Opinión

Alemania desde Izmir

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Hay 2.957 kilómetros de distancia entre Hamburgo e Izmir. Entre la ciudad alemana en la costa del mar del Norte y la ciudad turca en la costa del mar Egeo. La diferencia entre las personas que caminan por el paseo marítimo de ambas ciudades es más de altura y pelo rubio en los hombres que de vestimenta de las mujeres. En Izmir, ciudad rodeada por maravillas arqueológicas como Éfeso o Pérgamo, se siguen los resultados electorales en Alemania con doble interés: por lo que pueda pasar con sus familiares asentados en cualquier de los Lander germanos (hay quien dice que los turcos son un Lander más) y que envían sus remesas todos los meses y por lo que pueda cambiar la política de Alemania y por consiguiente la política de la Unión Europea hacia Turquía. 

Cuando hablas con el alcalde de la ciudad, Mustafa Tunç Soyer, del principal partido opositor al presidente Erdogan, sus preocupaciones hilvanan perfectamente con los principales argumentos de la campaña electoral alemana donde el cambio climático, la sostenibilidad de la recuperación económica tras la pandemia y el mantenimiento de los principios y valores de la democracia frente a populismos, nacionalismos y totalitarismo han sido puntos fuertes de interés para los votantes alemanes.

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El azote de la pandemia ha causado numerosos estragos en todos los países. Unos han tenido más medios, recursos, vacunas y organización que otros, pero en todos, como Alemania o Turquía, el elemento turístico sigue constituyendo una pieza clave en su modo de vida. 

Los alemanes y los europeos nos enfrentamos a una nueva etapa sin Angela Merkel. Quién lo iba a decir, el primer año de la canciller, hace casi dos décadas, que ha ido escalando categoría política a lo largo de los años. El mundo está mucho más revuelto que entonces y la necesidad de líderes con las ideas claras es más acuciante en estos momentos donde todos afirman, Washington, Pekín y Moscú, que no quieren una Guerra Fría, pero todas las evidencias indican que llevan varios años empeñados en la lucha por la hegemonía mundial donde el ciberespacio es el nuevo campo de batalla.  En este escenario, Europa, con la locomotora alemana delante o con la ambigüedad francesa, tiene que escoger ya. Biden no admite medias tintas y lo ha demostrado con el acuerdo de defensa para el Indo-Pacífico. 

Desde Izmir, la problemática internacional la sufren por la deriva del presidente turco Recep Tayyip Erdogan hacia una política exterior agresiva, queriendo jugar un papel de potencia media en Oriente Próximo como recurso habitual de los regímenes totalitarios para distraer los graves problemas internos a nivel económico, social y político, con una dura represión de la libertad de expresión. En Turquía se espera con ansiedad las próximas elecciones generales para terminar con la pesadilla del islamista Erdogan.