Opinión

Sáhara y Canarias: debate en las dos orillas

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Hace unos días se celebró en la sede de la UNED de Las Palmas un debate titulado ‘Los acuerdos sobre la situación del Sáhara y sus consecuencias para el Archipiélago’, organizado en colaboración con el Colegio Oficial de Ciencias Políticas y Sociología de Canarias

Entre los invitados principales destacaba la figura de Hach Ahmed, secretario general del principal grupo opositor al Polisario (Saharauis por la Paz), así como de Rafael Esparza, profesor de la ULPGC. Y como no podía ser de otra manera, defendiendo la postura del Polisario, destacaba entre otros la omnipresente y reiterativa presencia del veterano Carmelo Ramírez, consejero de Solidaridad del Cabildo de Gran Canaria y delegado oficioso del Polisario en las Islas, encubierto bajo las siglas de un partido político autonómico.

El papel de Hach y Esparza no pudo ser más acertado a la par que estoico, teniendo en cuenta que resulta soporífero y desesperante chocar con ese muro invisible que supone escuchar y rebatir, una y otra vez, toda la retahíla y amalgama de resoluciones y dictámenes ya trasnochados, procedentes de las profundidades del siglo XX, y de difícil encaje y ejecución en el mundo de hoy. Como si solo que importase el ‘de iure’ y el ‘de facto’ fuese cosa menor, tanto como para omitirlo con una fascinante indolencia después de casi medio siglo de diferendo.

Otra perorata habitual, que no faltó en dicho debate, suele ser las alusiones del señor Ramírez a los contubernios, con afirmaciones del tipo "Marruecos potencia lobbies y usa el chantaje o la compra de voluntades para hacer campaña por las tesis marroquíes". Conviene recordar en este punto, las declaraciones hace unas semanas (con relación a la declaración del Gobierno de España apoyando el Plan de Autonomía para el Sáhara) de Luis Campos, portavoz de Nueva Canarias, sobre su compañero de partido Carmelo Ramírez, durante su intervención en el Debate sobre el Estado de la Nacionalidad Canaria, donde decía que “Ramírez está en política por defender los derechos del pueblo saharaui”.

A ver si al final resulta que nos están tomando el pelo y lo que hay es un ‘lobbie’, pero uno pro-Polisario que elegimos en las urnas sin saberlo y pagamos todos nosotros a cuenta del erario público. Tendría bemoles el asunto. Que ya de paso, digo yo que después de tantas décadas dedicados a ello ¿entienden estos supuestos servidores públicos otra forma de ganarse la vida que no sea de la profesionalización de la política, y de ir enlazando lista tras lista cada cuatro años hasta la jubilación? ¿Estarán al tanto de que hay todo un mundo laboral ahí fuera? Para que le vengan a uno con monsergas de lobbies después de todo esto.

En respuesta a las convenientes apreciaciones de Esparza durante el acto, relativas a la más que notable participación política de la población en el Sáhara, en contraposición a la nula en los campamentos de Tinduf, el señor Ramírez planteó durante el evento el “por qué los defensores de la autonomía para el Sáhara Occidental bajo soberanía marroquí no permiten el referéndum, si están tan seguros de que los saharauis lo aceptarían”.

Aquí caben resaltar un par de cuestiones. La primera, recordando los requisitos para que un Estado democrático se pueda dar, formulados por el eminente politólogo Robert Dahl: libertad de asociación y organización, libertad de pensamiento y expresión, derecho de sufragio activo y pasivo, derecho a competir por el apoyo electoral, fuentes alternativas de información accesibles, elecciones libres, periódicas y justas, que produzcan mandatos limitados y existencia de instituciones que controlen. ¿Aceptaría entonces el Polisario ese hipotético escenario en caso de consumarse una independencia, después de décadas gobernando con mano de hierro sobre su población sin ningún tipo de control y rendición de cuentas? Juzguen ustedes mismos, pero creo no creo que haga falta ser Einstein para darse cuenta de que la respuesta sería negativa. Y en este ejercicio de ‘política ficción’, sería interesante trasladar este detalle a la población antes de un voto en un hipotético referéndum, porque si estuviesen informados de que esa iba a ser la organización política del estado una vez independizado, no me cabe duda de que la opción de autonomía ganaría por aplastamiento.

La otra pata de este banco es si, en el caso de que el Polisario aceptase la propuesta de autonomía bajo soberanía marroquí, tendría alguna posibilidad de ganar en el marco de un proceso electoral autonómico, uno como jamás han conocido a lo largo de su historia de partido único. A través de unas elecciones democráticas limpias, y bajo el amparo de observadores internacionales. Si tenemos en cuenta que además de los partidos nacionales o locales con representación ya existentes, podrían concurrir otras vías opositoras como el Movimiento Saharauis por la Paz, Jat Achahid, etc., se vislumbra de lejos una derrota sin paliativos en esta hipótesis electoral a futuro, donde con todo el grueso de la población saharaui en competición, incluida la retornada de Tinduf, el Polisario probablemente solo obtendrían una pequeña representación y el riesgo de quedar relegado. Desde luego, los años de represión interna a la disidencia en los campamentos no ayudarían en ese sentido.

Esta no es una cuestión baladí, ya que pasar a ser actor secundario, o un mero extra, cuando actualmente controlas todo en tu zona de influencia, no es aceptable para la cúpula de un movimiento acomodado y ‘bunkerizado’ en puestos de privilegio, con los beneficios pecuniarios derivados del control y administración de su único sustento, la ayuda internacional. Y todo ello nos lleva a concluir que la negativa del Polisario a aceptar la propuesta de autonomía, a tenor de lo anteriormente expuesto, viene dada por este motivo. Su cúpula jamás renunciará al estatus social y prebendas alcanzadas, al menos no a corto plazo.

Pero esa es la única solución, la autonomía es el punto de partida para una solución definitiva y realista a casi medio siglo de conflicto, por encima de dogmatismos, militancias o romanticismos cómodamente ejercidos desde el salón de su casa por parte de aquellos que apoyan al Polisario en debates como este de la UNED en Las Palmas, mientras una parte del pueblo saharaui (repito, solo una parte) sufre y se muere en vida en el desierto rehenes del eterno viaje a ninguna parte en el que unos pocos, privilegiados dirigentes, les han embarcado. Y todo esto se apoya en la orilla de enfrente, la canaria. Solo tienen ojos y oídos para denunciar a una parte mientras hacen la vista gorda sobre la otra. Esa doble moral.