Opinión

La hora del Senado

photo_camera Donald Trump remporte une importante victoire préélectorale avec la nomination de la juge Amy Coney Barrett à la Cour suprême

Al final Joe Biden se ha acabado imponiendo a Donald Trump por 306 votos electorales frente a 232. La distancia es considerable y se refuerza con algo más de cuatro millones de votos populares. Carolina del Norte ha caído a última hora del lado Republicano, como se esperaba, por una ventaja del 1,3% de votos mientras  que Arizona y Georgia, dos bastiones tradicionalmente republicanos, se inclinaban por el candidato Demócrata por 0,36% y 0,3% de votos, respectivamente. Es una victoria apurada pero muy significativa porque Arizona la ganaban los Republicanos desde 1948 (entonces ganó el Demócrata Harry Truman) y Georgia desde 1992, año en que ganó Bill Clinton.

Dos reductos que se han pasado este año al campo Demócrata y que junto a Michigan, Wisconsin y Pennsylvania, que en 2016 votaron por Trump, explican el triunfo de Joe Biden en 2020. Su victoria no ofrece dudas y aunque Trump haya confiado a su abogado Rudolf Giuliani seguir adelante con pleitos y demandas, es cuestión de tiempo que Trump no tenga más remedio que rendirse a la evidencia y reconocer su derrota, aunque la elegancia no sea precisamente uno de sus signos de identidad, y abandonar una Casa Blanca que Biden tendrá que redecorar deprisa para eliminar tanto dorado como le han añadido Donald y Melania.

Porque una cosa es pedir el recuento de votos en casos en los que el resultado ha sido muy ajustado, como en los mencionados de Arizona y Georgia, algo perfectamente justificado y previsto en la ley, y otra cosa muy diferente es decir que se cuentan votos ilegales, que ha habido fraude electoral y que Biden ha robado la elección como consecuencia de corrupciones generalizadas. Porque no se han encontrado indicios de nada parecido y porque Donald Trump tampoco ha presentado ninguna prueba de estas graves acusaciones. Se ha pasado los cuatro últimos años mintiendo a diestro y siniestro, hasta el punto de que el New York Times perdió la cuenta cuando ya llevaba varios millares de mentiras, y va a acabar su presidencia igual que como la empezó cuando afirmó que a su ceremonia inaugural había asistido más público que a la de Obama cuando las fotos indicaban lo contrario.

Al menos de él no se podrá decir que no es coherente en esto porque entró mintiendo en la Casa Blanca y sale de ella cuatro a.os más tarde también mintiendo.

El asunto es grave por varias razones. La primera porque miente y no está bien que lo haga el Presidente del país más poderoso del planeta. La segunda porque su comportamiento es más propio de un líder de Bielorrusia o de Zimbabue que de los Estados Unidos, que presume de democracia. La tercera porque muchos seguidores suyos se creen lo que Trump dice, están enfadados y frustrados y eso contribuye a polarizar la sociedad si es que no desemboca en algún acto de violencia, que en un país donde todos van armados puede pasar cualquier cosa.

En cuarto lugar porque deslegitima el proceso electoral y la misma democracia, no ya en los EEUU sino en el mundo y por eso los lideres chinos, que han tardado lo suyo en felicitar a Biden, dicen que el sistema democrático es algo decadente y caduco en comparación con su propio modelo de capitalismo autoritario (en realidad totalitario). En quinto lugar porque dificulta una transmisión suave y ordenada del poder en Washington que impide, por ejemplo, a Biden asistir a los despachos diarios en los que las agencias de Inteligencia informan de sus mayores secretos y de las amenazas a la seguridad nacional. Y en sexto lugar porque lo que ocurre está convirtiendo a los EEUU en el hazmerreir del mundo con numerosísimos memes que circulan por las redes sociales ridiculizando la situación y haciendo caer la imagen y el poder blando de los Estados Unidos. Hoy solo un 30% de los europeos tiene buena imagen de los EEUU, que quedan así a la altura de Rusia o de China, lo que tampoco tiene sentido.

Se especula con que Donald Trump se retirará al final a su complejo de Mar-a-Lago a jugar al golf y batallar contra los jueces, los acreedores y el Internal Revenue Service, mientras juega con  la idea de lanzar una cadena de televisión que se sitúe más a la derecha que Fox News (propiedad de Robert Murdoch) que siente que le ha abandonado. Hay quien dice que con los 70 millones de votos que acaba de obtener, más que en 2016, que suponen el 48% de los emitidos, y con su control del partido Republicano y con 88 millones de seguidores en Twitter, que se dice pronto, Trump estaría ya considerando la posibilidad de presentarse a las elecciones de 2024...

Ahora la gran batalla que queda por librar es la del Senado. Los Demócratas ya dominaban la Cámara de Representantes y seguirán haciéndolo a pesar de haber perdido algunos escaños en estas elecciones. Su esperanza era arrebatar el Senado a los Republicanos y no lo han conseguido. En este momento estos últimos tienen 50 escaños por 48 de los Demócratas y quedan dos en juego en Georgia que se dilucidarán el próximo 6 de enero. Ese día los Republicanos Loeffer y Perdue se enfrentarán a los Demócratas Warnock y Ossoff y si estos últimos ganan se produciría un empate con 50 senadores para cada partido. En ese caso el empate favorecería a los Demócratas porque la vicepresidente Kamala Harris, que no es senadora pero preside el Senado, tiene voto de calidad. Pero eso sólo en el hipotético caso en que Warnock y Ossoff ganaran, que no será fácil.

Los dos partidos saben lo que se juegan y por eso están echando el resto en Georgia, con enormes sumas de dinero en una elección que ha batido récords también en este ámbito. Porque el poder del Senado es enorme y puede impedirle a Biden llevar adelante sus promesas electorales y su misma política. Por ejemplo en relación con el medio ambiente y su compromiso de llegar a la neutralidad en emisiones de carbono en 2050, o de impedir las prospecciones off- shore y en el océano Ártico, o los millones que quiere gastar para favorecer las energías renovables como parte del regreso de los Estados Unidos al Tratado de Paris sobre el Clima, algo que Biden ha afirmado que tendría lugar “el día uno” de su presidencia, igual que quiere también convocar el primer año una Cumbre de los países más contaminantes del planeta.

De manera que aunque Biden ha ganado la presidencia en buena ley, Trump continúa sin aceptar su derrota y las espadas siguen en alto en el Senado.