
La invasión rusa de Ucrania ha provocado una conmoción geopolítica en toda Asia Central y ha alterado los equilibrios geopolíticos de la región. No todo lo ocurrido allí desde entonces está ligado a la guerra, pero debe interpretarse en todo caso teniéndola en cuenta. En muchos casos, la guerra no ha hecho sino acelerar procesos que ya estaban en marcha, como el distanciamiento de las repúblicas centroasiáticas respecto a Moscú, la presencia cada vez mayor de China o el creciente interés de la UE por esta región. En general, puede decirse que las repúblicas centroasiáticas, hoy en día, desconfían más de las presuntas ambiciones expansionista de Rusia y de su capacidad como garante de su seguridad. Además, las sanciones económicas impuestas a Rusia les han obligado a buscar vías alternativas para sus exportaciones, que tradicionalmente transitaban a través de Rusia. Todo ello producirá efectos perdurables a largo plazo que solo en parte pueden anticiparse.
Desde mediados del siglo XIX, Asia Central formó parte, primero del Imperio ruso y después de la Unión Soviética1. Incluso tras la desintegración de la URSS, Rusia siguió ejerciendo una gran influencia sobre la región. Cuando Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán se independizaron, trataron de convertirse en una zona de tránsito norte-sur y este-oeste, revitalizando así unas rutas comerciales que, en el pasado, habían propiciado un importante desarrollo de la región. Pero, desde entonces, se ha avanzado poco en esta dirección, fundamentalmente porque ha faltado un impulso político concertado. Como consecuencia, las repúblicas centroasiáticas han quedado ligadas a Moscú por unas infraestructuras que les obligan a depender para su comercio exterior de rutas que transitan por territorio ruso, lo que les convierte en satélites de su vecino del norte.
Por este y por otros motivos, como los lazos culturales y políticos o la dependencia en el campo de la seguridad, hasta hace no mucho tiempo Moscú gozaba de todas las facilidades para mantener a las repúblicas centroasiáticas dentro de su esfera de influencia. Ni siquiera la creciente presencia china suponía una amenaza, dada la fortaleza de la posición rusa. Sin embargo, ese poder blando ruso se está disipando de manera evidente, en gran medida por los efectos derivados de la guerra de Ucrania, amenazando seriamente la influencia rusa en la región. Algo que también puede decirse del poder duro ruso, seriamente afectado por la guerra de Ucrania.
En 2021, Rusia era el principal socio comercial de la región y la mayor parte de sus mercancías exportadas hacia Europa transitaban por territorio ruso. Sin embargo, esta situación cambió drásticamente cuando las sanciones impuestas a Moscú por los países europeos cortaron las rutas comerciales que conectaban Asia Central con el oeste, impidiendo el comercio entre Europa y las repúblicas centroasiáticas y obligándolas a buscar otras opciones. Algunas de las infraestructuras que permitían eludir el territorio ruso ya existían con anterioridad, pero, ante la facilidad que suponía el tránsito a través de Rusia, los Estados centroasiáticos no habían tenido motivos para priorizar su desarrollo. Ahora, esta conectividad ha ganado una relevancia impensada y está experimentando una rápida expansión.
Las consecuencias del conflicto ucraniano en la región no se limitan al ámbito económico, alcanzan también al político. De entrada, en la región generan temor las declaraciones de líderes rusos, incluido Putin, que ponen en duda su identidad nacional, aludiendo a las «tierras históricas rusas», a la artificialidad de las repúblicas centroasiáticas o a la necesidad de proteger a las minorías rusas presentes en su territorio. Este tipo de declaraciones no hace sino acrecentar los temores al expansionismo ruso siempre latente en la región. Lo ocurrido en Ucrania no hace sino incrementar esos temores.
También los proyectos rusos de integración económica y militar regional se están viendo afectados negativamente, mientras cobran cada vez más protagonismo organismos como la Organización de Estados Túrquicos o la propia Unión Europea. Desde el inicio de la guerra, la Unión Europea ha multiplicado sus contactos con las repúblicas centroasiáticas y ha incrementado exponencialmente su ayuda económica2. En este caso, la guerra de Ucrania no ha hecho sino reavivar el interés de Europa por una región no demasiado presente en su política exterior y a la que querría apoyar en sus intentos por desvincularse de la economía rusa.
En general, tiende a considerarse la más leve discrepancia de los países centroasiáticos respecto al relato de Moscú respecto a la guerra de Ucrania como un intento de romper sus lazos con Rusia, lo que hace que, cada vez más, se hable del inminente fin de su influencia en la región. En realidad, los datos oficiales muestran más bien un florecimiento de las relaciones bilaterales: los intercambios comerciales de Rusia con la región han crecido en los últimos meses; el flujo migratorio en ambas direcciones se mantiene en niveles muy elevados, y los encuentros diplomáticos de alto nivel se han multiplicado, lo que hace dudar de lo que está ocurriendo realmente, es decir si Asia Central se está alejando de Rusia o se acerca cada vez más a su vecino del norte.
En general, la actitud de la población de Asia Central hacia la guerra de Ucrania es negativa. Según el barómetro de Asia Central (CAB), realizado en mayo-junio de 2022, entre los encuestados predomina la idea de que la guerra tendrá un impacto negativo en su país y en su vida diaria3. Es interesante recordar que ninguna de las repúblicas centroasiáticas ha apoyado la invasión rusa de Ucrania o la anexión de los territorios ucranianos que Moscú afirma haber incorporado a Rusia, de la misma forma que no reconocieron, en su momento, la anexión rusa de Crimea4. Sin embargo, a pesar de lo significativa que pueda resultar esta postura, lo que quizá resulte más preocupante para Moscú es que todas se hayan adherido a las sanciones contra Rusia5. Aunque resulta necesario entender que adherirse a las sanciones no significa apoyar a Occidente o ir contra Rusia, se trata simplemente de intentar salvar sus economías del colapso y el aislamiento. Una política exterior multivectorial es una condición esencial para la prosperidad económica, sobre todo porque Rusia no ha dado muestras de estar dispuesta a, o ser capaz de, compensar a la región por las pérdidas que le ocasionaría la ruptura de relaciones con Occidente. De hecho, esta es en gran medida la razón por la que el propio Kremlin no exige a los líderes centroasiáticos que se muestren solidarios con él.
Lo cierto es que las repúblicas centroasiáticas tienen todavía una gran dependencia de Moscú, que de vez en cuando se lo recuerda. Por ejemplo, interrumpiendo las operaciones del oleoducto del Caspio que atraviesa territorio ruso y que Kazajistán utiliza para exportar el 80 % de su petróleo. Si Moscú pretendiera lograr una lealtad inquebrantable, podría aplicar un grado de presión que se está absteniendo de desplegar, lo cual vendría a demostrar que es consciente de que no puede permitirse perder a los pocos aliados que le quedan. La guerra de Ucrania ha reducido drásticamente los potenciales socios extranjeros, lo que obliga a dar más valor a los disponibles, entre ellos, los países de Asia Central. Esta política está llevando a un notable incremento de las relaciones comerciales entre Rusia y la región6, sin olvidar que, en el segundo trimestre de 2022, el número de centroasiáticos que emigraron a Rusia a trabajar fue mayor que en cualquier otro momento de los últimos seis años, lo que ha supuesto un muy valioso incremento en las remesas recibidas en sus países de origen7.
Estos cambios están ligados, evidentemente, al nuevo escenario derivado de las sanciones, así como al éxodo masivo de rusos que huyeron a Asia Central para evitar su movilización. Pero están también relacionados con el mayor interés que Moscú presta ahora a esta región, como demuestra el incremento exponencial de visitas y reuniones de Putin con los distintos presidentes: en 2022, el presidente ruso visitó las cinco repúblicas, algunas de ellas por primera vez, y mantuvo más de cincuenta reuniones, virtuales y presenciales, con sus líderes. Es solo una muestra de cómo Moscú trata de demostrar que los intentos de aislar a Rusia han fracasado.
Pero, aparte de esta cuestión, que podríamos considerar de imagen, hay otros aspectos más sustanciales que exigen a Moscú prestar atención a sus vecinos del sur. Como, por ejemplo, el apoyo que, periódicamente, necesita en las votaciones de la ONU. Sin olvidar que Tayikistán ha sido acusado de proporcionar a Rusia los drones iraníes que utiliza en Ucrania, aunque Dusambé lo niega; que circulan informaciones, sin confirmar, sobre el reclutamiento, por Wagner, de convictos de las cárceles de Turkmenistán para enviarlos a Ucrania; que se han multiplicado por siete las entregas de miras telescópicas de Kirguistán a Rusia, o que el crecimiento de las importaciones de electrodomésticos de la UE por Kazajistán se debe, al parecer, a que sus microchips se utilizan por la industria militar rusa8.
Paralelamente, Moscú trata de interferir cada vez más en la política interna de las repúblicas. Tras años dando largas a las peticiones del gobierno tayiko, finalmente ha declarado organización terrorista al opositor Partido del Renacimiento Islámico de Tayikistán y ha comenzado a detener y deportar a activistas y políticos a petición de Kirguistán y Tayikistán, incluyendo a titulares de pasaportes rusos. La influencia rusa sigue impregnando muchos aspectos de la vida en Asia Central y no muestra signos de que vaya a desaparecer. Así lo demuestra la aprobación de leyes, en todos los Estados, que imitan la legislación rusa en aspectos como la homosexualidad o el control de los medios de comunicación. Cuestión aparte es si esta influencia va a mantenerse a largo plazo.
En otro ámbito, los proyectos de integración regional liderados por Rusia ya habían encontrado importantes obstáculos en el pasado. La situación actual no ha hecho sino disminuir su atractivo para los socios potenciales. Hoy en día, resulta inverosímil que Uzbekistán se una a la Unión Económica Euroasiática y resultará difícil convencer a Tayikistán de que lo haga. El otro buque insignia ruso en el campo de la integración, la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) ha visto derrumbarse estrepitosamente su reputación. Las derrotas militares rusas en Ucrania han hecho desmoronarse el mito del poderoso ejército ruso, lo que ha alarmado a los países que dependían Moscú para su seguridad. Esto no quiere decir que la OTSC vaya a desintegrarse, pero no puede esperarse ninguna expansión, ni un compromiso mayor por parte de sus miembros actuales.
En síntesis, podemos concluir que el poder ruso en Asia Central se está desvaneciendo. Las encuestas muestran que la mayoría de sus habitantes culpan de sus problemas económicos a la invasión rusa de Ucrania. En Biskek y Almaty se han producido protestas contra la guerra; los locales de ocio se niegan a acoger a estrellas rusas, y la popularidad de la lengua rusa está en declive. Los medios de comunicación de Asia Central han sido bloqueados en Rusia por intentar cubrir objetivamente la guerra y la descolonización vuelve a aparecer en el discurso público9.
También en el campo de la seguridad, coto tradicional de Moscú, la guerra de Ucrania está provocando cambios; o al menos acelerándolos. Por ejemplo, en noviembre de 2022, Tayikistán acordó llevar a cabo simulacros antiterroristas con las fuerzas de seguridad chinas en su territorio. Ambos países han llevado a cabo tres ejercicios militares bilaterales desde 2015, pero este acuerdo formaliza una creciente cooperación militar, supone una manera de distanciarse de Moscú, su aliado tradicional, acercándose a China, su rival en la región, y permite vislumbrar las intenciones de Pekín en Asia Central.
En medio de estos cambios, el pilar fundamental de la influencia rusa en Asia Central sigue siendo la relación de confianza con las élites políticas de la región10. Los regímenes centroasiáticos están dirigidos por hombres que crecieron en la época soviética, que se conocen desde hace décadas y que se comunican entre sí en ruso. De hecho, al llegar al poder, se ven obligados a viajar a Moscú para recibir el visto bueno. Esta relación explica que, al menos por ahora, no quieren arriesgarse a enemistarse con el Kremlin y que su respuesta a los llamamientos para que se distancien de Rusia haya sido muy comedida: reducir el número de clases de ruso en las escuelas, por ejemplo, o cambiar el nombre de las calles. Pero las cosas están cambiando y las élites tienen que irse adaptando a una sociedad en la que la mitad de los habitantes tiene menos de treinta años, no recuerda la época soviética, es menos probable que hable ruso y no considera a Rusia un ejemplo al que aspirar.
En realidad, el alejamiento de una Rusia cada vez menos atractiva es un proceso natural. Los Estados centroasiáticos nunca han sido tan autosuficientes como ahora, ni su opinión pública ha exigido nunca tanto a sus dirigentes, incluso en cuestiones de política exterior. Ante ello, Moscú, en lugar de reconocer la autonomía de sus socios y trabajar para hacerse más atractiva, parece optar por exigir el reconocimiento del dominio histórico heredado por el Kremlin.
Rusia tenía todas las oportunidades para hacer que las naciones centroasiáticas gravitaran hacia ella, en lugar de eso, está intentando detener la progresión del tiempo. Si no cambia su enfoque de la política exterior, lo que no va a ocurrir con Vladimir Putin, la influencia de Rusia en la región decaerá inexorablemente.
Las consecuencias de la guerra de Ucrania enfrentan a Asia Central con el problema inmediato de la interrupción de las rutas comerciales a través de Rusia, que ha obligado a los gobiernos centroasiáticos a buscar urgentemente alternativas.
Cuando los Estados de Asia Central se independizaron, todas sus carreteras y vías férreas conducían a Rusia. En 1997, el Banco Asiático de Desarrollo creó el programa de Cooperación Económica Regional de Asia Central (CAREC)11 para desarrollar las conexiones viarias, ferroviarias y marítimas entre los 11 países que participan en el proyecto. Los seis corredores desarrollados por el CAREC discurren de este a oeste, conectando China, Asia Central y el Cáucaso, y de norte a sur, desde el norte de Kazajistán hasta el golfo Pérsico. Muchas de las rutas comerciales que ahora están adquiriendo relevancia en Asia Central estaban ya recogidas en el CAREC.
Desde que Rusia inició la guerra en Ucrania, la Ruta de Transporte Internacional Transcaspiana (TITR), también llamada «Corredor Central», se ha convertido en una prioridad para China y Europa, así como para los Estados del Cáucaso y Asia Central. La TITR va desde China, pasando por Kazajistán, cruza el mar Caspio hasta Azerbaiyán y llega hasta el puerto georgiano de Batumi, en el mar Negro o, por carretera y ferrocarril, hasta Turquía. Es una de las vías para redirigir el tráfico comercial de Asia Central hacia Occidente. Paralelamente, en los últimos años se han mejorado los puertos del Caspio que complementan las rutas terrestres. Con la misma finalidad, Azerbaiyán, Georgia, Kazajistán y Turquía han acordado la ampliación de un corredor este-oeste al que tendrá acceso Uzbekistán. Aunque queda mucho por hacer en cuanto a las infraestructuras necesarias, es innegable que se han producido avances sustanciales que ya están ayudando a redirigir el comercio este-oeste evitando el tránsito por Rusia12.
Un dato que no debe pasarse por alto es que, desde la perspectiva de Pekín, todos estos proyectos deben considerarse enmarcados en su iniciativa del cinturón y la Ruta de la Seda, en la que Asia Central desempeña un papel clave en las rutas que unen China con Europa y Oriente Medio.
No solo China está tratando de aprovechar el vacío dejado por Rusia en la región, también Turquía trata de aumentar su influencia en Asia Central, lo cual despierta recelos en Moscú13. Durante la cumbre de la Organización de Estados Turcos (OET) celebrada en Samarcanda en noviembre de 2022, el presidente kazajo pidió que se ampliaran las rutas que conectan a los Estados miembros, que además de Kazajistán incluyen a Turquía, Azerbaiyán, Kirguistán y Uzbekistán. Turquía y Azerbaiyán, por su parte, han presionado para que el TITR se prolongue por su territorio, mientras el presidente turco Erdogan ha desplegado una intensa agenda diplomática en Asia Central, encaminada a conseguir, entre otras cosas, la ampliación de los corredores comerciales que atraviesan la región14.
También se están desarrollando rutas hacia Turquía que no impliquen cruzar el mar Caspio. Existen ya dos líneas ferroviarias que conectan China con Kazajistán y Uzbekistán. También funciona ya la línea que atraviesa Uzbekistán, Turkmenistán e Irán y que forma parte una línea que en el futuro conectará con China y Kirguistán. Se trata de un proyecto ruso de los años 90, que «resucita» ahora al calor de la situación que vive Asia Central.
Para Asia Central, la alternativa a las rutas comerciales rusas puede encontrarse también en el sur. Por ejemplo, Irán ha acordado con Uzbekistán el envío de mercancías a India
a través del puerto iraní de Chabahar15. Otras alternativas, como el ferrocarril que uniría Uzbekistán y Paquistán a través de Afganistán o el gasoducto TAPI (Turkmenistán- Afganistán-Paquistán-India), quedan condicionadas a la situación que vive Afganistán, cuya inestabilidad supone un obstáculo para algunas rutas que, aunque estaban ya previstas en el CAREC, siguen incompletas hoy en día.
En general, puede decirse que la actuación de Rusia en Ucrania ha liberado en muchos sentidos a Asia Central de las ataduras que le ligaban a Moscú desde la época colonial. Resulta evidente que el mapa de las redes comerciales de Asia Central ha empezado a cambiar de una forma que será determinante para el futuro de la región.
Este es un periodo decisivo para Asia Central. Es probable que la influencia rusa siga siendo importante, incluso después de que termine la guerra, pero la pérdida de credibilidad rusa como garante de la seguridad y la desconfianza hacia sus supuestas ambiciones expansionistas, unidas a las oportunidades que ofrecen las nuevas conectividades que se están desarrollando, harán que Asia Central dependa cada vez menos de Rusia, mientras países que hasta ahora habían estado poco menos que ausentes en la región cobran una nueva importancia. Esta mayor conectividad con el mundo, al margen de Rusia, contribuirá en gran medida a que Asia Central recupere el papel que tuvo como importante centro de comercio internacional durante la época de la Ruta de la Seda.
Javier Ruiz Arévalo
Coronel del Ejército de Tierra. Doctor en Derecho
REFERENCIAS
1 - Puede encontrarse un análisis de la presencia histórica de Rusia en la región en SÁNCHEZ HERRÁEZ, Pedro.
Asia Central, el disputado puente entre Asia y Europa (reedición). Documento de Análisis IEEE 62/2022.
https://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_analisis/2022/DIEEEA62_2022_PEDSAN_Asia.pdf (consultado
22/3/2023).
2 - CASTIGLIONI, Federico. «La UE entra en el nuevo Gran Juego en Asia Central», Política Exterior, n.º 211. 4 de
octubre de 2022. https://www.politicaexterior.com/la-ue-entra-en-el-nuevo-gran-juego-en-asia-central/ (consulta:
22/3/2023). Sobre la política europea en Asia Central antes del inicio de la guerra: «The EU's new Central Asia
strategy», European Parliamentary Research Service. Enero, 2019.
https://www.europarl.europa.eu/RegData/etudes/BRIE/2019/633162/EPRS_BRI(2019)633162_EN.pdf (consulta:
22/3/2023).
3 - SHARIFLI, Y., KAO, C-L., y DERBISHOVA, B. «Russia´s war in Ukraine and its impact on Central Asia», The
Diplomat. 24 de octubre de 2022. https://thediplomat.com/2022/10/russias-war-in-ukraine-and-its-impact-on-centralasia/ (consulta: 22/3/2023).
4 - Esta actitud no es nueva, ya en 2008, se resistieron exitosamente a los intentos del presidente de Rusia, Dimitri
Medvédev, de obtener su apoyo para la guerra de Rusia contra Georgia.
5 - Los bancos de la región no aceptan las tarjetas de crédito rusas y solo Kazajistán permite su uso a particulares.
Resulta significativo que esta autorización únicamente entró en vigor tras obtener la aprobación de Estados Unidos
para ello.
6 - El volumen de comercio de Rusia creció de modo sustancial en 2022: un 10 % con Kazajistán, un 40 % con
Uzbekistán, un 22 % con Tayikistán, un 40 % con Kirguistán y un 45 % con Turkmenistán. En el segundo trimestre
de 2022, el flujo de rusos hacia la región fue el mayor en los últimos seis años. UMAROV, Temur. «Russia and
Central Asia: Never Closer, or Drifting Apart?», Carnegie Endowment. 23 de diciembre de 2022. Russia and Central
Asia: Never Closer, or Drifting Apart? - Carnegie Endowment for International Peace (consulta: 22/3/2023).
7 - SHARIFLI, KAO y DERBISHOVA. Op. cit.
8 - UMAROV. Op. cit.
9 - UMAROV. Op. cit.
10 - PARDO DELGADO, José Miguel. Dinámica geopolítica en Asia Central. Cooperación y competencia entre China y
Rusia. Documento de Opinión IEEE 13/2023.
https://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_opinion/2023/DIEEEO13_2023_JOSPAR_Asia.pdf (consultado
22/3/2023).
11 - Asian Development Bank. CAREC Program. https://www.carecprogram.org/?page_id=31 (consulta: 22/3/2023).
12 - A principios de agosto de 2022, un tren que transportaba productos petrolíferos partió de Azerbaiyán en dirección
a China a través del mar Caspio. PANNIER. Op. cit. 2023.
13 - PARDO. Op. cit.
14 - PANNIER. Op. cit. 2023.
15 - LASKAR, H. «India, Iran and Uzbekistan hold discussion on Chabahar port», Hindustan Times. 15 December
2021. https://www.hindustantimes.com/india-news/india-iran-and-uzbekistan-to-develop-transport-corridor-centredround-chabahar-port-101639500807544.html «Iran, Uzbekistan Sign 17 MoUs», Tasnim News agency. 15 September 2022.
https://www.tasnimnews.com/en/news/2022/09/15/2774658/iran-uzbekistan-sign-17-mous (consulta: 22/3/2023)