Ely Schlein y las dificultades de gobernar el Partido Democrático (PD)

PHOTO/FILE - Ely Schlein
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Las elecciones administrativas que se acaban de celebrar han puesto de manifiesto las dificultades por las que va a atravesar su nueva líder, Ely Schlein, si no realiza un cambio de rumbo dentro de su partido. Desde que se alzara con una inesperada victoria a finales de febrero de este año, la joven política boloñesa sufre las primeras críticas por parte de diversos sectores de su formación. Y lo más llamativo es que seguramente ella poco tiene que ver con el descalabro de su partido en las administrativas de este año, ya que sabido es que en las elecciones locales se vota mucho más a la persona que a un partido o a unas determinadas siglas: teniendo en cuenta que solo lleva tres meses al frente del PD, Schlein apenas ha tenido margen de maniobra para realizar las listas electorales. Eso sí, lo que está aprendiendo a “marchas forzadas” es la dificultad de gobernar un partido tan heterogéneo como el PD y con unos secretarios generales que, tengan la trayectoria que tengan, son inmediatamente cuestionados.

En el caso de Schlein, el principal problema es que ella sí ha sido “il rottamatore” que Matteo Renzi no fue realmente en su momento, por mucho que le gustara darse a conocer como tal. En efecto, se ha liquidado sin contemplaciones la “vieja guardia” del partido soslayando que esa misma “vieja guardia”, a través de sus célebres “corrientes”, es la que realmente controla el aparato del partido. Seguramente más de uno se preguntará por qué Schlein ha sido tan rápidamente cuestionada y, en cambio, no fue esto lo que sucedió con Matteo Renzi. Y a todo ello hay respuestas.

La primera que debe darse es que Renzi se encontró con la izquierda de su partido en horas muy bajas tras la debacle vivida en los meses anteriores por quien la había encabezado (Pierluigi Bersani). Cierto es que, con Bersani como cabeza de cartel, el Partido Democrático (PD) había ganado por primera vez unas elecciones generales, las celebradas en febrero de 2013. Pero la elección de un nuevo presidente de la República (al finalizar el mandato del jefe del Estado, Napolitano) y la incapacidad de Bersani para ver que sólo podía sacar adelante su candidato sobre la base de un pacto con un centroderecha que se había quedado a menos de un punto de diferencia en aquellas elecciones, llevaron al bloqueo de la elección presidencial; a la dimisión de Bersani como secretario general; y su sustitución por el ya fallecido Gugliemo Epifani, secretario general interino hasta la celebración de nuevas primarias en diciembre de aquel año. Unas primarias en las que Matteo Renzi, por aquel entonces alcalde de Florencia, pero ya suficientemente conocido en su partido porque había perdido las anteriores con Bersani, arrasó con el 70% de los votos y con una participación muy elevada de la militancia. Frente a ello, Schlein ganó al candidato del aparato del partido (su mentor Bonaccini) por menos de 10 puntos de diferencia y con una afluencia al voto de poco más de 900.000 personas.

La segunda respuesta es que Renzi, al que muchos tardaron en descubrir que se trataba de un democratacristiano con disfraz de socialista, se puso rápidamente en movimiento para negociar con el centroderecha y, tras forjar el “Pacto del Nazareno”, en febrero del año siguiente ya era presidente del Consejo de Ministros. Eso sí, Renzi se cuidó muy mucho de poner al frente de ministerios importantes a los líderes de las corrientes del partido, con lo que se aseguraba que aquello, más que un “Gobierno Renzi”, fuera un “gobierno del centroizquierda”, al menos desde el punto de vista de los nombres presentes en el Ejecutivo. 

La tercera respuesta es que Renzi tenía frente a sí un centroderecha debilitado: Forza Italia había recuperado impulso, pero los otros partidos del centroderecha (dirigidos durante dos décadas por Gianfranco Fini y Umberto Bossi) estrenaban líderes, con un Salvini que durante años había estado arrinconado tanto por Bossi como por el fallecido Roberto Maroni, y con una Meloni que se benefició de la caída de su mentor Fini, pero que tenía un partido con todo por hacer.

En todo caso, Schlein tiene un importante problema de fondo, y es el hecho de que el país envejece a marchas forzadas: 51 de los 60 millones de habitantes están por encima de los 18 años de edad, y por primera vez han nacido menos de 400.000 personas en un año. Lo que hace que la sociedad transalpina sea por naturaleza conservadora, como lo es toda sociedad envejecida, y nada mejor que recordar lo sucedido en las dos últimas elecciones generales: en las de marzo de 2018, el centroderecha sumó el 37% de los votos; y en las de septiembre de 2022, esta cifra subió hasta el 42%, dándole la gobernabilidad del país. Y es que a los jóvenes a los que Schlein dirige su discurso tan radical influyen cada vez menos en las urnas, frente a una población en situación pasiva creciente y, por otra parte, con mucha cultura de voto.

Lo que sí es cierto es que Schlein tiene aún mucho margen para la reacción. En meses venideros se celebrarán elecciones para el gobierno de algunas regiones, pero ninguna de ellas realmente importantes: por peso tanto en la economía como en cuanto a población, Lombardía acaba de celebrar las suyas hace unos meses, mientras que Véneto y Emilia-Romagna renovaron sus respectivos gobiernos en 2020. En realidad, la “hora de la verdad” para el liderazgo de Schlein llegará en mayo de 2024, que es cuando se celebran elecciones al Parlamento Europeo: en otras palabras, las primeras elecciones a nivel nacional desde que Schlein se convirtiera en secretaria general del PD.

Eso sí, lo que sí se advierte de momento es que Schlein está cometiendo los mismos errores del último ganador de primarias dentro del PD, que no es otro que el actual parlamentario y exgobernador de la región del Lazio Nicola Zingaretti. Elegido con el 65% de los votos en marzo de 2019, Zingaretti dejó la Secretaría General del PD dos años después sin que muchos supieran de su existencia. Y es que solo se le vio realmente en la negociación del Gobierno Cinco Estrellas-PD que tuvo lugar en agosto-septiembre de 2019: a diferencia de Bersani (y no digamos de Renzi), no acudía a los medios de comunicación, algo fundamental hoy en día cuando un nuevo líder (en este caso, Schlein) se debe dar a conocer a los potenciales votantes.

Debe recordarse que Ely Schlein, al no formar parte del actual Ejecutivo ni presidir el gobierno de alguna región, limita su presencia pública al Parlamento y al diario más cercano al PD (“La Repubblica”). Y ello puede tener sus consecuencias. En las elecciones al Parlamento Europeo de 2019, Zingaretti sólo logró subir cuatro puntos porcentuales el voto directo a su partido con respeto a la debacle de Matteo Renzi de marzo de 2018, pero Zingaretti tenía como posible disculpa el haber obtenido la secretaría general del PD tan sólo dos meses antes. En cambio, Schlein, que recordemos viene con el problema de origen de haber ganado por la mínima a su rival Bonaccini (y además en las primarias con menor participación desde que se fundó el Partido Democrático), tiene en estas europeas una ocasión única para afianzar su liderazgo. Porque seguramente para ese momento su directa competidora, que no es otra que la actual presidenta del Consejo de Ministros (Meloni) acusará las consecuencias, no sólo de llevar año y medio al frente del Ejecutivo (todo un mundo en la política transalpina), sino la reacción no precisamente favorable a unos Presupuestos Generales del Estado (los del año 2024) necesariamente limitados en el gasto público, ya que, ahora sí, vuelve a reactivarse el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Un pacto que, recordémoslo, establece que la deuda nacional sobre PIB debe estar en el 60%, cuando la tercera economía de la eurozona cerró 2022 en el 154%. 

Cierto es que Meloni, como el resto de los países de la Europa meridional, logró de Alemania y sus apoyos del centro y norte de la Unión Europea que la aplicación del Pacto de Estabilidad y Crecimiento fuera flexible, evitando la tan temida austeridad de los años 2010-14. Pero no es menos cierto que los miembros de la Unión más endeudados se han comprometido a equilibrar sus cuentas públicas, y que ello llevará a una contracción del gasto de la Administración que seguro encontrará respuestas muy contrariadas.

Será entonces el momento perfecto para que Schlein pueda hacer oposición, reafirmando la importancia de unas políticas sociales que ella sabe que su partido debe defender con particular fuerza. Para ese momento, la joven política de Emilia-Romagna llevará el suficiente tiempo al frente de la Secretaría General del PD como para revertir unas encuestas que, en este momento, siguen dando mucha ventaja al centroderecha sobre el conjunto de lo que va del centro a la izquierda. Y uno de sus principales problemas es que la fuga de parlamentarios hacia otras formaciones puede haber sido ya en ese momento muy significativa, dando una imagen de división dentro de su partido que le perjudicaría muy directamente a ella. No obstante, si consigue aguantar el envite, puede iniciar una etapa muy exitosa dentro de este partido, ya que los líderes de las principales corrientes tienen el problema de estar cada vez más cargados de años. 

Veremos de qué manera se desenvuelve esta joven y talentosa política, pero cierto es que no ha comenzado con buen pie su andadura al frente de un partido tradicionalmente tan fratricida como es el PD. Se ha rodeado de una nueva generación que será leal a ella mientras las encuestas, primero, y las diferentes convocatorias electorales, después, vayan en el sentido de crecimiento. Pero es igualmente cierto que los riesgos que está asumiendo pueden acabar siendo determinantes para una corta secretaría general del partido. En todo caso, Schlein ya comienza a saber cómo se las “gastan” en el PD: no tiene más que hablar con Pierluigi Bersani o Matteo Renzi para saber lo que es que te hagan la “guerra interna” dentro de tu partido. ¿Saldrá el PD de una vez por todas de esa dinámica, o estamos caminando hacia el final de este partido? El tiempo lo dirá.

Pablo Martín de Santa Olalla Saludes es profesor en la Universidad Camilo José Cela (UCJC) y autor del libro “Historia de la Italia republicana” (Sílex Ediciones, 2021).

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