La inmunidad de Donald

Allí en lugar de hacer una ley para declarar legal lo que era ilegal se han limitado a que el Tribunal Supremo decida que un presidente puede hacer lo que le dé la gana sin rendir cuentas a nadie en tanto actúe de manera oficial y no privada, igual que hacemos aquí con la prevaricación que no importa si los políticos gastan mal el dinero de usted y el mío con tal de que no se lo metan en el propio bolsillo... aunque pueda ir a causas impresentables o al bolsillo de los amiguetes.
O sea, que en Estados Unidos la ley es igual para todos menos para los presidentes, que quedan por encima de la ley, algo así como el mismo Papa. Para más inri la decisión la ha tomado el alto tribunal por seis votos conservadores contra tres progresistas, aprovechando que el propio Trump nombró a tres de los jueces que ahora le exculpan y que tienen carácter vitalicio. Como ha dicho Sonia Sotomayor, jueza que votó en contra; “¿Ordena al equipo 6 de Navy Seals asesinar a un rival político? Inmune. ¿Organiza un golpe de Estado militar para mantenerse en el poder? Inmune. ¿Acepta un soborno a cambio del perdón? Inmune, Inmune, Inmune, Inmune”. Parece demasiado.
Esto tiene incidencia directa sobre la responsabilidad de Donald en los disturbios que llevaron al vergonzoso asalto al Congreso el día 6 de enero de 2020, después de que no aceptara el resultado que daba como vencedor electoral a Joe Biden. Ahora el juez del tribunal que le juzga deberá empezar por decidir en qué momentos Trump actuó como presidente (Biden ya había sido proclamado vencedor, pero aún no había tomado posesión) y en qué momentos lo hizo como ciudadano privado, con la inmediata consecuencia de alargar el proceso porque la decisión que el juez tome podrá ser recurrida y eso hará prácticamente imposible que sea juzgado antes de las elecciones del 5 de noviembre.
Retrasar los juicios que tiene abiertos con la Justicia ha sido la primera línea de defensa de sus abogados porque si es elegido presidente podrá simplemente perdonarse a sí mismo si fuera condenado o, mejor aún, ordenar paralizar los juicios pendientes. En su caso retrasar es vencer. De entrada, ya se ha retrasado dos meses la publicación del veredicto por el caso de Stormy Daniels y eso que cuando ocurrieron los hechos Trump no era aún presidente.
El argumento de los seis jueces conservadores que han votado esta inmunidad tan grande es que un presidente debe poder tomar decisiones importantes sin tener que preocuparse por la posibilidad de ser un día castigado por ellas. Así puede pensar altruistamente en el bien general sin miedo a las consecuencias.
Los abogados de Trump ya están alegando este veredicto del Tribunal Supremo en los otros juicios que el expresidente tiene abiertos. ¿Incluirá su inmunidad llevarse a su casa cajones llenos de documentos secretos que luego se apilaban sin vigilancia en un cuarto de baño? ¿Y ordenar a las autoridades locales “buscar” unos miles de votos con los que dar la vuelta al resultado electoral en Georgia? ¿Y falsificar cuentas para disfrazar el pago con el que se compró el silencio de una actriz porno con la que tuvo relaciones sexuales mientras nacía su hijo? Sin olvidar sus chanchullos inmobiliarios en Nueva York, que parecen más difíciles de adjudicar al presidente. En todo caso hay que reconocer que en esto de delinquir el señor Trump ha tocado todos los registros mostrando una imaginación muy grande.
Ahora, entre el Tribunal Supremo y el debate de la semana pasada en la que Trump se pudo permitir no hacer nada más que contemplar cómo Joe Biden fracasaba en cumplir el único objetivo que tenía y que no era otro que convencer a los espectadores de que su edad no era obstáculo para un segundo mandato en la presidencia del país más poderoso del mundo, su posible regreso a La Casa Blanca parece más cerca que nunca. Y eso, me temo, es una mala noticia para el mundo y en especial para Europa porque Trump es muy capaz de abandonar a Ucrania, entenderse con Putin, y vaciar de contenido a la OTAN dejándonos sin protección ante Moscú. Pero es aún peor para Estados Unidos porque no tendrá “adultos en la habitación” como tuvo durante su primer mandato que pongan freno a los instintos vengativos que ya ha anunciado contra rivales políticos, jueces, periodistas, funcionarios... que hacen pensar a Robert Kaplan que con él al frente los Estados Unidos pueden caminar hacia una dictadura.
Como se ve, en todas partes cuecen habas.
Jorge Dezcallar, embajador de España