Ahmed Lahlimi afirma que la corrupción en Marruecos frena el crecimiento económico

“La corrupción es una tara que arrastramos desde el Protectorado y un freno directo al crecimiento de la economía en Marruecos”.
La frase categórica y sin ambages no es de un opositor político al régimen marroquí, ni de un exiliado, ni de un periodista crítico con el Gobierno que preside el empresario multimillonario y líder de la Agrupación Nacional de Independientes, Aziz Akhannouch. No. Es de Ahmed Lahlimi, nombrado por el Rey para presidir el Alto Comisariado para el Plan, el organismo oficial creado en 2003 a comienzos del reinado de Mohamed VI, encargado de escrutar la economía y la sociedad, y suministrar al Estado análisis y perspectivas.
En una entrevista a Medias24, Lahlimi repasa con cifras detalladas el estado de la economía marroquí, sus principales problemas y da algunas recetas para hacer frente a la situación crítica que vive el Reino, con un aumento creciente del paro, del éxodo rural y la emigración, y con la mayoría de los indicadores socioeconómicos en rojo.
El veterano economista, que fue miembro de la dirección de la Unión Socialista de Fuerzas Populares (USFP) y eminencia gris del Gobierno presidido por Abderramán Yussufi quien realizó la transición entre los reinados de Hassan II y su hijo Mohamed VI, se pregunta en voz alta cómo ha sido posible que Marruecos, que tuvo un desarrollo económico del 5,1% anual de media entre los años 2000 y 2010 con una tasa de paro nunca superior al 10%, haya caído en crecimiento hasta el 1,8% en el último decenio con un paro del 13%, que sería en realidad del 33% “si los que han abandonado el mercado laboral vuelven al mismo”.
Según el Alto Comisario al Plan, para hacer frente a la situación socioeconómica actual, “que es preocupante, aunque no alarmante”, puntualiza, “hacen falta reformas de estructura y no simples medidas terapéuticas de urgencia”.
Entre las propuestas más audaces y chocantes de Lahlimi está la lucha contra la corrupción y el clientelismo, que siendo problemas estructurales que vienen desde la época del Protectorado francés, deben situarse en primer plano de la actividad institucional.
La corrupción es un freno al crecimiento, estima el alto funcionario del Estado, dado que “las inversiones exteriores y los recursos del país son acaparados de manera abusiva” por una minoría, en el campo y en la ciudad; “las grandes propiedades agrícolas se adueñan de los recursos hídricos para generar sus exportaciones”, y ello “en detrimento de las explotaciones familiares y del consumo interno”.
Ahmed Lahlimi hace sonar las alarmas al contabilizar sin paliativos las cifras del paro y el éxodo rural. “Tan solo el año pasado, 2023, se han perdido 200.000 empleos rurales, y si contamos el último cuatrienio (2020/2023) la cifra sube a los 621.000 puestos de trabajo perdidos en la agricultura. Lo más grave, advierte Lahlimi, es que antes se iban del campo los hombres y los jóvenes; hoy lo hacen hasta las mujeres.
Curiosamente, las declaraciones del Alto Comisario para el Plan, que sacuden al estamento político gubernamental, se han realizado coincidiendo con la polémica mediática surgida entre Argelia y Marruecos acerca de sus respectivas producciones agrícolas.
Según las previsiones hechas por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, la producción de cereales en 2024 será de 3 millones de toneladas en Argelia y 2,5 millones en Marruecos, que retrocede del primer puesto en el Magreb por la fuerte sequía sufrida.
Algunos medios de prensa marroquíes han acusado de manera provocativa al régimen de Argel de haber manipulado las fotos y videos que muestran largas filas de camiones en espera de cargar la cosecha de trigo en zonas del desierto del Sáhara argelino. Haciéndose eco de ello el presidente argelino Abdelmadjid Tebboune declaró irónicamente en la televisión: “Si la Inteligencia Artificial nos ayuda, bienvenida sea”.
De cualquier manera, ni Argelia, ni Marruecos, producen suficientes cereales para abastecer su mercado interno. Argelia consume algo más de 8 millones de toneladas, mientras que Marruecos pasa de los 10 millones de toneladas anuales.
La cuestión radica más bien en los precios de producción y en el rendimiento por hectárea. En Marruecos, el rendimiento ha caído de 1.500 kilos por hectárea a 900 kg/ha. En Argelia se mantiene en 1.600 kg/ha, según estimaciones de la FAO. En cuanto a los precios reales de la producción local, siguen siendo un secreto de Estado, particularmente en Argelia. Y ello porque si en el mercado internacional el precio medio del trigo oscila en los 260 dólares por tonelada, no tiene mucho sentido, si no es por su faceta propagandística, que Marruecos o Argelia lo produzcan a 400 ó 500 dólares la tonelada, considerando todos los insumos, el almacenamiento, transporte y subvenciones varias. Se puede elevar artificialmente el rendimiento de la producción de trigo, si se invierten los capitales necesarios. Los Emiratos Árabes Unidos han llegado a producir más de 27 toneladas por hectárea, y Kuwait, 14 tn/ha. Pero ¿a qué costo? ¿Argelia y Marruecos se lo pueden permitir? Sí, claro está; pero en detrimento de quién.
Ahmed Lahlimi, en su entrevista, propone una distribución de medios y recursos equitativa entre los productores agrícolas, grandes productores y unidades familiares, y la consiguiente intervención del Estado en la mejora de las condiciones humanas, técnicas y logísticas en el agro. La cuestión no es quién produce más, sino cómo se produce y en beneficio de quién.