Opinión

Democracia y guerra: una visión desde la Grecia clásica a nuestros días

photo_camera Ejército de Rusia

Los valores que necesita una sociedad para ganar guerras son contrapuestos a las esencias democráticas; durante el siglo XX la democracia supera esta contraposición desarrollando la resiliencia en la sociedad y utilizando el enorme potencial de la técnica, lo que permite a sus líderes tomar decisiones impopulares y ganar dos guerras mundiales. Sin embargo, la sociedad actual posmoderna tiene menos fortaleza que en el siglo pasado y está poco dispuesta a sustentar guerras y a aceptar las bajas en combate, lo que implica tomar decisiones que dificultan la eficacia militar necesaria para asegurar la democracia.

Es preciso plantearse si nuestras instituciones son capaces de garantizar la seguridad. Occidente ya no saldría victorioso en un futuro conflicto con el totalitarismo utilizando bombas atómicas o drones, razón por la que es necesario un rearme moral que aporte a los ciudadanos la disponibilidad a morir, si es preciso, en defensa de su civilización y de la libertad.

Democracia y guerra en la Grecia clásica

Atenas

Debido a las reformas políticas de Clístenes, después del año 508 a. C., Atenas se transforma en la democracia más desarrollada de la época premoderna y en una potencia militar. La isegoría (igualdad en el derecho de expresión) y la parresía (libertad de expresión) aportan a los miembros de la Asamblea protagonismo y obligan a las élites a tener en cuenta los intereses de la ciudadanía. Estos intereses, en principio, son favorables a la guerra porque la parresía —dice Demóstenes— «garantiza que las clases bajas sientan un fuerte sentimiento de vergüenza por el comportamiento cobarde y, por lo tanto, sustenta su insuperable resolución en el campo de batalla»1. El pueblo ateniense se toma tan en serio la guerra que se declara cobarde a quien no la apoya, se retiran los derechos civiles a los desertores y se aceptan gran número de bajas en combate, las cuales reciben el mismo funeral, sea cual sea su clase social.

La principal reforma de Clístenes es la movilización universal, lo que aumenta enormemente el potencial militar ateniense: en la batalla de Maratón (490 a. C.), por ejemplo, despliega el mayor ejército de la época con 9000 soldados fuertemente armados.

Un siglo después, ante la amenaza persa, la democracia ateniense construye la flota de trirremes más potente del Mediterráneo e instruye durante meses eficazmente a los marineros en maniobras que simulan fiablemente el combate naval. También erige las murallas para unir su ciudad con el puerto del Pireo al objeto de disponer del grano importado gracias a su poder marítimo.

Sin embargo, la Asamblea toma decisiones erróneas debido a la capacidad de los retóricos para persuadirla porque Atenas no da la adecuada importancia a la educación. Al no ser pública, la gran mayoría de los ciudadanos carece de la formación necesaria y, en consecuencia, la Asamblea es controlada por hábiles oradores que persuaden a quien carece de la capacidad de analizar situaciones complejas y de entender la trascendencia de las acciones impulsivas, lo que precipita el final de la ciudad. Aristófanes compara al pueblo ateniense «con un anciano ciego y tonto que está a merced de los estafadores»2. Uno de los mayores errores ocurre después de la batalla de Arginusas, cuando la Asamblea juzga y ordena ejecutar a los generales atenienses —quedando así sin los mejores mandos militares— por refugiar la flota ante el peligro de una tormenta sin poder recoger a los náufragos.
El mayor problema de Atenas es que no presta la adecuada atención a la educación militar; instruye a sus guerreros en la adolescencia tardía solo durante dos años y responsabiliza de la enseñanza de la escritura, literatura y música a los padres, lo que implica una defensa débil que deja la ciudad a merced de los espartanos.

Esparta

A finales del siglo VIII a. C., Licurgo establece la Gran Retra (Constitución de Esparta) en la que coexisten la monarquía (dos reyes), la oligarquía (gerusía o consejo de ancianos), la tiranía (éforos electos anualmente solo una vez) y la democracia (apella o asamblea popular). La Gran Retra rige un estado comunal y militarista basado en la eunomía (igualdad de todos ante la ley), es decir, existe la máxima igualdad entre el estilo de vida de las élites y el de la masa; Burns sugiere que «a pesar de abandonar la industria y el comercio, Esparta mantiene su independencia durante siete siglos debido al conjunto único de leyes que regulan el comportamiento en la ciudad»3.
El cuerpo cívico del Estado lo integran los esparciatas —varones mayores de treinta años que disfrutan de plenos derechos y ejercen como grupo dominante— cuyo modo de vida (diaita) es extremadamente austero: no pueden atesorar moneda ni participar en tareas ajenas a la guerra bajo la pena de atimía (pérdida de derechos). Ser esparciata significa que se ha demostrado valía como guerrero y se ha abandonado la identidad anterior para practicar la libertad con solidaridad e igualdad en aras del bien público; «ser esparciata libre» —enfatiza Benjamin— «consiste en participar en la vida de la ciudad en igualdad de condiciones con los demás»4.

Siendo Esparta una de las ciudades menos pobladas de Grecia, es la más poderosa debido a sus costumbres. La excelencia de los esparciatas es admirada por las élites de los otros estados griegos porque no se cimienta en aspectos materiales sino en las relaciones entre los hombres. Esparta no es una ciudad fortificada por discursos, sino un lugar donde «en combate» —dice Ión de Quíos— «la mano secunda el consejo de la mente»5 y «la bella muerte» —señala Tirteo— «permite seguir viviendo en el recuerdo de los conciudadanos»6. Esta mística obliga a los hoplitas a apoyarse mutuamente sin quebrar la falange y ser así invencibles en combate.

Frente a la libertad y al esplendor cultural de la democracia ateniense, Esparta destaca por su educación, cuya finalidad es que el futuro esparciata aprenda las habilidades que necesitará de adulto para defender la ciudad. Esparta educa, de forma integral y desde muy pronto, principalmente mediante un riguroso entrenamiento militar completado con conocimientos de lectura, escritura, literatura y música. La educación no está diseñada en función de los intereses del educando, sino en los del Estado; se trata de disponer de una fuerza valiente, hábil y obediente que lucha de forma inigualable y muere, si es necesario, en defensa de la ciudad.

Influencia de la dualidad Atenas-Esparta en Occidente

Hasta finales del siglo XVIII, Esparta es el referente principal de la Grecia clásica: la imitan la Roma de Polibio, Cicerón y Plutarco, la Venecia de Maquiavelo, la Francia ilustrada de Rousseau y la revolucionaria de Robespierre. Es percibida como una sociedad modélica donde los esparciatas son vistos como ciudadanos virtuosos y ejemplares que dedican su vida a los asuntos que interesan a toda la comunidad. Seduce el coraje, patriotismo y austeridad espartanas en detrimento de Atenas, cuya democracia es vista como oclocracia (gobierno de la plebe) y su riqueza como corrupción.

La Convención revolucionaria decreta la educación comunitaria en los liceos franceses desde los cinco hasta los doce años e introduce el reclutamiento masivo (levée en masse). Napoleón cuestiona los valores jacobinos, pero mantiene sus principios educativos y la conscripción porque necesita funcionarios competentes y un gran ejército para organizar el Imperio; en su discurso de 1806 —convencido de que solo la formación pública bajo el control exclusivo del Estado puede formar mentes en la dirección deseada— declara: «El Emperador no podía considerar la educación ajena a los destinos de la patria ni a los intereses de la moral»7. La conscripción —a la que considera
«impulsora de la guerra»— es el otro pilar de su éxito y le permite crear un ejército invencible que domina Europa.
Sin embargo, posteriormente, Atenas se convierte en la referencia por excelencia para Francia. Constant piensa que los doctrinarios laconófilos «quieren que los ciudadanos se sometan por completo para que la nación sea soberana, y que el individuo sea esclavo para que el pueblo sea libre»8 y Lévesque ve a los lacedemonios «recluidos en un convento guerrero en el que reina la ignorancia y la barbarie, lo que impide desarrollar cualquier actividad productiva que no sea la bélica»9.

En el siglo XIX, Gran Bretaña da el toque de gracia a la idealización de Esparta en el pensamiento occidental y lo reemplaza por el modelo cultural ateniense. Mill y, sobre todo, Grote —principal protagonista del criticismo hacia Esparta— ven en Atenas el modelo de la liberal Commonwealth victoriana; una Atenas culta, espejo de virtudes y excelencias democráticas que contrasta con la Esparta forjadora de individuos rudos e incapaces de empatizar con los otros griegos.

Sin embargo, el modelo ateniense de Grote no aporta al Imperio Británico las virtudes que necesita, por lo que Arnold, a mediados del citado siglo XIX, crea la Escuela de Rugby (Rugby School) con un sistema educativo origen de un cuerpo de funcionarios y militares excelsos, con estricta disciplina y amor por el país. La metodología se basa en Esparta: separación del niño de la familia a edad temprana, resistencia al dolor, sensación de «ser elegidos», abnegación, vida austera, superación de las dificultades en grupo, capacidad de superar el miedo y disposición a morir por los ideales imperiales. Se trata de aplicar los principios espartanos en la formación de las élites —mediante el conocimiento de las lenguas clásicas y la práctica del deporte— para perfeccionar el espíritu y el cuerpo; «las mejoras de Arnold» —dice Cortés— «se ajustaron perfectamente a los valores victorianos para dar forma a los alumnos ideales para el Imperio»10.

La dualidad Grote-Arnold es un clásico en la historia moderna británica y esencial en su éxito, ya que compatibiliza el liberalismo parlamentario (ateniense) con el elitismo arnoldiano que «cultiva la disciplina espartana» —dice Powell— «por miedo a la revolución»11.

En Prusia, Müller reformula en 1824 la leyenda macedónica y sienta las bases de la mística moderna espartana en la que la estirpe prevalece en la estructura de una comunidad: el Estado es una unidad reconocida en la consciencia del individuo y expresada en actividades que se orientan al conjunto, y la libertad consiste en ser miembro activo del grupo. «Lo mejor y lo más duradero» —dice Arquidamo— «es que la multitud sirva a un mismo cosmos… porque no hay cosa más hermosa de ver, ni más segura, que siendo muchos en una hueste, todos a una vayan dispuestos en buen orden»12. Para Müller, frente a una Atenas abierta y liberal, Esparta encarna una Prusia jerarquizada y militarizada en la que encuentra el «alma de los griegos libre de contaminación»13.

Los padres fundadores de Estados Unidos de Norteamérica son fervientes clasicistas que consideran esencial el valor moral de Esparta como se observa en la constitución de Massachusetts de 1780. Adams, su principal redactor, señala que «debe haber una pasión positiva por el bien público establecida en la mente del pueblo o no puede haber libertad real; y esta pasión pública debe ser superior a todas las pasiones privadas»14.

La instrucción militar estadounidense de la época, por su parte, imita la estricta disciplina británica de los regimientos que marchan al modo de la falange espartana15.

Democracia y guerra en la modernidad

En la primera mitad del siglo XX impera la «guerra total»; los estados modernos imitan a Napoleón y desarrollan el concepto de «nación en armas» mediante la educación y la conscripción. Después de la Segunda Guerra Mundial, los modelos antagónicos de Atenas y Esparta se ven reflejados en el idealismo y el realismo.

Idealismo

El idealismo nace en Kant, quien formula tres condiciones para la «paz perpetua»:

  • La constitución civil de todo estado debe ser republicana.
  • El derecho de gentes se basará en una federación de estados libres.
  • Los derechos nacionales deben transformarse en un derecho universal de la humanidad.

El modelo postmodernista surge en Occidente después de la Guerra Fría y se apoya en la «teoría de la paz democrática» cuyo principal defensor es Rummel; dicha teoría sostiene que «las democracias son menos propensas a la violencia que las autocracias y no luchan entre sí por tres razones: las sociedades democráticas no quieren la guerra; la esencia de la cultura democrática es la negociación; y los ciudadanos libres luchan por sus intereses en conflictos sin violencia»16.

En la misma línea, Mousseau señala que «el mundo se encuentra ahora en el final de una trayectoria de cinco siglos hacia la paz y la prosperidad permanentes»17 y Goldstein sostiene que «el declive de la guerra llega por la expansión de las economías de mercado, y los acuerdos internacionales que prohíben las guerras de agresión»18. También está extendida la idea de que la tecnología militar impide la guerra; Bloch dice que «la letalidad de las armas nos permitirá no luchar en el futuro»19.

En suma, ya no es necesario mantener las fuerzas armadas tradicionales para mantener la seguridad, porque existen las condiciones y las instituciones para romper la relación entre guerra y nacionalismo y centrarse en la interdependencia y los derechos humanos.

Realismo

El realismo se remonta a Tucídides y a Hobbes; los realistas asumen que cada nación calcula racionalmente su política exterior en función de la seguridad. En la línea realista, Layne muestra la debilidad de la teoría de la paz democrática con el ejemplo de la Primera Guerra Mundial: «Gran Bretaña y Francia son democracias, pero también Alemania, dado que dispone de un parlamento electo con poderes significativos, elecciones vigorosamente disputadas que involucraban a múltiples partidos, sufragio amplio y una prensa razonablemente libre»20.

Otros importantes pensadores se suman a la crítica al idealismo. Mansfield y Snyder señalan que «las estadísticas de los últimos dos siglos muestran que en la fase de transición democrática los países se vuelven más agresivos y propensos a la guerra»21; Merkel considera que «las democracias no solo entablan guerras como las autocracias, sino que tienden a ser el agresor»22; y «los excesos de la globalización neoliberal» — enfatiza Conversi— «han reducido la representatividad de las instituciones políticas, al tiempo que fomentan la inestabilidad, lo que puede conducir a una nueva afirmación de los conflictos y las guerras nacionalistas»23.

Para Bauman «el cambio de la modernidad estable (imperio de la ley) a la posmodernidad inestable (fluidez de normas) alimenta nuevas guerras»24 y Rienner realiza la crítica más profunda: «La hipótesis de la paz democrática oscurece más de lo que revela sobre las complejas interrelaciones entre democracia, liberalismo y guerra. No es la hipótesis per se, sino el monopolio del que ha gozado en el debate académico y político lo que debe ser confrontado»25.

El posmodernismo ha desarrollado una falta de resiliencia ante la guerra que se materializa en la fobia a las bajas y en el ensanchamiento de la brecha cívico-militar.

Fobia a las bajas

A medida que se extiende el individualismo posmoderno aumenta la resistencia a aceptar las bajas, lo que lleva a los líderes a mantener una estrategia permanente de gestión de riesgos con «importantes implicaciones» —dice Record— «en las operaciones militares»26. En concreto, se rechaza desplegar fuerzas terrestres en favor del empleo de la fuerza aérea, de unidades de operaciones especiales y de empresas subcontratadas. El nuevo modelo amenaza el contrato social de Hobbes y Locke, en el que los ciudadanos renuncian a libertades civiles en pro de la seguridad; «equivale a un absurdo» —dice Lebel— «ir a la guerra dando prioridad a la protección de los soldados sobre la de los ciudadanos a quienes deben proteger»27.

El modelo victimista posmoderno evita que se emprendan acciones militares arriesgadas en detrimento del interés colectivo. La comisión Vinograd creada por el Gobierno israelí para determinar la actuación del ejército en la Segunda Guerra del Líbano concluye que «la decisión errónea de evitar las operaciones terrestres por temor a las bajas propias llevó a un fracaso total»28. En la misma línea, el subcomandante de la Fuerza Aérea israelí en la citada guerra señala que «el repliegue de la fuerza de las operaciones terrestres refleja que eliminar la amenaza de los cohetes enemigos sobre los propios civiles no justifica arriesgar la vida de nuestros soldados»29. En suma, la intolerancia a las bajas degrada la eficacia militar, reduce la disuasión y lesiona la moral; Nasrallah, líder de Hezbolá y buen conocedor de estas debilidades, declara en 2006: «Solo mediante la muerte continua de soldados se convencería a la sociedad israelí de retirarse del Líbano»30.

La intolerancia a las bajas propias también conlleva realizar bombardeos a gran altura, utilizar drones. En la Operación Fuerza Aliada de la OTAN en Yugoslavia (1999) se realizan bombardeos masivos sobre refinerías y se usan misiles cruceros (poco riesgo de bajas propias) en lugar de atacar con vuelos de baja altura la infraestructura yugoslava de misiles tierra-aire (riesgo de ser alcanzado por la artillería antiaérea). «El resultado de esta política de selección de objetivos» —señala Chawla— «fue un elevado número de víctimas civiles entre la población yugoslava y un enorme daño económico»31. Consciente de este problema ético el comandante de las fuerzas de la OTAN en la Operación Libertad Duradera en Afganistán (2009) decide desplegar fuerzas terrestres para dar legitimidad a las operaciones.

Otra implicación de la política de evitar bajas es la subcontratación en la zona de operaciones de milicias locales o de empresas privadas que realizan cometidos militares, pero tal «otorgamiento de poderes» perjudica al bien común, diluye el patriotismo y lesiona la democracia. A pesar de que las bajas de las empresas privadas subcontratadas en la zona de operaciones se silencian a la opinión pública, Lebel señala que «a partir de 2010, más del 50 % de las muertes en misiones militares son de empleados subcontratados por la administración estadounidenses»32; «la subcontratación» —dice Heineckem— «está erosionando la hegemonía intelectual y moral de las fuerzas armadas con implicaciones desconocidas»33.

Brecha cívico-militar

La separación entre guerreros y civiles no es nueva y ha desconcertado a los pensadores desde el comienzo de la filosofía política; reducirla es fundamental para la democracia moderna. En una sociedad basada en la autonomía personal, las libertades civiles y el gobierno democrático, un ejército que espera ser eficaz debe subordinar el individuo al grupo y al cumplimiento de la misión, lo que origina tensión entre dos demandas opuestas: por una parte, sintonizar con los imperativos funcionales colectivos para ser eficaz en la guerra, y por otra, con los políticos que demanda la democracia.

Huntington señala que «durante gran parte de la historia de la nación, el ejército estadounidense ha tenido la perspectiva de una minoría distanciada»34; Hadley denomina a esta brecha «el gran divorcio» y lo define como «la separación menos amistosa entre los militares y las élites políticas e intelectuales del país»35. Para Risck esta creciente brecha cívico-militar se debe «a la ignorancia civil sobre el ejército debido a la ausencia de conscripción, a la politización de las fuerzas armadas, y al entorno sin amenaza unificadora del período posterior a la Guerra Fría»36. Holsti ilustra el distanciamiento: «En los desacuerdos entre civiles y militares durante la Guerra Fría prevalecen las preferencias civiles sobre las de los militares en más del 90 % de los casos, mientras que a partir de 1989 estas se reducen a menos de la mitad de los casos»37.

La cuestión clave es cómo afectan los valores de una sociedad a su seguridad, es decir, cómo una democracia mantiene moralmente a un ejército que protege y sostiene la libertad.

Medidas para superar la brecha cívico-militar

Para Huntington, la esencia de la democracia —con su énfasis en la razón y la dignidad moral del ser humano— se opone a cualquier restricción sobre la libertad individual. Sin embargo, la defensa nacional ha de sustentarse en la ética colectiva (anti individualista) y en el espíritu de cuerpo, es decir, «la sociedad debe sintonizar con los valores de las fuerzas armadas»38. Ante la compulsión entre el individualismo liberal y el espíritu comunitario necesario para defender la sociedad, Huntington propone que «el profesionalismo militar es el camino hacia las relaciones adecuadas entre militares y civiles porque permite la subordinación de los militares sin disminuir la capacidad de defensa»39.

Al contrario, Janowitz señala que «los requisitos tecnológicos de la guerra moderna llevan a la civilización de las fuerzas armadas»40 y concluye que «no habrá un retorno a formas anteriores de una fuerza militar altamente autónoma y socialmente distinta porque los requisitos de la tecnología, de la educación y de la política lo hacen imposible»41. Identifica las tendencias que muestran la reducción de la brecha cívico-militar y la sintonía del ejército con la sociedad: mando persuasivo en lugar de imperativo, desarrollo similar de tareas por civiles y militares, inclusión en el reclutamiento de todas las clases sociales y desarrollo por parte de los militares de un ethos político en su participación en los procesos administrativos sobre la seguridad nacional. «El crecimiento del poder destructivo de la guerra» —continúa Janowitz— «aumenta la participación política y las responsabilidades de los militares; la solución de las relaciones internacionales se vuelve cada vez menos alcanzable mediante el uso de la fuerza, y cada decisión estratégica y táctica no es meramente una cuestión de administración militar, sino un índice de intenciones y objetivos políticos»42.

Conclusiones

La Atenas democrática no desarrolla la educación ni las instituciones adecuadas para defenderse de la Esparta comunitaria, lo que nos ofrece lecciones ante nuestros desafíos de seguridad. Roche advierte que «la democracia griega acabó precisamente por el relativismo, la polarización extrema y la crisis. Si no le ponemos remedio, ¿qué puede ocurrir próximamente si la democracia contemporánea también está marcada por un relativismo todavía mayor que el griego y por una aguda crisis generalizada institucional, política, económica y sociológica?»43.

Europa conquista el mundo con Imperios en los que juegan un papel clave los funcionarios y militares educados en la cultura espartana. El Occidente liberal desarrolla después de la Segunda Guerra Mundial un modelo distinto que, protegido por la técnica (disuasión nuclear) y por una red global de instituciones internacionales, logra evitar durante más de setenta años una nueva guerra mundial. Sin embargo, las actuales democracias occidentales posmodernas no han desarrollado en su ciudadanía la necesaria cultura de defensa para enfrentarse a un conflicto futuro de alta intensidad, lo que constituye su principal vulnerabilidad frente a las amenazas externas e internas; «el modelo militar griego» —dice Pritchard— «ha sido casi ignorado por lo que la relativa falta de estudios sobre democracia y guerra es un asunto de cierta urgencia»44.

Las principales amenazas externas son China y Rusia. China, por ejemplo, es cada vez más asertiva, por lo que «subestimar el riesgo de una guerra futura» —señalan Fazal y Poast— «podría conducir a errores fatales»45; Occidente ve la amenaza china (figura 1) y, por otra parte, aumenta la preocupación sobre su creciente poder militar (figura 2).

Democracia y Guerra IEEE

Moskos precisa que en un futuro conflicto «la forma de organización social puede volverse más importante que el nivel de tecnología»46, es decir, se precisa poner énfasis en las capacidades humanas para contrarrestar los enormes potenciales disciplinarios de las autocracias. Francia, por ejemplo, se prepara para la guerra de alta intensidad con una sociedad que «asuma aceptar un nivel de bajas comparable al de la Segunda Guerra Mundial»47 y contar con unos soldados más endurecidos. Burkhard advierte: «La tecnología nunca es eficaz al 100 %; los soldados deben ser capaces siempre de luchar de forma degradada…cuando la tecnología ya no funcione»48.

En suma, debemos reflexionar si nuestras instituciones democráticas están diseñadas adecuadamente para responder a las amenazas y si nuestros esfuerzos de promoción de la democracia están bien concebidos.

Jesús Alberto García Riesco, coronel del ET (R) y licenciado en Ciencias Políticas

Referencias bibliográficas:

1 DEMÓSTENES. “Funeral speech of 338/7”. Citado en PRITCHARD, David M. “Demóstenes the symbiosis between democracy and war: the case of ancient Athens”. Disponible en: https://core.ac.uk/download/pdf/15073965.pdf Consultado el 30/04/2021.

2 ARISTÓFANES. Citado en DICKEY, Eleanor. ”Education, Research, and Government in the Ancient Greek World”, March 2017. Disponible en: https://brewminate.com/education-research-and-government-in-the-ancient-greek-world/ Consultado el 30/042021.

3 BURNS, Nick. “In Defense of Sparta”, The New Republic, August 2019. Disponible en: https://newrepublic.com/article/154685/defense-sparta Consultado el 30/04/2021.

4 BENJAMIN. Citado en BURNS, Nick. Op. Cit.

5 ION DE QUÍOS. Citado en FORNIS, César. “Esparta, ciudad de la virtud y de la guerra”, Universidad de Sevilla. Disponible en: https://idus.us.es/bitstream/handle/11441/57079/BITARTE_50_Esparta_Fornis.pdf?sequence=1 Consultado el 30/04/2021.

6 TIRTEO. Citado en FORNIS, César. Op. Cit.

7 NAPOLEÓN. “Discurso sobre el estado del Imperio (1806)”. Disponible en: https://www.napoleon-histoire.com/discours-sur-letat-de-lempire-1806/8/ Consultado el 01/05/2021.

8 CONSTANT, Benjamin. De la liberté des Anciens comparée à celle des Modernes, 1819. Disponible en: https://www.ac-strasbourg.fr/fileadmin/pedagogie/histoiregeographie/Ressources_lycee_2019/Ressources_HGSSP/th1_democratie/AXE_1_Benjamin_constant__VERSION_COMPLETEE_de_la_liberte_des_Modernes_comparee_a_celle_des_Anciens.pdf Consultado el 01/05/2021.

9 LÉVESQUE, Pierre-Charles. Études d’histoire ancienne et de celle de la Grèce, 1811, citado en FORNIS, César. Op. Cit

10 CORTÉS, Ana María. “Tom brown’s schooldays: discovering a victorian headmaster in Rugby public school”, Universitat de València, julio de 2013. Disponible en: https://w3.ual.es/revistas/PhilUr/pdf/PhilUr10.2.CortesGranell.pdf Consultado el 01/05/2021.

11 POWELL, Anton. “Sparta and the Imperial Schools of Britain”, October 2017. Disponible en: https://www.researchgate.net/publication/320547312_Sparta_and_the_Imperial_Schools_of_Britain Consultado el 01/05/2021.

12 ARQUIDAMO. Citado en SEMPER, Gottfried. Azpiazu Ediciones, junio 2013.

13 MÜLLER, Karl Otfried. Die Dorier. Vier Bücher. Breslau, 1824.

14 ADAMS, John. Citado en HENNEBERRY, Samantha. “Modern Leonidas: Spartan Military Culture in a Modern American Context”, University of Rhode Island, 2008. Disponible en https://digitalcommons.uri.edu/cgi/viewcontent.cgi?referer=https://www.google.com/&httpsredir=1&article=1108&context=srhonorsprog Consultado el 01/05/2021.

15 FREY, Sylvia. The British soldier in America: a social history of of military life in the Revolutionary period, 1981, 96, Austin: University of Texas Press. Citado en HENNEBERRY, Samantha. Op. Cit.

16 RUMMEL, R. J. “Power Kills Democracy as a Method of Nonviolence”, Routledge, 2002.

17 MOUSSEAU, Michael. “The End of War. How a Robust Marketplace and Liberal Hegemony Are Leading to Perpetual World Peace”, Research Gate, International Security July 2019, University of Central Florida. Disponible en: https://www.researchgate.net/publication/334754260_The_End_of_War_How_a_Robust_Marketplace_and_Liberal_Hegemony_Are_Leading_to_Perpetual_World_Peace/link/5f1ee90b299bf1720d682265/download Consultado el 01/05/2021.

18 GOLDSTEIN, Joshua. “The decline of armed conflict worldwide”, International Journal on World Peace, June 2013. Disponible en: https://www.jstor.org/stable/24543783 Consultado el 01/05/2021.

19 BLOCH, Jean Gotlib. “Is war now impossible?”, 1899. Citado en FAZAL, Tanisha y POAST, Paul. “War Is Not Over. What the Optimists Get Wrong About Conflict”, Foreign Affairs, November/December 2019. Disponible en: https://www.foreignaffairs.com/articles/2019-10-15/war-not-over Consultado el 01/05/2021.

20 LAYNE, Christopher. “Kant or Can’t: The Myth of the Democratic Peace”, Stanford, International Security, Summer 1994. Disponible en: http://web.stanford.edu/class/polisci243b/readings/v0002542.pdf Consultado el 01/05/2021.

21 MANSFIELD, Edward y SNYDER, Jack. “Democratization and War”. Disponible en: https://scholar.harvard.edu/files/levitsky/files/mansfield_snyder.pdf Consultado el 01/05/2021.

22 MERKEL, Wolfgang. “Democracy through War?”, Democratization, June 2008. Disponible en: https://www.researchgate.net/publication/263345229_Democracy_through_War Consultado el 01/05/2021.

23 CONVERSI, Daniele. “War and Nationalism”, Research Gate, UPV/EHU. Disponible en: https://www.researchgate.net/publication/275033271_War_and_Nationalism Consultado el 01/05/2021.

24 BAUMAN, Z. “Liquid modernity. Cambridge”, Polity Press, 2000.

25 RIENNER, Lynne. “Democracy, Liberalism, and War: Rethinking the Democratic Peace Debate”, Barkawi, 2001.

26 RECORD, J. “Failed States and Casualty Phobia: Implications for Force Structure and Technology Choices”, Semantic Scholar, 2012. Disponible en: https://www.semanticscholar.org/paper/Failed-States-and-Casualty-Phobia%3A-Implications-for-Record/50b0a804465dd6ebf29a645bc5b14aeb13d58390 Consultado el 01/05/2021.

27 LEBEL, Udi. “Casualty Panic: Military Recruitment Models, Civil-Military Gap and Their Implications for the Legitimacy of Military Loss”, Research Gate, Democracy and Security, July 2010. Disponible en: https://www.researchgate.net/publication/250892093_Casualty_Panic_Military_Recruitment_Models_Civil-Military_Gap_and_Their_Implications_for_the_Legitimacy_of_Military_Loss Consultado el 01/05/2021.

28 Ibid.

29 Ibid.

30 Citado LEBEL. Op. Cit.

31 CHAWLA, Shalini. “NATO's Response to the Kosovo Crisis”. Disponible en: https://ciaotest.cc.columbia.edu/olj/sa/sa_sep00chs01.html. Consultado el 01/05/2021.

32 LEBEL, Udi. “Contributors”, Indiana University Press, Fall 2005. Disponible en: https://muse.jhu.edu/article/189527 Consultado el 01/05/2021.

33 HEINECKEN, L. “Outsourcing public security: The unforeseen consequences for the military profession”. SAGE Journals, June 2013. Disponible en: https://journals.sagepub.com/doi/abs/10.1177/0095327X13489974 Consultado el 01/05/2021.

34 HUNTINGTON, Samuel. “The Soldier and the State: The Theory and Politics of Civil–Military Relations”, Harvard University Press, 1957.

35 HADLEY, Arthur. “The Straw Giant: Triumph and Failure: America's Armed Forces”, Random House, New York,1986.

36 RISK, Thomas. “The Widening Gap Between Military and Society”, The Atlantic, July 1997. Disponible en: https://www.theatlantic.com/magazine/archive/1997/07/the-widening-gap-between-military-and-society/306158/ Consultado el 01/05/2021.

37 HOLSTI, Ole. “A Widening Gap between the U.S. Military and Civilian Society? Some Evidence”, International Security, Winter, 1998-1999. Disponible en: https://www.jstor.org/stable/2539337?seq=1 Consultado el 01/05/2021.

38 Ibid.

39 HUNTINGTON, Samuel. Op. Cit.

40 JANOWITZ, Morris. “The Professional Soldier: A Social and Political Portrait”, Free Press, 1960.

41 Ibid.

42 Ibid.

43 ROCHE, Juan A. “La frágil construcción de la democracia en la Grecia Antigua y la búsqueda del orden en la teoría democrática moderna y contemporánea”, Res Pública, Nº 30 2013. Disponible en: https://revistas.ucm.es/index.php/RPUB/article/view/47911/44828 Consultado el 01/05/2021.

44 PRITCHARD. Op. Cit.

45 FAZAL, Tanisha y POAST, Paul. Op. Cit.

46 MOSKOS. “The Postmodern Military. Armed Forces after the Cold War”, Oxford University Press, New York & Oxford, 2000. Citado por GUTIERREZ, Omar. Revista de Marina, Chile, 2003. Disponible en: https://revistamarina.cl/revistas/2003/2/Gutierrez.pdf Consultado el 01/05/2021.

47 “The French armed forces are planning for high-intensity war”, The Economist, April 3rd 2021. Disponible en:    https://www.economist.com/europe/2021/03/31/the-french-armed-forces-are-planning-for-high- intensity-war Consultado el 04/05/2021.

48 Ibid.