actuaciones rusas pueden inscribirse entre las actuaciones multidominio en la medida en que integran actuaciones estrictamente militares con otras de guerra económica y en el plano cognitivo y ciber.
Y es que, en la era digital, el ciberespacio se perfila como un elemento clave de la confrontación. No en vano, la guerra era accesible desde Internet y las redes sociales desde cualquier parte. Razón por la que algunos observadores la califican como la "primera guerra mundial cibernética" del siglo XXI. De hecho, el impacto de Internet y los ataques cibernéticos en la guerra no tienen precedentes en velocidad y alcance.
En este sentido el IT Ukraine Army, es una suerte de milicias civiles internacionales, esto es, un ejército de voluntarios que, desde cualquier lugar del mundo y con la ayuda de grandes plataformas y empresas civiles, junto a los poderes fundamentalmente no militares del Estado ucraniano, ha contribuido a una respuesta en el plano digital.
Desde la perspectiva cognitiva también merece referirse el buen trabajo desarrollado por Ucrania en el sentido de contrarrestar la actuación rusa y preservar la cohesión y resiliencia social. Merece referirse el exitoso manejo de un discurso político que se encontraba excelentemente alineado con la comunicación estratégica y esta con el resto de funciones (Cimic, Infoops...) y niveles de decisión.
Dicho alineamiento – en contenidos y, sobre todo, en tiempos– es imprescindible, no sólo para el apoyo internacional –materializado en términos de legitimidad y recursos y que facilita la labor política de los gobiernos occidentales en su relación con sus ciudadanos – fundamental para dotar de capacidades relevantes a unas Fuerzas Armadas que, aunque adiestradas en la práctica de la guerra desde 2014, disponían de unas capacidades magras cuando se las compara con las rusas; sino también, para la propia guía del esfuerzo de guerra en todos los niveles y con vistas a dotar a las acciones de efectos sinérgicos.
Las cuestiones referidas al ámbito cognitivo son nucleares en los sistemas democráticos. Y es que el derecho efectivo a una información veraz y a la pluralidad informativa da cuenta de la calidad democrática de una sociedad. En tal contexto, Europa también ha hecho los deberes en forma de procedimientos pautados que, con mejoras siempre posibles y deseables, suponen el sometimiento del Estado al Derecho.
Así, se produjo la suspensión de medios de información tan relevantes como Russia Today y Sputnik News, a instancias del Consejo Europeo al poco de la invasión de 2022. Esta fue posteriormente ratificada por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, toda vez el evidente alineamiento de las noticias de ambas cadenas con las tesis sostenidas desde Moscú y su capacidad de influencia sobre la opinión pública a la que podía alterar en beneficio de un Estado extranjero. Estas medidas se plantearon como excepcionales y fruto de un contexto de guerra. Todas las grandes plataformas digitales europeas siguieron dichas medidas de bloqueo asegurando su efectividad.
Con esto se llega a la cuestión referida a la utilización militar de las capacidades civiles de empresas grandes y pequeñas y que ha convertido tecnologías y aplicaciones insospechadas en armas. Estas -particularmente las grandes plataformas comerciales- han proporcionado los medios – tecnológicos, pero también el expertise – para contrarrestar eficazmente la actuación rusa.
Así, los softwares comerciales más avanzados, junto a las tecnologías y aplicaciones orientadas al consumo, se han reconvertidos y han sido utilizados con fines armamentísticos. Y ello alcanza desde las imágenes térmicas a los sistemas de guiado, desde los chips de lavadoras, los drones comerciales, a las impresoras 3D, la tecnología de hologramas o los sistemas de entrenamiento de realidad virtual (VR).76
Empresas como Microsoft o Cloudflare han contribuido a fortalecer la red ucraniana operando desde otras partes del mundo. De hecho, la empresa Starlink movilizó 5000 satélites nada más comenzar la invasión para asegurar el funcionamiento de Internet mientras otras compañías espaciales comerciales facilitaban la teledetección y las comunicaciones satelitales, así como inteligencia. Otras, por su parte, aportaban aplicaciones de telefonía móvil con sistemas de carga de imágenes y geolocalización o chatbot para intercambio de información que hacían de ciudadanos comunes potenciales agentes77.
El paso de una guerra de movimientos – el fracaso del intento de toma de Kiev – trajo una guerra de posiciones, un enfrentamiento de capacidades económicas y aún industriales y armamentistas.
ZONA GRIS Y GUERRA ECONÓMICA
El otro elemento para una disuasión convencional empleados por Rusia es la economía. La invasión se produjo acompañada de la conjunción de una subida de tipos de interés, el alza de la inflación y la incertidumbre actuando simultáneamente sobre unas economías altamente endeudadas. De este modo, la prolongación del conflicto tendría también un efecto disuasivo que coadyuvaría a aceptar como dados los resultados de la invasión.
Y es que la incertidumbre de la guerra ha incrementado los marcadores de riesgo político, lo que traslada a la economía, al precio de las materias primas, a la confianza de los agentes, a los vínculos comerciales o a la inestabilidad financiera. De hecho, casi todos los países del mundo se han visto perjudicados por la invasión78.
La guerra de Ucrania, desde la perspectiva Occidental, suponía por el momento en que se produjo y también por la ruptura de una relación de dependencia en el suministro energético que había crecido al calor del mutuo beneficio y la confianza desde antes de que finalizase la Guerra Fría. Se ha dilapidado un capital difícilmente contabilizable en términos de confianza.
La cuestión es que el atraso de una invasión hasta el mes de febrero – cuando este pudo ejecutarse en octubre y aún antes - otorgó un tiempo a Europa suficiente para reorganizar sus relaciones energéticas por más que se resintiera en términos de eficiencia y gasto. Fue, dentro de la lógica estratégica rusa un grave error de cálculo que desactivo buena parte de los efectos pretendidos. Así no era posible “el invierno de nuestro descontento”.
La guerra, además, ha obligado a redefinir la política de Seguridad y Defensa de la UE. Con el ataque ruso y la instrumentación militar de la energía, la UE se ha visto obligada a admitir el fracaso de décadas de política de implicación constructiva con Rusia. Y, además, ha forzado el retorno de Estados Unidos – por más que parcial - a Europa cuyo apoyo y compromiso con Ucrania no hacen de ella un actor secundario79.
De hecho, Rusia y la UE, hasta la invasión, evolucionaban hacia la interdependencia económica. Rusia necesita tecnología para su desarrollo; y es, a su vez, un consumidor de productos europeos.
Por otro lado, Europa necesitaba seguridad energética y materias primas que se encuentran en el territorio de Siberia. Los mercados rusos también eran mercados excelentes para los productos europeos.
La invasión de Ucrania puede considerarse, en cierto sentido, un acto de guerra económica y energética contra Europa y que ha roto completamente con la dinámica de aproximación antes referida y que supone un esfuerzo de décadas. Pero estas cifras, solo marcaban una tendencia que no se ha consolidado, razón por la que el impacto de la Guerra de Ucrania ha sido únicamente moderado.
Rusia, en términos económicos, es, básicamente, un exportador de materias primas económicamente ineficiente y que ha experimentado todo un proceso de desindustrialización. Más de un 50% del suministro europeos procedía de Rusia toda vez que el sistema de infraestructuras hacía la opción más eficiente. La guerra en este sentido provocó un shock energético masivo e histórico – Rusia redujo sus exportaciones de gas hasta en un 80% - que, por la incertidumbre sobre su resolución, afectó a la economía europea la cual vio venirse abajo las expectativas pospandemia. Nunca, ni aún en la Guerra Fría, había empleado Rusia la energía como un arma.
El enfrentamiento entre Rusia y Occidente tiene lugar en lo que se ha venido a teorizar como Zona Gris. Y es que la complejidad de las relaciones internacionales ha hecho que se dé un espacio específico a las relaciones que, en términos globales, no son propiamente amistosas pero que, no por ello - y por los intereses en otros ámbitos que las anclan-, escalan hasta el enfrentamiento propiamente militar, con todas las consecuencias derivadas de ruptura y destrucción. Estamos ante una estrategia de confrontación política que aúna a un tiempo y de modo casi indiferenciado, actuaciones pacíficas, en lo que son aún intereses compartidos; y otras que son cuasi hostiles en otros ámbitos pero que no incorporan directamente destrucción o derramamiento de sangre.
En este espacio, la conducta de las partes no es propiamente pacífica, de hecho, es la agresividad de la que se encuentran también impregnada, lo que la diferencia de una conducta ordinaria. Pero tampoco son estas actuaciones abiertamente hostiles; se sitúan en el espacio entre ambos términos. Se materializan mediante herramientas no pocas veces de Hard Power, pero no militares, sino frecuentemente económicas o de tal signo. El poder económico, conceptualmente se ubica dentro del Hard Power. Y eso también mientras la paz y la guerra actúan como atractores y polarizadores por la claridad conductual que refieren.
Se trata así de actuaciones inamistosas que tienen lugar mientras se mantienen otras que no lo son y no se impiden. Este proceder no declarado, por más que se intuya la autoría, permite mantener el resto de las relaciones con el país objeto de la actuación hostil. Así, el concepto de zona gris recuerda que la guerra, la paz y la gestión política son realidades superpuestas, funciones inseparables, unidas en la finalidad. Y es que se trata de herramientas no propiamente militares, poco visibles o ambiguas. De hecho, este espacio restringe las posibilidades de empleo de las Fuerzas Armadas y obliga a una concertación de agencias inhabitual.
Es, por las ventajas que ofrece y los pocos peajes que incorpora, el proceder característico de potencias revisionistas como Rusia, esto es, de aquellas que pretenden la transformación del orden establecido al que desafían mientras aparentan someterse a él. Las actuaciones en este plano, por más que hostiles, están limitadas, no incorporan violencia física directa, esto es, derramamiento de sangre, con todo el gravamen y condena internacional que el mismo incorpora. Y además se hace de un modo sino encubierto, sí no declarado.
En este contexto teórico, el momento escogido para la invasión de Ucrania no podía ser políticamente más oportuno para derivar el enfrentamiento al plano económico. Occidente aún no se había recuperado plenamente de la crisis financiera de 2008; y, además, se había visto obligado a endeudarse aún más para afrontar la pandemia provocada por el COVID-19.
Y es que, por si la superposición de crisis fuera poco, el fin del COVID había generado un importante desequilibrio entre la oferta y la demanda como resultado de los cambios de patrón de conducta de los consumidores y de la incapacidad de adaptación. Tal situación trajo consigo un shock de oferta paralelo al desencadenamiento de las hostilidades que derivó el enfrentamiento con Occidente a lo económico convirtiendo la prolongación de las operaciones militares, la cronificación de la guerra, en un acto de gravamen económico y social. De hecho, la economía mundial, y particularmente la Occidental, los dos años previos a esta, ha mostrado, por un lado, su fragilidad ante la superposición de crisis; y, por otro, falta de flexibilidad para adaptarse a los cambios en la demanda derivados de la modificación de los patrones de los consumidores.80.
Por su parte, Rusia en los últimos 8 años, se había preparado para afrontar eventuales respuestas a su reto y había acumulado divisas por importe de 600.000 millones de dólares con las que poder afrontar las eventuales sanciones de la Unión Europea81.
A ello debemos añadir el esfuerzo de desdolarización de la Federación Rusa el cual coincide con el intento chino de debilitar el dólar como moneda de referencia e internacionalizar su moneda. La batalla definitiva por la supremacía global entre las dos superpotencias será por ser moneda de referencia. Siguiendo esta dinámica, el sistema financiero global está gravitando hacia la fragmentación y la multipolaridad monetaria.82
Y es que, los esfuerzos que las naciones habían realizado para suavizar los efectos de la pandemia limitaban cualquier respuesta a corto en el plano de la política económica. Así, las repercusiones económicas, financieras y sociales de la guerra se unieron a las diplomáticas o militares trasladando sus efectos sobre la opinión pública lo que sirvió para cuestionar el marco político vigente hasta entonces.83 Las sociedades no entendían su implicación en un conflicto lejano y en un mundo antes ubicado tras el Telón de Acero.
Con todo, entre el 23 de febrero de 2022 y el 25 de febrero de 2023 la UE ha implementado 10 paquetes de sanciones distintos que abarcan sanciones económicas que abarcan los sectores de las finanzas, la energía, el transporte y la tecnología. Ello implica 1473 personas y 207 entidades84. Occidente congeló unos US$324.000 millones de las reservas de divisas del Banco Central de Rusia más de la mitad de sus reservas, valoradas entonces en US$640.000 millones.
Bancos rusos fueron desconectados del SWIFT e incluidos en las listas completas de sanciones de bloqueo, algunos de ellos, como Sberbank y VTB, los más grandes del país. Más de mil multinacionales han suprimido o reducido significativamente su relación con Rusia, cuya mayor vulnerabilidad es su nivel de dependencia tecnológica de países europeos —como Alemania o Francia— y particularmente en lo que se refiere a semiconductores. Esta última carencia, ha afectado hasta a las operaciones militares85.
Como consecuencia de las restricciones a la importación de petróleo, Rusia en 2022 llego a perder alrededor de US$175 millones por día, en términos absolutos, esto es, a los precios del mercado. No obstante, ha conseguido redireccionar estas exportaciones hacia nuevos clientes entre los que destacan China, India y Turquía – estos adquirido el 70% de los hidrocarburos transportado por mar - que compran el crudo ruso con grandes descuentos y a un precio significativamente más bajo que el Brent. Para valorar la magnitud de este fenómeno baste referir que, a principios de 2022, Rusia abasteció menos del 2% de las importaciones indias, pero ahora está camino de convertirse en su mayor proveedor individual86. Eso le permite disponer de un balance por cuenta corriente positivo lo cual dota de continuidad económica a la guerra, algo absolutamente fundamental y decisivo.
Así, un año después de que comenzara la guerra, con la subida de precios y, tras el redireccionando su comercio desde los países que implementan las sanciones a aquellos que no lo hacen, Rusia ha logrado mantener el nivel de sus exportaciones de petróleo, aunque el precio máximo que se paga por el Ural se sitúe por debajo del máximo fijado por la Unión Europea. De hecho, el país logró incrementar en 2% su producción de petróleo y sus ganancias por exportaciones en un 20%, hasta los US$218 millones día. En octubre de 2022, las exportaciones totales de petróleo ya fueron de 7.7millones de barriles diarios, solo 400.000 barriles diarios por debajo de los niveles anteriores a la guerra. Las exportaciones rusas de petróleo crudo se mantuvieron así prácticamente sin cambios en comparación con los niveles anteriores a la guerra87.
Un empate infinito en Ucrania como se ha llegado a postular deja el resultado del conflicto entre Europa y Rusia en manos de las capacidades industriales y económicas de ambas partes.
En base a lo expuesto, la economía rusa parece mostrarse sólida, con un crecimiento para el año 2023 que JP Morgan estima superior al 3·% en 2023 y un 1,8% en 2024, frente al 0,6% y el 1,3% previsto respectivamente para las economías de la Unión Europea. Y es que, como sucede en todas las guerras, el nivel de gasto del gobierno que requiere el mantenimiento de las operaciones militares ha ayudado a mantener la actividad económica de Rusia en medio de la turbulencia, asegurando el pleno empleo (el paro está en un 3%) y hasta una subida de salarios del 5,2% de promedio.
El problema vendrá después, cuando la guerra se detenga y se genere una nueva dinámica de reajuste en los mercados, sea preciso afrontar todos los compromisos postergados, particularmente los financieros y la falta acumulada de inversión social y en infraestructuras. A esta circunstancia se sumará tanto la desconfianza por lo sucedido como la dependencia de los bienes de capital occidentales, con lo que es de esperar que los daños a largo plazo sean muy considerables88. Pero, siempre que se supere la línea de quiebra, después es después; y en una guerra la predicción es muy difícil y osada.
CONCLUSIONES
Occidente deriva del latín occidere, caer. Es así el lugar donde cae el sol, no tanto un espacio geográfico como una dirección. Una realidad imprecisa que, en cualquier caso, está perdiendo poder relativo. Y es que, como consecuencia de la globalización, el mundo se encamina hacia una forma cada vez más multipolar de equilibrio. Eso sí, una multipolaridad que, por su carácter inestable, parece de nuevo en tránsito hacia una nueva bipolaridad.
Su definición conceptual puede hacerse como una suma de términos físicos e intelectuales. El software de Occidente sería una civilización construida sobre una idealización de culturas diversas y relativamente próximas, esto es, sobre un núcleo de códigos axiológicos compartidos y que es fruto de una Historia común. Y el hardware, su dimensión física, tendría su plasmación en una red de alianzas militares que asegurarían la convergencia y congruencia de intereses, pero sobre todo de valores. El vínculo transatlántico se muestra capital.
España ocupa, no por casualidad, un espacio central según se manifiesta en los mapas en los que, a su vez, se representa a Occidente en su centro. La razón se encuentra en la geografía, en una distancia similar a puntos geográficos notables (Cabo de Hornos, Estrecho de Bering, Cabo de Buena Esperanza…) Pero esta centralidad, de tierra corazón, que tan históricas ventajas ha concedido a nuestro país hace que sea difícil que pueda sustraerse a las dinámicas geopolíticas de un mundo globalizado e interconectado.
No pocas de las guerras son un fracaso de la diplomacia. Y, particularmente, la guerra Ucrania lo es. Liddell Hart, de su experiencia en la Primera Guerra Mundial, ejemplo preclaro de tal tipo de fracasos, concluyó que la terminación de un conflicto debe asegurar la paz futura, lo que convierte en los mejores acuerdos a los negociados. Mientras Kissinger, en igual sentido, señalaba que “al tratar al enemigo derrotado, los vencedores diseñando un acuerdo de paz deben lograr la transición de la intransigencia indispensable para asentar la victoria a la conciliación necesaria para lograr una paz duradera”.89
En esta línea, también a juicio de Liddell Hart, el fin de la Segunda Guerra Mundial, se dilató por la exigencia aliada de una rendición incondicional. Este era un enfoque demasiado directo y motivo una tenaz resistencia alemana. Algo a considerar ya que ninguna solución del conflicto que nos ocupa es necesariamente buena por sí misma, ni la derrota de Ucrania, ni la debilidad y hasta la fragmentación de Rusia, ni el recambio del marco de relaciones globales. Todas incorporan, como poco, un punto de extremo peligro.
Además, y sin entrar en otros considerandos y variables, el balance por cuenta corriente positivo de Rusia le otorga margen para la prolongación de sus operaciones militares. Y las posiciones y objetivos de los aliados europeos tampoco son unánimes, algo importante para una paz negociada. En cualquier caso, una reedición para el siglo XXI del Tratado de Brest-Litovsk dista de ser, en clave de futuro, una buena idea.
Resulta llamativo, y puede ser de nuevo el caso de Ucrania, que el final negociado de muchas guerras lleve a las partes a aceptar posiciones intermedias que estas habían rechazado antes por considerarlas contrarias a su dignidad e intereses. Los combatientes vuelven así a sus posiciones psicológicas de partida una vez agotada la agresividad.90
En esta lógica, la cronificación de la guerra tiene como elemento positivo, en opinión de Luttwak, que los conflictos deben arder hasta que se extingan para estar en condiciones de lograr entonces una paz duradera. Y, al punto al que se ha llegado, no puede permitirse que la paz alcanzada sea un estadio previo para ulteriores negociaciones, esto es, para una reedición de lo que se conoce como estrategia del salami.
Dicho lo cual, y como apunta Brodie, “las guerras han tendido, desde la antigüedad, a tener un inicio claro y súbito, y un final igualmente claro y súbito… en los períodos siguientes a las guerras la reconciliación ha sido muy rápida y notablemente generalizada. En las épocas dinásticas, no era difícil…, pero hemos visto algo muy similar en tiempos modernos cuando han participado pueblos enteros.”91
El tibio sol de York engaña mucho. Napoleón habló del sol de Austerlitz en su arenga de Waterloo. Y aunque la Historia no se repite – por más que rime o lo haga como farsa - no debe olvidarse que los modelos multipolares de la Europa del siglo XIX acabaron por desembocar en la Primera Guerra Mundial y en la bipolaridad.
Así, de consolidarse, la intentona rusa supondría un relevante cambio estructural en el marco de las relaciones internacionales del cual, a su vez, se derivaría no sólo el estancamiento sino la inversión del proceso de globalización. Ello, a su vez, provocaría cambios estructurales en la economía mundial - especialmente del lado de la oferta – además de la ruptura del marco de relaciones económicas internacionales que ha configurado el mundo desde la Segunda Guerra Mundial.
A la contra. un eventual acuerdo ruso norteamericano sobre Ucrania que retrotrajera el mundo al tiempo de la Guerra Fría, tendría similares dificultades para su implementación que las que en su momento tuvo el acuerdo luso hispano de Tordesillas (1494); y eso que este se encontraba legitimado por la sanción papal y la globalización no estaba tan avanzada.
Ya en el capítulo de lecciones aprendidas, resaltar la importancia de la tecnología y de dominios como el cognitivo cuya entrada en liza somete a estrés a la población no menos que al marco normativo de los Estados. La actuación de la UE ha evitado el tensionamiento y la deslegitimación de estos individualmente, al adoptar esta unión - como conjunto de democracias avanzadas y con la legitimidad que ello comporta- decisiones restrictivas de derechos y someterlas, además, al imperio de la ley.
Y en cuestiones tecnológicas, referir la contribución de las grandes plataformas al éxito de la guerra. Pero también poner en valor el recurso a tecnologías civiles para fines militares de un modo que, por sistemático y de envergadura, trasciende el concepto de COTS – tecnologías duales - ya que alcanza a aspectos tales como la inteligencia de satélites, la integración de información, las comunicaciones y hasta las armas (robótica, drones...). Podríamos decir que la Guerra de Ucrania ha hecho que los gobiernos se replanteen más sus bases industriales para un conflicto de alta intensidad (como las necesidades sobrevenidas de municionamiento...), y lo hagan junto a la agilidad y la resistencia de las cadenas de suministro.
Dado el carácter económico de la guerra que Rusia ha planteado a Occidente, tampoco es mala praxis, para valorar su estadio y evolución, atender a indicadores económicos como los índices bursátiles, el Euribor o la inflación.
Y es que la guerra provocó una escalada en los precios de las materias primas al acentuar un alza que ya se venía produciendo desde 2021 y que no había sido corregidas por considerarse transitoria. Todo ello trajo consigo unos niveles de inflación como no se habían conocido en la región en varias décadas. Esta, a su vez, se trasladó a la renta disponible y, con ello, se desplazó al crecimiento y al empleo, acrecentando con su carácter súbito e imprevisto sus efectos cuando los mercados y el tejido social habían sido puestos al límite durante las crisis previas92 La guerra contra Europa se planteó como un shock de oferta y energía.
En fin, es común referirse al término geopolítica en singular queriendo subrayar la naturaleza científica y determinista de los resultados obtenidos, pero tal cosa encarna una falacia. La geopolítica varía según la referencia escogida, las concepciones y lógica de quien la formula y los tiempos y secuenciación de su proyección. Hay así muchas geopolíticas, estas van desde el Ártico hasta Asia Central, desde Europa hasta Asia Pacífico, desde la geopolítica india hasta la china, o la del Sur global. Y todas varían, además, según el plazo o la referencia ideológica o intelectual que escojamos.
Un mundo multipolar incorpora necesariamente múltiples geopolíticas. La conmoción de la guerra de Ucrania ha desencajado no pocas de ellas. Y una guerra no deja de ser un realineamiento sangriento de las relaciones geopolíticas, cualesquiera que sean sus circunstancias de construcción. Esto hace pensar en un incremento de la conflictividad global, en un mundo que, desde 2015, está incrementando sus niveles de gasto militar.
Estamos en un escenario de alta complejidad. Así, la lógica paradójica propia no ya de la guerra sino de la pura acción política, ha hecho que la invasión de Ucrania, lejos de contar con las simpatías de la población, haya servido a su consolidación como Estado-nación. Y nos ha retrotraído a momentos y estrategias propias de la Primera Guerra Mundial, conflicto que hasta ha sido evocado por quienes dirigen políticamente la guerra.
Pero hay cosas que no son iguales, aunque se parezcan. Las contradicciones del ascenso chino – por el japonés de entonces - y su condición de rival sistémico son, desde luego, una de las grandes variables que determinarán el futuro. El binomio económico formado por China y Estados Unidos genera beneficios mutuos, por más que fuera China la parte más perjudicada de romperse este. Por eso su enfrentamiento no es sólo económico. Estados Unidos supera a China en términos de PIB nominal, pero ya no sí se consideran las cifras en términos de paridad económica - sino fundamentalmente tecnológico, ya que la tecnología y la innovación determinan el futuro y permiten el cambio de paradigma. Ello, a su vez, sirve para preservar el presente. Y así seguiremos, mientras se pueda.
Y si la coevolución chino-norteamericana tenía unos límites que probablemente se superaron hacia 2013, la ruso-china también, y es probable que estos se encuentren en Asia Central y el Ártico. Más en Asia Central que en el Ártico, aunque este haya escapado definitivamente de la marginalidad y se haya incorporado a la globalización. Y con ello a los conflictos.
Y es que Asia Central es capaz de quebrar el eje de conveniencia ruso-chino en el sentido de que el retraimiento de Rusia como consecuencia de la guerra de Ucrania junto con la salida de Estados Unidos de la región puede haber generado un vacío aditivo que es probable que pueda ser ocupado por China. Primero en términos económicos, al sustituir a Rusia como primer socio de los países de la región, la cual forma parte de lo que es «el extranjero próximo»; y después en términos políticos y simbólicos, como consecuencia de una reedición del «ascenso pacífico» a nivel local.
El acceso chino a los recursos energéticos afecta al interés ruso por el control de dicho sector en la zona. Y, por si fuera poco, el éxito de su ambicioso programa de la Franja y Ruta de la Seda puede tener como consecuencia el envolvimiento estratégico de Rusia por lo que es hasta su hinterland - y que se haría hasta dependiente de China.
China y la India son los protagonistas siglo asiático, pero tienen poco o nada en común; y, en términos históricos, no se han percibido mutuamente como vecinos hasta hace poco. India quiere ser un actor clave y protagonista del siglo XXI y no ser un mero poder equilibrador. Por ello considera que el ascenso de China – y su apoyo a Pakistán - representa un desafío estratégico profundo. Pero no sabe cómo conseguir lo primero, ni cómo abordar lo segundo. En este contexto, ha apostado por el Indo pacífico, pero manteniendo la ambigüedad con respecto a la contención explícita de China y sin cerrar las puertas a la relación con países como Rusia o Irán, enfrentados a su vez con Washington. Un país alineado, eso sí, en función de los temas y que busca su propia autonomía estratégica93.
La guerra de Ucrania se suma a la tensión que la bipolaridad chino-norteamericana somete a Europa. Esto hace que Europa como conjunto, y después cada país – en aquellas competencias no cedidas –tenga que tomar sus propias decisiones. Tal cosa estresa al conjunto de la Unión y provoca falta de coherencia.
La invasión rusa puede haber ocasionado daños superiores a dos veces el PIB de Ucrania en 2021 y la cuestión de las reparaciones de guerra y la reconstrucción del país vienen a ser problemáticas que habrán de resurgir nuevamente.
El futuro está relacionado con la estrategia a seguir con Rusia, toda vez el fracaso de las políticas de conllevanza y aproximación a las que ha puesto fin la guerra. Pero a la contra, expulsar a Rusia de Europa es entregársela a China. Conviene poner luces largas y trascender del momento.
Así, la preservación de Rusia como Estado es una necesidad geopolítica de Europa a cuya geografía pertenece, aunque solo sea por interés propio, por el potencial, sus recursos y su carácter adyacente. Y eso por no hablar de su Historia. Está fuera de toda duda la contribución de la cultura rusa a la civilización occidental.
Solo cabe perseverar en la estrategia de aproximación anterior, eso sí, siendo más demandante en los plazos, en la intensidad de las relaciones y en la contundencia de las reformas democráticas. La conllevanza no es una opción válida por el permanente resurgir de los peligros que, se ha visto, incorpora.
Y es que, como Kissinger apuntara, “la posición negociadora de los vencedores siempre disminuye con el tiempo…. el bando más débil sólo tiene la opción de ganar tiempo contra un adversario que considera que las negociaciones se van desarrollando según su propia lógica interna.”94
El poder relativo de Estados Unidos ha menguado con el crecimiento de los demás Estados. Precisa de una alianza con Europa y de su concurrencia para desplegar sus políticas. Para ello es preciso reiterar la necesidad de entendimiento y concertación política. El vínculo trasatlántico, y con ello la OTAN, se muestran más necesarias que nunca. Que Rusia se reincorporase definitivamente a Occidente reforzaría sin duda las posiciones de este, además de otras incontables ventajas.
Merece referirse también que la Unión Europea ha respondido satisfactoriamente a tres crisis consecutivas (hipotecas subprime, pandemia y la crisis posterior a esta) lo que sin duda ha contribuido a la consolidación de todas sus políticas. El que haya sido capaz de superar un reto como el planteado por Rusia, supone un hito más en su construcción por desbordamiento. Y su compromiso con Ucrania, a cuyo esfuerzo de guerra ha contribuido eficazmente, puede suponer hasta su nacimiento como potencia geopolítica, así como una expresión de su autonomía estratégica, que ha conseguido europeizar lo que es europeo, aunque también al costo de incrementar el gasto militar y armamentístico de sus miembros; ese eventual resurgir del viejo problema del lugar de Alemania en Europa merece analizarse con calma. Como escribiera Shakespeare: “la fresa crece bajo la ortiga, y los frutos más sabrosos progresan y maduran mejor en la vecindad de las más groseras especies.95”
Podemos concluir, en esta tesitura, y cuando el mundo marcha hacia una nueva bipolaridad, que la guerra en Ucrania, más allá de sus razones y causas, resulta difícilmente comprensible en términos geopolíticos. Esta guerra ni pertenece ni obedece a la lógica geopolítica. Está fuera de lugar y de su tiempo y no hará de Rusia la superpotencia que fue. Un 2% del PIB mundial no da para tanto. Es un conflicto intracivilizatorio del que nada positivo cabe esperar.
La pugna que se dirime en el ámbito internacional se sitúa entre Estados Unidos y China, con Europa como tercero y hasta como terreno de enfrentamiento. Aún es más, la salida natural de Rusia ante el envolvimiento chino es Europa a la que, además, histórica, cultural y geográficamente también pertenece.
Ni una victoria absoluta ucraniana – que sería una suerte de reedición para el siglo XXI del resultado del conflicto ruso japonés - por la desestabilización de Rusia que comportaría y cuya supervivencia como un territorio único podría hasta comprometer; ni tampoco una victoria rusa, que haría del país un paria ante la comunidad internacional alejándolo de Occidente durante mucho tiempo, pueden de facto alterar la dialéctica de confrontación entre China y Estados Unidos en cuyo marco Rusia, desplazada, no encuentra su sitio por más que quiera.
El poder no nace del tubo de un arma, como sostenía Mao, sino de la capacidad de crear. Esto hace de las armas nucleares “tigres de papel”, testigos mudos de un enfrentamiento a cuya lógica y nivel tampoco responden, pues sólo otorgan la victoria a costa de hacerla inútil y hasta de que todos lo pierdan todo.
Hace más de 100 años que concluyó la Primera Guerra Mundial, un conflicto que provocó más de 25 millones de muertos, y sobre el que aún hoy seguimos preguntándonos sus causas. La razón es la falta de un liderazgo político sólido que hizo que se tratara de resolver mediante la guerra una rivalidad comercial e industrial a la que no era la respuesta. Esta se encontraba mejor – que no únicamente - en los mercados internacionales. No se comprendió el problema. Como dijera Joseph Fouché de la ejecución del Duque de Enghien: “fue peor que un crimen, fue un error”.
Federico Aznar Fernández-Montesinos*
Analista del IEEE
Referencias:
1 LUTTWAK, Edward. “El orden global del siglo XXI.” Coloquio entre Francis Fukuyama, Timoty Garton Ash, Eric Hobsbawam, Pierre Hassner y Edward Luttwak para el periódico “La Razón” suplemento “El Cultural”, 20 a 26 febrero de 2000, p. 24.
2 GONZÁLEZ MARTÍN, Andrés. “Conferencia de geopolítica”. Escuela Superior de las Fuerzas Armadas, 2012
3 GONZÁLEZ MARTÍN, Andres. “Conferencia de geopolítica”. Escuela Superior de las Fuerzas Armadas, 2012.
4 WEBER, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, 1904
5 RACIONERO, Luís. “El siglo XXI”. Diario ABC día 16 de noviembre de 1992
6 TOFFLER, Alvin y Heidi. Las guerras del futuro Ediciones Plaza & Janés, Barcelona, 1994, p. 41.
7 HUNTINGTON, Samuel P. ¿Choque de civilizaciones? Editorial TECNOS, Madrid 2002, pp. 13 y 14
8 Ibidem, p. 15 y 16.
9 Ibidem, pp. 24 y 25.
10 Ibidem, p. 57.
11 IGNATIEFF, Michael. El nuevo imperio americano. Editorial Paidos, Barcelona 2003, p.13.
12 ARON, Raymond. Las etapas del pensamiento sociológico. Ediciones siglo XX, Buenos Aires, pp. 54 y ss.
13GONZÁLEZ NORIEGA, Santiago en Introducción a Durkheim, Émile. Las formas elementales de la vida religiosa. Ediciones siglo XX, Buenos Aires, pp., p. 7.
14 JOAS, Hans. Guerra y modernidad. Ediciones Paidos Ibérica S.A., Barcelona 2005, p. 95.
15 TERNON, Yves. El Estado criminal. Editorial Península, Barcelona 1995, p.106.
16 HUNTINGTON, Samuel P. El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial, Paidós, Barcelona, 1997, p. 51.
17 Ibidem, pp. 51-52.
18 HUNTINGTON, Samuel P. ¿Choque de civilizaciones? Editorial TECNOS, Madrid: 2002.
19 Diccionario de la Lengua Española. http://dle.rae.es/?id=9NsGVES
20 BARDUCCI Anna-Mahjar; RIPPA Giuseppe. “Entendiendo la ideología y visión política rusa: Un llamado a Eurasia, de Lisboa a Vladivostok.” Página web del Instituto de investigación de Medios de Medio Oriente. Serie de Análisis e Investigación No. 1239. https://www2.memri.org/espanol/entendiendo-la-ideologia-y-vision-politica-rusa-un-llamado-a- eurasia-de-lisboa-a-vladivostok/18102
21 Ibidem
22 https://www.altair.es/es/libro/cantar-de-las-huestes-de-igor_150974
23 Según señala Ángel Luis ENCINAS MORAL en El Cantar de las Huestes de Igor. Miraguano Ediciones, 2015.
24 ANTELO IGLESIAS; Antonio. “Notas sobre «Moscú, tercera Roma». Génesis y evolución de una teología política.” Espacio, Tiempo y Forma, Serie III, H." Medieval, t. V, 1992, págs. 441- 450
25 H. BILLINGTON, James. El icono y el hacha. Una historia interpretativa de la cultura rusa. Siglo XXI, 2011.
26 MORALES, Javier. “Una Rusia más europea para una Europa más segura.“ Documento de Trabajo de la Fundación Alternativas Nº 78/2015. http://www.fundacionalternativas.org/public/storage/opex_documentos_archivos/a4b29dec0237 c06619c8f50b9ad79621.pdf
27 H. BILLINGTON, James. El icono y el hacha. Una historia interpretativa de la cultura rusa. Siglo XXI, 2011.
28 MILOSEVICH-JUARISTI Mira. “El proceso de “reimperialización” de Rusia, 2000-2016.” Real Instituto Elcano. Documento de trabajo 11/2016.
29 Ibidem.
30 “World Population Review.http://worldpopulationreview.com/
31 Diario Expansión. Datos Macro. Consultado el 03 de febrero de 2018. https://www.datosmacro.com/comercio/balanza/rusia
32 FRÍAS SÁNCHEZ, Carlos Javier. China, ¿un gigante con los pies de barro?, Instituto Español de Estudios Estratégicos, DIEEEA 108/2019
33 En palabras de Deng Xiaoping “Observa con calma, asegura tu posición, afronta los asuntos con calma, esconde tus capacidades y aguarda el momento oportuno, mantén un perfil bajo, y nunca reivindiques el liderazgo”,
34 ZORRILLA, José Antonio. (2006) China la primavera que llega. Editorial Gestión 2000
35 “La modernización naval de China: ¿El dragón se globaliza?” El radar de la georealidad.
10.06.21. https://www.elradar.es/la-modernizacion-naval-de-china-el-dragon-se-globaliza/
36 SIERRA, Ander. «China y Rusia en Asia Central: ¿cooperación sin límites? ».Op. Cit.
37 MARTÍNEZ LAÍNEZ, Fernando. «El corazón de Asia», en Revista Española de Defensa, julio- agosto, 2009, pp. 71- 77.
38 “Informe de Uzbekistán” Compañía Española de Seguros de Crédito (CESCE) .09.10.2018. https://www.cesce.es/documents/20122/352439/INFORME+UZBEKIST%C3%81N+-+
39BUSTOS, Alex. «¿Cómo ven el conflicto Rusia-Ucrania en los países exsoviéticos? » en Diario Público. 23.04.2022. Disponible en: https://www.publico.es/internacional/ven-conflicto- rusia-ucrania-paises-exsovieticos.html
40 AHRARI, M.E.: «New Great Game in Muslim Central Asia» en Institute for National Strategic Studies. National Defense University. McNair Paper 47, enero, 1996
41 SIERRA, Ander. «China y Rusia en Asia Central: ¿cooperación sin límites? » en Descifrando la guerra. 04.04. 2022. Disponible en
https://www.descifrandolaguerra.es/china-y-rusia-en-asia-central-cooperacion-sin-limites/
42https://www.silkroadbriefing.com/news/2021/07/02/uzbekistan-an-economic-role-model-for-
central-asias-belt-road-initiative/
43VV.AA. «Ficha país: Turkmenistán». Oficina de Información Diplomática. Disponible en:http://www.exteriores.gob.es/Documents/FichasPais/TURKMENISTAN_FICHA%20PAIS.pdf 44 «El gas natural de Turkmenistán. La diversificación como obsesión». El siglo de Asia.
Disponible en: https://elsiglodeasia.com/2022/01/12/el-gas-natural-de-turkmenistan-la- diversificacion-como-obsesion/
45 FUSTER LEAL, Rubén. Connivencia ruso-china en el Ártico: explicación de la Ruta de la Seda Polar. Instituto Español de Estudios Estratégicos. 16 de noviembre de 2021. https://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_opinion/2021/DIEEEO128_2021_RUBFUS_Artico.pd f
46 GREENWOOD, Jeremy y SHUXIAN, Luo. «¿Podría el Ártico ser una cuña entre Rusia y China?», War on the rocks. 4/4/2022. https://warontherocks.com/2022/04/could-the-arctic-be-a- wedge-between-russia-and-china/
47 ALAEZ FEAL, Octavio. «China en el Ártico», Global strategy, n.º 27/2022. https://global- strategy.org/china-en-el-artico/
48 WEISBRODE, Kenneth. «Central Eurasia: Prize or Quicksand» en The International Institute for Strategic Studies, 2001. Adelphi Paper, 338. 11. 12 Ibídem. 215
49 VANAIK, Achin. “La Estrategia después de Bush.” New Left Review. https://newleftreview.es/issues/42/articles/achin-vanaik-la-estrategia-despues-de-bush.pdf
50 SANAHUJA PERALES, José Antonio. “La Unión Europea y la guerra de Ucrania. Dilemas de la autonomía estratégica y la transición verde en un orden mundial en cambio” en Policrisis y rupturas del orden global. Anuario CEIPAZ 2022-2023 (pp.23-58)
51 Ibidem.
52 VANAIK, Achin. Op. Cit.
53 Ibidem.
54BATTALEME, Juan. “El IBSA (India, Brasil y Sudáfrica) como estrategia de inserción global.” Diario Clarin 03.08.2023 https://www.clarin.com/opinion/ibsa-india-brasil-sudafrica-estrategia- insercion-global_0_YdfJHUpcPD.html
55Ibidem
56 DIRECCIÓN DE SEGURIDAD NACIONAL. https://www.dsn.gob.es/es/actualidad/sala- prensa/cumbre- brics#:~:text=El%20acrónimo%20BRIC%20fue%20utilizado,y%20las%20economías%20en%2 0desarrollo.
57BATTALEME, Juan. Op. Cit.
58 ROMERO PEDRAZ, Belinda. “Guerra económica contra Rusia”. Documento de Análisis del Instituto Español de Estudios Estratégicos, número 58/2022 https://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_opinion/2022/DIEEEO58_2022_BELROM_Rusia.pdf 59 PARDO DE SANTAYANA Y GOMEZ DE OLEA, José Maria. “La guerra de Ucrania y la rebelión del Sur global” Documento de Análisis del Instituto Español de estudios Estratégicos número 63/2022.
60 Ibidem.
61 PARDO DE SANTAYANA, José. “La guerra de Ucrania y la rebelión del Sur global” Documento de Análisis del Instituto Español de Estudios Estratégicos número 63/2022 de 13 octubre 2022.
62 ESTEBAN G. MANRIQUE, Luis. “India, China y EEUU y el gran juego del Índico”. Revista Política Exterior. 07.12.2020XPeriodista. Analista internacional. https://www.politicaexterior.com/india-china-y-eeuu-y-el-gran-juego-del-indico/
63 ESTEBAN G. MANRIQUE, Luis. “India, China y EEUU y el gran juego del Índico”. Revista Política Exterior. 07.12.2020XPeriodista. Analista internacional. https://www.politicaexterior.com/india-china-y-eeuu-y-el-gran-juego-del-indico/
64 VILCHES ALARCÓN, Alejandro A. “Armada India. La potente desconocida”. Revista Ejércitos, 28.09.2012 https://www.revistaejercitos.com/2018/09/28/armada-india/
65 Para Nehru, sin la presencia de grandes potencias extrarregionales, la India era el actor dominante en Asia del Sur y su no alineamiento le permitía obtener asistencia económica y tecnológica de ambos bloques. (DE PEDRO Nicolás. “La India, potencia global en ciernes y clave del Indo pacífico” Análisis del Instituto Español de Estudios Estratégicos núm. 17/2023 3 de marzo de 2023. https://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_analisis/2023/DIEEEA17_2023_NICPED_India.pdf) 66 Oficina Económica y Comercial de la Embajada de España en Mumbai. “El mercado de la construcción naval en India.” ICEX, 2011.
67 DAVID, Charles-Philippe. (2008) La guerra y la paz. Icaria, Barcelona 2008, p. 277.
68 ESCRIGAS FERNÁNDEZ, Juan. “Disuasión y Estrategia nuclear”. Documento de trabajo del Departamento de Estrategia X Curso de Estado Mayor de las FAS, septiembre 2008.
69 ARON Raymond. Guerra y paz entre las naciones. Alianza editorial, Madrid, 1985, p. 487.
70 VIÑAS, Ángel. “La negociación y renegociación de los acuerdos hispano-norteamericanos, 1953-1988: Una visión estructural” Cuadernos de Historia Contemporánea 83 2003, 25 83-108. ISSN: 0214-400X, p. 85
https://revistas.ucm.es/index.php/CHCO/article/viewFile/CHCO0303120083A/6902
71 MAEChttp://www.exteriores.gob.es/documents/fichaspais/portugal_ficha%20pais.pdf
72 Ibidem.
73 En el año 1979 el Congreso norteamericano aprobó la Taiwan Relations Act que supone un compromiso tácito de intervención ante un intento de modificar su estatus del país unilateralmente
74 ZAKARIA, Fareed. El mundo después de USA. Editorial Espasa, 2009.
75 SANAHUJA PERALES, José Antonio. Op. Cit.
76 MCGEE-ABE, Jason. “Un año después. 10 tecnologías utilizadas en la guerra de Ucrania”. Techinformed. https://techinformed.com/one-year-on-10-technologies-used-in-the-war-in- ukraine/
77 Ibidem.
78 DIEZ GUIJARRO, José Ramón. “El retorno del riesgo geopolítico: efectos económicos de la guerra de Ucrania”. Informe FUNCAS. Cuadernos de información económica Nº 288 (mayo- junio 2022). https://www.funcas.es/articulos/el-retorno-del-riesgo-geopolitico-efectos- economicos-de-la-guerra-de-ucrania//comercio/balanza/rusia
79 SANAHUJA PERALES, José Antonio. Op. Cit.
80 DIEZ GUIJARRO, José Ramón. OpCit.
81 SANAHUJA PERALES, José Antonio. Op. Cit.
82 PARDO DE SANTAYANA, José. Op. Cit.
83 DIEZ GUIJARRO, José Ramón. “El retorno del riesgo geopolítico: efectos económicos de la guerra de Ucrania”. Informe FUNCAS. Cuadernos de información económica Nº 288 (mayo- junio 2022). https://www.funcas.es/articulos/el-retorno-del-riesgo-geopolitico-efectos- economicos-de-la-guerra-de-ucrania/
84 Europa.eu https://www.consilium.europa.eu/es/policies/eu-response-ukraine-invasion/ Respuesta de la UE ante la invasión rusa de Ucrania - Consilium (europa.eu)
85 PARDO DE SANTAYANA, José. Op. Cit.
86 BBC. “Guerra en Ucrania: ¿qué impacto han tenido realmente las sanciones de Occidente en la economía rusa a un año del inicio de la invasión?” BBC News. https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-64556563
87 Ibidem.
88 Ibidem.
89 KISSINGER, Henry. Diplomacy. Simon & Schuster Paperbacks, Nueva York, 1994 , p 80.
90 ALONSO BAQUER, Miguel en Lecturas de Sociología Militar. Documento de Trabajo Escuela de Guerra Naval. Biblioteca del CESEDEN B22C1.
91 BRODIE, Bernard. Guerra y política. Fondo de Cultura Económica, México 1978, p. 223.
92 DIEZ GUIJARRO, José Ramón. “El retorno del riesgo geopolítico: efectos económicos de la guerra de Ucrania”. Informe FUNCAS. Cuadernos de información económica Nº 288 (mayo- junio 2022). https://www.funcas.es/articulos/el-retorno-del-riesgo-geopolitico-efectos- economicos-de-la-guerra-de-ucrania/
93 DE PEDRO Nicolás. “La India, potencia global en ciernes y clave del Indopacífico” Análisis del Instituto Español de Estudios Estratégicos num. 17/2023 3 de marzo de 2023. https://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_analisis/2023/DIEEEA17_2023_NICPED_India.pdf
94 KISSINGER, Henry. Diplomacy. Op. Cit., pp. 269-272.
95 Enrique V, Acto I.