
La intensificación de los movimientos humanos que caracteriza, entre otros factores, a la globalización, ha hecho que los asuntos relacionados con las migraciones hayan vuelto a estar presentes, de manera regular y desde el comienzo de este siglo, en las diferentes agendas informativas.
A este fenómeno no ha sido ajena España, cuya consolidación como estado miembro de la Unión Europea hizo que pasara a ser un país atractivo para ciudadanos de otras regiones del mundo con condiciones de vida, desde los puntos de vista material y político, mucho más difíciles.
En paralelo, y como reacción a esta dinámica globalizadora, se ha ido desarrollando una tendencia de signo contrario, que considera las migraciones motivadas por razones económicas y sociopolíticas como un “problema” al que hay que encontrar solución. Esta consideración eminentemente negativa de la inmigración ha ido asentándose en la conciencia de los ciudadanos europeos de manera paulatina: en los diferentes países del continente la inmigración se asocia, en no pocas ocasiones, con marginalidad, economía sumergida, hechos delictivos, deterioro de los servicios públicos, conflictos culturales, etc.
En este contexto, los medios de comunicación pueden contribuir, con las representaciones que difunden, a favorecer o dificultar los procesos de integración de los diferentes colectivos de inmigrantes.
La revisión de los textos periodísticos sobre migraciones publicados durante las dos últimas décadas nos permite tener hoy una visión en perspectiva de los hechos de que dan cuenta, que contrasta con la que propicia la inmediatez de las noticias y opiniones y con lo que queda depositado en el recuerdo. El análisis detallado de estas informaciones y opiniones nos muestra, en primer lugar, que la realidad es mucho más compleja, que los asuntos relacionados con las migraciones de carácter económico y político son plurales y exigen tomas de postura, concepciones y decisiones elaboradas y matizadas. Veamos, sin ánimo de exhaustividad y solo a modo de ejemplos, algunas de las tendencias que revelan estos análisis (realizados a partir de piezas periodísticas publicadas en los principales diarios españoles):
Por un lado, se observa en las informaciones y opiniones publicadas a lo largo de estos años un progresivo desplazamiento desde la información de alcance local hacia la global o, si se quiere decir de otra manera, los movimientos migratorios pasan a considerarse un fenómeno de dimensión continental, que afectan a España por su pertenencia a la Unión Europea y por su localización geográfica. De ahí que, por ejemplo, las noticias de la primera década del siglo XXI que asociaban delincuencia e inmigración a partir de hechos locales (o que, del mismo modo, relacionaban inmigración con ocio y vida cotidiana) vayan reduciendo su presencia con el paso del tiempo, dejen de considerarse noticiables, frente a informaciones atinentes a las políticas europeas o a cuestiones demográficas.
Por otro lado, los temas de las piezas periodísticas que mencionan el término “(in)migración” en sus titulares y encabezamientos muestran la complejidad a la que nos referíamos antes: la inmigración se vincula a aspectos económicos, sociales, políticos, demográficos, geográficos, religiosos, culturales o jurídicos.
Se advierte también cómo, en periodos muy concretos, determinados temas o subtemas acaparan las noticias: es, por ejemplo, lo ocurrido en 2011 y 2012, cuando, a consecuencia de la crisis económica, España volvió a registrar, tras muchos años, saldos migratorios negativos y la emigración (la “fuga de cerebros” nacional) se convirtió en el tema principal. O, asimismo, lo que reflejaron las noticias de 2016, cuando los diferentes atentados terroristas que se produjeron ese año en territorio europeo hicieron que el tema del terrorismo apareciera por vez primera en nuestras investigaciones asociado al de las migraciones.
Podríamos seguir señalando tendencias a medio plazo y temas dominantes en períodos concretos, pero la idea básica es la misma: las cuestiones migratorias son una realidad compleja que no se aviene bien con eslóganes simplificadores. Alejandro Portes señalaba, en las entrevistas que siguieron a su obtención del premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales en 2019, algunos de los rasgos inherentes a la “inmigración tardía” característica de nuestro país: su contribución a la desaceleración de la caída demográfica; su peso en el mercado laboral; el enriquecimiento cultural que conlleva; la actitud relajada (en el sentido de que no ha habido una política de integración que impusiera un modelo rígido), que ha propiciado una mutua acomodación (de los extranjeros a la sociedad de acogida y viceversa).
Todos estos enfoques deben hacerse hueco en las mentes de los ciudadanos, coexistiendo con y, llegado el caso, desplazando del espacio (informativo) a los aspectos negativos que tanto se han enfatizado (aunque, como hemos tratado de mostrar, no estén respaldados por los hechos). Se trata de reformular el marco que evoca el término “(in)migración”, de asociarlo con una realidad plural, compleja y, a veces, contradictoria, difícil de acotar en el cliché y el estereotipo.
Luis Guerra Salas, catedrático de Lengua Española en la Universidad Europea de Madrid, es uno de los investigadores principales del proyecto INMIGRA3-CM, financiado por la Comunidad de Madrid y el Fondo Social Europeo