
Definitivamente, el ex primer ministro Matteo Renzi, actualmente senador por Campania y miembro del grupo parlamentario “Terzo Polo”, se marcha a las instituciones europeas. Ello le ha llevado a oficializar su candidatura de cara a las elecciones a la Eurocámara que tendrán lugar en junio de 2024, y donde deben renovarse puestos tan importantes como la Comisión Europea (presidente, vicepresidentes y hasta 27 comisarías diferentes), el Consejo Europeo, la composición del Parlamento Europeo e incluso la persona encargada de dirigir la política exterior y de defensa. Solo va a quedar fuera de ello la Presidencia del Banco Central Europeo (BCE), en manos de la francesa Christine Lagarde desde octubre de 2019 y con mandato hasta 2027.
Matteo Renzi, que el pasado 11 de enero cumplió 48 años, fue en su momento el “niño prodigio” de la política transalpina. Recibió en febrero de 2014, de manos del entonces presidente de la República Napolitano, el “incarico” de formar gobierno en una legislatura que había comenzado en marzo de 2013 y que finalizaría en diciembre de 2017. Hasta ese momento, Renzi, democratacristiano de formación, pero secretario general de la principal formación de centroizquierda (el Partido Democrático, PD), lo más destacado que había hecho era ser regidor de su ciudad natal, Florencia, de la que se había convertido su alcalde en 2009, aunque en realidad se había criado a las afueras de la misma (en la pequeña localidad de Rignano sull´Arno).
Pero, tras apabullar en las primarias del PD celebradas en diciembre de 2013 (recibió el 70% de los votos), y ante la escasa actividad del primer Ejecutivo de la legislatura (el Gobierno Letta, abril de 2013-febrero de 2014), logró que el jefe del Estado le diera la confianza para conformar un gobierno que, para sorpresa de todos, duró nada más y nada menos que 1.020 días, una cifra solo superada por el II y IV Gobierno Berlusconi y por el I Gobierno Craxi. Una etapa en la que logró controlar las finanzas públicas, retornar a la senda de crecimiento y dejar atrás definitivamente los problemas con la deuda soberana. Sin embargo, la medida “estrella” de su Gobierno, que no era otra que la reforma constitucional, y con la que pretendía acabar con el llamado “bicameralismo perfecto” (dos cámaras con igual capacidad legislativa) a través de la conversión del Senado en “Cámara de las Regiones” (que, además pasaría de los entonces 315 miembros a solo 100) constituyó su fin como “premier”.
Porque, una vez superado el trámite parlamentario, Renzi hubo de someter la reforma constitucional a un “referéndum” que, celebrado el 2 de diciembre de 2016, recibió un rotundo “no”: 59% de votos contrarios por 41% de sufragios favorables. Algo, por otra parte, más que esperable, ya que Renzi sometió su reforma sin el apoyo de ni una sola formación parlamentaria: es más, parte de su partido (la corriente formada por excomunistas y socialistas) llegó incluso a hacer campaña a favor del “no”. Consecuencia: dimisión inmediata de Renzi y nombramiento del Gobierno Gentiloni (diciembre de 2016-mayo de 2018), con el que finalizaría la XVII Legislatura de la historia de la República italiana, fundada allá por junio de 1946.
A partir de aquí, Renzi comenzó a vivir una auténtica caída libre en los sondeos en intención de voto: aunque logró hacerse de nuevo con la Secretaría General del PD en junio de 2017 (y otra vez con el 70% de los votos), en las elecciones generales celebradas en marzo de 2018 no llegó siquiera al 20% de los votos, superándole en casi quince puntos la formación ganadora (el Movimiento Cinco Estrellas, que por cierto acabaría convirtiéndose en un auténtico fiasco).
A pesar de ello, Renzi quiso seguir intentando tener protagonismo en la vida política nacional y para ello fundó su propio partido, Italia Viva (septiembre de 2019). Formado por casi medio centenar de parlamentarios salidos del Partido Democrático (PD), Renzi comenzó con buen pie, logrando un primer apoyo de en torno al 6% del electorado. Pero rápidamente ese 6% se tornó en poco más de 5% y, a lo largo de la XVIII Legislatura, en la mayor parte de los sondeos su “flamante” nuevo partido se situó en zona extraparlamentaria, ya que no alcanzaba el 3% de votos necesario para entrar tanto en la Cámara Baja como en la Alta. Finalmente, una alianza “in extremis” con quien había sido su ministro de Desarrollo Económico (el romano Calenda), le dio la posibilidad de repetir como parlamentario en la legislatura en curso, aunque ahora no sería senador por Toscana (su tierra natal), sino por Campania. El casi 8% de los votos que logró el llamado “Terzo Polo” le sirvió para seguir teniendo escaño en el Parlamento, pero la contundente victoria del centroderecha (42% de los votos entre Fratelli d´Italia, Forza Italia y la Lega) dejó a Renzi y a los suyos como meros comparsas de la política nacional.
Este elemento, junto con una trayectoria inequívocamente europeísta, es lo que ha llevado a Renzi a pensar en redirigir su carrera política al Parlamento Europeo. Tiene un apoyo extraordinariamente importante, que no es otro que el del presidente de la República francesa (Macron), en cuyo grupo (“Renew Europe”) está la formación de Renzi. Y, además, sabe que puede contar con el apoyo del actual Ejecutivo, ya que tanto la “premier” Meloni como el viceprimer ministro Salvini considerarían todo un “alivio” quitarse de encima, y además por cinco años (lo que dura una legislatura del Parlamento Europeo) a un compañero de generación incómodo, polémico y extraordinariamente hábil.
¿Tiene posibilidades reales Renzi de lograr un importante nivel de apoyo en las elecciones europeas? La respuesta es “sí”. Y es que la política transalpina se ha polarizado en el último año: por la izquierda, el Partido Democrático, de la mano de su nueva líder (la bolognesa Ely Schlein), está escorando su partido hacia posicionamientos muy radicales, como se ha podido comprobar en relación a, por ejemplo, la guerra de Ucrania, y además es partidaria de pactar con un Movimiento Cinco Estrellas completamente desdibujado pero que aún mantiene un buen porcentaje de voto porque en las zonas más meridionales se le sigue votando mucho (es la única esperanza que queda para algunos de recuperar la llamada “renta de ciudadanía”). Y por la derecha, Forza Italia, que ya en las elecciones de septiembre de 2022 solo recibió el 8,1% de los votos, va claramente para abajo mientras Meloni prefiere hacer “dupla” con Matteo Salvini, que, aunque ampliamente denostado entre la clase parlamentaria comunitaria, le garantiza la estabilidad a su Gobierno ahora que hay que afrontar un nueva grave problema migratorio, la reducción en el gasto público y un importante grado de hostilidad de una parte del mundo comunitario, que no perdonan a Meloni haber sido históricamente una “euroescéptica”.
Al polarizarse la vida política, Renzi, con esa agregación de partidos que recibe el nombre de “Il Centro “ (destacan Italia Viva, Azione y Piu Europa), puede pensar en lograr una importante suma de votos, ya que el sector reformista del PD, ampliamente descontento con la gestión de Schlein, podría votar a Renzi y a los suyos, y lo mismo sucedería con lo que queda de Forza Italia, toda vez que su actual líder, el viceprimer ministro y titular de Asuntos Exteriores Antonio Tajani, tiene tanto predicamento entre los políticos comunitarios como muy bajo nivel de apoyo en su país, que apenas le conoce tras haber estado nada más y nada menos que 24 años en el Parlamento Europeo, del que por cierto llegó a ser presidente entre enero de 2017 y julio de 2019.
¿Y en qué puesto de privilegio puede pensar Renzi para relanzar su carrera política? Aquí sí que es más difícil acertar. No puede ser presidente de la Eurocámara, puesto reservado a los que llevan varias legislaturas como europarlamentarios. Tampoco puede ser presidente de la Comisión, ya que, aunque quien ostente este puesto debe acreditar dotes de mando (y Renzi las tiene), ha de mostrar también una flexibilidad que no constituye una de las principales fortalezas del expresidente del Consejo de Ministros. Igualmente, tampoco puede ser llamado a dirigir la política exterior y de defensa, ya que, siendo él “premier”, logró este mismo puesto para quien fue su titular de Asuntos Exteriores (Federica Mogherini), con lo que ponerse donde en su momento colocó a una de las suyas lo viviría seguramente como un retroceso en su carrera.
Así que, si hay un puesto en el que el perfil de Renzi encaja a la perfección, ese es el de presidente del Consejo Europeo, entre otras razones porque es el único puesto de peso que nunca ha sido encabezado por un italiano (hasta el momento ha habido dos belgas, Van Rompuy y Michel, y un polaco, Tusk); y porque le concedería mucho protagonismo internacional. Recordemos, en relación con ello, que el presidente del Consejo no solo está en permanente contacto con los 27 gobiernos de la Unión Europea, sino que además ostenta rango de presidente de la Comisión, con lo que estaría dentro del núcleo de poder de la construcción europea, que por cierto va ya camino de los 75 años de vida.
Veamos de qué manera se desarrolla la campaña que lleve hacia la celebración de nuevos comicios europeos, pero Renzi ha visto claro que no tenía más recorrido en su país y que lo mejor era intentar “hacer carrera” en unas instituciones europeas que él ha defendido desde que se convirtiera en “premier” allá por febrero de 2014. A partir de aquí, la política de la tercera economía de la eurozona seguirá moviéndose entre Meloni y Salvini, sus dos compañeros de generación y los que tienen asegurada una “maggioranza” de gobierno hasta, en principio, septiembre de 2027. Llegó la hora del Renzi más europeísta, tras una década ininterrumpida de fuerte protagonismo en la vida nacional.
Pablo Martín de Santa Olalla Saludes es profesor de la Universidad Camilo José Cela (UCJC) y autor del libro “Historia de la Italia republicana, 1946-2021” (Sílex Ediciones, 2021).