
El mundo está lleno de magia que espera que nuestro cerebro se afine
B. Russel
Cuenta el cuento-estratagema que existe al menos desde el siglo VIII que un granjero tenía una cabra, un par de coles y un lobo. Cuatro protagonistas metidos en una encerrona ya que el cuento nos impone de entrada que el granjero debe cruzar un río en una barquita que tiene sólo cabida para dos y no podía dejar en la orilla a la cabra con las coles porque se las comería, ni al lobo con la cabra porque ésta correría el mismo riesgo.
Es verdad que el cuento pretende enseñarnos a una edad muy temprana que cualquier problema tiene solución. Sin embargo, detrás de su significado aparente yace otro profundo y tan viejo como la humanidad: ‘divide ut regnes’, diría Julio César.
A simple vista, parece que el granjero es el héroe que usa su inteligencia para sacar adelante una situación muy delicada impuesta por la relación imposible entre los tres otros protagonistas. No obstante, nuestro pobre amigo no es más que otro infeliz atrapado en las redes de un cuento donde le toca remar y volver a remar de una orilla a otra para encontrarse al fin y al cabo con la misma situación, con tres seres incompatibles que no pueden estar juntos sin que se comieran uno al otro.
Pues algo así pasa con y por el tema del Sáhara Occidental: argelinos, marroquíes, españoles y franceses llevamos décadas hechizados por el humo abracadabrante que exhala el cuento, errados en un laberinto sin salida.
Un dilema, decía John A. Lincoln, “es un político tratando de salvar sus dos caras a la vez”. Es lo que pasa a España y Francia con Marruecos y Argelia, y viceversa.
Visto lo visto, creo que no importa saber quién es quién en el cuento, sino cómo deconstruir el antiguo paradigma y construir otro nuevo que permita curar el Trastorno Explosivo Intermitente (TEI) que envenena las relaciones en el Mediterráneo occidental.
No cabe duda de que los acontecimientos que se viven ininterrumpidamente en los últimos tres años han puesto el mundo en un verdadero acelerador de la historia. Todo presagia que se avecinan tiempos de vacas flacas marcados por una gran inflación, una fuerte recesión económica y mucha agitación social.
En tales momentos, encerrar a su vecino no convence a uno de su buen juicio. Más bien, tener a un buen vecino permite siempre vender más cara su casa en un mundo que se prepara para abandonar la globalización y reconfigurarse de otra manera.
La crisis de la COVID y la guerra entre Rusia y Ucrania han dejado claro que de hoy en adelante la geopolítica primará sobre la economía y que el mundo se va a organizar en varias zonas de influencia, más reducidas, donde habrá localizaciones y deslocalizaciones con el objetivo de asegurar los suministros.
Por ello, España, Francia, Argelia y Marruecos, países que comparten una importante historia y recursos naturales y tecnológicos complementarios susceptibles de evitar los seísmos que se anuncian, están llamados a liberarse del señuelo del cuento, a cambiar las reglas del juego y asentar las bases de un primer núcleo duro de una zona de influencia euro-magrebí.
Sé que no es nada fácil, pero los nuevos tiempos nos lo piden a gritos y creo que más vale la incomodidad de la incertidumbre que el ridículo de la certeza. Perseverando en el síndrome de Hubris, no haremos más que seguir con una política equivocada que Groucho Marx califica como “el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”.
¡Y la locura no suele venir de la incertidumbre, sino de la certeza!
Nuestros respectivos pueblos esperan políticos que estén en la acción no en la reacción, que no gestionen sólo el día a día, sino que se proyecten en el futuro, en qué va a pasar en veinte, treinta o más años.
En estos momentos difíciles que corren, cada día que pasa sin que nuestros gobernantes se den cuenta de la necesidad de cambiar las reglas del juego nos acerca al abismo que yace detrás de la citación terrible de De Gaulle: “La política es demasiado seria para dejarla en manos de los políticos”.
¿Qué otras salidas nos quedarían entonces?
La historia nos ha enseñado que de la crisis puede salir Roosevelt como Hitler. ¡Y mientras tanto, la ultraderecha viene galopando!
Mohamed Nouri, presidente de la asociación Alcántara España-Marruecos