
Una semana después de haber obtenido la “fiducia” (“confianza”) del Parlamento, el Primer Ministro Conte ha decidido presentarse en el Quirinal, sede de la presidencia de la República, con el objeto de dimitir como “premier”. En realidad, se trata de un movimiento claramente táctico: lo hace en la creencia de que el Presidente Mattarella le volverá a encargar formar gobierno, y que con ello podrá afrontar el final de la legislatura donde, a pesar de ir ya por el tercer Ejecutivo, él ha sido el único que se ha sentado en la presidencia del Consejo de Ministros desde que ésta se iniciara en marzo de 2018.
Más de uno se preguntará: ¿por qué ahora sí presenta su dimisión cuando hace siete días las dos cámaras parlamentarias le confirmaron como Primer Ministro? En ese sentido, hay dos motivos fundamentales para explicar la decisión de Conte.
El primero es que, sobre todo durante la jornada que tuvo lugar durante el Senado, se pudo constatar que de momento no existe un grupo de senadores que se puedan convertir en alternativa a Matteo Renzi, que, como es sabido, abandonó la coalición el pasado día 13 por fuertes discrepancias con el “premier”, sobre todo en lo referido al diseño y estructura del llamado “Recovery fund”. La cámara alta le otorgó un total de 156 votos, a cinco de la mayoría absoluta, pero se trataba de una cifra muy discutible: senadores vitalicios, parlamentarios tránsfugas e incluso la aparición casi por sorpresa del siempre discreto grupo “Por la autonomía” (que dispone de ocho representantes en la cámara alta) permitieron al Primer Ministro superar la moción de confianza. Pero la realidad era que, por un lado, una parte de esos votos no se puede ni se debe contar con ellos para seguir gobernando (¿haremos venir a Liliana Segre, a sus noventa años de edad recién cumplidos, desde Lombardía a la capital italiana para cada votación clave? No parece lo más prudente); por otro, que si Conte salvó su cabeza fue porque los senadores de Renzi (incluyendo él mismo, quien representa a Toscana en la cámara alta) decidieron abstenerse, pero esa abstención puede convertirse en voto contrario en cualquier momento.
La segunda es que esta misma semana Alfonso Bonafede, Ministro de Justicia, había de comparecer en el Parlamento para rendir cuentas de su gestión al frente de este ministerio a lo largo del año pasado. Y corría un claro riesgo de ser censurado por el Senado, ya que Matteo Renzi aquí sí que no pensaría en abstenerse, sino en votar en contra del actual titular de Justicia.
Renzi hace tiempo que quiere liquidar a Bonafede. Le considera un ministro que practica el “giustizialismo”, en el sentido de utilizar la Justicia con fines políticos, no respetando la presunción de inocencia que debe haber en todo Estado de Derecho. Hace ahora justo un año, Renzi y Bonafede ya se encontraba abiertamente enfrentados a cuenta de una ley que cambiaba todo lo relativo a la prescripción de los delitos, e incluso Renzi tenía ya fecha establecida para censurarlo: el 15 de marzo. Pero, como es sabido, una semana antes tuvo lugar el cierre completo del país y Renzi tuvo que dejar para mejor ocasión la censura de la gestión de Bonafede. Es más, incluso tuvo que salvarle la cabeza en la tercera semana de mayo cuando el centroderecha presentó una moción contra el ministro por haber excarcelado a casi cuatrocientos “capos” mafiosos, la mayor parte de ellas con largas condenas por graves delitos sangre. Bonafede les permitió salir temporalmente a la calle para que no fallecieran contagiados por el coronavirus, pero aquello demostró ser un craso error, ya que la inmensa mayoría de ellos han acabado ocultándose en sus tierras de origen, echando por tierra el trabajo del llamado “pool-antiMafia” de los años ochenta y que se llevó por delante las vidas de los prestigiosos jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino.
Sin embargo, ahora Renzi no está en la coalición, con lo que tenía a tiro liquidar a Bonafede, bajo cuyo tiempo al frente de la Justicia tanto Renzi como “il altro Matteo” (Salvini) han comenzado a ser investigados por presunta financiación irregular de sus respectivas trayectorias políticas. Las investigaciones realizadas a ambos políticos, aún en fase de instrucción, acabaron en manos de la prensa, y tanto Renzi como Salvini piensan que Bonafede está detrás de ello.
No obstante, cuando ambos piensan en censurar a Bonafede saben que a quien están dejando realmente tocado es a su rival Conte. Porque Bonafede, alumno del actual Primer Ministro cuando éste impartía clases de Derecho Privado en la Universidad de Florencia, fue la persona que introdujo el nombre de Conte en las filas del Movimiento Cinco Estrellas, y quien realmente impulsó su candidatura a “premier” cuando Mattarella, en mayo de 2018, dejó claro que no encargaría formar gobierno al entonces jefe de filas de esta peculiar formación, el ahora Ministro de Asuntos Exteriores Luigi Di Maio. Ello ha permitido a Conte presidir el Consejo de Ministros durante ya más de dos años y medio, aunque, eso sí, a través de dos gobiernos, y no de uno solo, como fue el caso de Bettino Craxi en los años ochenta o del mismo Matteo Renzi entre 2014 y 2016.
Si Bonafede, principal valedor de Conte, era censurado, lo que habría que añadir al hecho de que al actual gobierno dispone solo de mayoría simple en el Senado, ello hubiera dejado en una posición débil al jurista apuliano. Así que Conte ha preferido dimitir ya y esperar a ver si Mattarella, por tercera vez consecutiva, le otorga su confianza, y si Renzi al final decide volver a la coalición de gobierno, una posibilidad a la que este último no se cerró en ningún momento ya que su partido, en las dos votaciones consecutivas que hubo en las cámaras parlamentarias, no se posicionó en contra de la continuidad de Conte, sino a favor de la abstención.
Ahora el Presidente Mattarella, el único que puede encargar formar gobierno o disolver el Parlamento para convocar elecciones de manera anticipada, abrirá una fase de consultas a los diferentes grupos parlamentarios para ver a quién puede designar como futuro Primer Ministro. Y el asunto no se presenta nada sencillo, ya que se dan, como mínimo, tres posturas completamente distintas entre sí y lo más preocupante de ello es que ninguna es capaz, por sí misma, de alcanzar la mayoría parlamentaria.
La primera es la tomada por el Movimiento Cinco Estrellas, el Partido Democrático y Libres e Iguales. Los tres partidos, que eran los que formaban la coalición de gobierno junto a la Italia Viva de Matteo Renzi, aceptan una sustancial remodelación del Ejecutivo a condición de que Conte vuelva a ser el Primer Ministro. El problema es que, sin Renzi, ni se acercan a la mayoría absoluta en el Senado, aunque en la cámara baja sí la tengan. Sigue buscando senadores en el muy poblado Grupo Mixto, pero de momento solo uno (Tommaso Cerno) se ha marchado de este para volver al PD, partido que abandonó hace un año precisamente para engrosar las filas del Mixto. Y ya saben que Mattarella quiere un grupo claramente conformado como alternativa al de Renzi, o bien que sean capaces de resolver sus cuitas con el político toscano para que éste de nuevo integre la coalición de gobierno.
La segunda posición es la tomada por Italia Viva y Forza Italia. Quieren un “gobierno de unidad nacional” con el que afrontar los dos años que quedan de legislatura, pero para ello necesitan que tanto PD, por un lado, como Hermanos de Italia y la Liga, por otro, quieran participar de este tipo de gobierno. En su caso, el candidato con más opciones de ser Primer Ministro sería Antonio Tajani, “mano derecha” de Berlusconi y en principio su sucesor al frente de Forza Italia.
Pero esta segunda opción se encuentra con que, aunque el PD podría cambiar su posición y aceptar este “gobierno de unidad nacional”, difícilmente van a poder contar con quienes apoyan una tercera vía, que no es otra que ir a las urnas cuanto antes. Se trata de la romana Meloni y del lombardo Salvini, quienes tienen en este momento una muy estimable intención de voto en caso de convocarse elecciones anticipadas. Además, debe recordarse que, así como Meloni está alienada con los conservadores europeos en el Parlamento comunitario, Salvini está en el grupo de los “soberanistas” o “antieuropeístas”. Claro que todo es posible, ya que, si Salvini logra la promesa de convertirse en Primer Ministro con el apoyo de todo el centroderecha más Renzi a cambio de que deje sus derivas “soberanistas” (con elecciones a medio plazo por medio, claro está), todo puede cambiar. No olvidemos que Salvini lleva detrás de la presidencia del Consejo de Ministros desde el otoño de 2018, en que su partido comenzó a lograr un auténtico “sorpasso” sobre el Movimiento Cinco Estrellas, y que se materializó en las elecciones europeas de mayo de 2019, en las que la Liga dobló en número de votos a su entonces compañero de coalición (precisamente Cinco Estrellas). Y ya sabemos que Salvini, si se trata de acudir al transformismo, es único en ese punto: ha sido, de manera consecutiva, secesionista, federalista y, finalmente, ultranacionalista. Así que, si tiene que ser el más europeísta de todo con tal de ser “premier”, no le faltarán ganas de acometer una nueva transformación, la enésima para él.
Veremos qué sucede con todo este enrevesado asunto. En principio, todo apunta a un “Conte ter” con Renzi volviendo a la coalición a cambio de una serie de garantías, pero todo es posible. La resolución a ello queda en manos del muy bregado en el alta política Sergio Mattarella, quien se encuentra ante la necesidad de formar una auténtica “maggioranza” que le permita, a finales de enero del año que viene, poder presentar su renuncia como Jefe del Estado y ser sustituido por un nuevo Presidente de la República. Pero, para ello, antes habrá de buscar una solución a la encrucijada actual, y ésta de momento se presenta más que complicada. Veremos qué sucede en días venideros.
Pablo Martín de Santa Olalla Saludes es Profesor del Centro ESERP y autor del libro Italia, 2013-2018. Del caos a la esperanza.