
El reciente repliegue militar norteamericano de Afganistán amerita la celebración de balances geopolíticos donde reflexionar sobre el escenario actual y, de ser posible, vislumbrar probables evoluciones de los acontecimientos. Las redefiniciones de alianzas internacionales, el redespliegue del poder naval y la puja económica entre EE. UU. y China basculan como variables interdeterminadas en la configuración del estado de situación estratégico global presente y futuro. A propósito de lo cual el escrito se plantea precisar una algunas complejidades geopolíticas actuales a fin de elucidar no solo la tónica del hoy, sino vislumbrar de modo tentativo el perfil de los contextos venideros.
En la actualidad abundan los trabajos orientados a reflexionar sobre las causas del fracaso norteamericano en Afganistán. La coincidencia intencional del retiro de las tropas con las vísperas del vigésimo aniversario del atentado a las Torres Gemelas disparó un sinnúmero de aportes interesados en efectuar un balance de cierre sobre la guerra contra el terror1. Útiles como cualquier ejercicio retrospectivo, la identificación de las falencias estratégicas y el listado de los yerros operacionales y tácticos acuden a arrojar luz sobre los aspectos desacertados de las maniobras político-militares diseñadas e implementadas por EE. UU.2.
Por supuesto, elucidar las razones de la derrota de la superpotencia robustece los debates intelectuales practicados sobre las limitaciones fácticas del contraterrorismo y la contrainsurgencia, toda vez que el repliegue del dispositivo militar norteamericano describe un punto de inflexión estratégico y geopolítico de alcance global. Anoticiados del final del capítulo bélico más extenso de la historia norteamericana conviene sondear el entorno global, en procura de indicios descriptivos sobre la composición de lugar actual y prospectivos con relación al porvenir.
El reciente acuerdo estratégico-militar celebrado entre EE. UU. e India para el uso mutuo de los respectivos satélites en la dirección de misiles y drones patentiza las implicaciones multidimensionales de las alianzas. El secretario de Defensa recalcó que la alianza con la India se debe a sus «valores compartidos y al interés común», entre los que subrayó
«el apoyo de un Pacífico libre y abierto para todos, particularmente ante las crecientes agresiones y las actividades desestabilizadoras de China»3. Frente al doble juego de proyección internacional china con la construcción de «la franja y la ruta» y la despliegue estratégico-militar del «collar de perlas», línea de bases militares y de uso dual con que Pekín intenta rodear geográficamente a India, esta responde con un entendimiento de primer orden con el antagonista global del Estado con quien sostiene hostilidades militares en la frontera noroeste.
El papel de India en la política exterior norteamericana trasparenta imbricaciones geopolíticas a gran escala. Su posición geográfica la coloca en un punto de tensiones cruzadas. Producto de su añejo enfrentamiento con Pakistán por el control de la región de Cachemira, antes del 11S apoyaba con caudales, pertrechos y armamentos a la Alianza del Norte. Una organización afgana dirigida por Massoud Sha Massoud, constituida principalmente por tayikos y uzbekos y enfrentada al régimen Talibán instaurado en 1996. Tras los ataques a las Torres Gemelas la Alianza del norte amplió su importancia política al proveer la plataforma geoestratégica desde donde las FF. AA. norteamericanas instrumentaron la invasión a Afganistán4.
El respaldo indio conferido a un grupo musulmán desde mediados de la década de 1990 obedecía al intento de contrabalancear la enorme influencia pakistaní en el resto del territorio afgano. La gravitación de Islamabad era proyectada a través del Directorio S. Repartición del servicio de inteligencia pakistaní encargado de gestionar los contactos con los talibán, Al Qaeda y la constelación de actores no estatales (minorías étnicas, bandas narco-criminales como la red Haqqani, etc.) que se dieron cita en Afganistán durante los últimos 30 años5. Las permanentes ambigüedades pakistaníes respecto de EE. UU. y el indisimulado suministro de protección y apoyo a la resistencia afgana durante las dos décadas de guerra contra el terror facilitaron, casi mocionaron, el progresivo acercamiento político-estratégico de India con EE. UU.
Por obvios motivos de vecindad y similitud étnico-religiosa con Afganistán, Pakistán constituía un aliado crucial, casi indispensable, para el desarrollo eficaz y eficiente de las operaciones militares y de inteligencia norteamericanas6. Un papel que la exitosa cooperación con la Alianza del Norte ya había mostrado que era viable y beneficioso. Empero, la perduración de los lazos tendidos entre una parte sustantiva de las FF. AA., la inteligencia y la política pakistaníes con la cúpula talibán y Al Qaeda horadó el nexo siempre ambivalente, cuando no por completo tenso, entre Islamabad y Washington. En este escenario de desencuentros bilaterales, el Directorio S se encargó de tutelar la transformación de la región tribal autónoma paquistaní en un santuario de refugio para el terrorismo. Tanto es así que incluso parece haber acompañado la fundación de la rama pakistaní de los talibán7.
Los empalmes transfronterizos tendidos entre el grupo extremista y el servicio de inteligencia pakistaní tuvieron repercusiones de primera magnitud en la Guerra contra el Terror. El entendimiento ancló en un fondo de profundas coincidencias cosmovisionales existente entre los miembros del grupo afgano y los representantes del país vecino. Todo lo cual fundó el umbral para el uso del espacio pakistaní como santuario para los talibán, miembros de Al Qaeda y criminales de toda laya tras la caída del régimen. Y lo que primero deparó un ámbito de resguardo para el yihadismo en retirada mixturado con la criminalidad organizada devino de inmediato en base estratégica donde organizar y proyectar poder talibán hacia Afganistán. «El rol de Pakistán terminó siendo letal. Incluso mientras EE. UU. llevaba adelante su guerra en Afganistán, los talibán y Al Qaeda halló refugio y adiestramiento en el país de al lado»8.
La provisión de un santuario donde guarnecerse se inscribe en un vínculo de reciprocidades de larga data entre el estado pakistaní, siempre interesado en proyectar sus intereses en Afganistán, y los actores religioso-militares afganos constantemente urgidos de cualquier clase de apoyo estatal. Ya desde el estallido de la guerra afgano- soviética Paquistán jugó el rol de facilitador de medios para las fuerzas locales que resistían la invasión comunista. Por su intermedio fluyó el suministro occidental de información, apoyo armamentístico y soporte financiero a las brigadas muyahidines que enfrentaron la ocupación del Ejército rojo entre 1979-19899.
El éxito en la experiencia bélica de finales de la Guerra Fría respondió en gran medida a su basamento trilateral. Los recursos norteamericanos que a través de Pakistán llegaban a Afganistán contaban con el apuntalamiento territorial ofrecido por el sustrato étnico pastún como plataforma de solidaridad transnacional. Identidad compartida de forma indiferenciada entre la región del «cinturón pastún» en el segmento centro-sur del suelo afgano con las lindantes áreas tribales de la zona autónoma pakistaní10. «En esta línea, ya no se trataría de una insurgencia musulmana yihadista formada mayoritariamente por gentes de la etnia pastún, sino más bien de una insurgencia etnonacionalista pastún compuesta principalmente por yihadistas musulmanes»11.
Tras el 11S, la pervivencia de la camaradería amalgamada con fervor religioso compartido entre los Talibán y los agentes pakistaníes degradó con progresividad el vínculo entre Pakistán y EE. UU. El proceso de desencuentro fue cualquier cosa menos lineal. Muy por el contrario, debe considerarse como un tránsito saturado de ambigüedades, vaivenes, repuntes, recaídas y todo tipo de sinuosidades. Pero 10 años después del atentado a las Torres Gemelas, la ultimación de Osama Bin Laden en Abbotabad (2011), territorio pakistaní en inquietante proximidad con bases militares locales, dio el golpe de gracia a una asociación siempre plagada de suspicacias.
Una década más tarde de la Operación Tridente, el acuerdo entre EE. UU. e India marca la extensión que alcanzó el distanciamiento entre EE. UU. y Pakistán. La errada tercerización occidental del combate contra Estado Islámico en manos de los talibán12 en principio forjó un ámbito propicio para que Pakistán intente recrear su pasada influencia a través de las células terroristas vinculadas y controladas por el Directorio S. La estrategia consistió en una maniobra conocida: combinar los incentivos materiales y las promesas políticas con una adecuada manipulación de los esquemas de solidaridad pashtunwali13, imperantes en las redes pastunes que unen el centro-sur afgano con el noroeste paquistaní14.
Ahora bien, el regreso de los talibán a Kabul abre un umbral de inquietud para Pakistán toda vez que la agenda integrista de los sucesores del Mullá Omar bien puede proyectar sus intereses al otro lado del paso Khyber. Máxime a la luz de la importancia adquirida por la rama pakistaní de los Talibán y el inmenso poder amasado por la red Haqqani como nodo articulador de las redes de tráfico de estupefacientes asentado en la zona tribal. De manera irónica la derrota norteamericana sienta un principio de inquietud en Islamabad. Sus anteriores protegidos pueden conspirar contra la estabilidad política de su otrora benefactor con el simple hecho de activar en sentido contrario el mismo esquema que les permitió pervivir en la zona tribal autónoma. Resuena una enseñanza bíblica plasmada en Gálatas 6: 7. «Cosecharás tu siembra».
Observaciones sobre el balance de poder en el «gran tablero mundial»
El balance resultante para los intereses norteamericanos en Asia tras su retirada aparenta configurar un equilibro de bazas entre tradicionales enemigos hindúes y musulmanes y, de forma sinérgica, incrementa la presión sufrida por China al reforzar a su natural competidor regional: India. Sumado a su papel protagónico en Asia meridional y central, India asimismo posee el potencial para suplantar a China en su función de factoría global. A causa de sus rasgos específicos, el subcontinente ofrece una alternativa viable, aunque de realización a mediano plazo, al rol ocupado por China en la producción internacional.
India proporciona una estructura de costos igualmente módicos, cuenta con análoga magnitud demográfica (con progresión al crecimiento más acelerada que la china), aloja la mayor población de programadores de software del mundo y muestra ostensibles posibilidades de despegue en términos socioeconómicos. Además, en lo político- institucional representa la democracia más grande del orbe. Y desde lo cultural, cuenta con el inglés como una de sus lenguas oficiales. Punto de aparente nimiedad, pero, en rigor, superlativa relevancia comercial para occidente.
Japón, un socio estratégico norteamericano desde hace setenta años, acaba de pautar la adquisición de 105 aviones F-35 de fabricación norteamericana por un «monto estimado de 23 110 millones de dólares». La transacción coincide con el comienzo del repliegue de sus inversiones productivas en China. «Japón ha destinado 2200 millones de dólares de su paquete de estímulo económico récord para ayudar a sus fabricantes a trasladar la producción fuera de China debido al efecto de la COVID-19»15.
No sería para nada extraña la relocalización descentralizada de parte del aparato productivo nipón en países cercanos y con bajos costos laborales como India, Filipinas y demás socios regionales norteamericanos16. La política exterior japonesa contempla la complementación de los capítulos militar y económico en una única iniciativa estratégica, donde la coyunda norteamericana permanece como el principal amarre geopolítico de Tokio.
Dista del reino de la casualidad la simultánea reconfiguración de la estructura japonesa de out-sourcing en perjuicio chino y la provisión norteamericana de las más avanzadas capacidades militares aéreas. Todo ello ocurre en momentos de recrudecimiento de las relaciones sino-japonesas merced a la combinación de reclamaciones marítimas recíprocas, instalación de islas artificiales (tanto chinos como japoneses practican esta geografía creativa inaugurada por Japón con la ampliación antrópica de las islas Okinotori) y fricciones diplomáticas de amplio17.
Que el departamento de estado norteamericano haya manifestado que «Es de vital interés para Estados Unidos ayudar a Japón a desarrollar y mantener una fuerte y efectiva capacidad de autodefensa»18, debe leerse en clave estratégica y geopolítica, antes que una velada una expresión de interés sectorial del poderosísimo «complejo militar-industrial». Expresión con la que Eisenhower definió/denunció al conglomerado de producción armamentística norteamericano19. Como si las convulsiones del Asia- Pacífico no alcanzaran para intranquilizar la política internacional, el Mediterráneo experimenta sus propios tembladerales.
La escalada mediática y las amenazas cruzadas entre Francia y Turquía por los acontecimientos en Siria, Libia y Líbano, junto a los diferendos en torno a la determinación de la pertenencia de las riquezas hidrocarburíferas descubiertas en el Mediterráneo oriental, amenazan con provocar el distanciamiento de Ankara de la órbita europea20). El resquebrajamiento de los canales diplomáticos, los pronunciamientos públicos en tono beligerante de parte de los respectivos líderes políticos, las movilizaciones de tropas y sistemas de armas a las inmediaciones de las zonas donde ocurren litigios, las agitaciones nacionalistas y los ensueños de glorias pasadas reportan un cóctel de posibilidades explosivas.
¿Por qué el comportamiento turco reviste importancia para Occidente? Las razones son múltiples. Comencemos por un aspecto poblacional de relieve geopolítico. La crisis migratoria generada por las oleadas de desplazados —principalmente sirios— fue contenida en los campos de refugiados turcos. Al respecto, Turquía percibe pingües contribuciones europeas en concepto de respaldo financiero. Manipulando la tesitura a su favor, Ankara amenaza con abrir sus fronteras e inundar el viejo mundo con millones de desesperados en búsqueda de asilo y sostén. Mariano Aguirre brinda una mirada sinóptica del tema:
«Las relaciones con Estados Unidos son contradictorias. Washington trata de que el gobierno de Erdoğan no se incline totalmente en favor de Irán. El Gobierno turco critica que el Gobierno de Trump abandonase el acuerdo internacional sobre el programa nuclear iraní de 2015. Estados Unidos y la OTAN tienen en Turquía la importante base militar de Incirlik, desde la cual ha realizado operaciones, entre otras, en Irak y Afganistán. Erdogan ha amenazado con cerrarla. Estados Unidos se ha negado a extraditar a Fetullah Gülen, opositor a Erdoğan. Así también, en 2019 el gobierno turco se inclinó por adquirir de Rusia el sistema de defensa antimisiles S-400 Triumph, alegando que Washington no le había querido vender misiles Patriot en 2017. Con la Unión Europea es improbable que en un plazo medio se negocie la integración de Turquía. La renovación del acuerdo sobre la contención de los refugiados sirios en territorio turco se ha complicado por el intento de Ankara de relocalizarlos en parte de Siria, y las relaciones económicas entre las dos partes están alteradas por la crisis financiera turca»21.
Así como la posición india la expone a una serie de desafíos impuestos por tensiones con los vecinos y choques entre esferas de influencia imbricadas desde antiguo22, Turquía ocupa un sitio marcado por complejidades geopolíticas y, como veremos a continuación, de enorme relevancia geoestratégica. Durante la Guerra Fría, Ankara proveyó un punto de apoyo inmejorable para el establecimiento de bases militares donde acantonar tropas y, más importante aún, de emplazamiento de misiles. Basta recordar que la solución de la crisis de los misiles de 1962 provocada por la instalación de misiles soviéticos en bases cubanas tuvo como condición de desescalada el retiro de los misiles norteamericanos Júpiter que, ubicados en Turquía, apuntaban contra URSS.
El resurgimiento del poder ruso23y las rispideces de EE. UU. con Irán, complicadas al extremo por la muerte del general Suleimani a principios de año 2020 durante el ataque de un dron norteamericano, refresca una vez más la gravitación turca en las diagramaciones de seguridad internacional euroasiáticas24. El problema básicamente emerge en que las reivindicaciones neootomanas de Erdoğan no son bien recibidas en la Casa Blanca, y el empobrecimiento de las reacciones bilaterales enuncian incipientes distanciamientos profundizados por decisiones de carácter estratégico-militar.
«Las relaciones entre Estados Unidos y Turquía han desmejorado en años recientes. A tal punto, que Turquía ha empezado a adquirir avanzada tecnología de defensa rusa, capaz de derribar aviones estadounidenses y europeos. Los EE. UU. están advirtiendo a Ankara que esto puede conllevar a sanciones, sin embargo, aún tiene esperanzas de poder mantener a Turquía dentro de la alianza occidental»25.
Circunstancia reveladora de un patrón internacional. Los negocios practicados alrededor de la adquisición y/o desarrollo conjunto de capacidades militares primero y principal se dan entre aliados26. O al menos entre actores cuyos intereses convergentes contemplan un capítulo de provisión de capacidades al más desfavorecido de la dupla a fin de perjudicar la posición relativa de un tercero contra quien se comparte animadversión. A la zaga en frecuencia e importancia siguen las operaciones comerciales en materia de armamento practicadas entre poderes sin comunidad de intenciones. De sustanciarse, las mismas acontecerán conforme racionalidades estrictamente económicas entre A- Estados sin conflictos efectivos o potenciales y B-a condición de que no entren en contradicción con las formulaciones geopolíticas del actor más poderoso inmiscuido en la operación.
Al respecto el pensamiento de Tucídides goza de plena actualidad: «Los poderosos hacen lo que pueden y los débiles sufren lo que deben». A sabiendas de la crudeza del sistema internacional y de la absoluta rudeza con la que se tramitan los asuntos de Seguridad, las instancias transaccionales celebradas alrededor de capacidades militares jamás, o tan raramente que no ameritan mención estadística, ocurren entre actores con diferencias tales que presenten antecedentes o posibilidades —remotas o probables— de empleo del instrumento militar. No a la sazón desde 1982 pesan una serie de vetos sobre Argentina en la órbita de la OTAN…
Analistas internacionales y tomadores de decisión de primera línea asistieron con idéntico pasmo a las confusas imágenes televisivas del retiro de las tropas norteamericanas del suelo afgano. El caos político desatado por el repliegue de EE. UU., huida del presidente Ghani incluida, corrió parejo con el generalizado dislocamiento social provocado por el raid triunfal de los talibán. El grupo extremista desbarató en unos cuantos días lo poco que se pudo lograr en veinte años con una inversión monetaria y un esfuerzo castrense sin precedentes. El corolario del desplome arroja un saldo incontrovertible: la estructura de poder local erigida con el apuntalamiento económico, militar y organizacional de la coalición internacional se reveló incluso más dependiente del apoyo foráneo de lo que en principio se había supuesto.
Corroída por la corrupción e incapaz de conseguir la mínima densidad institucional requerida para garantizar los niveles más escuetos de gobernabilidad, la estatalidad afgana a usanza occidental simplemente no prosperó. Sin duda su crónica inestabilidad obedeció a un sinnúmero de variables domésticas y externas articuladas de forma contingente. Aunque existe consenso sobre un punto: el elemento más determinante en la germinación del revés guardó relación con la implicación de EE. UU. en Irak. La duplicación de esfuerzos y la ilegitimidad internacional acarreada por las acciones emprendidas en favor de neutralizar las imaginarias armas de destrucción masiva depositadas en escondrijos mesopotámicos conspiraron para frustrar todos los esmeros. Como bien redondeó Juan Battaleme: «Con la ocupación de Irak comenzó a perderse Afganistán»27. De hecho, finalmente se perdió.
En sentido contrario a lo que suele repetirse, la retirada norteamericana adquiere pleno sentido estratégico al abrigo de la última Estrategia de Defensa Nacional publicada por EE. UU. en 2018. Allí, la jerarquía de prioridades imperante durante los últimos años sufrió una profunda modificación. En la cúspide de las preocupaciones aparece la «competencia con pares cercanos». Eufemismo detrás del cual se detectan China como competidor geoeconómico28, Rusia en cuanto desafío con proyecciones militares sobre Asia y en cuanto suministrador de apoyo a Venezuela e Irán en su brega por la supremacía regional en cercano oriente. En el cuadro de situación general, el terrorismo quedó relegado a un estrato desafío estratégico accesorio. Citemos el documento aludido para sopesar la contundencia de su contenido: «La competencia estratégica entre estados, no el terrorismo, es ahora la prioridad máxima en la Seguridad Nacional norteamericana. China es un competidor estratégico que emplea estilos económicos predatorios para intimidar a sus vecinos mientras militariza el mar del sur de la China. Rusia violó las fronteras de las naciones adyacentes y persigue el poder de veto en las decisiones soberanas de sus vecinos en materia económica, diplomática y de seguridad […] Irán continúa sembrando violencia y se mantiene como el desafío más significativo contra la estabilidad en Asia central»29.
No obstante, lo desafortunado del repliegue norteamericano y la pérdida de prestigio acarreada por la televisación del desplome afgano, la disposición obedece a un mandato superior conforme el cual ajustar la disposición de los medios en atención a los fines. En seguimiento de las determinaciones políticas, la estrategia elabora una propuesta pergeñada con objeto de operativizar las instrucciones emanadas de la máxima conducción. En la práctica, la estipulación política le indica a la elaboración estratégica que contener militarmente a China, contrarrestar la expansión rusa y monitorear a Irán importa mucho más que la construcción de la democracia en Afganistán30.
Ante la frialdad del razonamiento las objeciones morales y reproches éticos podrán propagarse como olas en un estanque agitado por un pedrusco. Pero para bien o para mal de EE. UU. y del mundo, la agenda norteamericana la dicta la conducción de su país. Lo demostraron claramente en la invasión de Irak y lo ratifican en la retracción de Afganistán. ¿Son acertadas las ponderaciones? El tiempo y las derivas estratégicas laudarán al respecto. Pero la aptitud soberana y la monumentalidad de su poderío económico y militar los galardonan con un grado de libertad de acción que, sin ser completo, es el más orondo entre el resto de actores que pueblan el orbe.
El despliegue militar se ordena de manera concomitante con las prioridades políticas reformuladas. Por lo cual, de conformidad con la lógica estratégica31la relocalización de los intereses geopolíticos trae aparejada la reubicación geoestratégica de los medios. Si bien la correlación existe, entre ambas media un lapso. Tal el período entre la promulgación de la Estrategia de Defensa Nacional y el repliegue definitivo de Afganistán. Desde ya el espacio de tiempo tiene la extensión que marque la política. EE. UU. podría haber partido antes o después según lo dictara el leal saber y entender de sus dirigentes. Lo hizo este año. Como pudo y con los resultados consabidos. Pero ahora y no antes ni después.
En acompañamiento con la redefinición de. posicionamiento militar global norteamericano fue anunciada la formación de una nueva alianza entre EE. UU., Gran Bretaña y Australia: AUKUS. El entendimiento, que actualiza la lógica de colaboración en inteligencia ya consolidado entre los «cinco ojos» apunta a contener a China, apalancando el esfuerzo tripartito con el incremento de la presencia militar anglosajona en el área indo-pacífica32. El primer paso supone la dotación de submarinos atómicos para Australia. Provisión de capacidades, ya sea por desarrollo autónomo, conjunto o llana adquisición, similar a lo llevado a cabo con Japón, Taiwán y demás aliados norteamericanos en el área. En otras palabras, la maniobra inicial apunta a fortalecer a los aliados para multiplicar los frentes de los antagonistas.
Por lo cual, la retirada de Afganistán, el entendimiento con India, el refuerzo de Japón, el apoyo a Taiwán y el pacto con Australia y Reino Unido reconocen un mismo denominador político-estratégico anticipado en la Estrategia de Defensa Nacional: la competencia interestatal regresó. Con un formato híbrido, desdoblada en cinco dominios (tierra, agua, aire, espacio exterior y ciberespacio), enfocada en lo económico y con aversión al empleo del poder militar. Pero regresó. Todo lo cual enmarca no solo los eventos actuales, sino que invita a aventurar ejercicios prospectivos donde anticipar todo lo posible sobre las tesituras contenciosas venideras.
1 GARCÍA CORTIJO, Félix Eugenio. Afganistán, conflicto interminable. Documento de Opinión IEEE67/2021. Disponible en: http://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_opinion/2021/DIEEEO67_2021_FELGAR_Afganistan.pdf (consultado 20/7/2021).
2 DE MIGUEL, Sebastián Jesús. Afganistán. Política sin estrategia o estrategia sin política. Documento de Opinión IEEE 92/2021. Disponible en: http://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_opinion/2021/DIEEEO92_2021_JESMIG_Afganistan.pdf (consultado 4/10/2021).
3 “El acercamiento sigue al aumento de las tensiones con China”, La Prensa, 27 de octubre de 2020. Disponible en: http://www.laprensa.com.ar/495136-El-acercamiento-sigue-al-aumento-de-las-tensiones-
4 BLEHM, Eric. “The only thing worth dying for. How Eleven Green Berets Fought for a New Afghanistan”,
HarperCollins, New York, 2003.
5 MAZZETTI, Mark. “The way of the knife. The CIA, A secret army, and a war at the ends of the Earths”,
Penguin Books, New York, 2014. GARCÍA CORTIJO, Félix Eugenio. op. cit.
6 GRENIER, Robert L. “88 days to Kandahar. A CIA diary”, Simon & Schuster Paperbacks, New York, 2016.
7 BAQUÉS QUESADA, Josep. “Los pastún: análisis de su impacto político en Afganistán”, Real Instituto Elcano, 2010. Disponible en: http://biblioteca.ribei.org/id/eprint/1996/1/DT-22-2010.pdf (consultado 5/6/2021).
8 LAMB, Christina. “Chronicle of a defeat foretold”, Foreing Affairs, julio-agosto 2021. Disponible en: https://www.foreignaffairs.com/reviews/review-essay/2021-06-22/chronicle-defeat-foretold.
9 WOODWARD, Bob. “VEIL: Las Guerras Secretas de la CIA. 1981-1987”, Editorial Sudamericana, Buenos Aires,1988.
10 BARTH, Fredrik. Los pathanes: su identidad y conservación. En: BARTH, Fredrik (comp.). “Los grupos étnicos y sus fronteras”, Fondo de Cultura Económica, México D.F., 1976.
RASHID, Ahmed, “Taliban. Militant Islam, Oil and Fundamentalism in Central Asia”, Yale University Press, 2010.
11 BAQUÉS QUESADA, Josep. op. cit.
12 GHANI, Ashraf. “Afghanistan’s Moment of Risk and Opportunity. A Path to Peace for the Country and the Region”, Foreign Affairs, 4 de mayo de 2021. Disponible en: https://www.foreignaffairs.com/articles/afghanistan/2021-05-04/ashraf-ghani-afghanistan-moment-risk- and-opportunity.
13 GARCÍA CORTIJO, Félix Eugenio. op. cit.
14 MALKASIAN, Carter. “The Taliban Are Ready to Exploit America’s Exit. What a U.S. Withdrawal Means for Afghanistan”, Foreign Affairs, 14 de Abril de 2021. Disponibl en: https://www.foreignaffairs.com/articles/afghanistan/2021-04-14/taliban-are-ready-exploit-americas- exit?fa_anthology=1127460
15 “Coronavirus: Tokio le paga a sus empresas para que abandonen China”, Asia News, 9 de abril de 2020. Disponible en: http://www.asianews.it/noticias-es/Coronavirus:-Tokio-le-paga-a-sus-empresas-para-que- abandonen-China--49787.html
16 REYNOLDS, Isabel y URABE, Emi. “Japón financiará a empresas para trasladar su producción fuera de China”, El Universal, 4 de abril de 2020, https://www.eluniversal.com/economia/67068/japon-financiara-a- empresas-para-trasladar-su-produccion-fuera-de-china.
17 AZNAR FERNÁNDEZ-MONTESINOS, Federico. Geopolítica naval del Indo-Pacífico. Documento de Análisis IEEE 31/2021. Disponible en: http://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_analisis/2021/DIEEEA31_2021_FEDAZN_Naval.pdf(consultado 10/9/2021).
18 “Japón comprará 105 aviones de combate F-35 estadounidenses”, El Mundo, 10 de julio de 2020. Disponible en: https://www.dw.com/es/jap%C3%B3n-comprar%C3%A1-105-aviones-de-combate-f-35- estadounidenses/a-54119000
19 EISENHOWER, Dwight. Farewell address to the Nation. 1961. Transcripción disponible en: https://www.ourdocuments.gov/doc.php?flash=false&doc=90&page=transcript (consultado 20.5.2021).
20 SÁNCHEZ TAPIA, Felipe. Geopolítica del gas y militarización del Mediterráneo Oriental. Documento de Análisis IEEE 05/2019. Disponible en: https://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_analisis/2019/DIEEEA05_2019FELIPE-Mediterraneo.pdf (consultado 3/5/2021).
SÁNCHEZ TAPIA, Felipe. ¿Qué hace Turquía en Libia? Documento de Análisis IEEE 06/2020. Disponible en: http://www.ieee.es/contenido/noticias/2020/03/DIEEEA06_2020FELSAN_TurquiaLibia.html (consultado 4/6/2021).
JABBOUR, Jana. “France vs. Turkey in the EastMed. A Geopolitical Rivalry between a ‘Keeper’ of the Old Order and a Challenging Emergent Power”, Briefings de l’Ifri, 6 de mayo de 2021. Disponible en: https://www.ifri.org/sites/default/files/atoms/files/jabbour_france_vs_turkey_eastmed_2021.pdf. Fecha de la consulta 8.7.2021.
En este último trabajo se menciona un elemento clave para nuestras reflexiones: durante su conflicto con Turquía, Francia le vendió aeronaves de combate Rafale al principal adversario de los intereses turcos: Grecia.
21 AGUIRRE, Mariano. “Cómo Turquía intenta recuperar la influencia del Imperio otomano y qué consecuencias tiene para el equilibrio internacional”, BBC News, 9 de octubre de 2020. Disponible en: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-54418272.
22 MEYER, Karl E. y SHAREEN, Blair Brysac. “Torneo de sombras: El gran juego y la pugna por la hegemonía en Asia Central”, RBA, Barcelona, 2008.
23 GERASIMOV, Valeri. “The value of science in prediction”, Military-Industrial Kurier, 27 de febrero de 2013. Disponible en: https://www.ies.be/files/Gerasimov%20HW%20ENG.pdf Fecha de la consulta 13.6.2021.
BARTLES, Charles. “Getting Gerasimov Right”, Military Review 91:30-38, 2016.
ADAMSKY, Dmitry. “Moscow´s Syria Campaign: Russian Lessons for the Art of Strategy”, Ifri, Russie. Nei. Visions 109,2018.
24 DE CARLOS, Santiago. “La pugna por la hegemonía regional: la rivalidad estratégica entre Arabia Saudí e Irán en la última década”, Revista del Instituto Español de Estudios Estratégicos 17: 13-38, 2021,- Disponible en: https://revista.ieee.es/article/view/2599/4458. Fecha de la consulta 20.9.2021.
25 SELDIN, Jeff. “Occidente en peligro de perder como aliado a Turquía”, Voz de América, 28 de octubre de 2020. Disponible en: https://www.voanoticias.com/noticias-internacional/occidente-en-peligro-de- perder-como-aliado-turquia.
26 Para dimensionar el alcance de lo dicho, piénsese en la Ley de Préstamo y Arriendo con que EE. UU. suministró material bélico y bastimentos de todo tipo a Gran Bretaña y la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial. Winston Churchill sopesó la Ley de Préstamo y Arriendo como “la ley más magnánima que ha habido jamás en la historia de cualquier país”. En: NASAR, Sylvia. “La Gran Búsqueda. Una historia del pensamiento económico”, Debate, pp. 390-409, Barcelona, 2012.
27 BATTALEME, Juan. “La acumulación de crisis en el sistema internacional”, Perfil, 11 de septiembre de 2021. Disponible en: https://www.perfil.com/noticias/opinion/la-acumulacion-de-crisis-en-el-sistema- internacional.phtml
28 LUTTWAK, Edward N. “From Geopolitics to Geo-Economics: Logic of Conflict, Grammar of Commerce”,
The National Interest 20: pp. 17-23, 1990.
29 MATTIS, Jim. National Defense Strategy Summary. Department of Defense, United States of America, 2018.Disponible en: https://dod.defense.gov/Portals/1/Documents/pubs/2018-National-Defense-Strategy- Summary.pdf (consultado 25.5.2021).
30 AZNAR FERNÁNDEZ-MONTESINOS, Federico. Geopolítica naval del Indo-Pacífico. Documento de Análisis IEEE 31/2021. Disponible en: http://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_analisis/2021/DIEEEA31_2021_FEDAZN_Naval.pdf(consultado)
31 LUTTWAK, Edward N. “La lógica de guerra y paz”, Instituto de Publicaciones Navales, Buenos Aires, 1992.
32 LÓPEZ GARAY, Miguel. “Pasado, presente y futuro de la geopolítica en el mar de China Meridional”,