De la paz de Alaska a la paz de Moscú

El presidente ruso, Vladimir Putin, a quien critico todo el tiempo, sabe de los apuros del presidente estadounidense, Donald Trump, para conseguir la paz en Europa del Este.
Todo estaba listo para ser anunciada pues la guerra que enfrentó a Rusia con Ucrania, jamás debió producirse o prolongarse tanto tiempo (Casi 4 años). Una paz que Putin no iba a permitir que sea anunciada en Alaska que tiene la doble significación de ser territorio de Estados Unidos y haber sido parte de Rusia hasta 1867 en que fue vendida a Washington.
Hubiera sido como una derrota política para Putin, que todo el tiempo está buscando empoderarse, pensando en el vulnerable frente interno de su país. La abierta invitación a Trump para que el próximo encuentro bilateral sea en Moscú, tiene ese propósito. Desnudada la astucia de Putin, no creo que a Trump le importe sobremanera un tercer lugar para conseguir la paz.
Pragmático hasta los huesos, lo único que le interesa es sellarla, tratándose de una manifiesta promesa al pueblo norteamericano y, por adición, a la humanidad, cuando asumió su segundo y último mandato el 20 de enero de 2025.
La esperada reunión del último viernes se vio muy simétrica desde la postura diplomática, y eso estuvo muy bien: llegaron prácticamente juntos, aparecieron y se dieron el apretón de manos en un encuentro deliberadamente sincronizado, cuidando que uno no vaya en busca del otro, y mucho menos con ángulos desventajosos.
Durante la conferencia de prensa, que siguió a la larga reunión, la simetría se mantuvo bajo las líneas que definieron el encuentro debidamente planeado y ese trabajo, que fue dominantemente diplomático, contempló, incluso, espacio para la espontaneidad que brilló por su ausencia.
La diplomacia es fundamental como instrumento de la política exterior, y no solo como su natural y mayor vehículo de negociación. Trump ha dicho que comunicará a los países miembros de la OTAN sus acuerdos preliminares con Putin que en buena cuenta será una suerte de carajeo tal como lo ha venido haciendo desde su primer mandato, pues no quiere que nada estropee su objetivo que, por si acaso, mirando a la paz que se pudiera conseguir entre Rusia y Ucrania, no es el objetivo final, si no el indispensable para concentrarse en China, su mayor óbice y amenaza económica contemporánea.
Quizás lo más fácil del acuerdo en su tramo geopolítico será que Crimea, anexada por Moscú en 2014, se convierta de iure (de derecho) en territorio de Rusia, y lo más complicado será abordar sobre la región del Donbas -de enorme influencia rusa-, en la frontera entre ambos países, y sobre la cual, el gobierno de Volodomir Zelenski, no debería mostrarse reactivo.
La exigencia de Putin para echarle tierra al ingreso de Ucrania en la OTAN será pan comido para Trump pues Zelenski no tiene muchas cartas para elegir a cambio de la paz que no tendrá precio para su patria. Veremos qué pasa en Moscú.
Miguel Ángel Rodríguez Mackay. Excanciller del Perú e Internacionalista